jueves, 15 de febrero de 2007

EE UU : estado de confusiòn

El presidente estadounidense, George W. Bush, trató de ganar la simpatía demócrata mediante propuestas enfocadas en la salud, beneficios para los más necesitados y promover la reducción del consumo de gasolina, pero los demócratas calificaron anticipadamente su discurso como inconsistente.
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Lo más importante del mensaje de ayer no consistió en su contenido –fue más de lo mismo-, sino a quienes se dirigía. Por primera vez desde que asumió la presidencia, George W. Bush pronunció un discurso a un Congreso controlado por los demócratas y a una opinión pública descontenta. Su popularidad está por los suelos, al extremo que muchos le comparan con el desbocado Richard Nixon. Este ya no es el presidente en guerra que dijo ser en el 2002, sino un rehén de la misma. Prisionero de sus limitaciones, su gestión se encamina al desastre. Ni siquiera el “nuevo plan” para Iraq, o “nuevo camino” como él lo denomina, ofrece serias garantías de éxito.

Según los últimos sondeos, dos de cada tres norteamericanos desaprueban su Administración. La CBS registra apenas un 28% de apoyo entre su audiencia luego del discurso. Otras mediciones dadas a conocer ayer por The Washington Post y ABC, otorgan a Bush el aval del 33% de los estadounidenses. Por lo general estos resultados son obtenidos cuando un presidente o bien pierde una guerra (como Nixon en Vietnam), o bien no logra una victoria (como Truman en Corea). La ciudadanía no suele perdonar el deterioro de la imagen internacional del país o su prestigio, ni que se desperdicien recursos humanos y técnicos en descabelladas aventuras militares, y mucho menos que le mientan. Todos estos factores equiparan el conflicto actual en Iraq con el vivido por el país hace más de tres décadas en el sudeste asiático.

Si hay algo que destacar del mensaje presidencial fue que en algunos temas –como la inmigración- contará con la aprobación de los demócratas y no así la de su partido. Entre los principales anuncios, Bush solicitó al Parlamento incrementar el número de efectivos del Ejército y del Cuerpo de Infantería de Marina en 92. 000 nuevos efectivos en 5 años. Se presume que estos soldados serán destacados periódicamente en el Golfo y otras zonas donde peligra la estabilidad de regímenes amigos. Al haber comprometido a sus mejores elementos en Iraq, EE UU tiene escaso o nulo margen de maniobra para hacerle frente a un nuevo conflicto internacional. La apuesta de Irán por llevar a cabo su programa nuclear, a pesar de la negativa de Naciones Unidas, pone de manifiesto que el único elemento disuasivo que funciona es el convencional. Ya que –como hemos visto- las posibilidades de atacar nuclearmente a ese país son impensables dadas las implicancias humanitarias y estratégicas que acarrearía, pero no así desde la óptica del armamento convencional. El hecho de que EE UU e Israel dispongan de bombas atómicas en la región no inmutó los ánimos de Teherán de continuar con su proyecto; pero sí le preocupó, en cambio, el desplazamiento de una poderosa fuerza de portaviones con su respectivo grupo de batalla (dos en total), ya que obligó a Irán a enviar con urgencia un emisario a Arabia Saudita en busca de una mediación con los EE UU.

Durante el Discurso sobre el Estado de la Unión, Bush pidió más apoyo político y financiero con respecto a la guerra en Iraq. Y quedo descartada, de momento, una nueva confrontación militar con Irán. Sin el respaldo de los demócratas, sus aliados en Europa y con la opinión pública en contra, la única forma de involucrarse en una guerra con la teocracia iraní sería que ésta buscara el enfrentamiento. Al parecer Ahmadinejad tratará de mantener un perfil bajo -en lo que resta del mandato republicano- para no dar motivos, por ello no ha respondido airadamente ante el secuestro de cinco funcionarios consulares en el norte de Iraq, y se ha mostrado dispuesto a dialogar con EE UU, a pesar del rechazo de la Casa Blanca.

De otro lado, fue verdaderamente gratificante escuchar una rectificación del presidente norteamericano sobre el calentamiento global, fenómeno que a lo largo de su presidencia fue desdeñado, al extremo que cuestionó su existencia. Luego de retirar a su país del Protocolo de Kioto, siendo el mayor emisor de gases causantes del efecto invernadero. Ahora parece dar más importancia al problema, aunque en todo su discurso sólo dijo una frase relativa al asunto. Los avances tecnológicos, dijo, "nos ayudarán a cuidar mejor el medio ambiente y a enfrentarnos al desafío serio del cambio climático mundial". EE UU es responsable por un cuarto de la contaminación con dióxido de carbono en el mundo, pero su Gobierno sólo habla de metas voluntarias -y no legales, como demandan algunas corporaciones y organismos- para controlar el aumento de las emisiones.

Por lo demás, Bush insistió en reducir el consumo nacional de gasolina hasta en un 20% en los próximos 10 años, con el objetivo de rebajar la dependencia de petróleo extranjero mediante un aumento del consumo de combustibles como el bioetanol, que se obtienen de cultivos como el maíz. La apuesta es ambiciosa y resulta poco creíble para un país “adicto al petróleo” como él mismo lo mencionó. En el pasado (en el 2002), el presidente realizó anuncios similares sin mayor repercusión práctica. El poco tiempo que le queda a su Administración hace que desconfiemos de que tales medidas logren implementarse.

En cuanto a Iraq, tema que domina la agenda de republicanos, demócratas, medios de comunicación y del electorado, las medidas adoptadas no despiertan ninguna simpatía ni se espera que éstas den algún resultado. El debutante senador demócrata por Virginia, James Webb, encabezó la desaprobación de su partido hacia el mensaje presidencial en un comunicado difundido ayer por la CNN. Webb, ex veterano de la Primera Guerra del Golfo, sugirió que “el gobierno tiene que cambiar de rumbo sino el Congreso le enseñará por dónde seguir”. El senador por Illinois y aspirante a la nominación presidencial, Barack Obama, no considera que “el presidente tenga un plan que satisfaga las expectativas del ciudadano”. El senador afroamericano rechaza la tesis de incrementar el número de tropas en Iraq y aboga por un repliegue progresivo como muchos de sus colegas. Obama solicitó más bien no desatender Afganistán, y controlar la frontera con Pakistán, donde se refugian y entrenan la mayoría de terroristas que EE UU busca. La preocupación por Afganistán se genera a raíz del resurgimiento del movimiento taliban, cuya presencia se ha incrementado en el sur de ese país, paralizando al gobierno de Karzai y a su sistema educativo. El candidato demócrata a las presidenciales de 2008 considera que “se necesita una solución política en Iraq; no una militar”. El apoyo que a su entender se puede dar al Gobierno iraquí “debe consistir en entrenar adecuadamente a los iraquíes, destinar más fondos, brindar soporte logístico, inteligencia y reforzar sus actividades con actividades antiterroristas”. Su fundamento para negar su respaldo al plan de la Casa Blanca se debe a que “seis meses atrás el general Abizaid dijo que en sólo seis meses podremos ver algunos avances (refiriéndose a la anterior estrategia presidencial)”. “Los pronósticos de ver un Gobierno iraquí autosuficiente se han desvanecido”, mencionó.

Entre quienes todavía respaldan al presidente se encuentra el senador republicano Kit Bond de Missouri. Éste cree que los generales apoyan el plan del presidente para Iraq y que Al Maliki, el primer ministro iraquí, “debe asumir sus compromisos porque EE UU asume los suyos profundamente, pero no ilimitadamente”. Para este solitario defensor de Bush, “el presidente cambió de estrategia a tiempo”. “El aumento de tropas no será suficiente si el Gobierno iraquí no se involucra más en la estabilización del país”, acotó. “Depende de él (de al Maliki) combatir a las milicias chiítas”, en clara alusión al Ejército de Mahdi, dirigido por el clérigo chií Muqtada al Sáder.

El responsable de las fuerzas estadounidenses en Iraq, el teniente general David Petraeus, reemplazante del general George Casey, señaló en la audiencia de anteayer en el Senado que la situación “es grave” y "lo que está por venir no será ni rápido ni fácil". Y no es para menos porque la permanencia que pretende de las tropas en los barrios y la periferia de Bagdad incrementará la posibilidad de convertir a sus efectivos en apetitosos blancos para la resistencia. El plan de Petraeus se caracteriza por desplegar una fuerza de vigilancia permanente en la ciudad, principalmente en los distritos mixtos (donde conviven suníes y chiíes), y emplazar a los soldados iraquíes, bajo comando estadounidense, en la provincia de Al Anbar, de predominancia chiíta y a la ciudad Sadr, en la que Muqtada opera con total impunidad. Según The Washington Post, Petraeus reclamará que sus tropas operen y vivan entre la población iraquí con la esperanza de salvaguardar la seguridad y la economía en los barrios limpios de insurgencia.

Se espera que al término del muharram (el mes sagrado en el que se rememora el martirio de Hussein, nieto de Mahoma y tercer califa de los chiíes, en el que el Corán prohíbe matar), la violencia y las operaciones de “limpieza” de este grupo se incrementen. “De momento, no opondremos resistencia pero volveremos a hablar de esto después del muharram”, advirtió al Sáder al diario italiano La Reppublica. Las intenciones de este clérigo consisten “en evitar que Iraq, de mayoría chiíta, se convierta en un Estado laico, como quiere Al Maliki y Estados Unidos”. Para este actor político desatar una ola de violencia se convierte vital pues a medida que se incrementan las bajas entre los occidentales, EE UU se verá obligado a retirarse como lo hizo del Líbano en 1983. Con la retirada de los norteamericanos no contará con ninguna oposición para imponer una teocracia similar a la iraní, país que seguramente reforzará sus vínculos con un Iraq fundamentalista.

EE UU, sin proponérselo, ha fortalecido a Irán luego de invadir innecesariamente a Iraq. Y de paso afecta la estabilidad política de los regímenes sunitas amigos de la región. El riesgo que se corre es mucho mayor que el temido durante la Guerra de Vietnam pues los países del sudeste asiático se transformaron en economías a favor del libre mercado (Vietnam acaba de entrar al seno de la OMC). En cambio, lo que acontece en Oriente Próximo puede interpretarse como un retorno hacia posturas más radicales y autoritarias. El temor es mucho mayor porque la ideología que manejan estos individuos, grupos y países (al Sáder, Al Qaeda, Hamás, Hezbollah, el taliban e Irán) no pueden derrotarse mediante intervenciones militares o reformas ilegítimas; sino alentando la crítica interna, es decir, a voces moderadas con quienes dialogar. “Se puede matar a los hombres, pero no la fe y las ideas”, así lo resume el líder de la milicia del Mahdi. En otras palabras, “esa mentalidad sólo puede desterrarse mediante la educación y oportunidades”, como lo plantea Amartya Sen, Premio Nobel de Economía y catedrático de la Universidad de Columbia. Para Felipe González, ex presidente del Gobierno español, “hay que recuperar el diálogo entre todos los implicados, directos e indirectos, sin descalificaciones previas o exclusiones arbitrarias. (…) Hay que hablar con quien no está de acuerdo, de lo contrario el diálogo es de sumisos obedientes, no de actores en la solución”.

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