miércoles, 14 de febrero de 2007

Rusia, Corea del Norte e Iràn

Rusia y Norcorea concentran la atención esta semana de los medios y especialistas en temas internacionales. Según el cristal con que se mire, el resultado de las negociaciones con Corea del Norte sobre la desmantelación de su programa nuclear puede ser catalogado de favorable o desfavorable. Favorable en el sentido de que se alivian las tensiones en una zona donde se congregan dos de las mayores potencias militares (Rusia y China) y cuatro de las principales economías del mundo (Japón, Corea del Sur, China y Rusia). Desnuclearizar a la Corea comunista representa una buena noticia para Japón y Corea del Sur, en particular, que han vivido amenazadas durante décadas por los ejercicios bélicos y demostraciones de fuerza de Pyongyang.

Lo desfavorable del asunto radica en que a pesar de que la Administración norteamericana lo muestra a la opinión pública como un éxito, ni siquiera para sus propios funcionarios o ex funcionarios lo es. Así tenemos por ejemplo a John Bolton, ex embajador de esta administración en las Naciones Unidas criticando el acuerdo, al que calificó de “malo”. Bolton declaró en una entrevista televisiva que durante la negociación con los norcoreanos se ignoraron los “principios políticos que enarbolaba el presidente”. Al parecer, las necesidades de conseguir un logro que signifique un bálsamo para su debilitada posición política (de EE UU), apresuraron el acuerdo.

Lo paradójico del asunto es que Washington obtiene “resultados” cuando emplea el diálogo multilateral que cuando actúa unilateralmente. El fracaso de los neocons a esta altura de la historia es más que evidente, y el empecinamiento y obstinación en sus políticas de contención y antiterroristas, generan más que nada un repunte de los males que pretende conjurar. Esto explica lo incontrolable de la situación iraquí y el rebrote de la violencia del taliban en Afganistán (donde en 2006 ha habido 4.000 muertos y de ellos casi 200 del contingente internacional, cuatro veces más que el año anterior).

Rusia, por su parte, vuelve a hacer noticia de la mano de su presidente, Vladimir Putin, quien está estableciendo las pautas y directrices de la futura política exterior rusa. De ahora en adelante sólo cabe esperar más de ese tipo de expresiones y comentarios que remecieron los oídos y semblantes de los asistentes a la Cumbre sobre Seguridad Internacional celebrada en Munich, Alemania, en la que el ex espía de la KGB cuestionó la política exterior estadounidense calificándola de amenazante.

Hace poco el mandatario ruso ha vuelto a declarar, esta vez en Jordania, reafirmando lo expresado durante su exposición en la cumbre alemana. “Todo lo que dije en Munich lo dije abiertamente y con franqueza a nuestros socios estadounidenses. Yo estoy convencido de lo que dije. Todo es verdad”. Posteriormente añadió que su país viene siendo utilizado por el Gobierno de George W. Bush como una amenaza para incrementar el presupuesto de defensa. “Ellos comenzaron a hablar de un peligro creado por Rusia, que no existe, a fin de solicitar mayores recursos a su Congreso para financiar acciones militares en Iraq y Afganistán, y para construir bases antimisiles en Europa del Este”, señaló.

La nueva arremetida del presidente ruso indica un nuevo derrotero en la política internacional rusa (como se mencionó más adelante), y la posición que planea adoptar Moscú ante sucesos que comprometan sus intereses y seguridad nacionales.

No cabe duda que la debilidad norteamericana ha posibilitado el jalón de orejas de Rusia y la "flexibilidad" mostrada por Norcorea en la mesa de negociaciones. Para los halcones de la Casa Blanca y el Pentágono, no apostar por una línea de dureza con Pyongyang implica enviar una pésima señal a Irán, como lo afirma el propio Bolton, quien tuvo que renunciar a su cargo ante la negativa del Senado, dominado por los demócratas, de confirmar su designación como representante de EE UU ante el máximo organismo mundial.

Beijing como nunca se muestra más orgulloso luego de auspiciar el acuerdo redactado entre Corea del Norte y sus rivales occidentales. Este pacto, que aún deja abiertas muchas interrogantes (pues no significa el abandono definitivo y desmantelamiento de su programa nuclear militar), representa el primer triunfo de la diplomacia china sobre EE UU pues fue la gran potencia oriental quien dirigió las tratativas y definió el formato final del documento firmado por el grupo de los seis (EE UU, China, Rusia, las dos Coreas y Japón).

Washington, que en todo momento se negaba a sostener tratos directos con Pyongyang, mantuvo una conversación bilateral en Beijing con los representantes de ese régimen para discutir la suavización de sus sanciones financieras.

El nuevo giro que se ha producido en las relaciones internacionales de EE UU es fiel reflejo de su debilidad geopolítica y de la necesidad de conseguir hitos importantes para la cuestionada presidencia de George W. Bush.

Irán está muy atento a la flexibilización mostrada por EE UU, pero para nada confiado. La Casa Blanca parece apostar por desestabilizar a ese país antes que entablar conversaciones serias sobre la cuestión iraquí y la seguridad en el Golfo. Se sabe que la única garantía para un Irán no nuclear es propiciar un cambio de régimen, esto es, promover a la oposición moderada y disidente. Pero aquello está lejos de ocurrir, por lo menos en el mediano plazo, que es el tiempo que le demoraría a Irán dotarse de dos o tres bombas nucleares. Las acciones de desestabilización interna ya se han iniciado, prueba de ello es el atentado terrorista contra 11 miembros de la Guardia Revolucionaria al sudeste de Teherán, cerca a la frontera con Afganistán y Pakistán.

Las acusaciones de los funcionarios iraníes no se han hecho esperar pues inmediatamente culparon al Reino Unido y Estados Unidos de brindar apoyo a los rebeldes de minoría étnica (suníes) que operan en las fronteras de la República Islámica.

Otra medida que viene desarrollando EE UU es el aislamiento de Irán en Medio Oriente. Algo sumamente difícil y complicado pues si bien a los gobiernos pro occidentales no les agrada Irán, poco es lo que pueden hacer. Las razones que impiden cristalizar un cerco efectivo contra Irán son el descenso de la influencia estadounidense en el área y que las posiciones de los regímenes sunitas son incluso más débiles.

De acuerdo con el príncipe Hassan de Jordania, "el populismo de Ahmadinejad y Hezbollah es una sociedad política alternativa en Medio Oriente". Según Hassan, "a través del reclutamiento de los pobres y excluidos, están más cerca que el propio gobierno de las necesidades de la gente, y es por eso que tienen tantos seguidores".

Irán se siente más fortalecido que nunca pues se quedó sin su rival más poderoso, Saddam Hussein, y sin el “dique” de contención que este significaba para impedir la propagación de su extremismo, es decir, de su revolución. Iraq, debilitado por la ola de violencia que continua tras la salida del poder de Saddam Hussein, ahora considera a Irán -de mayoría chiíta- como el socio dominante en la relación entre ambos países. Ese es uno de los temores de los estrategos del Pentágono que creen que una retirada norteamericana allanaría el reencuentro de las dirigencias chiítas de ambos países y con ello de su petróleo (como arma para presionar a occidente con continuas alzas de precio o amenazas de corte del suministro). Sin dejar de lado que con esa fuente de ingresos petroleros pueden incrementar su beligerancia conjunta y acabar con la primacía militar israelí sobre la región.

Washington, como lo señala el columnista Miguel A. Bastenier, del diario El Pais, “(…) no gana mucho exhortando a los Estados suníes, Egipto, Arabia Saudí y Jordania, a la alianza contra el enemigo chií, porque, aun siendo mucho lo que temen a Irán, más aún recelan de una acción militar norteamericana que pondría de cabeza todo Oriente Próximo”.

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