sábado, 19 de mayo de 2007

LA CRISIS DEL FMI Y DEL BM: LA CREACION DE INSTITUCIONES FINANCIERAS ANALOGAS

En los últimos tiempos a la vez que se anuncian importantes procesos de integración en América Latina y Asia, que tienen como objetivo crear verdaderas instancias de deliberación de los asuntos regionales (de bloques comerciales en una primera fase, para luego constituir unidades políticas y económicas, al mejor estilo de la Unión Europea), ha aparecido la voluntad política de crear instituciones financieras similares al FMI y BM en el ámbito sudamericano y asiático, respectivamente. Estas futuras entidades cumplirán la mayoría de las funciones de los organismos multilaterales de crédito y desarrollo, hoy controlados por las potencias occidentales.


La iniciativa de Argentina, Venezuela y Ecuador de fundar el “Banco del Sur” ha traspasado las fronteras continentales pues ha influenciado a los países asiáticos a tomar una decisión parecida. En la actualidad, las mayores potencias del lejano oriente encabezadas por Japón, China y Corea del Sur más los Estados miembros de la ASEAN, conformada por Brunei, Birmania, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam, resolvieron constituir un fondo económico común respaldado por sus reservas internacionales. En realidad, dicha intención se remonta al la Iniciativa Chiang Mai, por la cual las naciones asiáticas acordaron tomar medidas correctivas para evitar otra crisis financiera como la que azotó a la región entre 1997 y 1998.

Si bien los países emergentes de Asia no pretenden crear una institución financiera como sus pares latinoamericanos (para reemplazar al FMI y BM), la determinación de los primeros puede generar indirectamente los mismos efectos que el de constituir un organismo financiero regional, ya que ese gran fondo común serviría “para prestar dinero de una manera más rápida para apoyar sus reservas internacionales hasta que termine una crisis o llegue a darse”, según revela la BBC.

En la práctica, ese tipo de asistencia financiera entre los países relegaría al FMI de cualquier operación de rescate si es que se desata una crisis como la ocurrida en Asia hace una década, pues los países asiáticos se verán asistidos inmediatamente gracias a las cuantiosas reservas que acumulan China, Japón y Corea del Sur (tres los cinco países con mayores reservas mundiales). De esa forma China trata de proteger el entorno donde proyecta su influencia política, desligando cada vez al Sudeste asiático de la esfera de EE UU. Los flujos de intercambio financiero llegaron “a los 75.000 millones de dólares desde que la Iniciativa empezara en el año 2000”, indica la BBC.

Esta resolución posiciona a las naciones asiáticas de una mejor forma frente a la especulación. De ese modo será muy difícil afectar el tipo de cambio de sus divisas, del cual depende en gran medida la competitividad de sus economías. Se podría decir que el gran fondo común funciona como un colchón ante los impactos graves de una crisis y brinda cierta estabilidad para las monedas locales.

Por su parte, los países latinoamericanos, sin el respaldo de enormes reservas internacionales pretenden ser más ambiciosos. De ahí que, Rodrigo Cabezas, ministro de Economía venezolano , desee que el Banco del Sur comience a operar cuanto antes (antes de fin de año). Se cree que su capital inicial será de 7.000 millones de dólares, aportado por sus cuatro socios fundadores (Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela). Se desconoce cuánto desembolsará cada país, pero es muy probable que Venezuela tenga la mayoría de participaciones del futuro Banco toda vez que aspira convertirlo en un tentáculo más de su política exterior, es decir, en un ente destinado a “promover” el “modelo chavista” por toda la región.

Si se concreta la creación del Banco del Sur, el FMI y el BM serán desplazados en el otorgamiento de créditos en algunos países del continente. Esa es la principal función en la que se concentrará la nueva institución de crédito regional. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, muy cercano a las políticas de Chávez, señaló en la pasada reunión de Quito de los ministros de Economía y Hacienda de la región que “había que crear una alternativa en Sudamérica para dejar la dependencia financiera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM)”.

Tras inaugurar la cita, Correa anunció también la necesidad de establecer un fondo que gestione las reservas internacionales de los países de la región -similar al que opera en Asia-, para “proveer recursos a los países que los necesiten en momentos de dificultades económicas”. Esto supone un cambio fundamental en la disposición de las reservas internacionales ya que pasarían a ser depositadas en la región. Así, los cerca de 200.000 millones de dólares que según Correa poseen los países sudamericanos en los bancos centrales de los países desarrollados servirán a los propósitos de lograr una mayor integración en el subcontinente.

Brasil, el gran referente latinoamericano, ha negado su participación en el proyecto impulsado por Caracas, tal vez por las intenciones del gobierno venezolano de politizar e ideologizar a la institución, con lo cual desvirtuaría la imagen que debe proyectar cualquier entidad de crédito multilateral. No se descarta que el Banco del Sur se convierta en otra plataforma desde la cual Chávez lance sus críticas al modelo neoliberal, en especial a las políticas que el FMI popularizó por la región durante la década de los 90.

Para tentar a Brasil de que la empresa va en serio, se tendría que garantizar que tanto el Banco del Sur como el Fondo del Sur (en el que se integrarían las reservas sudamericanas), serían manejados técnicamente, es decir, apolíticamente. Además, claro está, de asegurar transparencia en la toma de decisiones que lleve a asignar recursos a un determinado fin o propósito. Pero esto no lo puede garantizar la presencia de Chávez en la eventual institución financiera que se forme con los capitales de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina. En vez de contribuir a la estabilidad macroeconómica, el Banco del Sur puede debilitar la disciplina fiscal que caracteriza a Latinoamérica con préstamos arbitrarios o carentes de suficientes estudios de factibilidad.

Sin Brasil es probable que los demás países no se animen a conformar el directorio de dicha entidad, por lo que sus operaciones quedarán reducidas a un puñado de países. Esta iniciativa (de constituir un Banco del Sur), es posible gracias a las reservas internacionales que Venezuela ha acumulado por la comercialización de su crudo a elevados precios internacionales, que rondan los 30.000 millones de dólares, pero podrían disminuir drásticamente si Caracas continúa renacionalizando los activos (empresas de servicios todo tipo) que se encuentran en manos privadas.

De otro lado, la forma de hacerle frente a la globalización parece ser la regionalización, es decir, encontrar fortalezas en las alianzas de tipo comercial, económicas y políticas. Por eso el papel de algunos organismos internacionales, en especial los de crédito y “desarrollo” como el FMI y el BM, ha perdido protagonismo y ascendencia a escala mundial. En parte por las preferencias de los países a formar bloques para fortalecer sus intercambios, entre ellos los financieros. Hay mucha lógica en este tipo de decisiones ya que los destinos de los Estados que forman parte de una misma región están más o menos unidos y sufren, por lo general, las mismas consecuencias según su grado de exposición a los vaivenes de los mercados.

La regionalización es la manera de poner cierto orden o hacer beneficiosa la globalización (o menos riesgosa), de ahí que tanto el FMI como el BM sean incapaces de ofrecer la misma seguridad toda vez que actúan en función de los intereses de los países que controlan sus directorios. Así se hace muy difícil confiar en instituciones que, por más que anuncien reformas en la composición de sus cuotas de poder o alivien la pesada carga financiera de algunos países extremadamente endeudados, jamás dejarán de ser empleadas como instrumentos de su política exterior.

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