sábado, 19 de mayo de 2007

LA CRISIS DEL FMI Y DEL BM: LAS NUEVAS FUENTES DE FINANCIAMIENTO DE LOS PAISES EN VIAS DE DESARROLLO

En la actualidad varios países emergentes han encontrado o desarrollado mecanismos pata acceder a los mercados financieros sin necesidad de acudir a los organismos de financiamiento internacional (FMI y BM). Esto se debe en gran medida a la fortaleza económica que experimentan los países emergentes, quienes reciben constantes flujos de Inversión Extranjera Directa (IED). A estas inversiones foráneas se suma el dinamismo de los capitales locales que en vez de migrar al exterior optan por establecerse y desarrollar proyectos de negocios en su país de origen o en otros de la misma región.

El entorno estable a nivel macroeconómico y político de la mayoría de países emergentes reduce el riesgo de volatilidad para las inversiones, sobre todo las de largo plazo, lo que se traduce en mayores garantías e incentivos para atraer capitales.

Los constantes flujos de inversión han provocado que estas naciones recauden mayores montos en impuestos con los que financian su gasto corriente y una variada gama de programas sociales sin asistencia financiera de los organismos financieros internacionales como en el pasado.

El crecimiento económico es responsable de que el FMI y el BM hayan sido relegados del acontecer financiero de los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo. Por si fuera poco, la acumulación de recursos gracias al auge del sector exportador, que debe su dinamismo a la mayor cotización de las materias primas y algunos commodities, ha permitido que los países emergentes acumulen mayores reservas con las cuales podrán afrontar mejor los efectos de una indeseada crisis internacional (relacionada con la abrupta caída de los precios de sus principales de exportación). De alguna forma u otra, las lecciones del pasado han obligado a muchos Estados a no dilapidar rápidamente los ingresos provenientes de la actual bonanza económica, salvo por el caso de Venezuela.

Así, la mejor situación financiera de los mercados emergentes hace que no dependan de los desembolsos del FMI o del BM para mitigar las consecuencias de las crisis económicas ni para cubrir parte de su gasto fiscal, es decir, sus presupuestos nacionales. Lo anterior se verifica en la postergación de las líneas de crédito habilitadas parte de países como Colombia, Perú, Chile, etc., quienes no las utilizado pese a estar disponibles desde hace meses o años.

La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) reveló, como se dijo anteriormente, que el incremento de las inversiones en América Latina se debe al buen desempeño macroeconómico y a los elevados precios de las materias primas. Para el organismo internacional, México, Brasil, Chile y Colombia, en ese orden, son los que más inversiones recibieron durante el 2006.

1.1.- Los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED)

Según el último reporte de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, según sus siglas en inglés), la inversión foránea en América Latina creció en 3% durante el 2005. Esta cifra es pequeña comparada con el crecimiento de la IED a nivel mundial pues aumentó un 29% respecto al 2004. La información revela una tendencia ascendente en el flujo de inversión extranjera.

América Latina recibió tan sólo el 7% de la IED global (que ascendió a 916.000 millones de dólares en el 2005), es decir, 65.000 millones de dólares. Dicho monto equivale al 20% de la IED percibida por los países emergentes, lo que relega a esa parte del continente americano respecto a otras regiones como el Sudeste asiático o Europa del Este, con las que compite directamente por la captación de nuevos capitales.

En el caso de los países con mercados emergentes se aprecian dos cosas: el incremento de la IED en 22% respecto al 2004 y el papel cada vez más preponderante de estos países como exportadores de inversión a plazas emergentes y/o más sofisticadas. Las cifras del informe indican que recibieron 334.000 millones de dólares en el 2005 en IED, cerca del 36% de todos los flujos de inversión registrados durante ese año. La Unctad calcula que los países emergentes enviaron al exterior 133.000 millones de dólares, un 17% de toda la IED.

Los menores flujos de IED en América Latina, pese a su gran potencial, se deben en parte a la aplicación de políticas que desalienten la atracción de capitales. Venezuela concentra la mayoría de las críticas de los analistas a pesar de que captó US$ 1.000 millones en inversiones, sobre todo en su sector petrolero (gracias a los mayores precios de ese commoditie). También la mayor carga tributaria de Brasil desalienta la llegada de nuevas inversiones extranjeras, ya que genera menores tasas de retorno sobre el capital invertido. Pero aún así la gran economía latinoamericana figura entre las favoritas de los inversionistas extranjeros al ocupar el segundo lugar de preferencia dentro de la región para la IED. Argentina, por su parte, sigue siendo mal calificada por los inversionistas y por el informe de la Unctad al impulsar medidas relativas a los controles de precios como la que le permite al Gobierno de Kirchner renegociar las tarifas con las empresas prestadoras de servicios públicos. Aun así, el país del Rio de la Plata pudo atraer US$ 4.662 en inversiones, un 9% más que el año anterior (2004).

La mayor parte de inversiones que atrajo Latinoamérica durante el 2005 se concentró en los sectores productivos vinculados a las exportaciones. Esto es, en minería e hidrocarburos, principalmente. En aquel año (2005) se destacó Colombia pues superó a Venezuela en 200 millones de dólares en la captación de capitales en el área de hidrocarburos.

En cuanto a la exportación de capitales de los países emergentes, cabe destacar que el buen clima económico ha facilitado que las empresas de los países de la zona latinoamericana inviertan cada vez más en las plazas vecinas. La buena marcha de las naciones ha sido aprovechada por las empresas locales, las que, en algunos casos, han llegado a constituirse en verdaderos “campeones trasnacionales” capaces de rivalizar con las firmas occidentales al expandirse y consolidar sus posiciones en la región. A estas alturas es evidente que las compañías translatinas han aumentado su grado de internacionalización, de ahí que destaquen las inversiones de empresas provenientes de Brasil (en construcción, gas y petróleo, entre otros rubros), México (telefonía y minería), Chile (servicios diversos y banca), Argentina (industrias alimenticias, gas, petróleo, etc.). A decir de la CEPAL, la estabilidad política de la mayoría de países de América Latina ha favorecido este ambiente de gran flujo de inversiones en la zona.

En el caso de los envíos de IED, Brasil destaca como exportador de IED. Su caso es enigmático en cierto punto porque la exportación de capitales supera la captación de IED del país. Esto se debe a las compras de las firmas brasileras, quienes se consolidan internacionalmente y se revelan como grandes actores en el sector de las fusiones y adquisiciones. Así encontramos que la minera CVRD (Vale do Rio Doce) incorporó a su portafolio a la canadiense INCO, lo que la convirtió en la segunda firma de importancia en su sector. En cifras, Brasil invirtió 22.800 millones de dólares en el exterior versus los 13. 600 recibidos hasta octubre de 2006.

La dinámica mostrada por su economía contrasta con la enorme desigualdad de su sociedad, en lo que a distribución del ingreso se refiere. “En Brasil un 20% de la población tiene un nivel de bienestar similar al de Canadá, pero el otro 80% vive en condiciones similares a las de Nigeria”, revela la prestigiosa revista británica The Economist.

El Banco Mundial considera que los flujos de capital privado hacia mercados emergentes fueron más altos que los montos revelados por el Informe de la Unctad, pues ascendieron a 500.000 millones de dólares en el 2005. En 1990, cuando comenzaban a aplicarse las reformas que liberalizaron los mercados, la cantidad fue de 85.000 millones de la divisa estadounidense.

Dani Rodrik, profesor de Economía Política en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y crítico de la liberalización financiera, manifiesta que los beneficios del libre flujo capitales perjudicaron a los países emergentes. La razón que esgrime este académico es que, si bien parecía lógico recibir inversiones para desarrollar el potencial de los mercados emergentes carentes de tasas suficientes de ahorro, para “(…) hacer uso de los ahorros de los países ricos, aumentar sus tasas de inversión y estimular el crecimiento”. La realidad demuestra, a través de una investigación del FMI, que “(…) es difícil encontrar evidencia de que los países que liberaron los flujos de capital hayan experimentado, como resultado, un crecimiento económico sostenido. De hecho, muchos mercados emergentes experimentaron caídas en las tasas de inversión. Tampoco, en promedio, la liberalización de los flujos de capital estabilizó el consumo”.

La forma en que algunos países emergentes han permitido la entrada casi “irrestricta” de capitales fue por medio de acuerdos bilaterales que regulan el tratamiento, no discriminación y protección de la IED en los Estados receptores y de modificaciones legislativas. También se incluyen dentro de la lista los tratados comerciales entre los países emergentes y las naciones más desarrolladas.

De hecho, Argentina registra que la IED creció menor proporción que la economía en general. Así, el monto acumulado de IED representó 30.5% del PBI de ese país en el 2005, cuando un año antes ascendió al 33.1%, es decir, un descenso de 2.6% entre ambos períodos. Puede pensarse que a primera vista que eso es negativo, pero la menor “dependencia de financiación extranjera”, según Rodrik, “hace que a los países emergentes les vaya mejor”. “China, la superestrella del crecimiento mundial, tiene un gigantesco superávit de cuenta corriente, lo que significa que es un prestador neto para el resto del mundo. Entre otros países de alto crecimiento, la cuenta corriente de Vietnam está esencialmente equilibrada y la India sólo tiene un déficit reducido. En América latina, Argentina y Brasil recientemente han experimentado holgados superávit externos. De hecho, su novedosa resistencia a las crisis de los mercados de capital se debe, y no en menor medida, a que se convirtieron en prestadores netos para el resto del mundo, después de años de ser prestatarios netos”, añade Rodrik.

El catedrático explica que “(…) lo que mantiene (relativamente) bajos los niveles de inversión y crecimiento en la mayoría de los países pobres”, se origina en “el lado de la inversión”. “El principal problema parece ser la escasez de capacidad empresarial y la baja predisposición a invertir en plantas y equipamientos -lo que Keynes llamaba "bajos espíritus animales"-, especialmente para mejorar la elaboración de productos que se puedan comercializar en los mercados mundiales. Detrás de esta deficiencia residen varias distorsiones institucionales y de mercado asociadas con las actividades industriales y de otros sectores modernos en contextos de bajos ingresos”.

“Cuando los países sufren una baja demanda de inversiones, la liberación de los ingresos de capital no sirve de mucho. Lo que las empresas en estos países necesitan no es necesariamente más finanzas, sino la expectativa de mayores réditos para sus propietarios. De hecho, los ingresos de capital pueden empeorar las cosas, porque tienen a aumentar el valor de la moneda interna y tornan menos rentable la producción en actividades de exportación, debilitando aún más el incentivo para invertir”.

“En consecuencia, la norma en las economías de mercados emergentes que liberaron los ingresos de capital ha sido una menor inversión en los sectores modernos de la economía y, a la larga, un crecimiento económico más lento (una vez que se extingue el auge del consumo asociado con los ingresos de capital). En cambio, países como China y la India, que evitaron un incremento de los ingresos de capital, lograron mantener monedas internas altamente competitivas y, por lo tanto, mantuvieron alta la rentabilidad y la inversión”.

Rodrik parece recomendar una baja cotización de la moneda local respecto a las a las que dominan las transacciones comerciales mundiales como el dólar dado que la apreciación de la primera resta competitividad a los países emergentes, generalmente exportadores de materias primas. Detrás del crecimiento experimentado por las naciones emergentes más representativas (China e India) se encuentra como común denominador el control de los flujos de capitales y la subvaluación de la divisa local.

Los niveles de IED en el mundo aún están bastante lejos de de los 1.4 billones de dólares a principios de los noventa e inicios de esta década pues no superan por mucho los 900.000 millones de dólares. Esto a pesar de contar con una participación más activa por parte de los fondos de riesgo y de cobertura, entre otros inversionistas de envergadura.

A manera de resumen, se requiere monitorear adecuadamente la IED porque “nada puede matar más efectivamente el crecimiento (actual) que una moneda no competitiva y no hay camino más rápido a la apreciación de la moneda que un incremento de los ingresos de capital”, concluye Rodrik.

Para muchos países que ya liberaron los flujos de capital el riesgo es mayor pues no sólo la IED puede afectar su vigoroso crecimiento, sino el incesante flujo de remesas que remiten los inmigrantes residentes en países desarrollados. Además, algunas actividades ilegales como el narcotráfico y la piratería llenan de dólares las economías emergentes, principalmente por poseer mecanismos más relajados para combatir el dinero ilegal proveniente de actividades ilícitas.

1.2.- Las remesas del exterior

Otro gran componente que explica la solidez de los países emergentes está relacionado con los flujos de remesas que envían los migrantes de países pobres desde el exterior. Aquí cabe destacar que el crecimiento es un fenómeno de alcance mundial y no sólo latinoamericano como podría pensarse originariamente, dada la gran población latina residente en EE UU y en algunos países de Europa como España e Italia.

El monto que se envía desde las economías más desarrolladas por diversos canales supera en muchos casos la IED como es el caso de Ecuador, Honduras, El Salvador, entre otros. En otros casos las remesas constituyen la segunda fuente de divisas de las economías emergentes, por detrás de la IED.

La inyección de las mismas alimenta las economías y dinamizan el consumo interno pues ingresan directamente a los presupuestos familiares. De esa forma se revitaliza una interesante demanda interna que requiere cada vez mejores bienes y servicios. Los gastos de los receptores de las remesas se orientan generalmente hacia la alimentación, educación y la compra de una vivienda propia.

A estos flujos de inversiones, remesas y exportaciones (que generan muchas divisas gracias al elevado precio de las materias primas) hay que sumar las regalías y otros derechos que pagan las empresas que explotan recursos naturales no renovables en los países emergentes porque todos en conjunto permiten que los Estados tengan suficientes recursos para cancelar sus deudas con los organismos financieros internacionales. O que renegocien en mejores condiciones los préstamos ante el Club de París, que reúne a los acreedores públicos de los países en vías de desarrollo.

Volviendo a las remesas, la constante migración de latinoamericanos, africanos y asiáticos, guarda una relación directamente proporcional con el crecimiento de las remesas. En el 2005 se llegó a 55. 000 millones de dólares, según el BID (Banco Interamericano de Desarrollo). Se calcular, gracias a informes de la entidad financiera regional, que “unos 28 millones de latinoamericanos residen en el extranjero y que dos tercios de ellos envían regularmente dinero a sus países de origen”. El año 2005 la cifra de remesas alcanzó los 167.000 millones de dólares. Pero hay que tener en cuenta, dice el BID, que muchos giros de dinero llegan por vías irregulares o informales, por lo que esa cantidad puede ser mayor.

El BID destaca que México lidera el rubro de remesas por tener una gran cantidad de migrantes en EE UU, buena parte de ellos ilegales (según las autoridades de inmigración de EE UU, hay cerca de 13 millones de indocumentados en suelo norteamericano, de los cuales el 70% son de nacionalidad mexicana). En Asia destacan la India, China y Filipinas, quienes reciben, en ese orden, las remesas que envían sus connacionales.

Año tras año las remesas siguen aumentando. Si en el 2005 América Latina recibió 55.000 millones de dólares por dicho concepto, en el 2006 fueron 60.000 millones de dólares los percibidos por las familias latinoamericanas. Debido su gran corriente emigratoria, América Latina encabeza la lista de regiones beneficiadas con las remesas durante todo el 2006.

El Banco Mundial (BM) estima que las remesas son responsables del crecimiento de la región en alrededor de 0.25% de su PBI entre 1991 y 2005. También destaca que éstas han contribuido significativamente a reducir la pobreza en 3% (de 28% a 25% en promedio).

1.3.- El financiamiento local

Antes los países emergentes no podían solicitar préstamos en sus monedas en los mercados internacionales, pero ahora están obteniendo financiamiento en sus divisas localmente dado que en sus plazas ahora operan inversionistas institucionales como fondos de pensiones, fondos mutuos, etc. que adquieren la deuda (títulos) que emiten los Estados en su divisa nacional.
Esto es producto del desarrollo de los mercados de capitales locales que han ido creciendo a la par de las economías emergentes. Entre los principales adquirientes de los bonos estatales y certificados se encuentran las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) y los bancos, tanto de capitales nacionales como extranjeros. A ello hay que agregar que la creciente acumulación de recursos por parte de las AFP, quienes reciben directamente los aportes de sus trabajadores afiliados, se encuentran constreñidos en las economías locales puesto que hay límites para invertir los fondos de los trabajadores en el extranjero. Así, más del 80% de los recursos se concentran en las acciones que cotizan en las bolsas nativas o en los papeles de deuda del gobierno. De esa forma algunos Estados se aseguran financiamiento por parte de las compras que hacen las AFP, las mayores inversionistas locales en bonos, acciones, etc. y controlan los flujos de dinero.

Cabe destacar si se permite que los recursos que manejan los fondos privados de pensiones puedan invertirse en títulos extranjeros, la moneda local se devaluaría ya que sería cambiada para adquirir dólares, yenes o euros en los que se cotizan los papeles foráneos. Por ello los Bancos Centrales de Reserva de la región no autorizan mayores flujos hacia el extranjero. Lo que les sirve como herramienta para mantener un cierto nivel de inflación e impedir volatilidades cambiaras.

Al respecto, The Wall Street Journal revela que los países emergentes no sólo vuelven a colocar sus bonos en los mercados internacionales tras la crisis financiera que afecto el tipo de cambio de sus monedas e incremento considerablemente sus deudas, sino que “cada vez más se están endeudando en sus propias monedas, lo que debería hacer que sus economías sean más estables”.

Entre los factores que destaca David Wessel, redactor del artículo “Los mercados emergentes cada vez más acuden así mismos para endeudarse”, está la baja inflación promedio de los países en vías de desarrollo. Esto no sólo permite mantener el valor de la moneda en la que se pagará el capital y los intereses, para los tenedores de bonos emitidos en dinero de los países emergentes, sino que reduce el riesgo para los inversionistas ya que antaño “temían que los deudores proclives a la inflación simplemente imprimirían más de su propia moneda si tenían problemas para pagar sus deudas”.

Además, un elemento que ha incrementado el apetito por los títulos de mercados emergentes es la alta rentabilidad que generan respecto a las emisiones de deuda de los países desarrollados que ofrecen menores retornos.

“Otro factor: las economías de los países emergentes son más sólidas. Sus presupuestos fiscales están más equilibrados. Muchos tienen un superávit comercial. Más países tienen tipos de cambio flexibles, lo que reduce su inclinación a crisis económicas. Desde Sudáfrica a Filipinas y México, muchos países emergentes han recomprado deuda denominada en dólares para reemplazarla con bonos en monedas locales. Además, sus empresas son cada vez más exitosas y tienen un mejor manejo de las finanzas globales”.

El artículo da a entender que “el pecado original”, el mal que los economistas Barry Eichengreen, Ricardo Hausmann y Urgo Panizza denominaron a “la incapacidad de los países emergentes de pedir prestado en los mercados internacionales en sus propias monedas” parece haber desaparecido, y con ello, “las crisis de hiperinflación que solían provocar fuertes devaluaciones (…)”.

En la actualidad, la deuda de los gobiernos en sus propias plazas (o mercados emergentes) asciende a “US$ 3,15 billones (un millón de millones), según el Banco Internacional de Pagos, el banco central de los banqueros centrales”. En 1997, cuando se desató la crisis cambiaria, “los gobiernos en los mercados emergentes tenían deudas pendientes por US$ 786.000 millones denominadas en monedas locales”.

El columnista de Wall Street Journal destaca, como se dijo anteriormente, “el auge de los fondos de pensiones, empresas aseguradoras y fondos mutuos en América latina, Europa del Este y Asia” por los bonos emitidos en moneda local.

Así, el papel de los organismos financieros internacionales (FMI y BM) se debilita más cuando los países emergentes tienen más posibilidades de acceder a financiamiento barato (ya que hay gran demanda por los bonos de países en vías de desarrollo en moneda local). Esta fortaleza disminuye la dependencia con los OFI en base a factores estructurales, es decir, a la consolidación de las economías emergentes como generadoras de sus propios recursos y como fuente cada vez más común de IED en diversos mercados.

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