sábado, 11 de abril de 2009

Dionisio Romero al descubierto: Retiro moral (segunda parte)

Por César Reyna

 

La segunda parte de la entrevista a Dionisio Romero, ex titular del Banco de Crédito, empieza con una florida enumeración de sus virtudes por parte de los periodistas que le hicieron la nota. Al concluir la lectura da la impresión de que Juan Zegarra y Luis Davalouis han hecho un publirreportaje, porque de otra forma no se puede explicar la tibieza con la que trataron a su entrevistado. Me inclino a pensar que han sido contratados por el responsable de marketing del Grupo Romero (Giuffra?)para realizar una semblanza a la medida por su exceso en halagos.

 

La única muestra de sinceridad a lo largo de la nota se presenta cuando Romero dice que no es "un tipo brillante". Lo dice dentro del contexto de su llegada al directorio del Banco de Crédito, el que presidió a partir de 1979 tras defenestrar al anterior directorio, con la venia del dictador Francisco Morales Bermúdez y del ministro de Economía de aquel entonces, Javier Silva Ruete, paisano de los Romero. Pero el copamiento progresivo del primer banco por activos del país comenzó durante la Segunda Guerra Mundial ya que la Banca Comerciale Italiana, su anterior propietaria, fue obligada a deshacerse de su participación y la tuvo que ceder a testaferros para seguir operando. La transferencia se hizo, según Romero, para que la entidad no fuera expropiada, dado que el Perú había declarado la guerra a la Italia fascista de Mussolini. "Allí ponen a (al mando) don Enrique Ayulo Pardo, un caballero", en palabras de don Dionisio. La pregunta que viene inmediatamente a nuestra mente es: ¿puede un testaferro ser considerado caballero, es decir, alguien que le saca la vuelta a las normas? Al menos sí lo puede ser –de hecho lo es- en la consideración de Romero.

 

Ahora bien, cuando la dupla periodística del Comercio cuestiona que los empresarios nacionales no han hecho lo suficiente para combatir la pobreza, este "caballero" responde: "No creo (que hayan hecho poco)". Y a continuación aclara el rol de los empresarios: "El rol de los empresarios es hacer empresa y dar trabajo, así como invertir y ganar el mayor dinero posible, dentro de normas éticas. Si no robas, ni engañas al cliente, tratas de vender al precio más alto y comprar tus suministros al precio más bajo (está bien). (Pero) La brecha entre pobres y ricos se está agrandando, y eso está muy mal. (Esto ocurre) Porque la inflación es un impuesto ciego que le pega más a los pobres, pues es un impuesto regresivo. Hay que apostar por aquellos impuestos progresivos, como el Impuesto a la Renta que, he dicho muchas veces, hay que incrementar". ¿Tratar de vender al precio más alto, como hacen sus empresas harineras, pesqueras, de aceites, galleteras y demás, no genera acaso más inflación? Aquí nos encontramos, evidentemente, ante otra gran contradicción. ¿En qué quedamos, señor Romero, porque si para usted la inflación es un impuesto que golpea a los más pobres, y sus fábricas suben los precios (dominan varios mercados), no los afecta más? Recordemos que el aludido dijo ser de centroizquierda en la entrega anterior. Y no creo que alguien que se ubica en el espectro progresista pueda desear que los menos afortunados paguen más por bienes de primera necesidad como los alimentos.

 

Cuando le preguntaron si no era contradictorio que el Estado rescate a empresas privadas en dificultades con el dinero de los contribuyentes, dijo que "por el bien de todos (debía hacerse)". "Porque si quiebran causarían un daño tremendo (a la economía y se perderían empleos)". Al ampararse "en el efecto dominó", el señor Romero justifica los millonarios planes de rescate gubernamentales realizados en occidente. Según su retorcida lógica, los errores (apuestas irresponsables) de los grandes banqueros como él deben ser remediados con recursos del Estado. No sorprende semejante declaración pues los financistas siempre se han apoyado en dicho argumento. El tamaño e importancia de algunas instituciones de crédito ha sido su mejor blindaje contra las estatizaciones y nuevas regulaciones que "amenazan" debilitar el sistema. "Si nos tocan o no nos ayudan todo se cae", parece ser la consigna que enarbola Romero.

 

 

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