China no será la primera potencia mundial (segunda parte)
Este mes fueron publicadas las memorias de Zhao Ziyang, ex secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh) y número dos en la jerarquía del país asiático. Tras su muerte, ocurrida en enero de 2005, reveló la forma en que actuó la cúpula cuando estallaron las protestas en Tiananmen. La versión oficial señala que se reprimió a un movimiento insurgente; cosa que Zhao desmiente pues los manifestantes, en su mayoría estudiantes, intelectuales y obreros, pedían reformas democráticas. Es decir, mayor apertura y transparencia, además de respeto por los derechos humanos (acabar con la prisiones políticas, la corrupción, entre otras reformas). Zhao pasó detenido en su propia casa los últimos 16 años de su vida. En sus memorias detalla las rivalidades políticas, las conjuras, la manipulación y las ilegalidades que condujeron a la declaración de la ley marcial y la matanza de cientos. Su versión es valiosa porque permite conocer, de boca de un alto dirigente, la manera en que se toman las decisiones en China. Gracias al libro (titulado “Prisionero del Estado: diario secreto del primer ministro Zhao Ziyang”), nos hemos enterado de muchos hechos que se desconocían. De su lectura se desprende que Zhao es el verdadero padre de las reformas económicas que transformaron a China pues advierte que el sistema de colectivización rural “estaba obsoleto”. Deng llevó a cabo las reformas ante la evidencia presentada por Zhao. Su caída en desgracia no solo se debe a su tenaz oposición a usar la fuerza contra estudiantes movilizados alrededor de la Plaza Tiananmen, sino por creer que China debía encaminarse hacia una democracia parlamentaria de tipo occidental –algo que los dirigentes actuales rechazan porque consideran que el sistema del partido único es el mejor posible para los chinos-. Zhao opina que “será imposible” solucionar problemas “como la corrupción rampante y la creciente brecha entre ricos y pobres (campo-ciudad) ni materializar el gobierno de la ley”. Sus críticas son más que válidas porque provienen de una persona que conoció el proceso político interno. Lo que nos está diciendo Zhao desde la tumba es que el actual modelo chino es inviable, a pesar de que los líderes del partido sostengan lo contrario.
El crecimiento chino no es sostenible por varias razones. Las ambientales son una de ellas, pero también porque llegará a su techo o fin (como ocurrió hace más de una década con Japón, del que también se decía que superaría a Estados Unidos). Hoy en día el incremento del PBI chino se debe al gasto estatal en infraestructura y al aumento de los subsidios para las clases más empobrecidas, que son la mayoría en China. China crece básicamente porque tiene un colosal déficit en obras públicas con respecto a occidente. Es decir, no tiene suficientes redes viables, hospitales, escuelas, puentes, represas, puertos, etc. El impulso que se le da a ese tipo de proyectos debe cesar cuando China haya conseguido intercomunicar gran parte de su territorio. La modernización del país no puede ser eterna ya que no se pueden construir más carreteras de las que se necesita. En el presente aún debe culminar de obras gran envergadura como la represa de las Tres Gargantas[1], que contiene las aguas del río Yangtze. La construcción de la enorme hidroeléctrica supuso el desplazamiento forzoso de 2 millones de personas a las que no se indemnizó debido a la corrupción y la malversación de fondos, un mal que denunció Zhao en vida y lastra el desarrollo de China.
El tema ambiental desnuda la evolución de su crecimiento pues se hizo a un enorme costo social y ecológico. Su industria es obsoleta e ineficiente en lo que a consumo de energía se refiere. Sus deficiencias impiden que el gigante de 1300 millones de habitantes se convierta en el 2032 o 2050 en la mayor potencia mundial. Para Lester Thurow, del Massachussets Institute of Technology, China miente cuando sitúa su crecimiento industrial entre el 10 y el 11%. El informe demuestra que esas estadísticas son incompatibles con los índices objetivos de consumo chino de electricidad, comparados con cifras históricas de desarrollo en otras partes del mundo. El verdadero crecimiento chino se sitúa entre 4,5 y 6% anual. “Esos porcentajes nunca le permitirán transformarse en una superpotencia durante este siglo”, concluye. China ya es el mayor generador de emisiones de dióxido de carbono[2] porque sus plantas de energía queman ese mineral. En 2006, consumió aproximadamente 2400 millones de toneladas de carbón (más que Estados Unidos, Japón y Gran Bretaña juntos). A fin de mantener su ritmo de su crecimiento y sin energías alternativas, el país duplicará esa cifra los próximos años[3]. Varios estudios internacionales estiman que la degradación ambiental[4] cuesta anualmente a la economía china entre el 8 y el 12% de su PBI.
En esas condiciones, el crecimiento chino es un auténtico bluff y el peligro de una explosión social cada vez más serio. Según la OIT, el desempleo asciende al 30%. Por otra parte, más del 90% de la población no tiene ingresos suficientes para consumir. Los subsidios del Estado ayudan a muchos pagar la renta de sus departamentos y a cubrir las tarifas de energía eléctrica. En el campo el mayor consumo de bienes duraderos como televisores, lavadoras, refrigeradoras, que mejoran la calidad de vida de las poblaciones más deprimidas, se da porque el Gobierno les ha proporcionado un bono para que adquieran esos bienes (producidos indudablemente en China para compensar la pronunciada caída de sus exportaciones). Esto revela que los chinos no viven directamente de sus ingresos sino de las ayudas estatales. Gran parte de su clase media es subsidiada para mantener el crecimiento y evitar protestas sociales.
El tamaño de su economía está sobrevalorado en un 40% para el Fondo Monetario Internacional en términos de la paridad de poder adquisitivo, que se calcula tomando como base el PBI per cápita y el costo de la vida en el país. Para el organismo multilateral, el costo de la vida en China es más alto de lo que reflejan estadísticas anteriores. Ese nuevo resultado obliga a reevaluar el número de sujetos que viven por debajo de la línea de la pobreza. El ingreso promedio es de 4.091 dólares, el 10% de un consumidor norteamericano. El objetivo de crear una "sociedad armoniosa" definido como meta por el presidente Hu Jintao expresa la urgencia política por sosegar crecientes niveles de conflictividad social difícilmente controlables en el medio rural.
Otro hecho destacable es que China no capta talentos. La mayoría de profesionales y científicos prefieren desarrollarse en occidente porque cuentan con mayores libertades y afinidad cultural. El idioma y las costumbres del país representan verdaderas barreras para atraer capital humano. Si bien miles de chinos acuden a universidades occidentales cada año (maestrías, postgrados y doctorados), también es cierto que muchos de ellos no regresan inmediatamente porque reciben mejores ofertas de trabajo. Los que regresan para contribuir con la economía de su país lo hacen después de haber pasado sus mejores años, su etapa más producitiva, en el extranjero. Esto complica la modernización china.
El que China no posea una industria cultural fuerte –es prácticamente inexistente, salvo la desarrollada en Hong Kong cuando fue colonia británica- representa otra desventaja de cara al futuro. Sin presencia en los medios masivos, es decir, en el campo de las producciones cinematográficas, editoriales, musicales, televisivas, informativas, radiales, etc., será incapaz de influir en los patrones de consumo global. Mientras esté rezagada nunca podrá dar a conocer realmente sus logros y costumbres al resto del mundo. Poseer una industria cultural es vital para difundir valores, conductas e imponer tendencias a largo plazo. A través de los medios, muchos consumidores saben qué representa el sueño americano y están muy familiarizados con decenas de marcas estadounidenses. La industria cultural es fundamental para posicionar a un país o sistema en el imaginario colectivo. El comunismo y el nazismo fueron derrotados con ayuda de propaganda subliminal en dibujos animados, series y películas en las que se difundía el perverso estereotipo de los enemigos de turno, en ese caso, de los soviéticos y los nazis. Tanto Disney como Hollywood han servido a ese propósito en tiempos difíciles (como en la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Iraq), en los que se debía proyectar una imagen triunfadora y convincente de que la causa (de la ofensiva) era justa. Pero China no puede hablar de las bondades de su modelo mientras no ejecute reformas importantes en materia de derechos humanos y medio ambiente.
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[1] A pesar de los 27 mil millones de dólares que costó y ser la mayor del mundo, la represa de las Tres Gargantas producirá para 2010 sólo el 2 por ciento de la electricidad de China.
[2] El Organismo Internacional de Energía pronostica que en 25 años China "emitirá el doble de dióxido de carbono que todos los países industrializados”.
[3] Según Paul Krugman, “las emisiones de China, que proceden en su mayoría de las centrales eléctricas en las que se quema carbón, se han duplicado entre 1996 y 2006. Este ritmo de crecimiento ha sido mucho más rápido que en la década anterior. Y la tendencia parece que va a mantenerse: en enero, China anunciaba que planeaba seguir dependiendo del carbón como su principal fuente de energía y que, para sostener su crecimiento económico, aumentaría la producción de carbón en un 30% de aquí al año 2015. Ésta es una decisión que por sí sola contrarrestará cualquier reducción en las emisiones que se lleve a cabo en cualquier otro sitio”.
[4] En China, los accidentes y desastres causan más de un millón de víctimas al año. Según Wang Jikun, alto funcionario del Ministerio de Seguridad Pública, el año pasado 1,75 millón de personas resultaron heridas y murieron 210.000. Las pérdidas económicas ascendieron a US$ 80.150 millones, o sea 6% del PBI. Esto significa que cuando China señala un crecimiento del 8 o 9%, en realidad es solamente un 2%. Esto constituye ciertamente un caso de mayor prisa y menor velocidad.
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