
Por César Reyna
La feria de la comida peruana Mistura 2009 no es como lo pinta el afamado chef Gastón Acurio al sostener que hay platos al alcance de todos los bolsillos de pues la entrada al Parque de la Exposición, donde tiene lugar el evento, cuesta 20 soles (7 dólares) y no da derecho a nada. En un a país donde más del 30% gana 2 dólares diarios, veinte soles representa mucho dinero. Para reunir esa cantidad muchos trabajadores informales debe laborar un día o tal vez dos para comprar el ticket de ingreso.
Además del boleto, los visitantes deben gastar 3 soles en transporte en promedio (ida y vuelta), en caso residan en las periferias de la capital. A este desembolso hay que sumar los 12 soles que cuesta un plato gourmet del patio de comidas. Todo eso eleva la cuenta a 35 prohibitivos soles, ¡y tan solo por comer un único potaje! Treinta y cinco soles es mucho dinero para gente que apenas puede pagar por un menú de 3 soles o tal vez menos en el centro de la ciudad.
Si el concurrente quisiera engreir a su paladar con una entrada, digamos unos anticuchos, tomar una gaseosa (a 2.5 soles, 50 céntimos más cara que en la calle) o disfrutar un postre, el monto fácilmente podía pasar de 50 soles en un solo día, lo que representa el 25% del gasto en comida de una persona extremadamente pobre durante un mes.
Con esos números muchos peruanos se quedaron con las ganas de probar las exquisiteces de nuestra renovada y promocionada cocina, la cual, a pesar de la multitudinaria feria, estuvo fuera del alcance de las mayorías.
Las barreras que pretendía derribar el bienintencionado Gastón, al que la mayoría de asistentes, curiosos y reporteros seguía a todos lados como si fuera el Mesías o una estrella de rock, seguían erguidas para los niños y adultos que miraban detrás de las rejas esperando que les compraran chicles, cigarrillos o caramelos, o que les regalaran algunas sobras.
Los restaurantes limeños fueron los principales beneficiados de la iniciativa de Gastón porque la feria les permitió promocionar su oferta gastronòmica. En ese orden, otros favorecidos han sido las familias de la clase media que no suelen frecuentar establecimientos culinarios de lujo.
La gente pudiente también se favoreció ya que no desaprovechó la oportunidad para ir al stand de sus restaurantes preferidos, a pesar de las colas, la falta de mozos y comer con cubiertos y platos descartables. Para la clase alta Mistura fue como una gran Kermesse del Santa Úrsula o del Villa María, aunque con mayor presencia de GDU (Gente Diferente de Uno), según la terminología de la China Tudela Loveday.