martes, 17 de octubre de 2006

Desasnando a Aznar (Educating Aznar)

Hace pocos días arribó a Lima el ex presidente del Gobierno Español José Maria Aznar para participar en una conferencia en la Universidad de Ciencias Aplicadas (UPC), donde ofreció un discurso que lo pinta como uno de los interlocutores más representativos del trasnochado liberalismo occidental.

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Muchos todavía recordamos las imágenes de la “triada del diablo”, expresión usada para denominar en la América colonial a la terna compuesta por el corregidor, el curaca y el cura, autoridades virreinales que se ganaron ese apelativo por parte de los indios sudamericanos por sus prácticas represivas e indolentes. Dicha triada que aludimos hasta hace poco la conformaron internacionalmente Bush, Blair y Aznar cuando se reunieron cual Aquelarre en Canarias para ultimar los detalles de la invasión de Irak. Papel lamentable para Aznar, pero principalmente para España, pues significó la traición a una tradición europea de respeto por el derecho internacional, por lo menos desde el surgimiento de la Unión Europea. Ese día nefasto de marzo de 2003, Aznar sembró su tumba y la de su partido pues a la postre llevó al Partido Popular (PP) a la debacle a manos del PSOE.

La reciente visita del ex mandatario español no sólo nos hizo rememorar aquellos tristes acontecimientos, sino también despertar otros inusitados sentimientos de rechazo. Entre las muchas cosas que dijo el ex jefe de gobierno español durante su estadía se encuentran sus apreciaciones sobre lo “exitosa” que su gestión, el rol del estado y la guerra contra el terrorismo internacional.

A continuación, repasaremos las intervenciones más destacas ofrecidas a diferentes medios de comunicación, las que iremos desmenuzando y corrigiendo cuando sea pertinente.


Sobre su Gobierno dijo lo siguiente:

“(…) Cuando España entra en el año 1986 a la Comunidad Europea, se abre y tiene que transformarse pero eso no se traduce en empleo. La gran revolución que se produjo en España durante el gobierno que presidí entre 1996 y el 2004 es la revolución del empleo. Creo que la mejor política social es crear empleo. Durante 20 años, España experimentó un desarrollo grande, era un país más rico, pero no había creado trabajo. Había que cambiar las políticas y las políticas que practicamos fueron estabilidad presupuestaria, liberalizaciones, privatizaciones masivas, reducción de impuestos, apertura con los sectores de la competencia y apertura con el exterior.”


Y sobre la gestión que lo precedió (de Felipe González):


“(…) Es verdad que España era un país más rico pero no es verdad que España aprovecha todas sus oportunidades. La diferencia es que ocho años después, con una política distinta, la riqueza nacional creció en 64% pero principalmente, usted imagine, un 30% de la gente de un país encontró su trabajo durante esos años (de su gobierno)”.


Queda claro que al líder del PP lo embarga una arrogancia cuando refiere que fue su administración la que dio sentido a una serie ajustes que se venían dando desde la institucionalización del Pacto de la Moncloa de octubre de 1977. Es decir, que prácticamente aquella fue la responsable del despegue español. Es lamentable que este señor ignore que el gran crecimiento se debió al aporte monetario de la Comunidad Económica Europea (CEE), que en ese entonces exigía a cambio de su soporte y financiamiento una serie de reformas y el cumplimiento de metas progresivas para ingresar a la zona euro. Entonces, no sólo las reformas aplicas o profundizadas durante su período condujeron a España a disfrutar los beneficios de la modernidad si no, principalmente, a un lineamiento o libreto político previamente acordado entre todas las fuerzas representativas del país, bajo el auspicio de la UE.

El señor Aznar también desconoce que el posterior brío de la boyante economía peninsular se produjo por el empuje de la inmigración latina, europea y africana. Según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid, la inmigración es un motor esencial para la economía. Y no representa una carga para los presupuestos comunitarios de las regiones pues de cada euro invertido en los inmigrantes estos han devuelto un promedio de doce. Los extranjeros también se destacan por tener mayores tasas de ahorro que los españoles y por impulsar el boom en el sector de la construccion, bien sea porque demandan nuevas viviendas o porque su bajo coste como mano de obra abarata en algo el precio final de las mismas. Además, parte del aumento del consumo interno se explica porque los inmigrantes requieren más bienes y demandan más servicios. Así que no nos podemos contentar ni conformar con las apreciaciones que brinda pues como las de cualquier político con oficio, éstas siempre serán parcializadas e intentarán desacreditar lo hecho por su opositor.

Lo que entendemos luego de repasar sus declaraciones es que si él calificó su gestión como exitosa: ¿por qué no prosiguió su partido en el poder? Sin lugar a dudas la respuesta a esta interrogante se halla en los desaciertos cometidos no sólo al final de su mandato (por apoyar la incursión en Irak) sino a lo largo del mismo. Lo que nos debe quedar claro es que un factor exógeno como la inmigración masiva del tercer mundo fue responsable en parte de que en España existan más empleos, en otras palabras, que no dependía enteramente del señor Aznar ni de sus políticas económicas el gran crecimiento experimentado por su nación (superior a la media europea).

Tal vez en su favor se podría sostener que bajo su presidencia existieron reglas del juego claras, es decir, estables para la inversión, las que incentivaron la inmigración. Eso es cierto, no lo discutimos, pero hay que hacer notar que dichas reglas o recetas ya venían implementándose desde la transición y que básicamente a él lo favoreció un contexto internacional muy bueno pues no solamente España crecía sino todo el mundo, excepto África. Además, algunas empresas españolas (estatales, mixtas o privadas) ya habían comenzado--desde el régimen anterior--su ciclo expansivo alrededor del mundo aprovechando el fenómeno de la globalización.

No hay que olvidar tampoco que parte del incentivo que España ofrece a los inmigrantes latinos se debe al idioma pues les facilita una rápida adaptación a las costumbres, condiciones de vida y contratación del país. No saber el idioma del país receptor puede congelar por largo tiempo la remuneración del trabajador inmigrante pues su conocimiento es esencial para ascender en la escala salarial. De ahí que muchos sudamericanos encuentren a España muy atractiva al momento de optar entre posibles destinos laborales. Los vínculos que la metrópoli española estableció con sus respectivas colonias americanas representan otro aliciente adicional ya que brindan un mayor conocimiento cultural e histórico de España sobre otras naciones desarrolladas.

No somos tampoco necios como para desentendernos de que las reformas de libre mercado fueron herramientas útiles al momento de comprender el fenómeno del crecimiento español. Lo que cuestionamos es que un sólo partido o gobierno pretenda tomar todo el crédito.


En torno a la política fiscal mencionó:

“(…) España tenía un sistema fiscal desarrollado, incluso tenía impuestos demasiados altos. Nosotros llegamos a la conclusión que bajar los impuestos sería un incentivo importante para la economía. Redujimos el impuesto sobre la renta de las personas físicas a todos los contribuyentes. Redujimos el impuesto de las empresas, también de las pequeñas y medianas, eliminamos un impuesto de actividades económicas que se establecía solo por tener una empresa o comercio”.


Estas medidas de rebajas impositivas son famosas porque forman parte del programa y la agenda de cualquier presidente republicano norteamericano desde Ronald Reagan. Estas fueron implementadas por primera vez en el Reino Unido bajo el gobierno de Margaret Tatcher con el fin de impulsar la deprimida economía británica. Dan algún resultado, es cierto, sobre todo si se quiere hacer que los más pudientes gasten más y reactiven con su demanda los sectores productivos y de servicios. Lo negativo de éstas es que generan una menor capacidad de gasto del estado que afecta particularmente los programas asistenciales, esto es, educación y salud, principalmente. España no fue la excepción cuando aplicó la reducción de impuestos pues con la caída inicial de la recaudación se deterioró el estado de bienestar que Europa suele ofrecer a sus ciudadanos.


En cuanto al Pacto de la Moncloa sostuvo:

“(…) el Pacto de la Moncloa no fue para estimular el crecimiento, sino para que no se descarrile la transición política”.


Otra vez el líder del PP desvirtúa conceptos pues el Pacto en cuestión fue un acuerdo político sobre materias económicas ya que dedicó y dedica una generosa porción de su contenido al tratamiento de la política monetaria, precios libres, empleo, prepuesto equilibrado, reforma del sistema financiero y fiscal, etc. Es decir, una serie de temas o tópicos netamente económicos sobre los cuales las fuerzas políticas arribaron a consensos. En otras palabras, no sólo brindó los objetivos o las metas sino también cómo llegar a ellas. Es como una "hoja de ruta" que proporcionó, además de gobernabilidad, un derrotero a seguir mediante la instrumentalización de algunas políticas que permitían corregir los efectos de las sucesivas crisis españolas.


Cuando se refirió a la izquierda:


La izquierda como tal en el mundo dejó de existir cuando fue derribado el muro de Berlín. Lo que pasa es que existen nostálgicos, los populismos son una derivación de izquierda nostálgica y es muy peligroso. La gran batalla de la historia la ganamos los liberales (...)”.


Al parecer la derrota propinada por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) ha obnubilado tanto su juicio que no sabe que la izquierda se ha transformado y se ha hecho responsable en algunos países. Ni si quiera su cercanía con el primer ministro laborista Blair lo hizo percatarse de que la izquierda ha dado un giro no sólo en Europa sino también en América Latina, lo que en palabras de Anthony Giddens se denomina “tercera vía”, término acuñado por éste pensador para definir “el intento constante de llevar la izquierda hacia el centro, adaptándola a los cambios que vive el mundo. Cambios provocados por la globalización, y que están conduciendo a una economía más orientada hacia los servicios (...)”.

Lo que ha muerto salvo en los casos de Cuba y Norcorea señor Aznar es el marxismo, núcleo de las doctrinas políticas que se situaban entre el centro y la izquierda pero el marxismo desapareció señor Aznar a partir de 1989. Lo mismo puede decirse del keynesianismo, que era la versión liberal y democrática del marxismo. Se puede ser un conservador de izquierdas si se rechazan los cambios y se opta por mantener las antiguas creencias. Pero eso ya no funciona, y de ahí que haya que apostar por las innovaciones radicales.

¿La batalla fue ganada por los liberales? ¿Cuál batalla? Si la hubo usted la perdió hace un par de años electoral y políticamente hablando. Tal vez haya sacado esa conclusión de Francis Fukuyama cuando publicó “El Fin de la Historia” hace más de una década. Si hubo algún fin fue el de usted y su partido mientras no realice importantes enmiendas. Llama poderosamente la atención que el señor Aznar no se haya tomado la molestia de revisar lo que ha estado editando su autor de cabecera ya que éste ha dado un viraje de 180º. Señor Aznar, el mundo ha cambiado y usted no se ha dado cuenta, despierte, lea y no quede atrapado delirantemente en los noventa. Hasta el Quijote despertó para comprender en sus horas posteras la magnitud de su locura, apúrese, no pierda tiempo si aún desea conducir las riendas del PP en elecciones venideras. Y no siga echándole la culpa a ETA por su falta de olfato político al apoyar a Bush. Fue Al Qaeda, lo sabe todo el mundo; menos usted. Está comprobado que para ser una potencia influyente no bastan armas de destrucción masiva ni convecionales, sino credibilidad y respeto por los marcos legales, esto es, por el derecho internacional y los derechos humanos. No se democratiza con guerras ni a cañonazos pues así lo único que se democratiza es el odio y la muerte. Mucho daño se hace diciendo que la invasión de Irak le pareció justa porque Sadam Hussein significaba una amenaza para la paz mundial. No sostenga que gracias al derrocamiento del dictador iraquí se pudo determinar que Irán tenía planes nucleares pues esta nación islámica los hizo públicos en retiradas ocasiones y occidente sabe de ellos desde hace más de 20 años. No crea que somos tan ingenuos como usted.

Por otro lado, no puede usted afirmar que “Afganistán es mejor sin los talibanes y que Irak es mejor sin Sadam” pues ninguna de las dos cosas es cierta. Afganistán es mucho más violento y la cúpula de Al Qaeda no ha sido capturada. En Irak se libra prácticamente una guerra civil incontrolable, al extremo que el Jefe del Ejercito Británico ha cuestionado la presencia de las tropas anglosajonas en ese conflicto. Piensa, como muchos otros entendidos, que la permanencia occidental ha exacerbado las hostilidades entre las facciones y se han sobredimensionado las expectativas bajo las cuales se llevò la intervención.

El gobierno elegido por los iraquíes no es ejemplo de democratización sino de clientelismo. Esos líderes no son más que marionetas del Pentágono y no representan a nadie, sino fuera por la ocupación serían irremediablemente derrocados.

Sincérese, examine su consciencia y expulse todas las falsedades que alberga. Hágalo por la salud moral de usted mismo y de quienes le siguen a pesar de su lastimoso legado. En serio, vuelva a revisar sus ideas, aclare su pensamiento y verá como de pronto no es tan malo ni tan terrorífico decir la verdad de vez en cuando. Tal vez le pedimos mucho, tal vez sea demasiado para usted tan acostumbrado a viejos hábitos políticos. Dado su empecinamiento, pensamos que sólo si el electorado pierde la memoria usted podría tener otra oportunidad; aunque con el pueblo no se sabe. Nunca se sabe, ya que tiene una enorme debilidad por gente que le dice sólo lo que quiere escuchar, aun cuando eso no le convenga.








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