miércoles, 25 de octubre de 2006

Venezuela Declines...But Not Surrender

La lucha por el sillón faltante en el Consejo de Seguridad entra ahora en un segundo round pues Venezuela postula a su incondicional Bolivia como nuevo aspirante.
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Los cables noticiosos señalan que Venezuela tiró la toalla, expresión boxística comúnmente utilizada para referir que el rival abandonó la pelea. En parte es cierto, sólo en parte, ya que al proponer a Bolivia, su mayor socio en Latinoamérica, sólo se ha cambiado el mensajero pero no el mensaje. Esto debido a que Bolivia secunda a Venezuela desde la elección del líder indígena Evo Morales en todas las iniciativas políticas que Caracas intenta llevar a cabo. Fue Hugo Chávez, presidente venezolano, quien acercó aún más Morales hacia el socialismo o nacionalismo populista que ahora divide a la región.

Bolivia, que atraviesa por graves problemas internos, es vista por analistas políticos como un anexo o extensión de la agenda chavista en el continente. Razón no le falta a quien piense que esto dado que aquel país prácticamente ha subordinado su política internacional, salvo en el caso chileno, a los propósitos de Chávez. Impidiendo así que Bolivia pueda expresar su propia voz sobre materias de interés regional o mundial.

Pero no sólo la agenda externa boliviana está influenciada por la cancillería venezolana sino también su política interna. Chávez ha enviado a Bolivia asesores de su país para reorganizar las empresas bolivianas de hidrocarburos (Yacimientos Fiscales Petrolíferos de Bolivia) y, presumiblemente, su aparato de inteligencia, sin el cual el inestable Gobierno de La Paz no podría contener las amenazas y asegurar su continuidad en el poder.

El anuncio de Morales sobre la renuncia de Venezuela es parte de la estrategia del segundo para tentar subrepticiamente un puesto en el Consejo. Nadie debería dudar de que sería Venezuela y no Bolivia, de lograr esta última el codiciado asiento, quien dirija la estrategia política y la tònica del discurso a desarrollarse.

Para el régimen chavista, hacerse de un sitio en el Consejo de Seguridad representa su más seria aspiración en el contexto internacional, toda vez que, a través de esta instancia, lograría confrontar cara a cara a EE UU, el cual ha optado por no responder a los ataques del presidente Chávez y funcionarios de menor jerarquía.

El impase producido en la ONU, tras 35 votaciones infructuosas, obligó a Venezuela a jugarse esta última carta de nominar a Bolivia en su reemplazo. Más cartas en la región no le quedan pues Argentina, en representación del MERCOSUR, se encuentra justamente de salida del citado Consejo y no cuenta con aliados en Centroamérica y el Caribe salvo Cuba, cuyo régimen atraviesa una delicada transición política y su eventual postulación no obtendría suficientes votos.

Con la candidatura boliviana Chávez pretende moderar su posición con el fin de seducir a aquellos países que rechazan su estilo confrontacional y pierrotesco, y más aún cuando la situación global amerita llegar a consensos en vez de dificultarlos.

No creemos que Bolivia obtenga los dos tercios de los votos que necesita (128) para conseguir un sitial en el Consejo. Las chances de esta nación son mínimas pues a pesar de contar con el probable respaldo de los Países No Alineados, del bloque conformado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay y algunos estados más, su escasa participación en el escenario mundial conspira contra sus posibilidades y las de Chávez.

Bolivia tiene tantos problemas internos como para asumir una responsabilidad de esta envergadura, toda vez que pende del Consejo de Seguridad la tarea de impedir la proliferación nuclear y desbaratar las amenazas de conflictos nacionales.

La existencia de dos candidatos antagònicos en el GRULAC (Grupo de Latinoamérica y el Caribe) es prueba fehaciente de la disparidad ideológica que en materia económica caracteriza a la región, en el sentido de que unos países se orientan hacia el libre mercado y a suscribir Tratados de Libre Comercio (TLC); y otros hacia modelos de economías planificadas o mixtas, donde el Estado regula el crecimiento y controla las principales industrias. Esta divergente concepción del rol del Estado sobre la economía ha tenido injerencia en su forma de vincularse, es decir, en la manera que los países conciben sus relaciones entre sí.

La marcada oposición de un grupo de estados a un Área de Libre Comercio en las Américas (ALCA) sumada a su animadversión a las políticas hegemónicas de EE UU o “imperialistas” (como las califican Venezuela, Cuba y Bolivia) exasperan los ánimos y complican las negociaciones entre los paìses. La salida venezolana de la CAN (Comunidad Andina de Naciones) fue fruto de este cerco ideológico infranqueable que separa a las naciones hispanas.

El retiro del bloque andino, segùn Caracas, se debió al deseo de que los países que negociaron un TLC con EE UU (Colombia, Perú, y Ecuador), suspendan la aprobación de estos instrumentos porque supuestamente vulnera la naturaleza integradora de la CAN. En el fondo, lo que pretendía era tener una excusa para retirarse de este organismo, toda vez que la elección presidencial en Perú en junio de este año le fue desfavorable a su candidato, el ex comandante del Ejército Peruano Ollanta Humala Tasso, quien perdió a manos del socialdemócrata Alan García Pérez del APRA.

Al no contar con Perú dentro de su esfera de influencia, el bloque andino le sería totalmente desfavorable a sus propósitos pues ni Colombia, Perú y Ecuador se encuentran en su lista de aliados en su lucha contra el Imperio Estadounidense. La CAN era pues irrelevante, ya que no la podía sumar a sus esfuerzos por “desnorteamericanizar” paulatinamente a Sudamérica. De ahí que esta derrota en la región se sublimizó en la obsesión por tantear un lugar en el Consejo de Seguridad.

La puja entre la mayor potencia del mundo y un país tercermundista por un asiento en el Consejo refleja el grado de descrédito de la primera. EE UU se halla maniatado en parte por su negativa a buscar acuerdos a raíz de la invasion de Irak, la cual supuso la ruptura de la Carta de las Naciones Unidas y le gano el repudio de la comunidad internacional. Lo paradójico de esta historia radica en que quien rechazò en primer tèrmino los consensos, pretende ahora alcanzarlos.

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