miércoles, 1 de noviembre de 2006

John Kerry’s Mistake: America, forgive him, because he didn't know what he was doing

Aristóteles dijo que el hombre era un “zoon politikon” para señalar que éste era un animal político (o más bien social porque no podía concebir su existencia fuera de la polis); pero en caso del senador Kerry bien puede aplicarse sólo la primera mitad de dicha sentencia.

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Si somos tan duros con el ex candidato presidencial es porque sus expresiones, a poco menos de una semana para las elecciones congresales, ponen en peligro lo que parecía una victoria fácil para los demócratas. La mayoría de sondeos indican que la principal preocupación del votante estadounidense es la guerra en Irak, factor que casualmente posibilitó hace un par de años el triunfo del Partido Republicano tanto en la Casa Blanca como en el Capitolio.

Si de algo había que cuidarse por estas fechas era de la soberbia, primer pecado capital no sólo en términos religiosos sino también políticos. Fue Santo Tomas de Aquino quien recopiló y profundizo la enumeración hecha por San Gregorio Magno en el año 600 de nuestra era. Según el primero, “un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal”. Por su parte, la soberbiaconsiste en una estima de sí mismo, o amor propio indebido, que busca la atención y el honor y se pone uno en antagonismo con Dios”, así lo resume el Corpus Iuris Canonici (1140) de Gregorio IX (1227 – 1241), el cual unificó el derecho canónico para toda la cristiandad superando los particularismos de las legislaciones anteriores.

Lo de la soberbia viene a colación en los precisos momentos que la campaña exige moderación por parte de los candidatos y sus respectivos partidos políticos. Un derroche de optimismo o una fe ciega en la victoria puede transformase en un paso en falso y tal vez en una derrota imperdonable. A estas alturas conviene no arriesgar un triunfo que se debe a las debilidades de los republicanos más que a las virtudes de sus contendores. Los demócratas, para convertirse en una opción seria de cara a la presidencia, deben arrimar sus posturas y modales hacia el centro ya que además de un cambio, el elector está buscando una verdadera alternativa de liderazgo y unidad. Lo que queremos decir es que cuanta menos polémica y entredichos generen en la opinion pública, sus posibilidades de resultar ganadores en la próxima contienda electoral serán mucho mayores.

De nada sirve vanagloriarse de la caída del rival cuando los márgenes no son holgados y puede perderse la ventaja causada por los republicanos a raíz de sus propios errores y miopías en Irak. Esta elección debe verse como un referéndum a la gestión de Bush más que como una simple pugna local, en otras palabras, lo que está en juego es un cambio en la dirección de la política exterior norteamericana (poniéndole fin a la supremacía oficialista en el Congreso). El cambio se da naturalmente por la remoción de los republicanos de una o ambas cámaras legislativas. Así, EE UU retornaría a la práctica del bipartidismo, que no es otra cosa que la del pluralismo representativo y no meramente decorativo como el de estos lamentables años. Una sola cámara en poder de los demócratas significa la revocatoria tácita de las prerrogativas de la Casa Blanca y se envía implícitamente el mensaje de la concertación.

En el futuro, si los resultados lo determinan así, la Administración Bush tendrá que negociar forzosamente toda iniciativa legislativa o posible designación de una nueva autoridad federal. Ante este panorama, la limitación y control entre los poderes constitucionales volvería ejercerse en la nación americana y con ello tal vez renacería la esperanza de imprimir una visión más progresista y no tan imperialista de la cosas.

Durante los últimos años no sólo hemos sido testigos de una compresión unipolar del mundo sino también de una unipartidista. Lo cual socavó enormemente la autoridad de instancias multilaterales como la del Consejo de Seguridad de la ONU, entre otras instituciones como la OTAN y el Banco Mundial, cuestionadas, sobre todo esta última luego de que Paul Wolfowitz, teórico de la guerra preventiva y promotor de la invasion de Irak, enfocara los recursos de este organismo para modelar el futuro del convulsionado país árabe. Esto, según The Wall Street Journal, “representa un alejamiento de la práctica tradicional del Banco de mantenerse al margen de los países sumidos en la violencia”. Su política hacia Irak ha generado críticas que sostienen que el ex subsecretario de Defensa está convirtiendo a la entidad financiera en un vehículo que complemente las políticas de la Casa Blanca, al tiempo que pasa por alto a otros países necesitados.

Dada la gravedad de la situación actual, en particular la de la seguridad internacional, resulta imperativo un nuevo enfoque sobre éste y otros problemas que aquejan al mundo como el cambio climático, sólo por mencionar alguno.

De ahí la necesidad de asumir posición centrista que permite sintonizar más con los deseos de un electorado, que a pesar de su heterogeneidad, busca siempre posturas moderadas y responsables a la hora de elegir a sus autoridades. El centro tiene la virtud de adaptar las mejores características de los extremos, sin nutrirse de sus radicalismos. Esta debe ser, de ahora en adelante, la nueva estrategia del Partido Demócrata porque lo último que se quiere es polarizar aún más los EE UU como lo hizo el senador Kerry, cuyo despectivo comentario sobre que los jóvenes sin educación terminan en Irak, representa una inobjetable realidad.

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