martes, 31 de octubre de 2006

North Korea: Trick Or Treat

En una hábil maniobra, Corea del Norte volvió a la mesa de negociaciones, y no a consecuencia de las sanciones internacionales, sino de la debilidad geopolítica norteamericana.
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Tal vez para la Administración Bush el hecho de volver a conversar a seis bandas con su “par” norcoreano suponga una victoria en términos mediáticos en momentos que su credibilidad y popularidad se encuentran en sus peores niveles debido a sus destinos en Irak. Decimos “tal vez” ya que esto no es precisamente lo que está ocurriendo sino todo lo contrario. Para explicar nuestra posición hay que recordar que el Partido Republicano carece de triunfos notorios que exhibir a su electorado y la opinión pública, de ahí que seas más que probable que trate de utilizarse el asunto norcoreano como una “victoria” en tiempos que escasean las mismas. Ad portas de un proceso electoral, un cuasi referendo para Bush, las negociaciones con la nación comunista pueden verse como un síntoma de que la política exterior de la Casa Blanca puede dar resultados. Lo paradójico de esto es que las sanciones impuestas a Corea del Norte han sido fruto de un consenso entre las principales potencias del mundo y no de un arrebato unilateral como lo fue la guerra de Irak. De modo de que si las conversaciones aparejan un éxito o no, será por iniciativa de la comunidad internacional y no de un sólo estado.

Hecha esta breve aclaración, ahora quisiéramos referirnos al asunto de fondo: de por qué Pyongyang aceptó discutir los alcances de su avanzado programa nuclear.

Al respecto, hay que hacer notar que más allá de que los envíos de combustible de China hacia Corea del Norte han disminuido si los comparados con setiembre; la decisión norcoreana no obedece a las presiones diplomáticas o a los exhortos de China, sino a que dada la comprometida situación estadounidense en Irak, el clima para emprender las tratativas no puede ser más propicio para los intereses norcoreanos. Negociar, para el régimen de Kim Il Sung, significa hacerlo con un rival que afronta enormes problemas tanto internos como externos y que al cabo de dos años podría transitar de una extenuada administración republicana a una demócrata más consolidada y vigorosa. De tal suerte que para Corea del Norte resulta mejor este escenario que uno en el que su contraparte occidental se halle más fortalecida.

La promesa norcoreana de que no volverá a realizar pruebas nucleares debe tomarse con pinzas ya que este país puede abandonar en cualquier momento las pláticas sobre su desarme y agravar la situación para Washington, toda vez que puede realizar otro ensayo nuclear o balístico que perturbe la paz en el nordeste asiático. Generalmente toda prepotencia de su parte ha sido previamente incitada o provocada por EE UU, quien rompió los acuerdos previos en octubre de 2002 e incluyó a Corea del Norte en su “eje del mal” junto a Irak e Irán. Posteriormente Washington acusó a Pyongyang de mantener un programa secreto de enriquecimiento de uranio, y cortó el envío de petróleo a ese país. Corea del Norte expulsó a los inspectores nucleares y abandonó el Tratado de No Proliferación. En febrero de 2005 anunciaba que había fabricado armas nucleares. En los meses siguientes realizó pruebas de misiles balísticos, algunos capaces de alcanzar territorio estadounidense, pero no fue hasta este año cuando realizó su primera prueba nuclear.

Es preciso mencionar que en 1994, durante la presidencia de Bill Clinton, Estados Unidos y Corea del Norte llegaron a un acuerdo para paralizar este programa a cambio de petróleo y ayuda para construir dos reactores de agua ligera que produjeran electricidad. Además, Washington se comprometió a no atacar a Pyongyang.

Aun cuando se retomen las conversaciones multilaterales en los próximos días, según ha anunciado el negociador estadounidense, Christopher Hill, en las que participan Estados Unidos, Rusia, China, Corea del Norte, Corea del Sur y Japón, èstas no auguran un desenlace feliz ni rápido pues el tiempo corre de manera distinta para las partes en conflicto. En el caso del lìder norcoreano, éste transcurre más lentamente pues su lucha contra el capitalismo agresor es de largo plazo; en cambio, para Bush, ni el tiempo ni los vientos corren precisamente a su favor; si no todo lo contrario, pues es vaticinable que al termino de su mandato no haya estabilizado la situación en Irak ni haya dejado encaminada la guerra contra el terrorismo.

El apremio por una victoria también puede jugar en su contra y esto seguramente lo sabe China como Norcorea, quienes deben haber realizado una adecuada lectura de Sun Tzu, el gran pensador oriental de la guerra. Una vez analizadas las valoraciones, la estrategia comunista se centra en obtener la mayor cantidad de concesiones posibles dada la necesidad de Bush de mostrar un triunfo a la opinión pública que le dio poderes omnímodos al reelegirlo y otorgarle las dos cámaras del Capitolio.

Mientras Japón exige el desarme norcoreano para sentarse a negociar ya que el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Taro Aso, ha dicho hoy que se opondrá a la vuelta a las tratativas en tanto y en cuanto Pyongyang no renuncie a tener armas nucleares; la posición de Corea del Norte se ve más amenazante que nunca pues ahora sube a la mesa de negociaciones su bomba nuclear, y no como una carta debajo de la manga, sino como un arma apuntada a la sien de los demás jugadores.





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