jueves, 15 de febrero de 2007

Hillary para presidenta

Las nuevas y alentadoras candidaturas demócratas le están devolviendo la simpatía que sentía por dicho partido. Luego de seis penosos años a la deriva y del polémico triunfo de Bush que desacreditó la democracia, no sólo por la forma de su elección, sino también por su aciago mandato, vemos que existe no sólo una, sino varias luces al final del túnel. Las recientes postulaciones de los senadores Clinton (Nueva York) y Obama (Illinois), así como los probables lanzamientos del gobernador de Nuevo México, Bill Richardson –mi favorito- y del ex senador John Edwards, tornan más difícil la selección del futuro aspirante demócrata a la Casa Blanca que el triunfo de cualquiera de éstos frente a los republicanos.

El gran problema que se presenta en el seno del Partido Demócrata es el de escoger bien a los candidatos (para presidente y vicepresidente) pues existen en abundancia. Como nunca se ha visto en la historia de los EE UU, por primera vez una mujer tiene opciones reales de hacerse con la presidencia. Ciertamente la tendencia internacional de los últimos tiempos obliga a que la democracia más poderosa de la Tierra elija a una mujer como su presidenta. Francia está apunto de votar a Ségolène Royal, a pesar de algunos inconvenientes, como sucesora de Chirac, y en Alemania, Angela Merkel fue elegida Canciller en un país de larga tradición autoritaria y paternalista. Sin ir más lejos, en Chile resultó electa Michelle Bachelet en nombre del moderno socialismo latinoamericano, liderado por Lula da Silva en Brasil.

Si todo se da como ha venido sucediendo, Hillary Clinton será designada por los demócratas para enfrentar al postulante que presente el oficialismo republicano. El hecho de contar con un clima político tan favorable como la debacle de los republicanos en las elecciones del 7 de noviembre pasado, atribuida a los pésimos manejos de la guerra de Iraq y la economía, debe seguir capitalizándose de cara a los próximos comicios. Ciertamente la victoria no dependerá exclusivamente de la acertada nominación que hagan los demócratas, sino también de las futuras circunstancias y preocupaciones que dominen los intereses de los norteamericanos. La post guerra de Iraq será sin duda uno de los grandes temas de la determinen campaña presidencial, al que ningún partido ha ofrecido una respuesta clara, ni creo que la ofrezcan. Sin bien no existen soluciones que eviten el desastre y el consiguiente deterioro de la imagen de EE UU, la ausencia de propuestas por parte de los demócratas no será tan grave y mal vista como la proliferación de mentiras que condujeron a la guerra. Y aun si los candidatos opositores -los demócratas- no tuvieran grandes cualidades, se espera un nuevo voto de castigo para los republicanos dados sus enormes desaciertos.

Para la mayoría de analistas, ésta es una carrera que ganará o perderá, con sus errores y sus aciertos, la senadora Hillary Clinton. Con su enorme experiencia como primera dama y en el Senado, la aspirante demócrata está más que preparada para asumir las riendas de la mayor potencia del mundo. Sus condiciones, de momento, son más que óptimas. Muchos tal vez vean en ella la oportunidad de repetir el exitoso mandato de su marido, es decir, la prolongación de una de las mejores presidencias estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX. Sería un indudable “plus” para la senadora que los ciudadanos tuvieran la percepción de que se va a retomar una senda a favor de los derechos humanos, el medio ambiente y un crecimiento mucho más equilibrado.

Durante su mensaje a través de la Web anunció su compromiso de “acabar correctamente con la guerra en Iraq", "asegurar los adecuados cuidados sanitarios al pueblo estadounidense” o "garantizar que nuestros niños hereden un medio ambiente limpio, con independencia energética”, entre otros asuntos que fueron profundamente descuidados por la saliente Administración.

En materia de los grandes problemas internos, la ex primera dama saca una enorme ventaja a cualquier republicano pues se interesa por reformar el sistema sanitario y los impuestos, que poco o ningún beneficio han otorgado a los norteamericanos. En el caso de la salud y las pensiones, el Estado de bienestar heredado de los presidentes reformistas como Theodore Roosevelt, Wilson, Franklin Delano Roosevelt, Truman y Johnson, ha dejado sin protección o cobertura a las personas que no se encuentran jubiladas y trabajan. La atención médica para los mayores de 75 años ha visto reducir sus recursos de manera crónica. En general, el sistema atraviesa por un mal estado atribuido a los recortes presupuestales y descabellados de Bush.

En cuanto al medio ambiente, es sabida la negativa de la actual Administración republicana a ratificar el Protocolo de Kioto y cualquier otro instrumento que obligue al país a condiciones similares. Europa, por el contrario, ha dado un paso importante a alentar la reducción de las emisiones de CO2 para el 2030, en cerca de 20 por ciento. Poco también ha hecho Washington por modificar la matriz energética, es decir, por reducir la dependencia de petróleo extranjero, cuyo consumo incrementó su precio y con ello la beligerancia retórica de algunos regímenes antioccidentales como el iraní o el venezolano. Sólo la grata sorpresa de California, en manos de los republicanos, de reducir el consumo de combustibles fósiles (mediante impuestos a los contaminantes) e incentivos (a los que utilicen fuentes alternativas), moderniza el discurso de un partido arrinconado por sus errores.

Entre los obstáculos que tendrá que superar la senadora Clinton será disipar el malestar que causa en los sectores más conservadores y los progresistas que la consideran ambigua por haber respaldado la intervención en Iraq, aunque luego cambió al igual que muchos de sus colegas como John Kerry y John Edwards, quienes conformaron la pasada dupla de aspirantes presidenciales.

La otra novedad de la campaña fue el anuncio del senador por Illinois, Barack Obama, de presentarse a la contienda. Como la senadora de su mismo partido, Obama aún se encuentra explorando sus posibilidades y recolectando recursos para una justa que promete ser agotadora. Obama podría ser el primer presidente afroamericano en un país que hasta hace poco más de 40 años mantenía un sistema de apartheid o segregacionismo racial. La democracia no haría más que consolidarse si da la oportunidad a que individuos, normalmente marginados del estereotipo de poder, accediesen a la presidencia. Hecho que podría devolverle algo del prestigio perdido a Norteamérica, si alguna vez lo tuvo en materia de derechos humanos y democracia.

La señal que envía esta contienda es muy positiva en el sentido de que muestra el crecimiento y madurez de un partido capaz de confiar su destino a personas que se apartan del modelo tradicionalmente machista, puritano y caucásico, por lo menos en los casos de los senadores Clinton y Obama.

La experiencia que tiene Hillary Clinton en el manejo de campañas será un elemento decisivo que tal vez incline hacia ella la nominación de su partido. Ya que como esposa de Bill Clinton colaboró en la elección de su marido primero como fiscal de Arkansas, luego como gobernador del Estado y, finalmente, como presidente.

Si bien hoy se la considera como una persona más moderada –de centro- y no dentro del ala izquierda del partido en el que comenzó su militancia, su potencial de polarizar a la opinión pública la convierte en una mujer de odiar o querer muy fácilmente. Su personalidad sincera y de expresar siempre lo que cree la tornó vehemente en muchas ocasiones, pero a lo largo de estos 6 años en el Senado ha venido controlando su temperamento. Su presencia activa en el partido ha contribuido a equilibrar las posiciones dentro del mismo y a enviar un mensaje renovado. La proactividad que muestran los demócratas en ambas Cámaras servirá para catapultar su candidatura, pues de esta conducta depende la consolidación de su triunfo.

Como nunca el trabajo parlamentario de los demócratas será auscultado por los electores para saber si podrán llevar las riendas de la nación. Ya que si hacen lo que han venido haciendo, esto es, ser la oposición desorganizada y contradictoria de los últimos tiempos, perderán la oportunidad histórica de revertir el tenebroso legado de George W. Bush y compañía.

Dentro del Partido Demócrata la única figura femenina equiparable en dureza, aplomo y cálculo, es la ex secretaria de Estado Madeleine Albright, tal vez su referente político más inmediato. Es posible vaticinar que la lid electoral de noviembre de 2008 sea disputada por dos mujeres, dado que en el Partido Republicano se vocea a Condoleezza Rice, actual secretaria de Estado de la Administración Bush, como probable candidata. La elección de Condoleezza obedecería a que ésta tendría mejores opciones que un candidato varón ante la eventual designación de la senadora Clinton. La opinión dominante en estas elecciones es que la imagen de persona fría y calculadora de Hillary resultaría perjudicial para un adversario masculino.
Según Yolanda Monge, columnista del diario el País, “Como princesa de hielo, nombre adjudicado por el humorista Jay Leno, tendría terreno ganado en un mundo de hombres, ya que el público no vería en ella a un ser emocional, sino a un ser humano más duro de lo que la "sabiduría convencional" concede que puede ser una mujer”.

Para los republicanos el panorama se torna incierto y difícil pues no tienen con qué superar cualquier plataforma que presenten los demócratas. Con el transcurso del tiempo, su posicionamiento electoral puede debilitarse aún más si se tiene en cuenta que la situación en Iraq puede empeorar. Además, como si no fuera suficiente, el magro crecimiento económico que experimentará EE UU durante el 2007, apenas de 2,9 o menos, según estimaciones oficiales, disminuirá las expectativas de los republicanos de cara a las próximas elecciones. Ante un electorado en fuga y que ya le abandonó en noviembre de 2006, las opciones se agotan, así como la paciencia de ver pronto un cambio.

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