jueves, 15 de febrero de 2007

Bush y las acusaciones contra Irán

Tal parece que las reiteradas acusaciones de la Casa Blanca contra Irán están dirigidas a justificar el reciente aumento de tropas desplegadas en Iraq que a validar un ataque contra ese país (Iràn). Esta hipótesis surge a raíz de la fuerte oposición demócrata y de los estadounidenses, que en su mayoría exigen el retorno de los efectivos enviados. Otro hecho que respalda lo anterior es lo contraproducente que sería para una administración debilitada iniciar una nueva guerra en la región más conflictiva del planeta.

Culpar a Irán es la consigna encubierta de los neocons para defender el incremento de fuerzas en la periferia de Bagdad. Sea cierto o no el apoyo de Teherán a las milicias chiítas que combaten en ese país, en particular al Ejército Mahdi, del clérigo Muqtada al Sáder, hoy “prófugo” o no habido ante el temor de su asesinato o captura, Bush tratará por todos los medios de convencer a la opinión pública que la presencia militar norteamericana es más necesaria que nunca porque dejar ese rico Estado petrolero a merced de Irán puede ser tanto o mucho peor que sus planes de hacerse con armas nucleares.

De este modo, el temor de ver en el mediano o largo plazo un Iraq influenciado por Irán es el verdadero motivo por el que EE UU rehúsa retirarse aun cuando no tenga ninguna posibilidad de estabilizar el país. La lucha ya no es por un Iraq democrático y pro occidental, sino por uno no fundamentalista y anticristiano. Decir que las metas iniciales de la ocupación pueden cumplirse resulta tan falaz como la proyección presidencial de eliminar el enorme déficit norteamericano para el 2012.

Por otro lado, la retirada de Muqtada al Sáder, presumiblemente a Irán, resulta estratégica ya que evitar una confrontación entre la milicia Mahdi y las tropas estadounidenses responde a un plan que consiste en esperar que èstos se vayan. La intención que guía tal propósito es que tarde o temprano los norteamericanos y británicos se tendrán que ir. Eso lo saben todas las partes, incluido el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki.

El repliegue del Mahdi aliviará un poco las tensiones en Bagdad, pero perjudicará los planes desarmarla o controlarla pues el principal temor que existe es “que se convierta rápidamente en el equivalente de Hezbollah en Iraq, es decir, en un ejército privado bien armado, con vínculos políticos con Irán y una política exterior propia”, así lo señala Ian Bremmer, analista del Eurasia Group, una consultoría de análisis de riesgos políticos.

En cuanto a la evidencia presentada hasta ahora contra Irán ésta no es concluyente y abre numerosas interrogantes, es decir, deja demasiados cabos sueltos porque no necesariamente el régimen iraní puede estar proveyendo bombas, pues dichos artefactos pudieron adquirirse mucho antes de la invasión estadounidense. Esto porque durante la dictadura de Sadam y del Partido Ba’ath, Irán suministraba clandestinamente armamento y munición variada a la resistencia chiíta en sus operaciones subversivas. Por ello es posible que mucho de ese abastecimiento sea utilizado ahora por la milicia Mahdi y otros grupos armados en su lucha contra los ocupantes occidentales y las facciones sunitas.

Otro elemento que arroja un velo de sospecha sobre las afirmaciones que sindican a Irán como uno de los promotores de la violencia sectaria es la poca credibilidad que la Administración Bush tiene para lanzar acusaciones de ese tipo. Las mentiras que promovió para respaldar la guerra en Iraq y la propia incapacidad para encontrar un rumbo hacen que pocos tomen en serio sus advertencias y piensen más bien en una pronta retirada de las tropas.

A las sospechas hay que agregarle las contradicciones surgidas en los últimos días pues el máximo responsable del mando militar estadounidense, el general Peter Pace, dijo que no hay pruebas de que el gobierno iraní haya armado a los grupos chiitas que combaten en Iraq. Eso es lo que se deduce de las declaraciones que el alto oficial realizó durante su visita a Australia, otro de los aliados de EE UU con presencia militar en Iraq. “Yo no diría, por lo que sé, que el gobierno iraní está claramente en conocimiento o es cómplice", observó Pace. Si lo anterior no representa una contradicción con el presidente Bush y su portavoz, Tony Snow, no veo que otro comentario pueda serlo.

En Washington se ha insistido una y otra vez que las “pruebas” presentadas revelan que las armas que emplean las milicias iraquíes son introducidas por los guardias revolucionarios, o las fuerzas al-Qods. "Las fuerzas al-Quds son, de hecho, un ala oficial del gobierno iraní y, como tales, el gobierno tiene responsabilidad por sus acciones, como se espera de cualquier gobierno soberano”, manifestó Bush.

Bush trata de salir del paso de una resolución (contra su estrategia para Iraq) que se votará mañana en la Cámara de Representantes. Se espera que dicha resolución sea aprobada con facilidad, ya que varios miembros del oficialista Partido Republicano se han unido a la mayoría demócrata. Una resolución similar no pudo ser sometida a votación la pasada semana en el Senado por la actitud obstruccionista del Partido Republicano.

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