miércoles, 21 de febrero de 2007

Irán: problemas internos y vientos de guerra

A mi entender, el régimen iraní enfrenta tres grandes desafíos: el desarrollo de su cuestionado programa nuclear, la crisis energético-económica y el crecimiento de la oposición democrática. Los tres problemas representan a priori retos que la administración fundamentalista tendrá que resolver si no desea atisbar en el mediano o largo plazo el derrumbe de la Revolución Islámica que llevó al poder a las élites clericales chiíes.

La situación no es para nada fácil pues la comunidad internacional pretende detener los esfuerzos atómicos de Teherán, a pesar de que semejante iniciativa pueda aliviar las necesidades energéticas del país. Dado el alto consumo de combustibles fósiles, subsidiados por el Gobierno a precios de regalo (a un costo de 20. 000 millones de euros anuales), el Ejecutivo se ve obligado a generar energía por otro medios para liberar parte de esos recursos petroleros a las exportaciones. Gran parte de la caída del flujo de hidrocarburos que Irán envía al exterior no sólo se explica por la falta de inversiones en ese sector (las sanciones que Washington impuso a Irán tras la Revolución Islámica han limitado el desarrollo de su industria energética), sino por el incremento de su demanda interna, que año tras año agota las mermadas reservas iraníes, las segundas en importancia en el mundo después de las de Arabia Saudita.

Su controversial programa nuclear bien puede estar justificado desde ese punto de vista, es decir, del de sus necesidades energéticas. Un dato que clarifica la gravedad del asunto es el alto consumo de gasolina per capita, que aquel país alcanza los 11,5 litros diarios por habitante, frente a los siete de EE UU o los dos de Alemania. En promedio, “los iraníes consumen diariamente 73 millones de litros de gasolina, de los cuales sólo 40 se producen en el país”, revela la columnista del diario El País de España, Angeles Espinosa. Ese volumen genera una dependencia importante de fuentes de energía extranjeras “en un momento en que se baraja una ampliación de las sanciones”, detalla la articulista.

“Si no logran aumentar la producción de crudo, el consumo local podría dejarles sin petróleo para exportar en 10 años”, continua Espinosa. De ahí que esa preocupación haya llevado al régimen iraní a considerar la impopular medida de racionar el combustible a partir del 21 de marzo. Sin ingresos petroleros y gasìferos, responsables del 80% de sus exportaciones, tanto el programa nuclear en ciernes como cualquier tipo de ayuda gubernamental colapsaría.

Con la mira puesta de la comunidad internacional en su proyecto atómico, Irán ha manifestado su negativa a congelar las actividades de enriquecimiento de uranio en vísperas de que se cumpla el plazo de 60 días que le impuso el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Irán no cederá ni un ápice en la marcha emprendida el 2002 cuando se cree que científicos de la ex Unión Soviética comenzaron a asesorar a ese país en materia nuclear.

En cuanto al panorama doméstico, la oposición al gobierno del presidente Mahmud Ahmadineyad ha conquistado importantes posiciones en las elecciones municipales de noviembre de 2006. Los reformistas, como se les conoce a los partidarios de una mayor apertura democrática interna y de mayor acercamiento con occidente, consiguieron el segundo lugar tras el triunfo de los ultraconservadores, opuestos a la línea radical del presidente iraní, en la mayoría de las circunscripciones. Los ultraconservadores no son partidarios de Mahmud Ahmadineyad. Su victoria supone un revés para el crecimiento de los sectores fundamentalistas o "principistas" aliados a Taqi Mesbah y para la élite política encabezada por el líder Alí Jamenei y el jefe del Consejo de Discernimiento Hashemi Rafsanyani.

El complejo sistema político iraní, que lo asemeja a más a una teocracia que a una democracia, combina elementos propios de una teocracia islámica moderna con otros democráticos. Todo el sistema funciona bajo las órdenes de un Líder Supremo (Alí Jamenei), quien a pesar de ser designado por un cuerpo electo, no debe rendir cuentas a nadie.

La Constitución también reconoce la voluntad popular, permitiendo la elección a través del voto de parte de los representantes del gobierno. El resultado es un sistema en el que el presidente electo y el Parlamento mantienen una difícil convivencia con el actor político más poderoso y no elegido por el voto popular, Líder Supremo, y las instituciones que se encuentran bajo su influencia.

Los analistas señalan que, en este sentido, aunque los reformistas dominan el Congreso, el sistema político no ha registrado grandes cambios. El principal obstáculo para reformas más profundas en Irán ha sido el filtro electoral que supone el Consejo de Guardianes de la Revolución Islamica, presidido por Ahmad Jannati -aliado de Jamenei- quien vetó la mayoría de los precandidatos reformistas partidarios del ex presidente Mohamed Jatami, pero también muchos fundamentalistas partidarios de Taqi Mesbah, dejando el camino allanado a la mayoría de candidatos conservadores, partidarios de Jamenei y Rafsanyaní.

En la práctica, el Gran Líder tiene asegurada su participación y poder dentro del sistema político pues designa a 6 de los 12 miembros del Consejo de Guardianes, éste ejerce de filtro electoral a la Asamblea de Expertos, y ésta tiene la función de designar al líder. Evitando cualquier sorpresa electoral y cambios de fondo en el sistema vigente.

Luego de varios intercambios verbales con la Casa Blanca, y desacertadas medidas económicas, la popularidad de Ahmadinejad ha estado en picada tras la mala gestión de su régimen y sus enfrentamientos con líderes de potencias occidentales sobre la intención de continuar con su ambicioso programa nuclear. Los iraníes apoyan este proyecto pues sienten que refuerza el orgullo nacional y devuelve el equilibrio a una región donde su mayor rival, Israel, posee armas nucleares, así como sus vecinos de la India, Pakistán y Rusia.

La invasión de Iraq revivió los temores de Teherán de correr con la misma suerte, de ahí que haya explorado primero una negociación con Washington en mayo de 2003, que fue descartada por este último porque se encontraba en una inusual posición de fuerza (tras ganar la Guerra Fría) y con un alto respaldo interno (tras los ataques del 11 de setiembre).

La negativa de la Casa Blanca obligó a Irán a acelerar los planes de enriquecimiento de uranio en sus centrales nucleares y con ello llegó el impase con la comunidad internacional que le exige detener su programa atómico sin ningún tipo de condiciones.

Los problemas antes señalados no podían llegar en peor momento para los dirigentes islámicos que controlan el país a través de un enmarañado orden político.

La respuesta de Teherán al cerco o trampa en la que pretende hacerle caer el Pentágono ha sido de moderación y silencio en algunos casos. Si bien ha tenido elementos de sobra para emprender otro tipo de acciones tras el secuestro de sus funcionarios consulares en la ciudad iraquí de Erbil y de otro diplomático en Bagdad, Irán ha recurrido a la cautela tratando de “no pisar el palito” ni reparar en las provocaciones de Washington, que amenaza con destruir sus instalaciones nucleares y sus plantas de fabricación de misiles.

EE UU también ha tratado de relacionar a la alta dirigencia iraní con la desestabilización y violencia sectaria que padece Iraq sin mayor éxito. Se cree que esta acción está destinada a dejar la puerta libre a una intervención en Irán bajo los alcances de los permisos congresales que autorizaron la guerra en Iraq en el 2003. Dada la negativa del Capitolio (dominado ahora por los demòcratas), a conceder una nueva aventura militar en el Golfo, la Administración Bush se ha visto obligada a explorar otras acciones o ventanas legales que le permitan hacerle creer a Irán que está hablando en serio cuando advierte que no permitirá que desarrolle un arsenal nuclear.

La moderación antes citada no ha sido autoimpuesta por el presidente Ahmadinejad, sino por los líderes religiosos del país, es decir, por el clérigo supremo, Alí Jamenei, quien está preocupado por el curso de los acontecimientos. Esta postura también ha sido asumida por Alí Akbar Hachemí Rafsanyani, quien señaló que "Necesitamos tener una visión a más largo plazo y hablar con mayor prudencia". Por su parte, el ex presidente iraní, Jatami, ha hecho un llamamiento a la calma durante el reciente foro de Davos. "Necesitamos paciencia y entendimiento, no actuar de forma impulsiva", afirmó el ex mandatario bajo cuyo mandato Irán aplicó una moratoria en el enriquecimiento de uranio.

Otros partidos de oposición también han manifestado que las actividades nucleares "ha puesto en peligro la seguridad nacional, los intereses nacionales y el destino del pueblo iraní", así lo revela la Organización Muyahedín Islámica Revolucionaria, un pequeño partido reformista y radical. Según Frances Harrison, de la BBC, “se trata de la primera vez que se hace una crítica abierta y pública a la política nuclear del gobierno de Ahmadinejad”.

La presión internacional que se pretende incrementar para el caso iraní puede desencadenar el reforzamiento de la línea dura que hoy por hoy controla el Gobierno, es decir, el efecto contrario de ver un cambio político que agradaría a muchos países occidentales y árabes-sunnitas del Golfo. El International Crisis Group advierte que "Washington se equivocaría si llegara a la conclusión de que su postura más agresiva contra Irán en Iraq y el incremento de su fuerza naval en el Golfo, no digamos ya una intervención militar directa, produciría grietas en el régimen". Una escalada militar pospondría el cambio interno, reforzaría a los sectores más radicales y desataría una respuesta iraní que podría escapar a todo control", sostiene el grupo de análisis.

El descontento con Ahmadinejad ha producido dos atentados de importancia en días pasados. Se cree que ambas apariciones se deben al clima poco favorable que rodea a su Gobierno tanto interna como externamente. Es posible que EE UU esté apostando por una serie de medidas de desestabilización internas y sanciones económicas para forzar al régimen a clausurar anticipadamente su programa nuclear.

Una mayor injerencia de EE UU en Irán puede hacer que las enemistades y desuniones en ese país terminen por limarse ante el hecho de tener que enfrentar a la potencia occidental. La tesis del enemigo común podría hacer a un lado las rivalidades internas acerca de los lineamientos de la política exterior iraní o el rumbo de la política económica (debido a una alta inflación y desempleo). En vez de encontrar un enemigo debilitado; EE UU podría hallar uno muy fortalecido y unido en torno a la defensa de su patria.

La reciente revelación de un plan para emprender acciones ofensivas contra Irán por parte de la BBC resume la estrategia del Pentágono que busca aumentar las amenazas contra Irán aun cuando éstas no tengan posibilidades reales de concretarse (porque las consecuencias serían devastadoras para la economía y la estabilidad política del mundo).

Ahora, resulta lógico pensar que EE UU tenga varios planes de contingencia en carpeta -incluidos los militares-, ante un cambio de escenario político donde Irán incremente su influencia sobre la región. Al respecto, el analista militar Stephen Donahue considera que EE UU ha divulgado ese plan ante cualquier eventualidad relacionada con su seguridad, pero eso no significa que exista la intención de iniciar una ofensiva bélica contra Irán. “No hay intenciones de atacar Irán, pero EE UU, como cualquier otro país podría cambiar sus objetivos estratégicos si obtiene información real de que dicho país tiene capacidad de desarrollar una bomba atómica en el corto plazo”, comentó el experto de la firma Kissinger McLarty Associates.

Washington recurre a la retórica prebélica y a los desplazamientos de grupos aeronavales sobre el Golfo (dos portaviones con sus respectivos grupos de batalla), porque no cuenta con el apoyo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para aplicar las sanciones que desea. El camino que ha emprendido sólo lo lleva “a fortalecer a los halcones iraníes contra los amplios sectores moderados del país persa que acaban de lograr una resonante victoria en elecciones intermedias”, según Marcelo Cantelmi, columnista del diario Clarin de Buenos Aires.

La Casa Blanca deja el rol de la diplomacia a la Unión Europea y se reserva para sí misma el de las presiones y el músculo. La intención es la de forzar una rápida definición antes de que culmine el mandato de George W. Bush dentro de dos años. Los plazos de momento corren a favor del régimen iraní pues en tres años podrá conseguir su primer artefacto nuclear, según estimados del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Otros cálculos, pero de la inteligencia israelí, consideran que Irán podrá disponer de una bomba en los próximos 18 meses; mientras que Europa piensa que aquello podría ocurrir en 5 años.

No sabemos quién ganará esta partida. Todo lo que se espera de ahora en adelante es que los actores terminen por acomodar sus piezas ya que éstas se encuentran sobre la mesa (o la región). Con el arribo del portaviones "USS John C. Stennis" al Golfo de Omán, la fuerza necesaria para un primer ataque se encuentra completa. A lo que Irán ha respondido con ejercicios a cargo de los Guardianes de la Revolución en 16 de las 30 provincias del país. Además Teherán insistió en que no suspenderá el enriquecimiento de uranio. “Irán no va a dar un paso atrás y continuará su camino con fuerza y sabiduría hasta alcanzar la cima nuclear", sostuvo Mahmoud Ahmadinejad.

En las próximas horas el director del OIEA, Mohamed El Baradei, presentará un documento ante el Consejo de Seguridad de la ONU sobre el proyecto iraní, lo que podría abrir la puerta para sanciones más duras contra Teherán (particularmente las del capítulo VII de la Carta de la ONU, que contempla el recurso de la fuerza).

Al respecto, tras el vencimiento del plazo, Ahmadinejad afirmó en un discurso que su país no tiene problema en eliminar su programa de enriquecimiento de uranio... “si Occidente hace lo mismo”. "Para negociar, ellos (los occidentales) plantean una condición que nos priva de nuestro derecho. Piden que cesemos nuestras actividades de enriquecimiento. Nosotros les preguntamos: ¿Cómo sus fábricas de enriquecimiento pueden seguir funcionando?", interrogó, sarcástico.

De ese modo rechazó la exigencia de que suspenda el enriquecimiento de uranio como condición para el diálogo con la comunidad mundial, un día antes de que venza el plazo fijado por el Consejo de Seguridad.

De otro lado, uno de los graves riesgos que se corre, de prosperar las sanciones o un “ataque preventivo” es que Teherán reaccione violentamente contra la disidencia interna conformada por intelectuales, estudiantes universitarios y militantes políticos reformistas. El Gobierno iraní ya ha dado muestras de su intolerancia al colgar sumariamente a uno de los presuntos implicados en el atentado que cobró la vida de 11 civiles que trabajaban para los Guardianes de la Revolución, un cuerpo independiente del Ejército creado tras la Revolución Islámica.

Lo del deterioro y merma de los recursos petroleros iraníes dentro de una década deja abierta la posibilidad de que el régimen iraní se radicalice aún más, es decir, al mejor estilo norcoreano. La falta de ingresos petroleros o la debacle prolongada del precio del barril de petróleo (por debajo de 40 dólares) o ambos, puede hacer que Irán encuentre en la energía nuclear y la bomba atómica, las únicas alternativas viables para presionar a occidente y obtener alguna concesión económica.

Como Irán podría dejar ser un país exportador de crudo tal como lo revela The Wall Street Journal en su edición de ayer, la semejanza con Pyongyang es inevitable ya que el país del nordeste asiático carece de recursos naturales o negocios legales que le provean suficientes divisas.

Si bien una de las principales diferencias entre ambos Estados es que Irán sí comercia y tiene relaciones con el mundo (está buscando su ingreso en el seno de la OMC), éstas podrían decaer cuando su posición como segundo exportador de petróleo concluya al no poder explotar sus recursos con la debida celeridad. Hay que hacer notar que los pozos de ese país son los más antiguos de la región y no se ha invertido lo suficiente en su desarrollo. Además, la imposición de sanciones o acciones ofensivas, sólo reforzará, como se dijo, el endurecimiento político de los líderes de la Revolución Islámica. Postergando así cualquier cambio de régimen y las reformas que necesita ese país. Es decir, demorando las únicas alternativas que podrían garantizar su desnuclearización.

La Administración republicana, por su parte, parece no abandonar la pésima idea que significa atacar a Irán. Gary Younge, columnista de The Guardian, escribía días atrás que George W. Bush es un hombre de convicciones que no abandona fácilmente una mala idea. "Cuando la realidad se opone a sus planes no los modifica, sino que cambia su comprensión de la realidad. Lo respalda una banda de seguidores, delirantes y resueltos. Bush está haciendo todo lo posible para justificar una guerra contra Irán".

Por ahora, para la Casa Blanca sigue vigente aquella máxima atribuida a Richellieu: "La política insensata consiste en hacer lo mismo una y otra vez y creer que los resultados serán diferentes."

1 comentario:

USpace dijo...

¡Trabajo excelente y bueno! ¡Mantenga por favor propagar la noticia, gracias! Dispense por favor esta traducción floja.

absurdo pensó -
Dios del Universo sabe
a Irán nunca bomba atómica Europa

si ellos juran a Alá
o abrazan la vida repleta de dhimmi
.