miércoles, 14 de febrero de 2007

LA DESNUCLEARIZACIÒN DE NORCOREA

La desnuclearización norcoreana, si se concreta, será el primer y único gran éxito de la Administración Bush en materia de política internacional. Lejos está de alcanzar un suceso similar en Medio Oriente, concretamente, en Iraq, Afganistán e Irán, donde la violencia extremista y sectaria del primero remece todos los días los planes y estrategias de seguridad diseñadas para ese país. El caso afgano no es muy distinto ya que ha habido un rebrote del taliban, movimiento ultraortodoxo y guerrillero islámico que controla una buena parte del sur de ese país y dirige actividades contra otros centros poblados. Esto ocurre mientras la permeable frontera con Pakistán representa el mayor dolor de cabeza para las fuerzas de la OTAN ya que a través de ésta, elementos insurgentes y agentes de Al Qaeda realizan un sinnúmero de operaciones terroristas y de reclutamiento. Irán, por su parte, merece tanta o mayor atención pues planea desarrollar una capacidad nuclear “disuasiva” y extender los alcances de su revolución islámica a los demás Estados de la región donde exista una presencia chiíta significativa como es el caso de Iraq y del Líbano.

No hay que cantar victoria todavía en el asunto norcoreano porque ese país es muy susceptible a los cambios de parecer. Su política es fiel reflejo de las apetencias y deseos de su líder, Kim Jong Il, quien dirige el pequeño Estado asiático según los preceptos del pensamiento juche (con independencia económica y política respecto a países extranjeros). Claro que la autarquía después de la Guerra Fría ha tenido efectos trágicos sobre la población y se ha venido abajo en reiteradas ocasiones pues el régimen de Pyongyang negoció anteriormente con occidente la posibilidad de conseguir energía y alimentos a cambio de desmantelar su programa nuclear. Fue la Administración Clinton la que consiguió los primeros acuerdos sobre desarme en la península; anulados luego en el 2002 por la intransigente posición republicana que llevó al primer ensayo atómico norcoreano.

El problema no son sólo los reactores nucleares norcoreanos, sino sus misiles de mediano y largo alcance (Taepodong-2), así como su vasto arsenal químico y bacteriológico, sobre los que no se dicho nada al respecto y representan un peligro de tanta o mayor relevancia que el de sus bombas atómicas. Y no sólo porque Corea del Norte pueda usar por sí misma esas armas, sino porque pueda comerciarlas o transferirlas a países que desafían las resoluciones de Naciones Unidas y la seguridad de la comunidad internacional como Irán.

La problemática nuclear de uno de los últimos rezagos de la Guerra Fría (el otro es Cuba), es distinta a la de Irán porque Corea del Norte no dispone de fuentes de energía y carece de un comercio importante. Es decir, que no cuenta con recursos que le permitan aliviar las tensiones y necesidades internas.

La relativa autosuficiencia iraní (por los ingresos petroleros y gasíferos) es la que le posibilita que no dependa de la ayuda o dadivas extranjeras como Pyongyang, que tiene que solicitar el concurso de los países involucrados en las conversaciones a “seis bandas” (EE UU, Rusia, China, las dos Coreas y Japón) para obtener la concesión de algún suministro energético. De ahí que los acuerdos suscritos ayer entre los representantes norcoreanos y las potencias contemple una ayuda inicial equivalente a 50.000 toneladas de combustible pesado por el cierre y el sellamiento de su principal reactor nuclear (de Yongbyon).

El plazo para verificar el cumplimiento de las obligaciones de Corea del Norte vence en 60 días. Se espera que la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA) realice inspecciones en su territorio. Luego de desactivar su reactor, Pyongyang podrá recibir otras compensaciones económicas. En una primera etapa, el país asiático recibirá una ayuda energética equivalente a un millón de toneladas de petróleo. Por su parte, EE UU se compromete a dejar de considerar a Corea del Norte como parte del conocido eje del mal y de calificarlo como un Estado defensor del terrorismo, así como a dar por terminadas las sanciones comerciales que actualmente impone al país asiático.

El acuerdo a "seis bandas" comenzó en 2003. En 2005 Corea del Norte aceptó abandonar su programa nuclear a cambio de garantías de seguridad, ayuda económica y mejora de sus relaciones con Washington. Pero en octubre de 2006, Pyongyang efectuó su primer ensayo nuclear. Y en diciembre se reanudaron las tratativas, aunque sin éxito, pues Norcorea reclamó el levantamiento de todas las sanciones en su contra, tanto de EE.UU. como de la ONU.
En parte estas tratativas representan un alivio para la Administración norteamericana ya que a partir de ahora podrá concentrar sus esfuerzos en Irán, cuyo programa nuclear supone el mayor desafío para la seguridad mundial desde que Corea del Norte realizó su primera prueba atómica. Al parecer, las sanciones del Consejo de Seguridad dieron el resultado esperado, algo que no se espera o pronostica para el caso de Teherán.

La apuesta por la diplomacia es algo que no se debería descartar tal como lo demuestran las negociaciones con la Corea comunista. Siendo un integrante del “eje del mal” y con probada capacidad balística y nuclear, no vemos por qué no se puedan emprender conversaciones con Irán, cuando este país estuvo dispuesto a sostenerlas en el 2003, luego de la invasión estadounidense a Iraq. La opción de la fuerza si bien es una posibilidad no es recomendable por las implicancias desestabilizadoras de su caso.

El papel que juega Irán en la actualidad califica de potencia regional pues sus lazos con países poderosos como China y Rusia, y su influencia en Medio Oriente gracias a sus vínculos con Hamás y Hezbollah, sin dejar de lado a Siria, revelan que se trata un nuevo protagonista de las relaciones internacionales. Catapultado a la palestra luego de la ocupación norteamericana de Iraq y del alza abrupta del petróleo, su principal fuente de ingresos, su influencia ha crecido de manera alarmante. Inclusive el informe de la Comisión de Expertos para Iraq, conformada por distinguidos miembros de los partidos republicano y demócrata, reconoce el peso de Irán en el equilibrio (o desequilibrio, según se mire) de las relaciones de poder en el Golfo.

Irán ciertamente es un nuevo poder que no es posible ignorar y menos cuando extiende sus tentáculos sobre Latinoamérica, considerada por largo tiempo como el “área natural de influencia” de Estados Unidos, según diversas interpretaciones de la doctrina Monroe. No sabemos cómo afectará el devenir de las relaciones con Irán el hecho que Norcorea haya aceptado la propuesta estadounidense, pero sí es seguro que lo que resulte aplicable para Corea del Norte, no lo sea para Irán, esto porque ambos tienen necesidades diferentes que de alguna manera determinan su fortaleza o debilidad. Además, hay que considerar que el elemento religioso que respalda a Irán en estos momentos es mucho más fuerte y en alza que el pensamiento marxista-leninista (o su adaptación bajo el sistema filosófico juche) que enarbolan los norcoreanos. Las motivaciones y necesidades son distintas entonces, de ahí que la predica de Teherán encuentre mayor acogida en auditorios que van desde Líbano hasta Indonesia.

El cierre de negociaciones con Norcorea no da pie a EE UU a intentar una escalada militar (bombardeos) sobre las instalaciones nucleares iraníes, aunque muchos neocons piense que sí. Ni las acusaciones lanzadas contra Irán acerca de que suministra bombas y demás artefactos explosivos a las milicias chiítas crean el ambiente prebélico que Washington desea mostrar a la opinión pública, que sólo permitiría una incursión en ese país en caso de un ataque directo. Además, la credibilidad de los republicanos está tan dañada como para que puedan convencer a los estadounidenses de que Irán es el principal responsable de que EE UU no logre estabilizar a Iraq.

Existen muchos impedimentos para plasmar una nueva confrontación en la región. El primero de ellos es de naturaleza legal pues los legisladores del Capitolio sostienen que se requiere una nueva autorización legislativa para conjurar a la amenaza nuclear iraní. Los asesores de la Casa Blanca, basándose en permisos anteriores, estiman que si pueden probar que Irán está involucrado en los ataques a tropas estadounidenses podrían realizar ataques preventivos sobre suelo iraní. Las denuncias presentadas hasta ahora no son concluyentes y ninguna prueba vincula a la dirigencia iraní con las ofensivas de las milicias islámicas.

El segundo impedimento o traba es de corte mediático ya que la popularidad del presidente Bush es tan baja como la de Nixon en el peor momento de la Guerra de Vietman. Con cerca de un 30% de aprobación o menos es difícil que Bush revierta el pésimo legado que deja a los norteamericanos en materia de política internacional, en la que se evidencia una notable pérdida de hegemonía estadounidense.

El tercer obstáculo, tal vez el más fuerte de todos, es de índole económico, pues una confrontación con Irán elevaría drásticamente el precio del petróleo y con ello reviviría los temores de una recesión que EE UU viene evitando gracias a la bonanza bursátil, y al financiamiento de su déficit con la colocación de deuda pública, Bonos del Tesoro, en los mercados emergentes (la guerra reduciría el valor del dólar como moneda comercial y generaría una profunda desconfianza en los agentes económicos, provocando una corrida de capitales).

Un cuarto elemento capaz de disipar los vientos de una nueva guerra en el Golfo serían las innegables repercusiones geopolíticas que un conflicto con Irán acarrearía, sobre todo en materia de seguridad regional ya que es probable que los problemas del Medio Oriente se extiendan a Europa, Rusia, China, India y EE UU. Estas nuevas ramificaciones de las particularidades que allí se suscitan pueden traducirse en atentados, manifestaciones violentas, secuestros, sabotajes, etc. Incluso no se descartaría la detonación de algún artefacto (bomba sucia, biológica o química) en alguna ciudad representativa para occidente.

Un quinto inconveniente sería la multiplicidad de blancos que tendrían que ser bombardeados y las modernas defensas iraníes que cuentan con el sistema ruso Tor M-1, sin descontar que su capacidad ofensiva pone a tiro cualquier embarcación petrolera en el Golfo y a las propias fuerzas estadounidenses desplegadas en Iraq.

Volviendo a Norcorea, aún no queda claro cuál será el destino del material nuclear procesado en sus plantas y reactores. Esto porque la propuesta realizada no prevé en su fase inicial que Corea del Norte deba entregar sus armas nucleares y el material nuclear que podría ser utilizado para tal fin, señala The New York Times, que dice haber tenido acceso a un resumen de la iniciativa, redactada por China.

La inexistencia de plazos sobre los futuros compromisos que deberán cumplir los norcoreanos indica que EE UU se ha apresurado a como de lugar con tal de conseguir un logro que signifique un bálsamo para su debilitada posición política.

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