martes, 5 de junio de 2007

Los candidatos demócratas debaten sobre su fe

Aunque en EE UU la religión está separada del Estado por la Constitución; no lo está de la política. La prueba de ello es que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses desean que sus líderes sean religiosos. Esta particularidad de la política norteamericana puede jugar en contra de candidatos como Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, por respaldar la práctica del aborto a pesar de ser un católico confeso.

La postura de Giuliani, quien lidera la intención de voto republicana, le ganó la reprimenda del obispo de Rhode Island, quien le calificó de "Poncio Pilatos" (el gobernador romano que sentenció a Jesús). Sus comentarios podrían costarle la ansiada nominación de un partido que se sustenta en sólidas raíces conservadoras.

Los asuntos de la fe siempre dominarán cualquier campaña presidencial estadounidense sin importar el partido que se trate. Estas elecciones, más allá de la guerra en Iraq o la economía, pueden inclinarse a favor del candidato que demuestre convicciones religiosas más fuertes que las de sus oponentes. Esto es así porque en Estados Unidos la religión es comprendida como una forma de patriotismo, es decir, que los valores que provienen de las creencias puritanas o evangélicas son los mismos que encarna y defiende el Estado. Es como si definieran o demarcaran la forma de vida norteamericana, esto es, la “american way of life”. Así, la identidad nacional en un pueblo de inmigrantes reposa en valores comunes que proporciona la fe cristiana. Esto ha desarrollado con el tiempo la visión mesiánica del liderazgo estadounidense, en otras palabras, el rol de los EE UU como “salvador del mundo” (de la democracia, la libertad, etc.).

Conforme EE UU se convertía en una gran potencia, ese papel comenzó a ejercerse en las dos guerras mundiales y subsiguientes conflictos internacionales. La “consolidación” se logró en parte con el derrumbe del comunismo a fines del siglo XX y de la adopción del sistema de libre mercado como "el único capaz de ofrecer desarrollo”. El optimismo y la fe en el progreso continuo condujo a la inevitable noción o sensación de un “fin de la historia” elucubrada por Francis Fukuyama, pero los nuevos desafíos globales del terrorismo internacional, del crecimiento acelerado de varios países emergentes (como China, India y Rusia) y el cambio climático, entre otros problemas, acabaron rápidamente con esas expectativas pues socavaron la capacidad de respuesta de la gran potencia estadounidense.

Hoy en día EE UU ya no puede imponer su agenda porque el mundo globalizado ha creado otros polos y contrapesos a su poder, aunque sigue ostentando el título de única superpotencia mundial.

Así las cosas, las elecciones presidenciales de noviembre de 2008 estarán condicionadas por el factor religioso. De ahí que los principales precandidatos demócratas hayan debatido exclusivamente sobre su fe para demostrarle a los electores cuán arraigadas son sus convicciones religiosas.

El ex senador John Edwards mencionó en Washington como la oración lo ayudó superar la muerte de su primogénito y el cáncer diagnosticado a su mujer. La senadora Clinton, por su parte, señaló que ella no hubiera podido resolver sus problemas maritales sin su fe en Dios. En clara alusión a la infidelidad de su marido, el ex presidente Bill Clinton.

El tercer debate entre Clinton, Obama y Edwards, quienes encabezan las preferencias de los votantes demócratas se produjo en uno de los auditorios de la Universidad George Washington y fue televisado por la CNN. Los tres se definieron como “caminantes o viajeros de la fe”.

La senadora atribuye a su fe haber permanecido al lado de su esposo durante los peores momentos de su presidencia, que casualmente estuvieron relacionados con el affaire Lewinsky. “Mi fe me otorgó el coraje y la fortaleza de hacer lo correcto, a pesar de lo que otros pensaran sobre mi matrimonio”, dijo muy confiada de si misma.

Los tres aspirantes revelaron hechos de su vida personal para evidenciar la solidez de sus valores y cómo la fe fue decisiva en cada uno de ellos para superar sus peores momentos. El encuentro, organizado por un movimiento de renovación evangélica, sirvió para enganchar a los votantes conservadores con los candidatos demócratas pues todos ellos afirmaron compartir los mismos valores del público estadounidense.

Edwards aprovechó muy bien la ocasión para ganar terreno y posicionarse como un precandidato tolerante ya que si bien dijo que “sus creencias son fuertes”, “el jamás impondría su sistema de creencias al resto del país”. Al ser preguntando por su posición respecto al matrimonio homosexual respondió que “no considera que los homosexuales deban casarse”.

A pesar de que el 72% de los norteamericanos considera que su presidente debe tener fuertes creencias religiosas, según una encuesta de la fundación Pew Forum, otro sondeo de la misma organización divulgado por la BBC revela que “el porcentaje de estadounidenses que se oponen fuertemente al matrimonio gay cayó del 41% en 1996 al 30% en 2003, mientras que las cifras de quienes lo apoyan con fortaleza aumentaron”. Esta “nueva apertura” hacia el matrimonio gay no se ha traducido en un rotundo apoyo por parte de los políticos en contienda, salvo por el caso de Giuliani.

La ex primera dama Hillary Clinton mencionó que muchos “utilizan su fe como un as bajo la manga”. Es decir, como algo sospechoso pues no se lo toman de manera personal y confidencial sino como un recurso de campaña, como suele hacerlo el presidente Bush para justificar sus políticas.

El segundo en las preferencias demócratas, el senador Barack Obama, se mostró más enfocado en las políticas de gobierno que en lo personal. Al ser interrogado si compartía la visión del presidente de enfrentar los desafíos globales como una oposición entre bien y mal, contestó que "existe un riesgo en comprender el mundo en esos términos".

El senador por Illinois indicó que si bien considera que “los sucesos del 11 de setiembre fueron actos diabólicos, los Estados Unidos cometieron injusticias en la base Guantánamo y en Abu Ghraib (en la forma que se trata a los prisioneros)”. “El peligro de oponer al bien contra el mal en el contexto de la guerra puede llevarnos a no tener una visión crítica sobre nuestras acciones”, sentenció el senador afroamericano, ganándose el aplauso del auditorio.

La arremetida demócrata sobre cuestiones religiosas se inserta directamente en un área de dominio casi exclusivo de sus rivales republicanos. Al adelantarse en esos asuntos, los demócratas astutamente privan a sus contendores republicanos de incomodas preguntas sobre tópicos tan espinosos y difíciles de contestar porque invaden la privacidad del oponente. Es decir, que al dejar zanjada de antemano la controversia sobre sus creencias, los demócratas harán que el debate de la carrera presidencial se centre exclusivamente en la economía, el medio ambiente, la inmigración, el precio del petróleo y la guerra de Iraq.

Los demócratas hablaron abiertamente sobre cómo las enseñanzas bíblicas han influenciado positivamente sus puntos de vista sobre algunas materias como el medio ambiente. Este es el caso de la senadora por Nueva York, Hillary Rodham Clinton, quien manifestó que no resolver el problema del calentamiento global a tiempo pone en peligro la creación divina, apelando a los cristianos ecologistas y conservacionistas que aún no han decidido su voto. El ex senador por Carolina del Norte, John Edwards, señaló que su pasión por ayudar a reducir la pobreza proviene de su fe. El ex candidato a la vicepresidencia en el 2004 habló extensamente sobre la pobreza en términos morales, esto es, del deber moral de combatirla.

El senador Obama no se quedó atrás porque en seguida dijo que “existe un mandato bíblico de ayudar a corregir la vida de aquellos hombres y mujeres involucrados tempranamente en el crimen”. Esta declaración la hizo para referirse a los programas de rehabilitación de criminales.

En cuanto al difícil tema del aborto, la senadora Clinton evitó pronunciarse al respecto “porque es una cuestión que debe ser abordada por ambos bandos”, es decir, los defensores del aborto y los de los derechos del embrión. Clinton afirmó que ha tenido largas charlas con todos los grupos involucrados.

La discusión básicamente estuvo enfocada, como lo revela The New York Times, en la fe de los participantes, el rol de la oración en sus asuntos públicos y privados y la forma como sus creencias han influenciado sus puntos de vista sobre la política y el gobierno de la sociedad.

El senador Obama fue el más explicito de los tres concurrentes al debate sobre las relaciones entre la religión y la política. Preguntado sobre si Dios ha tomado algún lugar en la guerra, el legislador respondió con un pensamiento de Lincoln acerca de que “la nación sigue el camino de Dios”. Aunque el propio mandatario republicano dijo alguna vez que la Constitución y las leyes son la verdadera religión de los Estados Unidos. Sin embargo, el candidato Obama afirmó que existe evidencia del mal en el mundo pues “los atentados con aviones contra inocentes indican su presencia”. Al tiempo que hizo esas declaraciones señaló que existen “causas justas (en las que se aprecia el bien) como la derrota del facismo y la liberación de Europa”.

Lo paradójico de estas justas pre electorales es que los republicanos han presentado a un candidato como Giuliani que apoya abiertamente el matrimonio homosexual y el aborto. Esto era impensable hace algunos años y puede perjudicar su simpatía entre votantes conservadores (del ala derecha). La pre candidatura del mormón Mit Rommey, el tercero en las preferencias republicanas, puede alejar a electores más liberales que consideran que la religión se ha inmiscuido demasiado al influenciar la investigación con células madre, el aborto, la educación (específicamente sobre la compatibilidad de enseñar la teoría de la evolución a la par del creacionismo) y la guerra en Iraq.

En un país en el que la fe determina parte de la intención de voto, la política partidaria, en especial la republicana, ha sabido sacar provecho al manipular los miedos de los norteamericanos durante la última elección presidencial. Así lo entiende el reconocido escritor y periodista estadounidense John Updike, quien desde sus entregas periodísticas a la revista The New Yorker ha venido criticando las políticas de la Casa Blanca con desbordante lucidez.


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