jueves, 12 de julio de 2007

CASAPALCA: La guerra de los Gubbins

La penosa situación de los trabajadores de la mina Casapalca ha destapado la historia de su propietario, Alejandro Gubbins, y la tormentosa relación que este mantiene con su propia familia: nueve hermanos y una madre con los que libra un prolongado enfrentamiento que ha saltado de los tribunales a los medios de comunicación. Esta nota no solo recoge todas las acusaciones lanzadas contra él, también presenta por primera vez los descargos de este controvertido personaje al que por estos días se asocia con la indolencia, el abuso y la arbitrariedad.
Por Jorge Loayza
LA REPUBLICA - PERU



Image

Alejandro Henry Gubbins Granger, el más polémico de la familia, tiene cuatro hijos. Uno de ellos, Carlos Gubbins Cox, es quien responde ante los medios por Casapalca. Alejandro pasaría más tiempo en su casa de Miami.


Cada párrafo de la biografía de los Gubbins en el Perú tiene un conflicto. Juicios, acusaciones y disputas es lo que probablemente más abunda en los más de cien años que ese apellido registra en las páginas empresariales, sociales y judiciales de los diarios de Lima. En la segunda década del siglo pasado, Reynaldo Gubbins Pastor, hijo del inmigrante irlandés Reginald Gubbins-Russell, tuvo que afrontar un juicio por no haber pagado unas deudas al Banco Alemán Transatlántico. Entonces era representante de Gubbins y Compañía. Sin saberlo, dejaría como herencia esa sombra de conflictos de la que, hasta hoy, sus nietos no pueden desprenderse.

Otra bomba explotaría en la familia durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando Reynaldo Gubbins Pastor se dedicaba al próspero negocio de la venta de algodón se reveló que le había vendido a la Alemania nazi. Fue incluido en una lista negra que le impedía comerciar con los países que luchaban contra el eje Alemania, Italia y Japón. Sus cuentas fueron bloqueadas.

Alberto Gubbins Velarde, hijo de Reynaldo Gubbins Pastor, asegura que la sanción fue injusta. Refiere que después de un juicio la Cámara de Diputados del gobierno norteamericano absolvió a la empresa.
Reynaldo Gubbins Pastor murió en 1955. De su matrimonio con Lucila Velarde tuvo seis hijos, entre ellos Reynaldo y Alberto, quienes encauzaron el proyecto minero que la familia inició en Morococha, provincia de Yauli, Junín. Allí los hijos fundaron Negociación Minera Reynaldo Gubbins Jr., que luego sería la mata principal del negocio minero: Mina Santa Rita. Reynaldo fue el principal accionista, pero Alberto, quien estudió ingeniería en Estados Unidos, se encargó de manejarla.

Image

Las instalaciones de la unidad minera Yauricocha, ubicada en la sierra de Lima y que es la principal disputa entre los hermanos Gubbins Granger. El 2005 tuvo utilidades netas cercanas a los 30 millones de soles.


Pero fueron los hijos de Reynaldo quienes más se interesaron en ingresar al socavón del mundo minero. La familia de Reynaldo no era pequeña. Tuvo doce hijos. En Estados Unidos se casó con la canadiense Carolina Granger, militante de los Testigos de Jehová. Esa vocación religiosa años después sería asumida y defendida por el más satanizado de sus hijos: Alejandro Gubbins Granger, dueño de Casapalca.

A partir de los setenta el negocio minero familiar rindió mayores frutos luego de que Centromín les arrendara un rico yacimiento polimetálico en Morococha. Reynaldo Gubbins Granger fue el que empezó a tener una vida pública importante: durante el gobierno militar ocupó una gerencia en Minero Perú y luego en Minpeco.
En los ochenta, mientras Alejandro gerenciaba Santa Rita –que producía concentrados de plomo, plata y zinc– y otras minas de la familia, su hermano Reynaldo no solo era el presidente del directorio de las empresas, sino que tenía una mayor presencia en el mundo empresarial pues llegó a presidir la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía y la Confederación de Instituciones Empresariales del Perú (Confiep). En 1989, Apoyo lo eligió como el empresario más influyente del país, una excepción pues durante más de quince años, entre 1983 y 1999, Dionisio Romero ocupó ese puesto.
En los círculos sociales de los setenta y ochenta los Gubbins eran conocidos por ser aficionados al surf, como Eduardo ("Wayo") y Salvador ("Tato"), este último tres veces campeón nacional.

Image

Los obreros de Casapalca han denunciado los abusos laborales de Alejandro Gubbins, pero él niega responsabilidades.


A fines del siglo pasado las acciones en las empresas más importantes estaban distribuidas de manera equitativa entre los hermanos y algunos eran directores y gerentes. Claro que en esos años de bonanza tampoco estuvieron libres de controversias. Carlos Malpica, en su libro "El poder económico en el Perú", relata una serie de favores que habrían recibido de los gobiernos de Fernando Belaunde y Alan García. Ahora, más de quince años después, tanto Alejandro como Salvador –quien encabeza los intereses de los nueve hermanos vivos– afirman que Reynaldo fue quien debió haber respondido por esos temas. Pero Reynaldo murió en el verano del 2000.




Alejandro, el ambicioso

¿Qué sucedió en esta familia que siempre estuvo unida, según refieren las propias hermanas? Hace veinte años Alejandro Gubbins Granger decide explotar su propia mina, Casapalca, y su fortuna se incrementa frente a lo que tenían el resto de sus once hermanos. Si entonces su ambición empezó a crecer y ese fue el motivo para la ruptura con sus hermanos, es una interrogante cuya respuesta la familia guarda en la bóveda de sus intimidades. Además, tras la muerte de Reynaldo, Alejandro se convirtió en el hermano que más conocía del negocio. Hoy su hijo Carlos es quien maneja Casapalca.

El conflicto de Alejandro con su madre y sus hermanos se transformó en dinero. Era el año 2002. El Comité Especial de Promoción de la Inversión Privada (Cepri) de la mina Yauricocha, ubicada en la sierra de Lima, convocó a un concurso público para la explotación de zinc, plomo, plata y cobre. Entre los postores estaban Casapalca, dirigida por Alejandro, y Sociedad Minera Corona, manejada por Salvador y cuyo accionariado estaba repartido equitativamente entre la madre y todos los hermanos, incluido el propio Alejandro.

Image

Los varones de la familia antes de las desavenencias.


El dueño de Casapalca ganó y sus hermanos quedaron en segundo lugar. Ofreció 5 millones 200 mil dólares, pero poco después el Cepri advirtió que Alejandro no cumplió con hacer el depósito del dinero en el plazo establecido y cedió la buena pro a favor de Corona, es decir, le quitó la mina de la mano para dársela a sus hermanos. Desde entonces la guerra entre Alejandro y sus hermanos se hizo más notoria y se trasladó al Poder Judicial, donde se escenifica un nutrido intercambio de acusaciones y leguleyadas por una mina que está valorizada en 200 millones de dólares.
Pero ese no es el único juicio de Alejandro Gubbins. En 1995 se asoció con el arequipeño Carlos Carlessi, quien necesitaba una inyección de capital para explotar su mina Arirahua. Carlessi le encargó a Gubbins la gerencia general de la mina. Los abogados de Carlessi señalan que un año después su patrocinado se dio cuenta de que Gubbins estaba endeudando a la mina sin su autorización. Entonces empezó otro lío judicial de Gubbins que aún no acaba.

Carlessi recuperó la administración en el 2000 y acusó a Gubbins de haberse apoderado de 80 kilos de oro y de la documentación de la empresa, además de endeudar a Arirahua con su propia mina, Casapalca, por 5 millones de dólares. Gubbins reaccionó haciendo lo que en su caso es ya una costumbre, contratar abogados y litigar contra su socio. Gubbins alega que lo que intenta Carlessi es desconocer las inversiones de Casapalca. Carlessi también reclama su dinero.

Los juicios con otras empresas mineras son rutina para Alejandro Gubbins. Años atrás perdió un arbitraje con la empresa Cormin por no entregarle concentrados mineros de la calidad pactada. Hace poco hubo un enfrentamiento con la mina Los Quenuales –que limita con Casapalca– debido a que, según se comenta, ha ocupado parte de su propiedad. Gubbins no se hace problemas y tiene respuesta correcta para ese caso: "De haber alguna diferencia que advierte Los Quenuales, tendrá que ser dilucidada en el fuero judicial civil". Punto.

Parece increíble que esa persona que no duda en enfrentarse a sus hermanos y a su propia madre por una mina, y que es acusado de maltratar a sus trabajadores, se reconozca como un seguidor de los Testigos de Jehová. "Es un tipo de muy buen trato que no dudaba en salir a predicar de puerta en puerta, incluso solía acudir a los juicios con una Biblia, pero hace un tiempo lo retiraron de esa Iglesia", cuenta un abogado que lo conoce. En la Asociación Testigos de Jehová evitaron hablar sobre su caso. Los nueve hermanos Gubbins (dos fallecieron) confiesan su decepción por la codicia de Alejandro. No saben cómo explicarla. Pero él tiene una respuesta para esa interrogante: "Ellos (sus hermanos) se escudan en la relación sentimental de la familia para resolver un tema empresarial. Es una simple táctica recomendada por sus abogados".



Alejandro se defiende


Resumen de las respuestas que el minero envió por e-mail.


El caso Yauricocha
"La buena pro de Yauricocha nos fue quitada de manera ilegal como ha quedado demostrado en dos sentencias judiciales que nos han dado la razón. Nosotros contábamos con todas las garantías y la capacidad económica no solo para pagar el precio ofrecido (US$ 5'200,025) sino para asumir los compromisos de inversión. (…) Lo que sucedió fue que de manera sorpresiva Centromín comenzó a cerrar ventas del mineral de Yauricocha (mientras que la privatización era llevada a cabo y sin conocimiento de los postores) e incluso después de habérnosla adjudicado, todo ello a espaldas nuestras y en contra de lo que establecían las bases del concurso, que decían que todo se iba a transferir sin ninguna carga, limitación o gravamen".


¿Problemas familiares?
"Esto no es un problema entre hermanos. No entendemos por qué se recurre al tema personal para desenfocar el análisis del problema, incluyendo a personas que no tienen nada que ver. Este es un problema entre nuestra empresa y el Estado, en donde Sociedad Minera Corona está defendiendo sus intereses económicos particulares de manera arbitraria y que se ha venido haciendo público en los medios de comunicación debido a que venimos ganando nuestros procesos judiciales legítimamente.(…) Aquí nada tienen que ver mis creencias religiosas ni hay ningún egoísmo de por medio, simplemente se trata de hacer justicia, que se respete el estado de derecho".



No hay comentarios: