La presencia en el conflicto colombiano de Hugo Chávez se venía voceando desde hace un par de semanas. Tras reunirse con su homólogo, Alvaro Uribe, el presidente socialista participará en rondas negociadoras con las FARC para lograr un canje de rehenes. Además de ello se dio luz verde a Chávez para que destrabe las tratativas de paz con el ELN. Otro importante anuncio luego de la conferencia que sostuvieran Chávez y Uribe el pasado viernes fue que Venezuela reconsiderará su decisión de apartarse de la CAN.
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Por César Reyna
Al aceptar su designación como mediador, el presidente venezolano, Hugo Chávez, añade otra faceta más a su interesante trayectoria política. Interesante desde el punto de vista histórico y sociológico toda vez que dadas sus escasas aptitudes democráticas y exabruptos, nadie pensaría en su figura para intervenir en un delicado problema humanitario.
Poderosas razones han llevado al mandatario colombiano, Alvaro Uribe, a recurrir a Chávez. Entre ellas destacan presiones internas y externas que le obligan a buscar una solución definitiva al drama de los rehenes en manos de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), que luchan desde hace más de cuatro décadas contra el ejecutivo para acabar con un sistema que consideran excluyente.
Las exigencias en el plano interno provienen de la sociedad civil, la oposición política y, sobre todo, de los familiares de los secuestrados. Este dilema tiene un alto costo político para el presidente reelecto ya que desgasta a su gobierno ante una opinión pública que puede considerar que el eventual fracaso de las negociaciones se debe a su intransigencia. Mucho tiene que perder el Gobierno de Bogotá –mucho más que las FARC- pues recibe enormes presiones de dos direcciones.
A nivel foráneo las demandas no son menos acuciantes porque la situación en Colombia preocupa a varios países con intereses diversos. EE UU, Francia y Venezuela, en ese orden, siguen de cerca la evolución de los acontecimientos por diversos motivos que van desde los geopolíticos, en el caso de EE UU y Venezuela, a los humanitarios, que interesan a la Unión Europea, en particular a Francia porque las FARC retienen a una importante ciudadana de nacionalidad gala. EE UU no ve con especial interés el tema de los rehenes ya que su mira está puesta en la resolución del conflicto mayor: la derrota incondicional de las guerrillas FARC y ELN (Ejército de Liberación Nacional). Para EE UU la solución al problema de la violencia en Colombia sólo puede ser militar (Plan Colombia), de ahí las políticas implementadas por Uribe en materia de seguridad (Plan Patriota) con auspicio norteamericano. Esto parecería ser cierto hasta cierto punto ya que la presencia de Chávez (como mediador) no hubiera sido posible sin la consulta previa de Bogotá con Washington.
EE UU no ve con malos ojos la inclusión de Caracas dada la incapacidad material de Colombia para derrotar a las guerrillas. Desde esa perspectiva no estaría mal negociar con grupos marxistas si es que se logra a mediano o largo plazo una paz duradera. Posibilidad que antes excluía la Casa Blanca de acuerdo a su política de no negociar con organizaciones terroristas. Washington espera que Venezuela ayude, gracias a su ascendencia sobre las FARC, a resolver la controversia que paraliza a Colombia para luego dar paso hacia un escenario en el que se discuta la desmovilización total de la guerrilla. Esta es la nueva visión de EE UU acerca de la guerra civil en Colombia. El precio a pagar por Norteamérica sería ver a una Venezuela mucho más fortalecida a nivel internacional pues mejoría bastante su imagen si el intercambio de prisioneros logra tener éxito.
La Administración estadounidense piensa que no hay ningún riesgo de involucrar a Chávez en las discusiones con la guerrilla, a pesar de que ha venido acusando a Caracas de suministrar armas (fusiles AK-47 recientemente adquiridos a Rusia) y permitir que ese grupo se opere dentro de sus fronteras. El departamento de Estado, y el Pentágono, en particular, se equivocan al suponer que Colombia no corre peligro con la intromisión de Chávez pues hay partidos como el Polo Democrático (una agrupación de centroizquierda que en las pasadas elecciones ocupó el segundo lugar en las preferencias9 que cuestionan la política económica del Gobierno. El Polo congrega a varios ex dirigentes de la guerrilla urbana M-19 (Movimiento 19 de abril) y reclama, al igual que las FARC (de corte marxista, leninista y bolivariana) profundas reformas sociales, económicas y políticas. Esto acerca mucho a ese partido con algunos postulados del socialismo que enarbola Chávez. Además, si las FARC llegaran a desmovilizarse, esto es, entregar las armas y pasar a formar parte de la vida política del país, su presencia en procesos electorales contará con el indudable apoyo de Venezuela, pues el Gobierno de Caracas desea expandir el “modelo bolivariano” por todo el hemisferio. Entonces serían dos los grupos “cercanos” o próximos a Chávez. En el futuro es posible vislumbrar una fusión entre estos dos movimientos, algo que ya adelantó Raúl Reyes durante una entrevista concedida al diario Clarín de Buenos Aires. En respuesta cordial al número dos de las FARC, el senador Gustavo Petro, uno de los principales representantes del Polo declaró que ve con agrado la idea de que las FARC se unan a un probable gobierno suyo.
A manera de alarma, el lugarteniente de “Tirofijo” y miembro del secretariado general de las FARC, Raúl Reyes, señaló que avalarían una alianza política con un partido consolidado como el Polo Democrático porque lo consideran “una fuerza política de masas, de multitudes, con un programa que de verdad reivindica y dignifica al pueblo colombiano”. Sin embargo, pese a estar interesados en conformar un bloque con el Polo, no ocultan sus verdaderas intenciones de ir construyendo el socialismo de resultar elegidos. En una primera etapa consideran necesario gobernar bajo postulados socialdemócratas, sin llegar a claudicar en sus ideales marxistas-leninistas. “Ésa no es la solución definitiva”, dice Reyes, al referirse al modelo de gobierno que encarnaría una eventual coalición con el Polo.
Para Venezuela la posibilidad de destrabar las negociaciones y alcanzar algún acuerdo duradero de paz aliviaría su deteriorada imagen luego de denegar la transmisión de un canal opositor (RCTV), realizar expropiaciones de tierras y activos privados y pretender reeligirse indefinidamente mediante una polémica reforma constitucional. Una solución aceptable al caso de los rehenes le daría nuevos aires a Chávez, y opacaría sus pretensiones de “aumentar el control de su Gobierno sobre la política y la economía”, según The New York Times.
Chávez hasta ahora ha guardo prudencia, pese a al optimismo que le caracteriza, pues sabe que tiene en manos un asunto nada fácil donde las partes tienen posiciones encontradas. Para que su mediación tenga suceso tendrá que hacerle ver a Bogotá y a las FARC que se centren en sus intereses antes que en sus posiciones, es decir, evitar que los participantes mantengan las mismas posturas intransigentes del principio, poniendo especial énfasis en sus necesidades e intereses. En resumidas cuentas, Chávez deberá recordarles lo que pierden si no suscriben un acuerdo voluntario. El columnista del diario Clarín, Marcelo Cantelmi, señala que “Este puede ser el umbral para un cambio histórico en la guerra que se libra desde hace más de cuarenta años en Colombia. No se trata solo del canje de rehenes por guerrilleros, sino de la apertura hacia un proceso político que las FARC ya deslizaron que recorrerían si las condiciones institucionales lo hacen posible”. “Lejos en principio de lo que puede brindar ese avance a quien lo ponga en movimiento, el costo será gigantesco para cualquiera que lo lleve al fracaso pudiendo evitarlo”, concluye.
En la actualidad, el contexto a nivel internacional es favorable y atractivo para que ello se produzca (una negociación de paz con las FARC y el ELN) porque estamos viendo que países como Libia, otrora responsable de patrocinar y albergar campos de entrenamiento para terroristas, recibe inversiones europeas para explorar sus campos de gas y petróleo, además de adquirir sofisticado material bélico francés tras adoptar una política de apertura con occidente.
A parte de ser una oportunidad para Venezuela de incrementar su influencia sobre los procesos políticos regionales. La búsqueda de un diálogo que conduzca a la liberación de 45 rehenes recompone las relaciones entre Chávez y Uribe, quienes vivieron momentos de enorme tensión cuando grupos armados de nacionalidad colombiana penetraron territorio venezolano para capturar a Rodrigo Granda, el llamado “canciller” de las FARC en Caracas en diciembre de 2004. Cabe recordar que Granda fue liberado luego por las autoridades colombianas para facilitar la liberación de Ingrid Betancourt. Ese acto unilateral se debió a la gestión del presidente francés, Nicolas Sarkozy, interesado en el retorno de la ex candidata presidencial que las FARC retiene desde el 2002. La disputa limítrofe entre Colombia y Venezuela (sobre aguas territoriales en el Golfo de Venezuela) también mantuvo en vilo la relación de estos dos países.
Este esfuerzo por conseguir un resultado positivo con las FARC no ha sido el primero que involucra a terceros países en negociaciones puesto que, anteriormente Francia, España y Suiza participaron sin mayor suerte. A diferencia de los esfuerzos diplomáticos europeos, Venezuela cuenta con mucho más ventaja que los citados por tener un pasado histórico común con Colombia. Basta recordar que los dos países más Ecuador, Perú y Bolivia formaron por breve tiempo una sola nación al mando de Simón Bolívar, a las que liberó del dominio español. A esto hay que sumar que Hugo Chávez y Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda, líder de las FARC, comparten una profunda admiración por Bolívar. Chávez rebautizó a su país desde el 2001 como la República Bolivariana de Venezuela. También hay que destacar que Venezuela tiene la suerte de contar con una frontera que facilita los desplazamientos de los negociadores de las FARC. Además Caracas se valdrá de experiencias y tratativas anteriores para ponerse a discutir con los enviados de Bogotá y la guerrilla. A esto se suma su profundo conocimiento del conflicto armado y la necesidad de ver en sus hogares a varios conciudadanos en poder de las FARC (de los 3.000 rehenes que hay en Colombia, la mayoría en manos de ese grupo guerrillero). No hay que olvidar tampoco que la seguridad en la frontera con Colombia en un asunto vital para Venezuela.
El punto a favor con el que parte esta próxima negociación en Venezuela es que Chávez inspira confianza a las partes. En el caso de las FARC es evidente porque son un movimiento armado de izquierda y se definen como “bolivarianas” por reivindicar la “Patria Grande de America Latina”. En guerra desde 1964, las FARC cuentan con cerca de 17 000 efectivos y controlan diversas zonas del territorio colombiano en las que imperan sus normas (su justicia, impuestos y coerción). Tienen presencia en 1000 de los 1050 municipios del país, y mantienen 160 frentes activos de combate. Ese reconocimiento que goza Chávez por las FARC fue corroborado por el segundo mando político-militar de esa guerrilla, Raúl Reyes, quien indicó “En el caso de Venezuela vemos a un gobierno revolucionario, que quiere llegar al socialismo, un gobierno apoyado por la inmensa mayoría, que también dispone de muchísimos recursos y que sabe administrar bien. Todavía le falta desarrollar mucho a favor de su pueblo, eso es cierto, y seguro que pensando en eso es que Chávez considera vital continuar muchos mas años dentro del gobierno (…)”.
Otro factor que se destaca es que las FARC -por ser “bolivarianas”- no van a obstaculizar los esfuerzos mediadores de Chávez. Si lo hacen dañarían severamente las relaciones con uno de los pocos aliados que le quedan en el continente, excepto por Cuba. Al respecto, Milos Alcaray, representante de Venezuela ante las Naciones Unidas durante el primer mandato de Chávez, dijo: “No creo que las FARC, que se definen como bolivarianas, le vayan a negar a Chávez la posibilidad de encontrar una solución. Las FARC no van dejar mal parado a Chávez". El ex vicecanciller venezolano (1996-98) piensa que Chávez se encuentra en una inmejorable posición pues tiene todas las de ganar. Si fracasa sería por intransigencia de una de las partes. Que dicho sea de paso tienen el total control de la negociación pues Chávez no es un arbitro, sino solamente un canal que posibilita el acercamiento de sus infranqueables posiciones.
El tema humanitario, primera plana en la mayoría de diarios latinoamericanos, es parte de un problema de fondo mucho más complejo. Esta medición de fuerzas entre guerrilla y Gobierno -en la que quedan atrapadas decenas de personas cautivas y sus familias- sirve para definir en qué condición encararán una futura negociación que tenga por objeto la paz. Este juego de ajedrez les ayuda a ensayar sus estrategias y a establecer bajo qué reglas y parámetros aceptarían un trato definitivo.
Los rehenes, desde esa perspectiva, están atrapados en un juego de intereses que no necesariamente son contrapuestos si se observa detenidamente que la intención de ambos –Gobierno y las FARC- es ponerle fin al un conflicto que lo único que hace es agotarlos, y con ello, a toda Colombia. Reyes hace poco mencionó que podrían hacerse del poder por otros medios. “Tenemos toda la confianza de que podemos llegar al poder, pero ante todo nos proponemos conseguir en Colombia una apertura que tiene que darse mediante la conformación de un nuevo gobierno que quiera la paz con justicia social. Y para eso señalamos la necesidad de un gobierno pluralista, patriótico, democrático, que se comprometa con la paz, con la defensa de la soberanía, con la independencia, que no extraditen más colombianos, que respeten la dignidad de nuestro pueblo”. Con ello da a entender explícitamente que podrían participar de un gobierno de corte progresista o socialdemócrata, “porque”, -siguiendo otra vez a Reyes-,”nosotros no estamos en la guerra por la guerra”.
De momento el gran obstáculo que impide los acercamientos es la exigencia de las FARC de desmilitarizar una zona de 800 kms cuadros que comprende los distritos de Pradera y Florida para efectuar el canje de prisioneros (45 civiles y uniformados en poder de las FARC por cerca de 500 guerrilleros en cárceles del Estado). Esta petición fue rechazada de lleno por Uribe y así se lo hizo saber al presidente Chávez. Descartada está la entrega de rehenes en suelo venezolano, más no asi la negociación que de se llevara a cabo en Caracas dentro de un mes, según Piedad Córdoba, senadora colombiana del Partido Liberal (opositor a Uribe) y facilitadora del intercambio con las FARC. Hace pocos días la legisladora invitó a Chávez a tomar parte del proceso de liberación como mediador con el aval final de Uribe.
El mandatario colombiano ya ha cedido bastante al nombrar a una rival política en una posición que corresponde naturalmente a un miembro del oficialismo o, en su defecto, a algún importante representante de la sociedad civil. Además, el hecho de involucrar a Venezuela, con las inherentes diferencias políticas y económicas que existen, muestra una flexibilidad inusual en Uribe, pues él es el mayor aliado de EE UU en la región (su país es el que más ayuda recibe y está por cerrar su tratado de libre comercio con la superpotencia del norte). Esta apertura de incorporar nuevos y peligrosos actores (por la cercanía ideológica de Chávez con las FARC) revela que el mandatario colombiano está dispuesto a abordar el problema de fondo, es decir, la paz con los movimientos extremistas de izquierda. Si logra dar ese paso habrá avanzado mucho en la contención de otra gran cuestión como la del narcotráfico, uno de los asuntos fundamentales que ocupa la atención de Washington. Sin la guerrilla protegiendo a las bandas de traficantes de droga, sus actividades quedarán expuestas a acciones de interdicción, captura y reducción de cultivos cocaleros.
A parte de la desmilitarización de dos municipios, las FARC han solicitado la liberación de dos camaradas detenidos en EE UU tras ser extraditados inicialmente por el Gobierno colombiano. Las FARC pretenden canjear a Simón Trinidad (cuyo verdadero nombre es Juvenal Ricardo Palmera) y Sonia (Nayibe Rojas Valderrama) por tres presuntos agentes norteamericanos en cautiverio. Los guerrilleros presos en EE UU enfrentan cargos de terrorismo, secuestro y narcotráfico, por ello será muy difícil conseguir su retorno a tierra colombiana. Este asunto escapa de las manos a Chávez y a Uribe mismo, pues EE UU no ha dado muestras de querer devolver a los dos subversivos. Tal vez como única posibilidad quede que éstos vuelvan a Colombia para ser procesados por su justicia. Algo que las FARC seguramente descartarán porque desean su inmediata excarcelación e incorporación a sus filas.
En lo que sí parece haber un acuerdo tácito es que la entrega de prisioneros será en Colombia. Falta saber cómo. Este impasse podría solucionarse recurriendo a una vieja propuesta de Francia, España y Suiza que consiste en delimitar una “zona de encuentro” en territorio colombiano en la que no habría fuerzas de ningún bando. Ese espacio sería controlado por fuerzas de paz compuestas por integrantes de países vecinos y de otras latitudes. Además participarían organizaciones humanitarias neutrales como el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Todos ellos monitorearían que las partes respetaran las condiciones del canje.
El diario La Nación de Argentina dice “Aunque parezca sólo un matiz en relación a la exigencia de las FARC, es una alternativa en la que no habría ni vencedores ni vencidos: gobierno y FARC podrán decir que no cedieron a las presiones del otro”. Eso es lo mismo que piensa el ex presidente colombiano, Ernesto Samper (1994-1998) pues sostiene que “aquí de lo que se trata también es de que ninguno aparezca como que ha cedido a las presiones del otro”.
Las FARC declaran que “por ser un problema derivado del conflicto interno, el canje debe solucionarse en Colombia”. Raúl Reyes insinuó que de alguna forma que estarían de acuerdo con un intercambio bajo los términos propuestos por los tres países europeos ya que “valoran muchísimo el papel que jugaron y juegan Francia, Suiza y España en busca de un acuerdo”. El Gobierno rechaza esa propuesta, según Reyes, porque consideraba que era una estrategia de la insurgencia para recuperar un territorio perdido frente al avance de las fuerzas oficiales. Colombia registra antecedentes, bajo la presidencia de Andrés Pastrana, de haber despejado un área de 42 mil kilómetros cuadrados en noviembre de 1998, compuesta por las cabeceras de cinco municipios del sur de Colombia. Esta decisión del entonces presidente Pastrana se dio en el marco del diálogo directo que sostuvo con Marulanda. Lamentablemente las conversaciones fracasaron y la zona de distensión tuvo que ser reocupada por las Fuerzas Armadas Colombianas en 20 de febrero de 2002. El gobierno acusó a las FARC del uso de la zona desmilitarizada para fortalecerse militarmente, lanzar ataques, esconder prisioneros, secuestrados y realizar actividades relacionadas con el narcotráfico, además de incumplir las condiciones pactadas entre las partes. Al mismo tiempo las FARC acusaron al gobierno de utilizar el proceso de diálogo para implementar el Plan Colombia y de esta manera fortalecerse militarmente. En síntesis, ambas partes se hicieron reclamaciones mutuas sobre su conducta durante las negociaciones y por su abrupta finalización.
Continuará…
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