Los Gollum de la avenida Javier Prado

Muerte sobre ruedas

por: César Reyna
reservamoral.org

En Lima sanisidrina existe un cruce peligroso: el de la Avenida Javier Prado con Las Palmeras. Cada tanto se produce un accidente de tránsito porque los conductores intentan avanzar antes del cambio de luz del semáforo. Las combis (vehículos tipo coaster usados para transportar pasajeros en Lima) también colaboran con la caótica circulación al impedir el paso a autos de menor envergadura. Las combis doblan y se atraviesan en el camino a voluntad. Les basta el tamaño de su carrocería para intimidar a taxistas y choferes particulares. En las pistas se comportan como esos bravucones de barrio que más de uno debió encarar en su niñez. Actúan como peces grandes y se imponen casi siempre. Su alimento principal son los pasajeros que recogen a mitad de cuadra o en los paraderos oficiales. La lucha por ellos es descarnada. Miles de unidades con capacidad para 25 ó 30 personas circulan diariamente por la avenida Javier Prado. Todas ávidas de ganar la carrera hacia los codiciados pasajeros. Apenas los divisa el conductor acelera –"pisa, pisa", le suele decir su cobrador– para llegar antes que otras líneas achoradas. El cobrador viaja colgado de la puerta y hace sonar su mano como un sonajero. Dentro de su puño lleva monedas con las que reproduce el sonido de un cascabel. A veces dobla billetes de 10 ó 20 soles en forma de "V" entre sus dedos para dar cambio. Grita como Tarzán para advertirle al chofer la presencia de un "tombo" (policía) o de potenciales pasajeros. Se sostiene con una mano de la carrocería y tiene un pie fuera del carro. Da la impresión, a cierta distancia, que la combi fuera su patín. Cuando ve a un policía cierra abruptamente la puerta para que no lo multen, ensardinando así a sus pasajeros, quienes apenas pueden respirar.

He viajado muchas veces en combi, pero no pretendía describir el viaje en sí (como pasajero), sino la forma de conducir de sus arrebatados choferes porque creo tener una idea de cómo solucionar parte del problema. La cuestión que planteo para reordenar el tránsito es sencilla aunque llevarla a cabo requiere mucha voluntad. Dada la atomización del sector involucrado, es decir, la fragmentación de la oferta en pequeñas empresas de transporte, sería conveniente que grandes compañías brindaran el servicio (con nuevos omnibuses y pilotos profesionales), previa licitación de rutas, desde luego, para que los conductores reciban un salario fijo y no estén luchando por cada pasajero como si fuera un botín en las calles. Si percibieran una determinada cantidad, independiente del número de pasajeros que transportan, no tendrían incentivos para congestionar los paraderos y manejar irresponsablemente, al menos en esa parte de la vía. Así se evitaría que compitan con otras unidades, lo que ha venido causado más de un accidente lamentable. El objetivo es desincentivar el corrosivo comportamiento pirata con simples reglas de mercado porque las sanciones no han mellado su codicioso ímpetu, ya que piensan que se puede llegar a un arreglo con la autoridad. Esto no impide que se tomen otras medidas destinadas a ese fin pues la solución debe ser integral. Más allá del evidente déficit de educación cívica y de valores, lo que se propone es algo factible. Implementarlo no será fácil pues anticipo que los gremios de transporte urbano alegarán que no se les deja hacer empresa (presentarán acciones de amparo para mantener el imperfecto estado de cosas). Regenerar a los Gollum (choferes de combi) a estas alturas es casi imposible pues consideran que los pasajeros -una vez que han pagado su pasaje, no antes- son preciados anillos de Sauron.