TLC con China, un cuento chino
Por César Reyna
Por César Reyna
El Tratado de Libre Comercio suscrito entre el Perú y China, pese al desbordante optimismo de las autoridades firmantes, deja muchos cabos sueltos. Ciertamente no hay motivos para alegrarse (del lado peruano) pues el acuerdo ha sido negociado de manera deficiente. Nada de lo que los funcionarios del gobierno prometen o pregonan se hará realidad a menos que se realicen reformas importantes. Los tratados de libre comercio no son herramientas mágicas que mejoran la calidad de nuestras exportaciones. Y aunque resulta lógico que crezcan porque nuestros productos van a ser exonerados de aranceles, éstas no generan incentivos adicionales para desarrollarnos. Sin tener un acuerdo vigente con China, hemos enviado el año pasado bienes por un valor de 3.735 millones de dólares (un aumento de 52% respecto al 2007) debido al incremento del precio de los minerales y de la tonelada de harina de pescado, nuestros principales productos de exportación al gigante asiático. La composición de nuestra oferta exportadora no variara sustancialmente pues el cobre, el mineral de hierro y el zinc seguirán ocupando los primeros puestos entre nuestros envíos.
La principal característica de esta clase de acuerdos (generalmente entre potencias y países del Tercer Mundo) es conservar el rol que juegan las partes contratantes dentro de la economía mundial. Así, países como EE. UU., China, Japón y bloques como la Unión Europea siempre elaboraran conocimiento y fabricaran productos de alto valor agregado; mientras que sus "pares" menos desarrollados (contrapartes en los tratados) serán vendedores de bienes de poco valor. Los TLC sirven básicamente para mantener las tendencias en el comercio actual pues países muchos subdesarrollados (como Perú) están acostumbrados a ofrecer recursos naturales en lugar de estimular su producción industrial. Las naciones que han dado el salto (de comercializar materias primas a manufacturas) lo hicieron mucho antes de se firmar acuerdos de libres comercio con el mundo desarrollado. El caso de los tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwán. Malasia, etc.) es emblemático y corrobora esta afirmación. En esos países el Estado jugó un papel muy importante aportando capital a bajos intereses, otorgando subvenciones y dando exoneraciones tributarias para el despegue de su industria manufacturera y tecnológica. De esa forma pasaron a ser economías emergentes.
Eduardo Ferreyros, viceministro de Comercio Exterior peruano, dijo que las exportaciones no tradicionales pasarían de 230 millones de dólares a US$ 805 millones en el 2011. La fecha de entrada en vigencia del nuevo acuerdo comercial sería el 01 de enero del próximo año. Se dispensaría de trámite en el Congreso porque las modificaciones legales necesarias se hicieron cuando se aprobó el TLC con Estados Unidos. Así, el 83% de los productos que Perú exporta a China no pagaran aranceles desde el primer día de vigencia del acuerdo, entre los que se encuentra el espárrago, la pápikra y productos pesqueros como la pota y pescados congelados. La uva, que tanto interesaba a muchos agroexportadores, se desgravara en 6 años, el mismo plazo concedido a Chile, país que celebró un pacto similar con los chinos hace dos años.
Las confecciones, el calzado y la metal-mécanica quedaron fuera del acuerdo por ser sectores sensibles. Esto quiere decir que el Perú seguirá aplicando aranceles a productos de ese rubro mientras sean importados desde China. El sector textil es altamente sensible porque los fabricantes asiáticos son subsidiados por su gobierno y existe dumping social. China, a pesar de ser dirigida por "comunistas", vulnera derechos laborales ya que no existen beneficios para los trabajadores (a los que se les paga salarios de US$ 35 al mes). El milagro que tanto se admira por estos y otros lares se basa en la explotación más inhumana de la tierra.
El presidente Alan García dijo desde Brasil que el tratado "permitirá el desarrollo de la industria, la manufactura y la producción peruanas, y también la presencia del poder tecnológico y económico de China''. ¿De qué desarrollo podría estar hablando el mandatario si nuestra mayor producción agrícola ha sido excluida del acuerdo? Cerca de 88 partidas continuarán pagando aranceles, entre las que se encuentra el maíz, azúcar, trigo, arroz, lana y algodón. ¿Si nuestros principales cultivos costeños, donde se ubica la agricultura más tecnificada, no van a ser beneficiados, para qué se negocio entonces ese acuerdo? La intención detrás de toda negociación comercial es conseguir que lo que producimos en gran volumen tenga la posibilidad de ingresar con arancel cero a otros países. ¿Si no cuál es el objeto de debatir durante 15 meses? Por si fuera poco, el acuerdo no contempla que el café, tabaco, aceites y grasas vegetales puedan comerciarse en China. Estos ítems no forman parte actualmente de nuestro comercio con la tercera economía del mundo. A través de estos productos podríamos desarrollar marcas, sobre todo en el caso del café orgánico, pero China nos cierra su mercado. El Perú, como lo indican varios medios, no excluyó productos agropecuarios orientales del programa de desgravación, los que ingresaran libremente en plazos que van desde los cuatro hasta los diez años.
El acuerdo alcanzado es totalmente asimétrico a pesar de la supuesta complementariedad de nuestras economías. Las autoridades nacionales sostienen que el TLC facilitará la inversión en minería y energía eléctrica, eólica, petróleo y gas, asi como en el sector pesquero. Pero para exportar minerales no se requiere un TLC, ni tampoco para vender harina[1] de pescado por ser materias primas. Sería un despropósito que China aplicara aranceles a dichos insumos pues encarecería la producción de bienes más elaborados (teléfonos celulares, automóviles y maquinaria diversa) pues se restaría competitividad. En el caso de energías limpias como la eólica, el Perú ha dado marchas y contramarchas ya que no se ha aprobado el reglamento que regularía la inversión en dicho campo. La inversión está paralizada a pesar del interés de empresas españolas para aprovechar el potencial de los vientos del litoral. La indefinición es más que sospechosa ya que el país necesita contar con nuevas fuentes energéticas.
El mercado chino es interesante por su rápido crecimiento (400 de los 1300 millones de habitantes están integrados en la economía de mercado), pero no creemos que nos desarrollemos exportando alimentos casi maduros o enlatados.
Las inversiones en minería seguirán llegando con o sin TLC porque existe estabilidad política y reglas claras (en materia impositiva). Los costos de explotación local son bajos porque no existen impuestos a la sobre ganancia y la mano de obra es barata. Además, la mayoría de yacimientos son de tajo abierto, lo que economiza mucho trabajo de ingeniería y acorta el tiempo de maduración de los proyectos.
El economista Pedro Francke, profesor de la Universidad Católica, pregunta con qué productos accederíamos al mercado chino si "con los industriales no, porque ellos son más competitivos que nosotros; los metales, la harina de pescado y otras materias primas ya les vendemos y de todas maneras nos van a seguir comprando, posiblemente solo podamos vender más de algunos productos agrícolas".
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[1] Encarecer la harina de pescado, ni bien llega a sus terminales, elevaría automáticamente el precio de la carne de pollo (las aves de corral son engordadas con ese producto), y generaría inflación porque forma parte de la dieta de los chinos.
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