Crónica de César Reyna
La reunión entre el laureado escritor y el candidato presidencial fue a las 8 p.m. hora de Madrid. El encuentro de ayer tuvo lugar en la casa del narrador, ubicada en el centro de la capital. Mario Vargas Llosa lucía nervioso porque Ollanta Humala le recordaba su pasado en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde comenzó a detestar a los uniformados. La desconfianza entre el ‘escribidor’ y el líder nacionalista era mutua. Humala lo miró firme y exhibía mucha seguridad; mientras que Vargas Llosa apenas podía disimular su incomodidad frente al político de tez cobriza. El literato nunca supo mentir ni ocultar desagrado en situaciones tensas. El apretón de manos inicial seguramente le causó dolor a Vargas Llosa ya que siempre fue un hombre frágil. Durante la hora y media de entrevista debió maldecir para sus adentros al ‘cachaco’ que apretujó su mano derecha.
Vargas Llosa no tenía intención de reunirse con Humala pero sus allegados lo buscaron y concertaron una cita con él. No podía desairearlo, y menos encontrándose en la misma ciudad, ya que sus adversarios dirían que se corrió como Hugo Chávez cuando descartó debatir con el autor de ‘Conversación en la Catedral’. Humala lo llamaba ‘Don Mario’, mostrado mucho respeto por uno de los peruanos más ilustres y mediáticos. Esa familiaridad le disgustaba a Vargas Llosa porque Humala no era de su agrado. Más que su persona y sus gestos militares le disgustaban sus ideas retrógradas. El escritor pensaba que estaba conversando la reencarnación de Velazco Alvarado, el general que dirigió con puño de hierro al Perú a mediados de los 70.
Ambos bebieron café y agua embotellada durante el encuentro. En ese lapso el que tomó la iniciativa fue Humala, hombre acostumbrado a mandar, para romper el hielo y despejar las dudas de ‘Don Mario’. Humala le dijo que su proyecto político era distinto al del controvertido presidente venezolano porque no pensaba en estatizaciones ni en recortar libertades. Su modelo apuntaba recuperar la dignidad nacional poniendo el Estado al servicio de los demás mediante la renegociación de contratos con las multinacionales. Entonces Vargas Llosa intervino para advertirle que cualquier cambio brusco en las reglas de juego podría ahuyentar la inversión. “No se preocupe Don Mario, todo eso será negociado y comunicado en su oportunidad para no asustar a nadie”, aseveró Humala.
La charla tuvo la dinámica de un vendedor que trata de convencer a un ama de casa de las bondades de un producto de limpieza. Vargas Llosa no creyó en las palabras de Humala porque sus argumentos y respuestas habían sido elaborados por los asesores políticos de éste, es decir, por Carlos Tapia, sociólogo y ex comisionado de la verdad, y por el economista Félix Jiménez, catedrático de la Universidad Católica. Estos personajes se encargaron de preparar a Humala para los debates con Alan García en el 2006 y le escriben la mayoría de sus discursos e intervenciones políticas. Vargas Llosa sabía muy bien que lo que expresaba no provenía de su mente porque es un hombre que carece de lecturas fundamentales, una razón más para despreciarlo y sentirse superior. Para él un militar no latinoamericano no puede ser culto. De ahí que muchas de las intervenciones de Humala le parecieran ajenas a su reducida inteligencia.
Humala se esforzaba por demostrar sus recién adquiridos conocimientos históricos y filosóficos, y que el nacionalismo no es la temida “peste negra del siglo XX”, como fue calificado hace un par de mes por su contraparte. Humala repitió el libreto según el cual su nacionalismo se originó en el siglo XIX y no en el XX como afirmó el célebre escritor. “Ahí se equivoca, ‘Don Mario’, lo que yo defiendo es una corriente del liberalismo surgida en el siglo XIX, un aporte que se diferencia corriente fascista que llevó al mundo a dos conflagraciones mundiales”, sostuvo el ex militar.
Vargas Llosa estuvo más callado que de costumbre y no se atrevió a contradecir a Humala por impotencia. Como no había cámaras ni grabadoras de bolsillo presentes se limitó a escuchar y asentir mientras transcurría el tiempo. Lo único que quería el ex candidato del Fredemo, coalición de derecha que fue derrotada por Fujimori en 1990, era que culminara cuanto antes la incómoda cita. Humala descartaba la estatización y ponía énfasis en la presencia del Estado en la educación, la salud y la protección del medio ambiente. Asimismo, descartó que se dejara manipular por Chávez o por cualquier otro mandatario extranjero. “Como nacionalista no puedo permitir injerencias de ese tipo… y como ex militar no comprometer la soberanía nacional, eso se lo aseguro, Don Mario”, le recalcó.
La discusión se centró en temas de coyuntura nacional e internacional. Hablaron un poco sobre Obama y la proyección del Perú dentro del contexto regional. El encuentro materializó la invitación que le hizo Humala a principios de junio del presente año, a fin de dialogar sobre su propuesta política. Humala aprovechó su visita a la capital española para el escritor abandonara sus prejuicios respecto al movimiento que encabeza. Humala buscaba que Vargas Llosa se retractara de la afirmación que hizo durante la entrevista que concedió a la periodista Rosa María Palacios en Caracas, cuando asistió a un evento internacional sobre la democracia. En aquella oportunidad comparó el nacionalismo con una enfermedad terminal (con el Sida).
Humala evitó los calificativos personales –en los que seguramente hubieran caído Chávez o Evo Morales- e invitó cordialmente a Vargas Llosa para superar sus diferencias. El objetivo de su viaje por el Viejo Continente era mostrar talla de estadista a la prensa internacional y a los peruanos residentes en Europa, pero en Lima un parlamentario de su bancada organizó una conferencia en la que se presentaron tres miembros del MRTA en una sala del Congreso. Cuando la noticia llegó a sus oídos trató de desmarcarse diciendo que se encontraba lejos. Por si fuera poco, su hermano Antauro Humala, detenido por tomar una comisaría en Andahuaylas en enero de 2005, está apunto de abandonar el penal de Piedras Gordas en Puno por exceso de carcelería. La excarcelación de este radical reaviva los temores de que Ollanta asimile la ‘doctrina’ de fusilamientos masivos planteada por su hermano.
Cuando terminó la cita Humala volvió apretar con fuerza la adolorida mano de ‘Don Mario’. Lo hizo con dureza, fiel a su formación militar. ‘Don Mario’ contuvo las muecas de dolor que empezaban a dibujarse en su rostro para no demostrar que la estaba pasando mal. La dolencia entumeció los tendones y ligamentos de Vargas Llosa varias horas después. Con la mano inutilizada recordó que de joven su alma había sido aprisionada en un colegio donde imperaban las reglas del cuartel.
A la salida del hotel Humala sonríe porque considera que la plática fue provechosa. Sus asesores están plenamente confiados en que con más apariciones mediáticas de ese corte podrán cambiar su imagen de militar intransigente que carece de ideas. Tras ajustar la mano del canoso septuagenario, Humala le dijo que debían reunirse nuevamente, pero esta vez en Lima, para seguir intercambiando puntos de vista. El ‘pensador’ de la derecha asintió hipócritamente como durante toda la velada. No le aseguró cuando se realizaría ni bajo qué circunstancias pues tenía la agenda bastante apretada. Para Don Mario la cita se resume en hora y media perdidas tratando asuntos con un individuo que apenas llega a comprender por qué camina o está vivo; para Humala fue la oportunidad de reunirse con un intelectual que, debido a la superficialidad de su análisis, apenas alcanza a entender a nuestro país.
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