martes, 29 de agosto de 2006

Cajamarcazo II

Algo que no había advertido en un inicio y que tiene que ver, y mucho, con la situación que se vive en estos momentos en Cajamarca, es que a la minera Yanacocha le han aparecido defensores tan efusivos y bulliciosos como sus opositores comuneros. Este grupo ha surgido como fruto de la paralización y está compuesto mayormente por aquellos que han sido beneficiados tanto directa como indirectamente por la actividad de la mina. Nos referimos a los trabajadores de Yanacocha, los que laboran para algún service o simplemente prestan alguna labor de apoyo.

Cabe resaltar que mucha de la boyante actividad comercial de Cajamarca se ha debido la incidencia económica de la empresa minera en la región, ya que ha aumentado el ingreso per càpita de cierto sector de la población. Y a mayor ingreso mayor capacidad de consumo. He ahí que muchas empresas de servicios se hayan instalado o piensen en hacerlo, tales como cadenas de restaurantes, hoteles, bancos, tiendas por departamentos, cines, etc. Por eso no es de extrañar que tanto trabajadores dependientes como independientes y los comerciantes hayan formado una cruzada con el fin de evitar el cierre indefinido de la compañía, puesto que está en juego la supervivencia de sus familias, es decir, sus ingresos.

Para la región esta situación es negativa ya que muchos comercios decidirán no abrir o restringir también sus operaciones, despidiendo posiblemente a sus empleados. Lo cierto es que la economía de Cajamarca, que antaño giraba en torno a la actividad ganadera (lechera concretamente) y turìstica, hoy es más que nunca dependiente de las operaciones mineras, bien sea por los recursos del canón o por los efectos en el consumo. Creàndose, así, un nuevo proletariado que recién ha tomado conciencia de sì mismo-- de su existencia--en el preciso momento en que èsta peligra, dado que sin la mina desaparecerían inevitablemente.

La situación tiene alguna similitud con la que tuvo Potosí, conocido en tiempos virreinales como “Cerro Rico” en el Alto Perú. Hacemos esta comparación porque la ciudad de Potosí dependía enteramente de la explotación de la plata, a tal extremo que en el momento de su decadencia, a mediados del siglo XVIII, se produjo también la de la ciudad y de la actual Bolivia. Dicho país basó su economía en la minería y casi todos sus recursos mineros fueron explotados por España durante la colonia por lo que ahora tiene una economía inestable. Y esto es precisamente lo que en parte sucede o podría ocurrir de no tener una estrategia, como Estado, para saber qué hacer después de agotar la vida útil de nuestros yacimientos minerales. Esa es la gran tarea pendiente por enfrentar, y para la cual deberíamos estar listos, si es que no queremos atravesar por situaciones parecidas a las de nuestros vecinos sudamericanos.

Está bien, desde luego, saber cómo y en qué emplear los recursos del canòn o las regalías. Pero mucho más importante que eso es tener en claro qué cosa vamos a hacer más adelante una vez que mermen los ingresos mineros. Sin un proyecto al respecto, carecemos de toda viabilidad en el largo plazo y estamos expuestos a que los militares nos gobiernen en el futuro con el fin de poner orden. Volviendo otra vez al pernicioso péndulo del poder, es decir, a oscilar entre gobiernos democráticos y modelos autoritarios como en el pasado.

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