viernes, 20 de octubre de 2006

Iran’s President : “Israel Must Be Destroyed or Delenda est Israel”

A Catón, llamado el Antiguo o el Censor (234—149 a.C) se le atribuye la frase “Delenda est Carthago” (Cartago debe ser destruida) con la cual propugnó la destrucción de la república africana, nación que disputaba comercial y milatarmente con Roma la hegemonía sobre el Mediterráneo.

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La Eneida, obra del gran poeta latino Virgilio se repite, y esta vez no son Dido (reina de Cartago) ni Eneas (héroe troyano) sus protagonistas; sino Irán e Israel, dos naciones que al interpretar dichos roles podrían llevar al mundo a una conflagración regional.

La comparación entre los personajes literarios con los reales (el primer ministro israelí y el presidente iraní) tiene lugar ya que tanto el pueblo cartaginés como el romano (a través de Eneas) estuvieron muy vinculados en sus orígenes. Al extremo que sin la asistencia recíproca entre ambos, ninguno de los dos hubiera perdurado. Dido acoge a Eneas tras su huida de Troya y Eneas ayuda a la reina a preservar sus dominios. Naciendo entre ellos una infructuosa pasión que llevará a sus descendientes al odio y la destrucción.

La similitud entre los pueblos anteriormente citados pasa por el Antiguo Testamento, concretamente cuando a partir del patriarca Abraham germinan las naciones árabe y judía. A pesar del origen común, el posterior distanciamiento provocó que las diferencias fueran acentuándose y que su actual coincidencia en un mismo espacio geográfico sea conflictiva.

La historia se repite pues ambas naciones están hermanadas según sus respectivos textos sagrados: el Corán y la Biblia. La mitología y la religión parecen confirmar desde Caín y Abel que cuanto más profundos son los lazos entre los hombres, más próximos están a enemistarse. Es como si estuvieran predestinados a aborrecerse y agotarse el uno al otro en luchas sangrientas e interminables.

El reciente episodio que revive este odio se suma a una larga lista de animadversiones, malentendidos y altercados. Es como el “eterno retorno de lo idéntico” como dijo Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”. En clara alusión a que todo tiende a reeditarse en el universo y el ser humano no es la excepción.

Mahmoud Ahmadinejad y Ehud Olmert tampoco son ajenos a este principio filosófico, en virtud del cual los odios vuelven a erigirse por encima de la razón y la cordura.

Freud, padre del psicoanálisis, señaló que el sentimiento tanático alude a la pulsión destructiva y aniquiladora en el hombre. En la actualidad no imaginamos que podría pasar si Tanatos llega a liberarse de sus constricciones culturales. Seguramente acudiríamos al fin de la civilización y la cultura como la conocemos. En un escenario nuclear en el que las cadenas de este sentimiento se rompan, la capacidad de destrucción mutua está más que asegurada.

Esperemos que las expresiones del mandatario iraní, bajo las cuales amenazó "a todo país que respalde al estado judío" y advirtió que "esa nación (Israel) pronto desaparecerá", no sean en un futuro proféticas. Dichas manifestaciones coincidieron en el marco de las celebraciones del "Día de Al-Quds”, el nombre árabe para Jerusalén. En esa fecha los iraníes conmemoran la ilegítima toma de la ciudad por parte de los judíos europeos. Caber recordar que Jerusalén es sagrada para las tres religiones del libro: la judía, cristiana e islámica, en cuyo último caso la santidad de ésta se debe a que el profeta Mahoma ascendió al cielo desde el lugar donde se erige ahora la Mezquita de la Cúpula de la Roca, bajo los cimientos del Templo de Salomón.

Tal festividad fue instituida en vida por el Ayatolá Jomeini en la que se recuerda este hecho como una ofensa a la fe islámica y sirve, en este caso, para que los líderes de la revolución chiíta pronuncien inflamados discursos contra Israel y su aliado norteamericano.

En esta oportunidad, durante la celebración se renovaron las amenazas hacia occidente y conminó a Europa a romper relaciones con Israel. Estas declaraciones pasarían desapercibidas si no fuera porque Irán está desarrollando un programa nuclear que resulta peligroso para la estabilidad de la región; aunque tal vez a partir de éste pueda establecerse un verdadero equilibrio geopolítico dado que Israel sí posee dicha tecnología, y no precisamente con fines pacíficos.

El problema aquí es la posición asumida por régimen iraní, ya que dadas sus aspiraciones nucleares, abre una enorme interrogante en torno a las acciones que tomaría de dotarse con tales armas, es decir, no sabemos cuál sería su nueva actitud una vez que consiga hacerse con dicha capacidad disuasiva.

Para Irán, el fin último del armamento nuclear no debe ser “borrar del mapa a Israel”, como lo anunció en reiteradas ocasiones su presidente y el propio Ayatolá, ya que con ello sólo garantizaría una cosa: su aniquilación. Entonces, la causa fundamental para tal empresa sólo puede ser una: evitar una futura invasión estadounidense. Con los antecedentes de Irak y Afganistán, Irán tiene motivos de sobra para justificar internacionalmente sus programas nucleares. Además, con la adquisición de estas armas se cristaliza un viejo anhelo de Jomeini: fortalecer el desarrollo de su revolución, cuya meta principal era irradiarla hacia países donde la presencia chiíta fuera significativa.

Dichas armas también proporcionarían un mayor peso regional y convertirían a Irán en una nación con serias posibilidades de acceder a un lugar permanente el Consejo de Seguridad de la ONU. A pesar de las diatribas lanzadas en contra de dicho Consejo, tildándolo de “ilegítimo” ahora que se avecinan sanciones para su país (por llevar a cabo su programa nuclear al margen del Tratado de No Proliferación Nuclear), para Ahmadinejad representaría un hito importante sentar a un emisario suyo a la par de los de las grandes potencias. Tal vez esa sea una de sus mayores ambiciones de cara al futuro. Algo inédito para una nación árabe. Con el tiempo creemos que sea factible un escenario donde los árabes se encuentren representados de manera indefinida, al igual que la India, Australia y algunos países más. En el futuro, el sitial que podría corresponderle al mundo musulmán sería disputado por Pakistán e Irán, toda vez que el primero ya cuenta con armas de destrucción masiva y el segundo está realizando denodados esfuerzos por conseguirlas.

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