jueves, 19 de octubre de 2006

War in Iraq: ¿Smells Like Tet Experience?

Por primera vez desde que comenzó la guerra en Irak, el presidente Bush ha admitido que la situación actual en ese país podría ser similar a la de Vietnam en 1968, tras la ofensiva de Tet, que los historiadores consideran un punto de inflexión hacia la retirada norteamericana del país asiático.

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En una entrevista concedida a la cadena televisiva ABC, el presidente norteamericano consideró que la situación que sus tropas están enfrentando en el convulsionado país ha alcanzado un nivel de violencia inusitado y que los insurgentes han convertido su ofensiva en una muy semejante a la padecida por los soldados estadounidenses en Vietnam. Estos comentarios los hizo a raíz de las afirmaciones del periodista de opinión del New York Times, Tom Friedman, quien deslizó la posibilidad de que en estos momentos álgidos de la guerra en Irak se estén viviendo hechos ya experimentados en la desastrosa guerra contra el Vietcong. Hechos que a consideración del columnista podrían provocar la retirada de EE.UU. al tornarse la situación incontrolable. A lo que Bush respondió: “No va a haber una retirada total de tropas”. A partir de estas expresiones podemos concluir que el mandatario occidental está meditando, al menos, un repliegue parcial de su ejército.

Con el número de bajas norteamericanas in crescendo (en lo que va de este mes han muerto 67). La estrategia de la Casa Blanca parece enfocarse en distender la atención sobre Irak, que según encuestas de opinión se ha convertido en un tema central en estas elecciones. Solamente un 34% de los más de mil consultados señaló el pasado fin de semana que respalda el conflicto, frente a un 64% que se opone, según el sondeo realizado por la empresa Opinion Research Corporation.

Tal estrategia ya está en marcha desde el miércoles pues el Departamento de Seguridad Interna (Homeland Security) lanzó la advertencia de que los estadios de fútbol americano podrían ser potenciales objetivos de los radicales islámicos. Aunque la amenaza no ha sido corroborada, Seguridad Interna ha alertado a los medios que en eventuales atentados a los cosos deportivos se utilizarían “bombas sucias”, es decir, material radioactivo liberado a través de una explosión menor (no nuclear) a campo abierto. El FBI, en cambio, ha minimizado esta amenaza por carecer de bases sólidas.

Tales versiones nos dejan con el sabor de que algo se está cocinando en el Partido Republicano con el fin de mantener la mayoría congresal en el Capitolio. Ahora que la guerra ocupa la atención principal del electorado estadounidense, es menester manipularlo con presuntos atentados y que mejor que alterar la rutina sabatina o dominical de los norteamericanos con esta “advertencia”. Si fuera cierto aquello, es decir, la detonación de una “bomba sucia”, el Departamento de Seguridad Interna no dejaría la protección de los recintos deportivos a la NFL (Nacional Football League). De ser veraces esas intimidaciones tomaría inmediatamente cartas en el asunto porque los guardias locales o privados no están en capacidad de hacerle frente a los integristas musulmanes, quienes planifican sus atentados con la debida meticulosidad y cuidado.

Una “amenaza” de este tipo sólo busca, en palabras de José M. Calvo, columnista del diario El País de España, que “el votante disculpe Irak en nombre de la seguridad y la lucha contra el terrorismo”. Y que mejor que revivir viejos temores y amenazas aun cuando no fueran ciertas. Total, todo vale en esta ceñida y ultrajada campaña electoral.

Un hecho adicional que no podemos dejar pasar—porque nada es casual en política--es que algunas encuestas han venido constatando el profundo malestar de la clase media estadounidense hacia la Admistraciòn republicana, el cual está vinculado a la pérdida de bienestar, la imposibilidad de alcanzar el sueño americano y que el gobierno se inclina a defender los intereses de las grandes corporaciones en vez de reparar en las preocupaciones de este estrato. No es casual entonces que este nuevo “desafió” a la seguridad nacional en los estadios, a los que concurre particularmente la clase media, estè dirigido a orientar la atención de dicha clase hacia el peligro que aùn representa el terrorismo islámico (en suelo americano). En otras palabras, que al concentrar su mirada en el terrorismo evita que piense en el calamitoso Irak, donde la poderosa fuerza militar estadounidense convive día tras día con la impotencia y la derrota.

En cuanto a las comparaciones de la actualidad iraquí con la ofensiva del Tet, debemos señalar que aún no se ha visto algo parecido a lo sucedido en Vietnam hace casi 40 años atrás. Los escenarios son diferentes aunque no el grado de animadversión que enfrentan los norteamericanos. No vemos cómo la resistencia pueda movilizar 84,000 guerrilleros como lo hizo el ejército norvietnamita. La semejanza sin duda debe ir por el lado del recrudecimiento de las hostilidades que están desangrando poco a poco al país. Pero ni siquiera eso emparenta la situación con la de Vietnam ya que dicho país no tuvo una violencia sectaria ni estuvo compuesto por grupos étnicos tan disímiles. Los vietnamitas del sur estaban sometidos a un régimen pro occidental pero corrupto; los del norte a uno comunista. En lo que coincidían era que deseaban un Vietnam soberano, libre de toda intromisión como se lo hicieron saber en carne propia a los franceses al conseguir su independencia el 7 de mayo de 1954, tras la batalla de Dien Bien Phu.

La ofensiva aludida próspero porque el general Westmoreland, Jefe del Ejército Norteamericano destacado en Vietnam, ignoró los reportes de inteligencia que señalaban que se avecinaba un gran asalto comunista en fechas cercanas al año nuevo. Su ceguera fue compensada por el contraataque estadounidense que redujo a cenizas las posiciones ocupadas por el Vietcong en Saigón, ciudad donde se produjeron los mayores enfrenamientos urbanos. A pesar de la victoria occidental que permitió recuperar plazas perdidas, los norteamericanos interpretaron ese ataque como una derrota porque los medios transmitían en vivo la crudeza del combate y el fuego al que eran sometidos sus soldados. Con la difusión de las imágenes se diluyó la contención mediática que la Administración de Lyndon B. Johnson venía realizando sobre la guerra de Vietnam hasta ese entonces. Triunfo pírrico pues al poco tiempo el republicano Richard Nixon se hizo con la presidencia y significó librar otra dura batalla en casa, donde las protestas, marchas y manifestaciones se sucedían una tras otra para perturbar la tranquilidad del paranoico ocupante del Salón Oval.

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