domingo, 8 de octubre de 2006

North Korea: The Great Jump Back

Después la Guerra Fría, uno de sus dinosaurios todavía sigue aquí. Jugando con el cuento “el Dinosaurio” del guatemalteco Augusto Monterroso, alertamos cómo, en pleno auge de la globalización, una nación desafía la evolución de las civilizaciones y brega en contra de las tendencias que rigen al mundo.

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Podemos afirmar, casi con precisión absoluta, que Corea del Norte es el único heredero de la bipolaridad mundial. Ni siquiera el régimen cubano podría calificarse como dinosaurio aunque haya sido dirigido por el mismo líder desde que triunfó la revolución. La diferencia radica, principalmente, en que Cuba ha realizado algunas tibias reformas económicas (pues se registran inversiones extranjeras en algunos sectores) e implementado un "estado de bienestar" (que proporciona educación y salud de primer nivel a sus ciudadanos). Este, por su puesto, no es el caso de la Corea comunista pues los ingresos de su economía provienen de actividades ilegales como la falsificación de monedas, el narcotráfico (opio y hachís) y la probable transferencia de tecnología nuclear y milística a países inestables. En lo que desarrollo humano se refiere, la población padece hambrunas desde mediados de los noventa y carece de infraestructura básica.

Ante este panorama, el poder de cautivar la atención de la comunidad internacional y ejercer cierta presión sobre ella se sustenta en las reiteradas demostraciones de su amenazante poderío bélico. De ahí que cada cierto tiempo Corea del Norte realice ejercicios militares que implique la movilizaciòn de tropas cerca de la frontera surcoreana, desplegar plataformas de misiles de alcance medio con capacidad atómica o detonar un artefacto nuclear bajo tierra, cuyo caso representa la última de las provocaciones de este Estado totalitarista hacia sus vecinos capitalistas: Corea del Sur y Japón, principalmente. Pero también hacia Estado Unidos, quien además de la amenaza terrorista tiene que hacerle frente a la prepotencia de este rezago de la Guerra Fría.

Una de las interrogantes que surge comúnmente es: ¿por qué un régimen de estas características no ha caído aún o por qué se mantiene casi intacto cuando el mundo ha experimentado una serie de transformaciones?

La repuesta se debe a que la potencia emergente asiática: China, tiene grandes en intereses en preservarlo. Y no por razones ideológicas, ya que a pesar de que en ambas naciones rige un partido único y son herederas del marxismo (en China gobierna el Partido Comunista Chino y en Corea del Norte el Partido de los Trabajadores), èsta última es partidaria de reformas económicas y atrae un gran flujo de inversiones anualmente. Entonces, la causa de este apoyo sólo puede ser política, o mejor dicho, geopolítica, concretamente hablando.

Para el país de la Gran Muralla, Corea del Norte es un lastre que necesita mantener a flote ya que abandonarlo a su suerte implicaría afrontar enormes presiones sociales y estratégicas. Un eventual abandono del mayor aliado norcoreano provocaría la debacle del régimen y una ola migratoria en la frontera china donde millones de desplazados buscarían la asistencia del gigante asiático en calidad de refugiados. Con la caída, el siguiente paso sería la reunificación de la Península de Corea bajo el auspicio occidental, es decir, bajo el control de EE. UU. y Corea del Sur, quienes asumirían el protagonismo de dicho proceso y la mayorìa de los pasivos dejados por el norte. Esto es justamente lo que la República Popular China no quiere o trata de evitar pues implicaría el ingreso de fuerzas norteamericanas a escasos kilómetros de su territorio.

También podríamos considerar como hipótesis que el apoyo de Beijín sirve para ejercer presiones indirectas sobre EE.UU, el cual ampara a Taiwán desde el surgimiento de la Revolución China en 1949. China tilda a la isla de Formosa como una "provincia rebelde" y sostiene la "tesis de una sola China", desconociendo en cualquier foro internacional u oportunidad, la autonomía de este tigre asiático. De ahí que sea lógico pensar que el sustento político, diplomático y militar que China proporciona a su vecino forma parte de una estrategia consistente en “pagarle con la misma moneda” a EE.UU., es decir, en afectar en el nordeste asiático a EE.UU de la misma forma que éste lo hace en el sudeste al alentar el secesionismo taiwanés.

Cabe recordar que EE.UU. ha armado hasta los dientes a la isla, dotándola de la mejor tecnología militar estadounidense, además de apoyarla económica y polìticamente durante décadas. Taiwán es un importante productor en innovador en el campo de alta tecnología: chips y software, bàsicamente, de los cuales depende el sector informático y las comunicaciones de EE.UU. Esto explica el soporte norteamericano hacia Taipei, cuyo interés geopolítico se centra en evitar que China domine el mercado tecnológico, en otras palabras, que EE.UU. se torne dependiente no sólo comercial, sino también tecnológicamente hablando de China.

El equilibrio pues es frágil y más aun cuando Pyongyang se muestra reticente a discutir los alcances de su programa nuclear. Incluso para la propia China, el régimen de corte estalinista representa y ha representado un difícil aliado con quien tratar (dada su negativa a implementar reformas y aperturas como lo hizo su socio mayor en 1979).

Esta renuencia a instituir cambios encuentra dos motivos fundamentales: la eventual pérdida de privilegios por parte de la elite y los posibles procesos o cuestionamientos mediáticos que podrían enfrentar quienes actualmente dirigen de manera autoritaria al pueblo norcoreano. Esto último tal vez sea lo que más preocupe a quienes ahora gobiernan con mano dura los destinos de una de las naciones más atrasadas del globo. Ya que ceder o brindar espacios a reformas pro occidentales podría conducir a protestas como las que vivió China en Tiananmen en 1989, lo cual obligaría a emplear una mayor represión sobre la población insatisfecha, cuyas consecuencias, en el caso norcoreano, serían imprevisibles.

Anclada en la década de los cincuenta del siglo pasado, Corea del Norte hace sentir a su población el miedo que significaría una eventual ocupación norteamericana. Para ello se vale se su gran aparato de propaganda con el cual adoctrina y militariza a millones de norcoreanos, indisponiéndolos hacia una posible reconciliación y reunificación en la Península.

Los ensayos nucleares que planea llevar cabo pueden desencadenar en una probable nuclearizaciòn de la región. Esto supone que Japón tarde o temprano abandone su Constitución pacifista, impuesta por los EE.UU. al término de la Segunda Guerra Mundial, para desarrollar armas de destrucción masiva con el fin de disuadir a los norcoreanos de probables ataques. También Seúl podría ir en aquella dirección belicista cuando la tensión se incremente a niveles intolerables.

Es probable ver dentro de poco un resurgimiento del nacionalismo japonés, no como aquel que lo llevó a la guerra, pero sí uno que desencadene una carrera armamentista en el “pacífico”.

Con esta reciente jugada, Kim Jong-il, líder norcoreano, cree que se encuentra en una posición de fortaleza para lograr garantías de seguridad de parte de Washington y firmar pactos de ayuda con sus vecinos. Su permanencia en el poder no consiste en cuan benevolente puede ser con su pueblo ni en qué medida atiende sus necesidades; sino en cuánto miedo a una posible intervención occidental puede inocularle. De este modo, el anacrónico líder norcoreano justifica su presencia a la cabeza del país y en defensa de la revolución. Para este propósito cuenta con los antecedentes de la ocupación japonesa de la Península (1904-1945) y de la guerra de Corea (1950-1953), a partir de la cual se consolidó como límite definitivo--entre las dos coreas--el famoso paralelo 38º (la frontera más militarizada del planeta).


La posición norteamericana.

Para muchos analistas Washington tiene que hacerle frente a “hechos consumados” pues norcorea cuenta desde 1994 con un avanzado programa nuclear. Así, la doctrina de la guerra preventiva hubiese sido muy útil de aplicar y poner en práctica tomando en cuenta la peligrosidad del régimen. Pero dada la proximidad de Pyongyang con China, resultaba imposible llevarla a cabo. El Pentágono y el Departamento de Estado norteamericanos han considerado equivocadamente a norcorea como un país sin aliados, ya que de no tenerlos, no les sería difícil ejecutar su programa de guerra preventiva como lo hicieron en Irak. Por eso China (que es su mayor proveedor de combustible y alimentos) interviene en la negociaciones al igual que Rusia, Corea del Sur, Japón y EE.UU. para aliviar las tenciones en la región. China es tan aliado de Corea del Norte que peleó junto a ella la guerra del mismo nombre, lo mismo hizo la desaparecida URSS ya que sus pilotos protagonizaron férreos combates aéreos ante los cazas norteamericanos. Además, su enorme armamento convencional procede de Rusia y China. Y es más que probable que su tecnología nuclear también haya sido impulsada por estas dos potencias militares.

El problema norcoreano se ha acrecentado para EE.UU. desde que el conflictivo país asiático lanzó el misil Taepodong-2 en junio de este año, el cual, según fuentes de inteligencia, serìa capaz de atacar suelo norteamericano en Alaska. A raíz de este grave incidente internacional EE.UU. y Japón han presionado para establecer sanciones económicas para agobiar aún más al régimen.

Pese a ello, Corea del Norte ha sabido mantener hábilmente el totalitarismo aun cuando tiene que lidiar con enormes problemas internos y la hambruna. Algunos especialistas creen que sea capaz de perdurar por varias décadas más, a pesar de las lastimosas condiciones humanitarias, debido a la inexistencia de una oposición interna al comunismo. El secretismo en el que vive impide tener información valiosa sobre su estructura militar o sus planes a futuro. La corrupción de las altas esferas debió hacer permeable el flujo de información de inteligencia hacia occidente, cosa que no ha ocurrido hasta el momento.

La falta de una corriente opositora se debió en parte a la cruenta purga que realizó Kim Il Sung (1012-1994), padre del actual líder norcoreano, tras concluir la guerra de Corea. Luego de consolidar su poder, Kim introdujo la denominada filosofía "jaché" o de autoconfianza y trató de establecer prácticamente la autárquica. También desarrolló uno de los más demenciales ejemplos de culto a la personalidad, lo que unido a un eficaz y masivo sistema de propaganda le permitió mantenerse en el poder hasta su muerte.

Legado que aspira afianzar su heredero, hasta ahora con lamentable éxito.