viernes, 13 de octubre de 2006

North Korea: Nuclear blast or nuclear bluff?

Ad portas de una resolución que establezca nuevas sanciones al régimen norcoreano por haber realizado un ensayo nuclear, surge ahora la duda acerca de si efectivamente fue detonado un explosivo de tales características.

---------------------------------------------------------------------------------------------------


La interrogante debe aclararse cuanto antes pues sería ilegal establecer sanciones por presuntas violaciones a quien no las ha cometido. No nos puede satisfacer la confesión de la parte norcoreana al momento de considerar el tipo de medidas que pueden aplicársele. Lo que cabe es investigar si en verdad fue llevada a cabo o no una prueba nuclear en la península coreana, pues de otra forma toda acción condenatoria carecería de sentido. Por eso los acusadores no deben aventurarse a ciegas cuando solicitan presiones efectivas para un país que "aparentemente" violó el derecho internacional. Lo lógico es reunir una serie de evidencias y presentarlas ante el Consejo de Seguridad para discutir el contenido de una posible resolución. Lo anterior viene a colación ya que, según fuentes oficiales norteamericanas, los resultados preliminares de una muestra de aire (tomada después que Corea del Norte anunció su primera prueba nuclear) no mostraron evidencias de partículas radiactivas.

Concluyente o no, lo cierto es que existe una duda razonable y, si estuviéramos frente a una corte norteamericana, la evidencia no sería suficiente para condenar al acusado norcoreano.

Más allá de la falta de pruebas incontrovertidas por parte de quienes fungen de fiscales en este caso (EE.UU. y Japón), lo cierto es que los persecutores cuentan con otros elementos de juicio que sustentan su posición acusadora. Dichos elementos se basan en testimonios de disidentes de alto rango norcoreanos que aseguran que el régimen comunista fabricó varias armas nucleares y está listo para utilizarlas en caso de guerra. Además de estas versiones, los Gobiernos norteamericanos y japoneses pueden exhibir ante la comunidad internacional que el país estalinista ha venido realizando actividades clandestinas, es decir, al margen de la supervisión de los inspectores de la OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica). También podrían argumentar que Corea del Norte ha recusado el Tratado de No Proliferación Nuclear desde enero de 1993, cuando le comunicó a Naciones Unidas que se retiraría de ese instrumento y del OIEA, calificándolos como apéndices de la política exterior de Estados Unidos.

Desde entonces la tensión originada por este insoluble problema ha estremecido al mundo con el reciente ensayo, que nuclear o no, sólo siembra más obstáculos en la ruta hacia la paz.

Cabe destacar que desde que asumió la Administración Bush, el conflicto en el nordeste asiático ha venido escalando hasta esta peligrosa coyuntura. Conforme el gobierno norteamericano fue convenciendo a su aliado surcoreano de reducir la ayuda humanitaria y los intercambios logrados en el marco del programa "Sunshine", acuerdo alcanzado bajo el auspicio del ex Presidente Bill Clinton. Norcorea, dependiente de las donaciones para atender las necesidades de su población, fue radicalizándose gradualmente. Encontrando en la nuclearización de la península, la carta de negociación ideal con la cual presionar a sus vecinos capitalistas a cambio de más suministros.

Entonces fue EE.UU., sabiendo de lo que es capaz el régimen, quien fue llevando a Corea del Norte a impulsar su programa nuclear. El cual ahora le garantiza un mayor poder en la mesa de negociaciones. Esto recuerda en parte lo que hizo la nación norteamericana cuando fue empujando al Imperio Japonés a la conflagración. Mucho se ha discutido sobre la supuesta “infamia” que representó el ataque a la base naval de Pearl Harbor sin previo aviso. El 7 de diciembre de 1941 fue considerado como el “día de la infamia” durante el discurso del Presidente Roosevelt en el Capitolio. Sin considerar que EE.UU. había tomado previamente medidas que estrangulaban el desarrollo de Japón, pues en 1937 vetó las exportaciones de acero y petróleo a dicho país, provocando, de ese modo, que tenga que recurrir a la invasion del nordeste y sudeste asiáticos para abastecerse de esos productos. De ahí que la carrera armamentista japonesa y la guerra contra Estados Unidos sirvieran para establecer, al término de ésta, futuras negociaciones que aseguren la supervivencia del Imperio Japonés y un reparto equitativo de los recursos de Asia. Japón sabía muy bien que no podía derrotar militarmente a EE.UU. dado su poderío industrial y la imposibilidad de atacarlo en su propio territorio, por eso el Almirante Yamamoto, Comandante en Jefe de la Armada Imperial, encontró en la guerra una forma de obligar a EE.UU. a que reconozca la hegemonía nipona sobre parte del Pacífico.

Gracias a la historia podemos hallar lecciones valiosas no sólo para el presente sino para el futuro. Los antecedentes de los conflictos suscitados en la región Asia-Pacífico son más que válidos al momento de analizar las implicancias del problema norcoreano ya que encontramos algunas semejanzas. Siendo la más saltante de estas: la provocación norteamericana, dado que aquella desencadenó, en ambos casos, la crisis que ahora vivimos.

En cuanto a las sanciones que podrían aplicarse, dudamos de sus respectivas eficacias ya que el régimen las ha soportado en el pasado sin que ello hubiera hecho peligrar la estabilidad de su cúpula. Creemos que toda sanción será inocua y no pasará de ser un simple llamado de atención o reprimenda porque el Corea del Norte no es un Estado integrado comercialmente hablando, en otras palabras, al no estar globalizada su economía ni depender de los mercados internacionales es poco lo que un par de sanciones puedan hacer. Si fuera un país con mayor apertura tal vez las sanciones podrían causarle algunos problemas internos que hagan reconsiderar su posición, pero como se trata de una economía cerrada resultará imperceptible toda medida que apunte a ese objetivo.

Por otro lado, Corea del Norte no es una nación que no comercie pues sí lo hace, pero no precisamente de manera legal o transparente ya que la mayoría de sus transacciones son clandestinas. Su especialidad son las operaciones informales a través de la cuales trafica armas y tecnología nuclear, además de drogas y billetes falsificados. Así que toda medida orientada descubrir fondos o actividades ilegales encontrará un doble desafió pues Norcorea sabe desempeñarse al margen del comercio regular. Y como ha venido operando gansterilmente desde hace décadas, casi sin ser importunada, es que manifestamos nuestra indeclinable desconfianza.

A pesar de la incertidumbre planteada sobre la detonación norcoreana, creemos que el diálogo es la única alternativa para distender la crisis nuclear. Pero EE.UU. no está dispuesto a entablar conversaciones bilaterales con Corea del Norte y sólo se limita a participar en negociaciones dentro del grupo de los Seis (Rusia, China, Corea del Sur, Japón, EE.UU. y Corea del Norte). Lo paradójico de todo esto es que tiempo atrás gracias a la bilateralidad (diálogo entre EE.UU. y la belicista norcorea) se alivió parte de las tensiones y llegó a acuerdos que fueron desechados por el país comunista a raíz de la intransigencia estadounidense. El problema, según el analista internacional Patrick M. Cronin, director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, “es que el diálogo no garantiza el éxito, pero la falta de éste podría garantizar el fracaso”.

No hay comentarios: