viernes, 13 de octubre de 2006

United Nations: Ban Ki-moon’s challenges

Se da por descontada la elección del surcoreano como nuevo Secretario General de Naciones Unidas en reemplazo de Kofi Annan, cuya penosa gestión al mando de la organización permitió graves fisuras en el derecho internacional.

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Aunque el próximo Secretario asumirá el cargo en enero del año entrante, eso si la Asamblea General ratifica la propuesta elevada por el Consejo de Seguridad, su futuro mandato se vislumbra desde ya colmado de peligrosos desafíos. El primero de ellos consistirá en devolverle la autoridad en la resolución de los conflictos internacionales estropeada a manos del unilateralismo. Es decir, socavada por la imposición de una doctrina que vela por los intereses unitarios en vez de los multilaterales. Nos referimos obviamente a la ruptura del derecho internacional y desconocimiento de las instancias deliberativas del máximo organismo por parte de EE.UU. País que se niega a resolver los problemas globales de manera consensuada.

El momento no puede ser más crítico para la función que desempeñará este diplomático pues a los conflictos heredados de las pasadas administraciones se agrega uno más: la temida proliferación nuclear. Ya bastante tenía entre manos la ONU con el hambre, los desplazados por las guerras étnicas o religiosas, la crisis del agua, etc. entre otros problemas para que ahora tenga que lidiar con un mundo mucho más inseguro y con capacidad real para autodestruirse.

Creemos que el retorno al multilateralismo, esto es, a la toma de decisiones consensuadas será posible sólo en la medida que la superpotencia abandone su postura imperial. Gran parte del prestigio o credibilidad de la organización dependerá de cómo se vaya gestando o reconstruyendo el equilibrio de poderes perdido desde el fin de la guerra fría. En otras palabras, que tan pronto germina un sistema de alianzas regionales (políticas y económicas) o se consolidan bloques (como la Unión Europea) para asegurar una repartición más o menos equitativa del poder. Lo que queremos decir es que sino surgen contrapesos efectivos a la hegemonía norteamericana, la ONU jamás volverá a ser el foro donde se determinen los asuntos mundiales.

Si no hay evidencias de aquello dudamos que Naciones Unidas pueda entrar a tallar en la resolución de los conflictos como institución garante de la paz. Desgraciadamente, a lo largo de los últimos años hemos sido testigos de este deterioro y cómo la comunidad internacional ha venido cediendo terreno a los impulsos unipolares. De ahí que no nos sorprenda que algunos sectores políticos en EE.UU. no sólo cuestionen la eficacia de la entidad sino que soliciten su desactivación; otros, en cambio, demandan la desafialición estadounidense porque el marco legal de la organización es contrario a muchos de sus intereses estratégicos.

El verdadero peso y poder de la ONU no radica en la bondad de sus fines ni en la legitimidad de sus dirigentes sino en la paridad geopolítica de sus miembros. Cuando el suelo era parejo, la organización--concretamente, el Consejo de Seguridad--era el centro del debate internacional donde las potencias y sus aliados ventilaban sus discrepancias y se veían obligados a tomar acuerdos. La situación en el pasado no fue la ideal, desde luego, pues durante la bipolaridad también se trastocó el orden internacional, pero sin la impunidad y desenfreno vigentes.

Otro de los retos que tendrá que enfrentar el siguiente Secretario es el problema norcoreano. A penas asuma seguramente dedicará sus mayores esfuerzos y oficios en aras de llegar a una solución razonable. Ya que de cómo resuelva o negocie dependerá la magnitud de las medidas que se aplique otros países con pretensiones nucleares semejantes como Irán (cuyo caso está próximo a ser examinado por el Consejo de Seguridad).

Lo que se sabe del nuevo Secretario General es que es partidario de las negociaciones bilaterales con Corea del Norte pues cuando fue ministro de exteriores apoyó el envió de ayuda humanitaria y el intercambio comercial con el régimen comunista. A raíz de este acercamiento entre las dos coreas, Corea del Sur se convirtió en el segundo socio comercial del autárquico país estalinista después de China.

Un desafió adicional que le aguarda al ex ministro surcoreano es el de poner orden en la ONU y hacer funcionar la organización. La ONU está en un momento lamentable: las operaciones de paz dirigidas por la organización han dejado mucho que desear. Annan ha permitido que avanzara la gangrena de la corrupción y el nepotismo en la organización. Y los nuevos pasos organizativos dados, como la creación del Consejo de Derechos Humanos, no han colmado las esperanzas que despertaron. La ONU, empezando por el Consejo de Seguridad, necesita una reforma en profundidad: Ban debe convencer de ello a todos, especialmente a los miembros permanentes del Consejo.

Además debe de promover o acelerar los mecanismos que le permita a Naciones Unidas intervenir rápidamente cuando se presente una crisis humanitaria. Esto con el fin de evitar que las dilaciones de las potencias impidan al organismo tomar una decisión que podría salvar vidas. Así no seríamos observadores impasibles de catástrofes como la de Ruanda, la ex Yugoslavia o la actual Darfur, en Sudán.

Por último, el organismo debe seguir avanzando para forzar a los Estados miembros al cumplimiento de los Objetivos del Milenio y rebajar significativamente los niveles de pobreza y de falta de sanidad en el mundo, lo que implica, ante todo, rescatar a África.

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