viernes, 16 de febrero de 2007

Sólo fue un desliz: Chirac sobre Iràn

Las entrevistas concedidas por el presidente francés Jaques Chirac a diferentes medios escritos, reflejan lo dividida que se encuentra la comunidad internacional en torno al programa nuclear iraní. Para nadie es una novedad que existen posiciones disímiles en el seno de las grandes potencias. Mientras EE UU apuesta por una política dura y sin concesiones. La Unión Europea (UE), encabezada por Francia y Alemania, “considera que las ambiciones nucleares de Irán, al menos en parte, son en gran medida, defensivas”, según Henry Kissinger. Ese pensamiento podría explicar las infortunadas declaraciones de Chirac sobre que “una o dos bombas nucleares (iraníes) no suponen un gran peligro”. La razón que brinda el presidente galo para sentirse aliviado (sobre la nuclearización de Irán) es que sus posibles objetivos (Israel y Europa) cuentan con medios militares para conjurar sus amenazas.

En una segunda entrevista otorgada a la prensa internacional (The New York Times, The International Herald Tribune y Le Nouvel Observateur), Chirac se retractó de la mayoría de comentarios que realizó en la primera mini conferencia privada. A entender del mandatario francés, lo que dijo en la primera cita con los medios fue “off the record”.

Lo importante aquí no es la rectificación de que “el proceso (nuclear de Teherán) conduce a una carrera armamentista” en una de las regiones más conflictivas del planeta, sino la falta de claridad y comprensión europea del problema. Siguiendo a Kissinger, este considera que la permisividad de los europeos se debe a que “(como Irán) se encuentra rodeado por vecinos o casi vecinos nucleares: India, Pakistán, Rusia e Israel, (tiene que contar con alguna capacidad disuasiva)”. Además, piensan que “el impulso nuclear de Irán se puede suavizar, quizá incluso frenar por completo, mediante la diplomacia conciliadora”.

La posición de EE UU, por su parte, se resume en una expresión del influyente senador republicano por Arizona y precandidato presidencial, John McCain: “lo único peor que los ataques militares es un Irán con armamento nuclear”. Tanto John Bolton, ex embajador de Estados Unidos ante la ONU, y el ex secretario de Estado, Henry Kissinger, opinan que la única forma de detener las pretensiones atómicas iraníes consiste en un cambio de régimen. La diplomacia, definida en magistralmente por Kissinger como “la capacidad de demostrar al otro bando las consecuencias de sus acciones y las ventajas de las alternativas”, en su obra Diplomacy, implica que dentro de ella subyace “un elemento y una capacidad de presión”. Y es precisamente esta facultad (la presión) la que puede obligar a Irán a desistir de sus planes nucleares. Lo interesante aquí es definir “dicha presión y determinar mediante qué proceso se pretende que dicha presión conduzca hacia un Irán no nuclear”.

Esa es la cuestión, pero ante una comunidad internacional fraccionada (UE, EE UU, Rusia, China, etc.), el único que gana tiempo mientras fabrica sus bombas es Irán. Al menos Chirac comprendió esto al señalar en su segunda entrevista que el grupo de los “seis” (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) se mantenga unido ante el programa nuclear de Irán. "Lo que Irán debe desear es la división de la comunidad internacional... si nos dividimos supone una gran victoria para aquellos que en Irán mantienen la línea más dura", advirtió.

Para la Casa Blanca parece que ha llegado la hora de confrontar a Teherán en vista de lo avanzado de su programa nuclear (con la instalación de 3 000 centrifugadoras) y sus supuestas injerencias en el conflicto iraquí. Esto último se mantiene como suposición ya que si Irán realmente quisiera desestabilizar Iraq, podría desencadenar una oleada de terror en ese país como no ha visto Estados Unidos hasta la fecha. Que no lo haya hecho es una clara indicación de que Irán reconoce que tiene mucho que perder con un Iraq dividido, fragmentado y caótico. Al fin y al cabo, Estados Unidos puede limitarse a hacer las maletas e irse a casa (y todavía es posible que lo haga). Los vecinos de Iraq se verán obligados a resistir lo más recio de la crisis humanitaria resultante durante los próximos años, o tal vez décadas.

En todo caso, creemos que las disputas retóricas de las últimas semanas evidencia un espíritu de atribuir a Irán los males resultantes de la ocupación (como una forma de minimizar las culpas internas). Mientras tanto, la Administración republicana está viendo en estos momentos si resulta conveniente o no atacar las plantas donde se procesa material radioactivo. Una deliberación de este tipo puede afectar la economía mundial de tal forma que conduciría a una recesión económica. La falta de apoyo interno y externo es otro elemento a considerar.

El vicepresidente Dick Cheney dijo que mantiene “todas las opciones sobre la mesa (incluida la militar)”. Lo mismo han declarado miembros cercanos a las altas esferas de poder israelíes. Lo que está en disputa es la hegemonía de una región rica en petróleo donde proliferan movimientos fundamentalistas. Al respecto, el subsecretario de Defensa, Nicholas Burns, señaló que "Oriente Próximo no va a ser una región dominada por Irán, el Golfo no es una porción de agua que va a quedar bajo control de Irán".

Irán, de todos modos, no es un objetivo fácil como para practicar los postulados de la “guerra preventiva”. Ese país cuenta con el sistema de defensa ruso Tor M-1 y una buena cantidad de armas químicas y biológicas, además de misiles de alcance intermedio Shahab, capaces de impactar en territorio iraquí, donde están apostadas el grueso de las tropas norteamericanas desplegadas en el Golfo y sobre Israel. Sin dejar de lado su sistema satelital de alerta temprana que le advierte oportunamente los movimientos y desplazamientos de fuerzas hostiles.

Es probable que dadas las enormes y graves implicancias del asunto, EE UU desista de atacar Irán. Una ofensiva contra blancos múltiples tendría innegables repercusiones en el proceso de paz palestino-israelí y en la viabilidad política del Líbano por las beligerancias de Hamas y Hezbollah, respectivamente, apoyadas ambas por el régimen de Ahmadinejad. Sin olvidar, por su puesto, que Iraq sería el principal afectado, pues si todavía quedaban algunas esperanzas de alcanzar la estabilidad, un eventual conflicto con Irán acabaría con toda posibilidad de arreglo; y desataría, más bien, mayores impulsos tanáticos que aún no se han manifestado.

De momento, los esfuerzos de culpar a Irán de la inestabilidad política iraquí no resultan convincentes a la opinión pública norteamericana. Las mentiras que condujeron a la guerra de Iraq, restan credibilidad a los nuevos argumentos esgrimidos por la Administración Bush, y aun cuando tuviera razón, muy pocos le creerían pues no podrá evitar las sospechas de que ahora también están fabricando pruebas en contra de Irán.

Mientras EE UU acomoda sus piezas en Golfo con el envío de un portaaviones adicional (dos en total), 21 500 efectivos a Iraq y baterías antimisiles Patriot en varios países de la región; Irán se muestra cooperativo pues ha anunciado la intención de incrementar sus lazos económicos y militares con el gobierno iraquí. Según The New York Times, el embajador iraní en Bagdad, Hassan Kazemi Qumi, indicó que Irán brindará entrenamiento y equipos a las fuerzas militares iraquíes para contribuir en la "lucha por seguridad" y participará más activamente en la reconstrucción economía del atribulado país. Estas acciones buscan reducir las tensiones generadas entre EE UU e Irán sobre el programa nuclear de este último.

La Casa Blanca desestima cualquier intento por apaciguar la situación toda vez que se inclina por acusar a Irán de promover la violencia sectaria en Iraq. La semana pasada, Gordon Johndroe, vocero del Consejo de Seguridad Nacional, manifestó que en estos días el gobierno de George Bush presentará pruebas contundentes de que agentes iraníes estuvieron detrás de los ataques cometidos recientemente contra los soldados norteamericanos y de que están apoyando militarmente a las milicias chiítas.

EE UU, ante la falta de pruebas que acrediten la participación de agentes iraníes (en los ataques en las ciudades de Najaf y Kerbala), señala que Irán proporciona armamento sofisticado a los insurgentes para atentar contra las tropas estadounidenses y civiles iraquíes.
Según el último informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, publicado hoy, calcula que a Irán le quedan todavía dos o tres años para poder producir 25 kilos de uranio altamente enriquecido, cantidad suficiente para fabricar una bomba nuclear.

El margen de tiempo entonces es suficiente como para desbaratar las aspiraciones nucleares de Ahmadinejad y compañía, pero mucho menor (de un año solamente) si se tiene en cuenta que la próxima temporada en Estados Unidos será plenamente electoral. Es decir, que las preocupaciones de los votantes y los políticos pueden incidir de tal forma que se aborte una política nacional consistente en impedir que Irán fabrique sus propias armas de destrucción masiva.

Las medias por el momento se concentran en aislar política y económicamente a Irán, es decir, por implementar nuevas sanciones a las aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU mediante la resolución 1737. A lo cual Teherán respondió con la intención de crear una organización de productores de gas similar a la OPEP (que agrupa a los exportadores de petróleo). Las dificultades de constituir otro cartel, en este caso, del gas, se debe a que la comercialización de este recurso energético se hace a través de gasoductos y los contratos firmados son a largo plazo. Resulta irrealizable, por lo menos en el largo plazo, que Irán, Rusia, Argelia y Libia constituyan un bloque que monopolice y controle el precio del gas, de ahí que los motivos para su constitución sean antes que nada geopolíticos, en el sentido de que Irán busca salir del aislamiento al que EE UU quiere someterlo, y presionar de paso a Europa con posibles aumentos.

Por el momento EE UU ha puesto en “cuarentena” el acuerdo entre las petroleras Repsol YPF y Shell con Irán. El portavoz del Departamento de Estado, Sean McCormack, explicó que ese acuerdo (de 4 000 millones de euros) podría superar las limitaciones impuestas por Washington en los contratos de gas y petróleo con Irán. Occidente, dividido como está entre quienes necesitan a Irán en virtud de sus negocios (Rusia y China; en menor medida, Francia y Alemania) y aquellos que lo detestan o le temen —Estados Unidos, Gran Bretaña y las autocracias sunnitas del Golfo Pérsico, sólo cuenta con pésimas opciones entre las que tendrá que elegir una.

Irán, de otro lado, confía que las divisiones en la comunidad internacional y las negativas repercusiones de un ataque permitan el desarrollo de su proyecto atómico. Con el tiempo aspira a influir cada vez más en un país devastado como Iraq a través de los clérigos iraquíes pasaron muchos años en el exilio del otro lado de la frontera.

Las indefiniciones de Chirac y de otros líderes europeos pueden llegar a ser contraproducentes si no asumimos una estrategia clara que tenga como objetivo evitar la proliferación nuclear por el planeta.

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