sábado, 31 de marzo de 2007

Irán juega al “Gran Hermano” con los rehenes

Más allá de si los marinos británicos entraron o no en aguas territoriales iraníes, lo relevante en esta nueva crisis de rehenes es el uso propagandístico que Teherán le está dando al asunto. Esto porque emplea a los detenidos como portavoces a través de los que expresa duras y acidas críticas a Occidente por su incursión en Iraq.

Si tiene algo de positivo esta situación es que los capturados gozan, aparentemente, de buena salud, ya que han aparecido ilesos los medios de comunicación y porque han podido dirigirse a sus familias.Por lo menos Irán hasta el momento ha demostrado mayor “humanidad” en el trato a los prisioneros, a diferencia de EE UU o del Reino Unido, pues se desconoce el paradero y el estado de los cinco funcionarios consulares iraníes secuestrados por efectivos estadounidenses hace dos meses en la ciudad de Erbil, en el norte de Iraq.

Ahora bien, no queda ninguna duda de que los 15 efectivos ingleses han sido obligados a declarar contra su voluntad pues acusan a su Gobierno de invadir un país ilegalmente e ingresar deliberadamente en aguas de Irán.

Los 15 marinos británicos fueron detenidos el 23 de marzo por tropas iraníes cuando realizaban un control rutinario a un buque sospechoso de contrabando en aguas del Golfo Pérsico. Londres asegura que los soldados se hallaban en aguas territoriales iraquíes, mientras que Teherán afirma que se encontraban en las persas. A la inculpación mutua siguió el recurso de probar el asunto con tomas satelitales; luego vino la amenaza de convertir el incidente en un tema internacional. Así, mientras Irán insiste en que es una cuestión bilateral, Londres lo llevó al Consejo de Seguridad, "complicando el asunto" en la versión del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad.

De otro lado, los aspectos de la detención son un tanto irrelevantes cuando comenzamos a indagar sobre las intenciones de la misma.

Entre las posibles razones que la motivaron se encuentra la necesidad del régimen de Teherán de mostrarse fuerte y desafiante internacionalmente luego de que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una segunda resolución en su contra. Las medidas de la comunidad internacional buscan persuadir a Irán de que respete sus obligaciones internacionales y las disposiciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

En esencia, se exige a que Irán que suspenda su programa nuclear en un plazo de 60 días, mientras entran en vigor restricciones de viajes de funcionarios por su vinculación al controvertido plan, así como la de artículos militares y activos financieros sujetos a sanción.
También se pidió al resto de países que inspeccionen barcos y aviones sospechosos de transportar tecnología sensible.

Cabe destacar que bajo el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), Irán tiene derecho a la tecnología atómica siempre que sea para usos pacíficos. Lo cual se discute toda vez que el régimen teocrático ha negado las inspecciones a las principales plantas y reactores, así como haber enriquecido uranio por encima de los límites necesarios para generar electricidad.

Una segunda motivación del país persa para mantener cautivos a los militares puede ser la de provocar la reacción de los sectores británicos contrarios a la guerra. Es decir, movilizar a la opinión pública para que presione a Londres con una retirada de Iraq. O, en su defecto, atemorizar (gracias a este episodio) sobre lo que podría pasar si Blair se involucra en una ofensiva contra Irán.

El objetivo descrito apela a sensibilizar a los ingleses sobre las consecuencias negativas que traería un nuevo conflicto en el Golfo. Si Teherán logra que la ciudadanía se oponga a una escalada militar habrá aislado, por lo menos políticamente, a Estados Unidos, porque es el único país, junto con Israel, que puede realizar acciones bélicas contra sus instalaciones nucleares.

Sobre esto último, las implicancias de un ataque para EE UU como para Israel son distintas, pero igual de desastrosas, ya que para Washington significaría echar por tierra todos sus planes para pacificar Iraq y perder el control del suministro de petróleo. Israel, por su parte, comprometería indefinidamente su viabilidad como país pues las facciones extremistas palestinas como Hamas, Yihad Islámica, etc., promoverían nuevos atentados para “solidarizarse” con Irán. Lo que detendría el proceso de paz por años, o tal vez décadas, hasta surja un clima cercano al actual.

Un hecho que no pasa desapercibido es que en el corto plazo el impase beneficia económicamente a Irán pues desde que se produjo en incidente, el precio del barril de petróleo ha registrado las más altas cotizaciones en lo que va de año.

A pesar de que las últimas noticias hablan de trato humanitario a los marineros británicos, el precio puede seguir subiendo a medida que se incrementan las tensiones y los entredichos entre los dirigentes iraníes y los de la comunidad internacional.

El factor político que incide sobre la cotización del crudo será sin lugar a dudas explotado por Irán y aprovechado por el resto de países exportadores para mejorar sus finanzas en momentos en que la situación geopolítica se torna incierta.

Las proyecciones de algunos entendidos en el asunto revelan que “el petróleo podría superar la barrera de los 100 dólares por barril en caso de que Estados Unidos lanzara un ataque, solo o con otros países, contra Irán”, así lo indicó Ahmad Zaki Yamani, ex ministro de Petróleo de Arabia Saudita.

De momento la única salida que se vislumbra para esta crisis es la diplomática. De ahí que resulte contraproducente, estratégicamente hablando, romper relaciones con Irán, aun cuando a través de esta medida se complazca a ciertos sectores que demanda mayor firmeza en el trato con Irán.

Bajo esa óptica, no resultan para nada alentadoras las declaraciones de la ministra de asuntos Exteriores británica, Margaret Beckett, en el sentido de que Gran Bretaña decidió congelar sus relaciones bilaterales con Irán mientras no sean liberados los prisioneros. "Impondremos la congelación de toda relación oficial bilateral con Irán", dijo en una declaración a los legisladores en el Parlamento Británico.

Lo que pueda hacer en una “fase diferente” el gobierno de Tony Blair es muy poco (o prácticamente inexistente) porque no cuenta con mecanismos efectivos para forzar por si solo la liberación de sus tropas. Ni si quiera la potencia norteamericana, su gran aliada en el conflicto, se arriesgaría a participar en una aventura militar para lograr la devolución de los 15 marinos detenidos.

Así las cosas, los esfuerzos diplomáticos del número 10º de Downing Street no deben agotarse o clausurarse de plano ya que Londres no está en capacidad de exigir o imponer sus condiciones. A estas alturas cada aparición mediática de los efectivos capturados, en especial de la especialista Faye Turney, debilita la posición de Blair al frente de la crisis porque a medida que pasa el tiempo, y se hacen más familiares las identidades de los marinos, algunos sectores de la oposición aprovecharan la fatal circunstancia para cuestionar las bases de su liderazgo.

El tiempo se agota y a pesar de que Blair se encuentra próximo a su salida (faltan apenas dos meses para su partida del gobierno), la forma en que gestione la crisis será determinante para el futuro inmediato de su partido.Una situación parecida con la que se comparó desde un inicio este suceso fue la crisis de los rehenes de la Embajada norteamericana en Teherán.

Si bien la toma de la sede diplomática en 1979 se realizó en diferentes circunstancias (porque marcó el inicio de la Revolución Islámica en Irán y el enfrentamiento con Occidente), las consecuencias pueden ser similares si se aprecia que su pésima evolución fue clave en la no reelección del ex presidente demócrata, Jimmy Carter.

"La actitud de Londres”, como lo manifestó Ali Larijani, máximo negociador iraní, “es un error”. “En lugar de enviar un equipo técnico para examinar el problema, han hecho un alboroto mediático, anunciado el congelamiento de relaciones y hablado del Consejo de Seguridad. Esto ha sido un error", agregó el funcionario iraní.

En verdad no le falta razón a este emisario de Teherán pues Blair malgasta valiosos recursos que pueden conducir a una pronta liberación. Radicalizarse no ofrece ninguna alternativa de solución toda vez que lo que consigue es convertir este proceso en un "vía crucis".

Y aunque la Unión Europea respalda la estrategia británica y la ONU, a través del Consejo de Seguridad, sólo ha manifestado una tibia respuesta. Tal vez si Londres logra comprometer a la UE en su conjunto Teherán ceda en sus ambiciones, esto es, congelar sus relaciones diplomáticas y los lucrativos lazos comerciales, ya que con la solidaridad no alcanza.

Pero Jean Asselborn, ministro luxemburgués de Exteriores, señala que “Debemos tener cuidado al hablar de sanciones y de congelamiento de relaciones". “En su opinión, si bien queda claro que Irán juega con fuego, la respuesta de la comunidad internacional no puede ser de aislamiento, pues entonces ya no podrían ayudar a los soldados ni ejercer presión sobre Teherán. Todavía hay suficiente espacio para la diplomacia, asevera Asselborn, dejando entrever que la línea conjunta de solidaridad con Gran Bretaña no pasará por el campo económico”, así lo revela la cadena alemana Deutsche Welle.

Así, la posibilidad de incrementar las presiones sobre Irán se diluye y abre un paréntesis sobre la efectividad de las sanciones aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU contra ese país. Ya que, según el análisis de Christoph Bertram, ex director del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad en Berlín, “La implementación de sanciones económicas más rígidas no obligará a Irán a bajar la cabeza; más bien, lo único que harán las sanciones es afectar a los socios comerciales de este país rico en petróleo y gas. La escalada de amenazas no hará más que empujar a la comunidad internacional aún más en la espiral de escalada y, probablemente, a una acción militar”.

Lo expuesto por Bertram se corrobora con las declaraciones del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, quien tras conocer la categórica disposición del Consejo expresó que “(…) no habrá ni una parada de un segundo en la marcha nuclear pacífica y legal del pueblo iraní".

Para Irán la crisis se resolvería si Reino Unido admite que ingreso por error, es decir, si Londres se humilla públicamente luego de sostener que sus marineros permanecieron a 3 kilómetros de las fronteras marítimas iraníes.

A quien más le conviene la controversia es a Irán porque pone en duda si los castigos del Consejo podrán implementarse. Es una forma de ganar tiempo para retrasar cualquier intervención militar que Washington viene buscando para frenar el programa atómico de Teherán.

Hasta el momento la única mediación oficial ha sido realizada por Turquía como miembro de la OTAN. Aunque también se tienen noticias de que la Embajada británica en Teherán ha recibido una comunicación formal del Gobierno iraní, ha confirmado hoy el Ministerio de Exteriores del Reino Unido, lo que abre nuevas perspectivas para una solución negociada entre el Reino Unido e Irán.

Francia, por su parte, ha iniciado gestiones por cuenta propia para convencer a Irán de que un gesto de buena voluntad como la liberación de los marinos ingleses mejoraría su percepción en Occidente.

Un incidente similar ya fue vivido por efectivos británicos en el 2004 cuando el régimen de Teherán mantuvo detenidos durante tres días a ocho militares británicos a los que acusó de haber entrado de forma ilegal en aguas jurisdiccionales de Irán, en el Golfo Pérsico.Desgraciadamente la detención actual se produce en un momento de gran tensión entre Irán y la comunidad internacional, especialmente EE UU y el Reino Unido, por las actividades nucleares iraníes.

Sin embargo, no todas son malas noticias porque el problema podría ser capitalizado para mostrar a Irán como una nación más intransigente y beligerante de lo que es. De esta manera, conforme evolucionen los acontecimientos, la Casa Blanca tendría la posibilidad de exponer a su opinión pública la necesidad de detener los planes de Irán antes de que se convierta en una mayor amenaza.

La poderosa flota naval estadounidense ni las sanciones parecen inmutar a un régimen que encarna el nacionalismo y el islamismo militante.

En virtud de la resolución 1723 de la ONU, de noviembre del 2006, que autoriza a las tropas extranjeras encabezadas por Estados Unidos a controlar las costas iraquíes y la navegación por ellas, Gran Bretaña justifica las labores de patrullaje de sus fuerzas y acudió al Consejo de Seguridad en procura de una condena contra Teherán.

“Para calmar la tensión”, explica Peter Philipp, lúcido periodista de la Deutsche Welle, “no sirve de nada recurrir al análisis de los datos de navegación satelital”. “Quien no quiere creer, no creerá tampoco con pruebas. Y en Teherán no quieren creer. A ello hay que adicionar que el dudoso valor que tienen tales límites, teniendo en cuenta las décadas de fronteras conflictivas en la región”, refiere el destacado hombre de prensa.

Philipp confirma lo poco que puede hacer Londres. Por eso “(…) hubiese tenido más sentido hablar de "un lamentable error", que insistir en sus derechos”. Anunciar a los cuatro vientos el "congelamiento" de las relaciones con Teherán, es decir, no a las visitas oficiales y no a las relaciones comerciales no forma parte de ninguna solución.

Mientras cada parte replantea sus estrategias, los 15 marinos británicos representan minúsculas piezas de ajedrez a la espera de que sus autoridades ejecuten, con mayor acierto, sus próximas jugadas.

No hay comentarios: