martes, 6 de marzo de 2007

La gira de Bush por Latinoamérica

¿Cómo entender la próxima gira latinoamericana de Bush? ¿Por qué ahora y tan de repente? Estas y muchas otras son las inquietudes que despierta la visita del mandatario norteamericano por cinco países latinos. El “tour” no debe considerarse como parte de una estrategia de la Casa Blanca para la región, ni como un plan para alejar a Sudamérica de los tentáculos del presidente venezolano Hugo Chávez, sino como una forma de suavizar las críticas de los miembros del Partido Demócrata que señalan que la Administración republicana ha descuidado demasiado sus relaciones con la parte austral del continente, además de limpiar en algo su cuestionada imagen.

EE UU no tiene por qué temer el giro latinoamericano a la “izquierda” ya que ha sido en la mayoría de casos responsable como el de Luiz Inacio “Lula” Da Silva en Brasil o el de Tabaré Vázquez en Uruguay. Hoy en día no se cuestiona la necesidad de buscar nuevos mercados o recibir mayores flujos de inversiones, siempre que sean de largo plazo y no causen desestabilizaciones económicas.

La democracia está siendo en gran medida respetada, al punto que ni autoritarios como Chávez se salvan de los comicios o referendos presidenciales. Incluso las colectividades ciudadanas han venido cobrando mayor conciencia de sí y de su problemática para impedir u obstaculizar cualquier medida contraria a sus intereses.

Si bien no se puede hablar de igualdad en la región, al menos en la mayoría de países se han implementado programas sociales destinados a eliminar la desnutrición y el hambre infantil. También se destacan los proyectos de alfabetización general y de salud como parte de un desarrollo integral de la persona.

Por otro lado, en América Latina ha fracasado el modelo que considera positivo una menor participación del Estado. Este es el caso del neoliberalismo o “fundamentalismo liberal”, como lo llama el ex jefe de gobierno español, Felipe González. Reducir el tamaño del Estado es bueno siempre que no se descuiden las tareas fundamentales que asigna la constitución de cada país. Está bien si por ejemplo limita su participación empresarial, privatizando los activos más ineficientes, pero no eliminando la vigilancia que debe mantener sobre las fuerzas del mercado. La función sobre la economía y los servicios debe ser casi exclusivamente regulatoria, salvo cuando el Estado cuente con un sector estratégico (petrolero o minero) capaz de proveer suficientes recursos para aliviar parte de las inmensas demandas sociales.

El grado de desigualdad de la zona hace que no sea posible privatizarlo todo porque ello dejaría al Estado sin efectivo y no podría alcanzar algunas metas como la autosuficiencia energética, como es el caso de Brasil. Bien utilizadas, las empresas nacionales o de capital mixto pueden servir como brazos o extensiones de las políticas estatales. Que el Estado maneje una empresa no quiere decir que tenga que ser de manera ineficiente porque puede adoptar un esquema gerencial responsable, o compartir su administración con elementos del sector privado. Chile dirige muy bien la principal compañía productora de cobre del mundo, Codelco, y Brasil hace lo propio con la semi estatal Petrobrás, pues su capital incluye la participación de inversionistas privados.

Sólo en Venezuela se aprecia una regresión respecto al modelo que domina a la región ya que pretende refundar la “patria” mediante contraproducentes reformas constitucionales y mayores controles sobre la economía. Además de politizar a las Fuerzas Armadas.

Cuando se dijo más adelante que no había motivos para temer por el “giro” latinoamericano a la izquierda se quiso decir que la influencia del principal referente socialista de América del Sur, Venezuela, no representa un peligro real para la estabilidad democrática de los demás países. El fundamento para ello radica en que sólo Bolivia ha sido incluida dentro del "eje anticapitalista" que pretende crear.

Además, para reproducir un sistema como el venezolano, los países hispanos deberían disponer de una fuente de divisas importante, es decir, de algún commoditie en alza como el petróleo (y no el gas porque su forma de comercialización es por medio de contratos de suministro a largo plazo) que escasea en la mayoría naciones.

En términos prácticos ni los pesos pesados de Sudamérica, Argentina y Brasil, que han mostrado algunos acercamientos con Caracas, encuentran atractiva la confrontación retórica con Washington pues no les reportaría algún beneficio. Ambos tan sólo se valen de la disponibilidad monetaria (petrodólares) de su vecino para realizar algunos proyectos energéticos (refinerías o gasoductos), crear empresas conjuntas (como la alianza entre Enarsa y Pdvsa) o financiarse gracias a la adquisición de su deuda (como el caso de los bonos argentinos).

La buena relación de Buenos Aires y Brasilia con el chavismo es tan sólo coyuntural y está condicionada a que el Gobierno venezolano continúe gastando una buena cantidad de su efectivo en las economías señaladas. A pesar de que los tres sean miembros plenos del Mercosur (Mercado Común del Sur).

Al tener la billetera gorda, Venezuela se ha convertido en destino para algunos productos de la región como la soya boliviana o la carne argentina, cuando dichos productos enfrentaron problemas para ser colocados en mercados más atractivos como el europeo o norteamericano. De ahí que se aprecie un aprovechamiento de la bonanza económica venezolana, generada exclusivamente por la venta de petróleo.

Ni Brasil ni Argentina han dado señales de avanzar por la radicalización emprendida por Chávez. Pero tampoco aceptarán el papel de aislar políticamente al presidente venezolano a sugerencia de Nicholas Burns, número tres del departamento de Estado, y Thomas Shannon, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental. Ambos fueron enviados por la Casa Blanca a la Argentina para tratar de convencer a Néstor Kirchner de desmarcarse del conflictivo Chávez.

Kirchner se ha movido hasta ahora como un equilibrista en lo que a sus vínculos con Washington y Caracas se refiere. Eso da cierta tranquilidad a EE UU porque sabe qué esperar de Argentina, es decir, que siempre primarà la conveniencia de una relación duradera con la superpotencia; que una de carácter circunstancial y momentánea con un país subdesarrollado (por el boom de los precios del petróleo).

La respuesta de Bush a las visitas de China e Irán por el vecindario latinoamericano es un tanto tardía; pero no restauradora, porque el orden político y la disciplina económica nunca se perdieron, salvo en los casos aislados de Bolivia y Venezuela.

La ayuda econòmica que anuncia con bombos y platillos la Casa Blanca sólo disimula los verdaderos motivos de la gira: hacerle frente a las críticas de los demòcratas por haber descuidado a la región y revertir la pésima imagen de la Administración republicana. Paradójicamente, sin la presencia de EE UU o Consensos como el de Washington las economías latinas han venido creciendo, aunque no con el ritmo necesario para revertir los altos índices de pobreza.

Lo que se destaca de este nuevo acercamiento entre EE UU y América Latina es que la agenda esté dominada por temas sociales. Esto es verdaderamente revelador porque los republicanos anteriormente sólo habían limitado las relaciones con el resto del continente al narcotráfico, la inmigración y el libre comercio. Washington acepta ahora lo que ha sido una evidencia durante años: el avance de la democracia en América Latina no se ha visto corroborado por progresos en la calidad de vida de los ciudadanos.

Ayudar a Latinoamérica a esta altura supone que Bush pretende lavar la pésima imagen que tiene en el mundo, empezando por el tradicional “patio trasero”. EE UU poco puede decir en materia de integración económica y liberalización de los mercados a los países de Oriente Medio si cerca de casa no implementa un sistema de intercambio justo y equilibrado. Su presencia a lo largo de la historia latinoamericana ha dejado tantas heridas imborrables (apoyando a dictaduras represivas de derecha, principalmente) que resulta poco creíble que desee el progreso incondicionado de la región.

Entre las áreas donde recaerá la asistencia norteamericana se cuenta la salud, la educación y la vivienda. Para el terreno educativo pretende destinar 75 millones de dólares para que latinoamericanos puedan aprender inglés en su país y Estados Unidos.

Asimismo, señaló que destinará 385 millones de dólares más para ayudar a los habitantes de la región a comprar vivienda, una ayuda que sería otorgada mediante la Corporación de Inversiones Extranjeras Privadas (OPIC).

El plan de la Casa Blanca para reducir la pobreza que azota a esta parte del continente contempla el comercio con la región y medidas para reducir la pobreza mediante la producción de biocombustibles. En días pasados George W. Bush y “Lula” Da Silva manifestaron su intención para promover este tipo de iniciativas energéticas. Durante el encuentro que George Bush tendrá esta semana en Brasil con su colega brasilero sellarán un acuerdo estratégico que además de promover de un foro para la creación de una nueva industria alternativa al petróleo, incluirá otros dos componentes: en primer lugar habrá un acuerdo de cooperación entre EEUU y Brasil a nivel de investigaciones y desarrollo.

"Estados Unidos y Brasil son complementarios porque Brasil produce etanol a partir de la caña de azúcar y nosotros a partir del maíz y de los granos", dijo el jefe de la diplomacia de los EE UU para el hemisferio, Tom Shannon a diversos medios periodísticos.En segundo lugar, Brasil y EE UU apoyarán el desarrollo de programas experimentales en países de América Central y del Caribe que actualmente no producen etanol para que puedan empezar a hacerlo. Shannon dijo que en un futuro naciones como Argentina podrán sumarse a la iniciativa.

Cabe recordar que en enero, durante el discurso sobre el estado de la Unión que ofreció el presidente norteamericano, éste anunció la urgencia de reducir la dependencia de fuentes externas de energía (de petróleo). De ahí que la alianza con Brasil, uno de los pocos países que ha logrado satisfacer su demanda interna de combustibles sea vital para generar un mercado mucho más desarrollado.

A Brasil le preocupa que EE UU mantenga los aranceles que gravan al etanol foráneo. Sería contradictorio que la potencia aspire a generar un mercado para ese combustible cuando impone trabas a su comercialización.

De otro lado, América Latina no es, desde luego, una de las zonas del mundo en la que, últimamente, se centre la atención de la política norteamericana. Este es el primer viaje de Bush en su segundo mandato y el segundo de su presidencia. Al margen del formalismo de las cumbres periódicas, la Administración estadounidense parece seguir los acontecimientos en su propio continente con distancia y desinterés. Un tercer viaje a la región está programado para el próximo año, el último de su mandato, en el marco de la cumbre bianual del APEC (el Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico) que se celebrará en Perú.

Para Washington, América Latina es hoy, básicamente, una región estable, razonablemente segura y amable para los intereses norteamericanos, con excepción de las acciones y las declaraciones de Chávez, a las que hasta hoy aquí se ha contestado sólo con silencio e indiferencia.

México y Colombia, por su parte, son dos los destinos donde los intereses norteamericanos se ven más desafiados a corto plazo. En Colombia, EE UU viene apoyando los esfuerzos del Gobierno pro norteamericano de Álvaro Uribe, el presidente latinoamericano con mayor cercanía a Estados Unidos, para pacificar el país. Bogotá atraviesa por una situación difícil al enfrentar a los fenómenos del narcotráfico y la narcoguerrilla. En México, Washington necesita asegurar la estabilidad de la nación azteca para afrontar juntos el asunto de la inmigración ilegal, éste asunto es vital para la política doméstica norteamericana y será uno de los temas dominantes de la próxima elección presidencial.

George W. Bush espera encontrar de parte del presidente Álvaro Uribe buenos argumentos para convencer después al Congreso norteamericano de que el escándalo de las conexiones de miembros de su Gobierno con los paramilitares no debe poner en riesgo la continuación del “Plan Colombia” y del apoyo económico y militar de Estados Unidos a ese país.

La política de ayuda militar a Colombia para combatir a la narcoguerrilla (unos 700 millones de dólares anuales) fue iniciada por Bill Clinton, pero es hoy uno de los instrumentos esenciales de la política de Bush en América Latina. El Partido Demócrata, que actualmente controla ambas Cámaras del Congreso, tiene reservas crecientes sobre la continuación de esa ayuda y quiere recibir garantías de que el Gobierno de Uribe respeta los derechos humanos. Colombia busca, además, un tratado de libre comercio con Estados Unidos para el que el Congreso tiene la última palabra.

Volviendo a México, Washington se libró de la pesadilla de tener a López Obrador como presidente vecino, pero necesita ahora que Calderón sea un líder fuerte y capaz de desarrollar y estabilizar México. Esas son las mejores armas para contener la masiva emigración ilegal a través de la larga frontera común. Otras medidas más drásticas, como el muro aprobado por el Congreso norteamericano y al que Bush se opone, provocan un fuerte rechazo en México y resultan costosas y de dudosa viabilidad en Estados Unidos.

Pero sean cuales sean, George W. Bush y el Partido Republicano necesitan ofrecer soluciones para la inmigración ilegal. En algunos Estados decisivos para las elecciones, como California o Texas, ese es un asunto que ocupa el primer lugar entre las preocupaciones de los ciudadanos. Se trata, en sí mismo, de un tema capaz de hacerle ganar o perder a un candidato unas elecciones. Y hay que recordar que estamos en campaña electoral.

Este Bush que se muestra dispuesto a dialogar con antiguos integrantes del “eje del mal” y a preocuparse por el bienestar socio-económico de América Latina es más calculador y moderado que el anterior. Lamentablemente -para él-, por razones de tiempo no podrá cosechar todos los frutos que podría generarle esta nueva postura.

Según Winston Churchill, “Estados Unidos tiende a hacer las cosas bien cuando ha agotado todas las demás opciones”. Y en América Latina dicho aforismo se corrobora cuando EE UU manifiesta una preocupación tangible por los problemas del continente. Tangible en el sentido de que su discurso viene acompañado de algunas ayudas en las áreas de la educación, la energía y la vivienda.

Se espera que las demás luchas en Latinoamérica contra el narcotráfico y la inmigración ilegal incluyan ese nuevo enfoque que considera aspectos sociales como la pobreza, la desigualdad y la exclusión ya que, en palabras del Consejero de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, EE UU considera “inaceptablemente altos”.

Si América del sur ha dado un “giro” hacia la izquierda, Bush ha dado un salto hacia la realidad.

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