lunes, 23 de abril de 2007

Guerra en Iraq: EE UU levanta el Muro del Sectarismo

La negativa del primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, a la pretensión norteamericana de levantar un muro en la localidad de Azamiyah (en Bagdad), supone el primer diferendo público de importancia entre el Gobierno de Iraq y EE UU. Anteriormente el jefe de gobierno iraquí asumía con resignación y silencio las críticas de Washington, bien sean de la Casa Blanca o del Capitolio, pero ahora la situación parece haber cambiado.

El roce establece por primera vez cierto grado independencia en la conducción política de la guerra, al menos en lo que a materia de seguridad interna se refiere.

El experimento estadounidense de dividir dos comunidades (para proteger un enclave suní que está rodeado de barrios chiíes), es una de las pocas cartas que le restan a la Administración Bush para detener la sangría en la capital iraquí.

Dado que el plan para asegurar Bagdad no está dando resultados pues se registró un ataque en el corazón de la Zona Verde (en el Parlamento) y atentados múltiples en diversas partes de la ciudad, la apuesta por una medida semejante no sólo revela la desesperación que acusan las autoridades de la fuerza de ocupación, sino también sus intenciones proyectar la partición territorial del país.

La construcción de la muralla de hormigón tiene la misión de separar los barrios de Shamasiya y Gurayaat, poblados mayoritariamente por chiíes, de la comunidad suní de Azamiyah, situada en la parte este del río Tigris. El muro de Azamiyah “será el primer muro basado en consideraciones sectarias”, según subraya Los Angeles Times.

A pesar de las esperanzas que puede aportar este muro (ya que puede reducir el grado de violencia en esa parte de la ciudad), las milicias y grupos insurgentes siempre encontrarán nuevas formas de superar los obstáculos. Como los controles de seguridad y barreras no han sido efectivos hasta ahora, tal vez se piense que un muro sí podrá hacerlo.

Siguiendo el ejemplo -exitoso, pero ilegal- de los israelíes al levantar una cerca en Cisjordania, los comandantes norteamericanos creen que el aislamiento surtirá algún efecto pues los yihadistas ya no podrán ingresar en ciertas zonas de Bagdad. Lo que ignoran es que los grupos y movimientos que operan en Iraq cuentan con muchos más recursos y podrían cavar túneles como hacen los extremistas palestinos para burlar la protección del muro.

De erigirse la cerca de Azamiyah aumentará el sentimiento antinorteamericano en Iraq y con ello los incentivos para atacar objetivos e intereses de ese país en suelo iraquí.

De otro lado, las condiciones de vida para los habitantes del barrio suní se deterioran inevitablemente pues tendrán que pagar un alto precio por su “seguridad”.

La intención de cerrar los suburbios de Bagdad puede ser un indicio, como se dijo más adelante, de una eventual división en grupos étnicos y religiosos mucho más amplia y definitiva. La incesante espiral de violencia no hace tan desagradable la idea de pensar en una división de Iraq en tres partes (una kurda, suní y chiíta, respectivamente).

En el caso de la India se recurrió a esa traumática medida para acabar con los enfrentamientos sectarios que causaron muchos más muertos que su propia independencia del Imperio Británico.
Pero pensar en esa posibilidad es demasiado temeraria dada la gran oposición interna, principalmente de los suníes ya que no disfrutarían de una justa distribución de la riqueza petrolera, y porque existe mucha resistencia externa, es decir, de Turquía, Siria e Irán que rechazan la creación del Kurdistán en el norte de Iraq.

Turquía ha revelado en los últimos días, a través de altos mandos militares, su intención de ocupar la parte norte de Iraq en caso de que se esté generando un clima que conduzca a la creación de un hogar nacional para los kurdos. Bajo el pretexto de realizar incursiones periódicas contra las guerrillas, Turquía se faculta a si misma a intervenir militarmente fuera de sus fronteras en caso de que EE UU apoye la constitución de un Estado kurdo.

La valla, de cinco kilómetros de longitud y 3,6 metros de alto convertirá en una especie de ghetto al barrio de Azamiyah y profundizará las divisiones entre suníes y chiíes al restringir el contacto y socavar la convivencia. De funcionar la separación por razones de seguridad, podría replicarse el mismo modelo en otras zonas que soportan similares dosis de violencia, lo que a larga allanará camino para una futura escisión del territorio iraquí dadas las posiciones irreconciliables de los grupos en conflicto.

El convencimiento al que podrían arribar los iraquíes para ese entonces ya no sería el de una convivencia tutelada por los Estados Unidos (puesto que la superpotencia mantendría varias bases militares aún después de retirar el grueso de sus tropas de campo), sino el de la separación definitiva en tres estados independientes. Tal vez a eso apunte el Pentágono luego de demostrar, siempre que tenga éxito con el muro, que la violencia no concluirá a no ser que cada etnia asuma las riendas de su destino por separado.

Lo difícil para la concreción de ese plan sería la repartición de los recursos petroleros de Iraq, y contar con el reconocimiento de sus vecinos (que ven con mucho desagrado el rediseño unilateral del mapa político de la región). Al menos esa es una de las cuestiones a abordar próximamente en la Cumbre de El Cairo sobre el futuro de Iraq.

Aunque la división parezca atractiva y razonable, habría que tener en cuenta que los nuevos estados podrían convertirse en repúblicas satélites de las que actualmente existen en el Golfo, este sería el caso del Estado chiíta de Iraq por parte de Irán (entre ambos controlarían los envíos y las rutas estratégicas de crudo al mundo) y del eventual Estado sunita iraquí por parte de Arabia Saudita.

El caso del Estado kurdo sería hasta cierto punto inviable ya que la sola mención de su creación genera gran malestar entre los nacionalistas turcos, quienes incluso están dispuestos a arriesgar su ingreso en la zona euro con tal de no ver establecida a esa nación.

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