martes, 17 de junio de 2008

PERU: Lo que no se dice de la inflación

¿Si se acepta que la inflación es más alta en zonas pobres donde los programas sociales, en los últimos años, no vienen funcionando apropiadamente, cómo se puede explicar paralelamente grandes avances estadísticos en la lucha contra la pobreza?
Por Juan José Marthans León (*)

Hoy en día es importante que los peruanos continuemos ejerciendo nuestro derecho a opinar sin límites impuestos explícitamente o de manera soterrada. Por ello, resulta necesario evaluar algunos aspectos de la inflación, más allá de lo que usualmente se nos informa.

Un primer aspecto es la cobertura geográfica del cálculo de la inflación. Hasta hoy el que oficialmente se utiliza para reflejar la inflación del país es el correspondiente a Lima. Somos una de las pocas economías del mundo donde se hace política macroeconómica y se fija una meta inflación con una canasta de bienes que es totalmente ajena al comportamiento de los precios de las provincias. Aunque el INEI calcula una inflación nacional por regiones, esta no se utiliza como medida oficial debido a que, supuestamente, su metodología no está del todo afinada. Claro está, si ese fuese realmente el problema, se podría resolver en el muy corto plazo dotando con más recursos al INEI.

Lo cierto es que el IPC nacional, viene creciendo por encima de su equivalente metropolitano entre uno y dos puntos. Si eso es así la inflación anualizada de 5,5% pasaría a 7,5% con lo cual no se nos podría mostrar como una de las economías de más baja inflación en el mundo. En el Perú seguimos comparando internacionalmente la inflación de nuestra capital con las correspondientes a otros países donde no existen problemas de cobertura en la estimación de su IPC. En pleno siglo XXI continuamos fotografiando un árbol para pretender concluir sobre la situación de un bosque y, como si fuera poco, para compararlo con otros bosques.

Un segundo problema asociado a la inflación es el peligroso nexo entre esta y su impacto regresivo en la lucha contra la pobreza en provincias. Hoy en día en muchas provincias la inflación duplica la limeña y ya llegó a cifras de dos dígitos. Es decir, en estos lugares la gente no solo es pobre a nivel estructural sino que acentúa aún más su pobreza por la inflación creciente Para nadie es un secreto que no hay mecanismo más regresivo en términos de distribución del ingreso que la inflación. Esto es válido siempre.

¿Si se acepta que la inflación es más alta en zonas pobres donde los programas sociales, en los últimos años, no vienen funcionando apropiadamente, cómo se puede explicar paralelamente grandes avances estadísticos en la lucha contra la pobreza? Los promedios anunciados nos alejan del detalle necesario como para ser mucho más agresivos en la acción del Estado. En este caso, también, el problema metodológico para la estimación de la pobreza podría ser discutible, siendo indiscutible el impacto negativo de la mayor inflación en las zonas más pobres. La combinación es explosiva: inadecuada atención por parte del frente público y el doble de la inflación de Lima.

Un tercer ambiente a señalar con seriedad es el origen de la inflación. Se continúa mencionando que el causal básico es el componente importado. Ello estadísticamente es correcto. Sin embargo, no se señala que la dinámica de la demanda interna continúa desorbitada con respecto a nuestra capacidad de expansión sostenible del producto. Se menciona que la inversión crece más que el consumo, pero no se dice nada acerca de que el peso de este último más que triplica al de la inversión. Se menciona que tanto la inflación total como su segmento subyacente ya superaron la meta del 3% anual, pero no se dice, por ejemplo, que el componente doméstico de la inflación, que nada o poco tiene que ver con bienes importados, viene también creciendo los últimos meses de manera sostenida y está a punto de romper el umbral de la meta inflación. Esto en cualquier parte del mundo es sobrecalentamiento e inadecuado direccionamiento de política económica.

Lo que hoy es solo 5%, de mantenerse la situación de desbalance internacional y de demanda interna, se puede tornar inmanejable en corto plazo. Esto, claro está, no se aplacará con recetas ingenuas. Ingenuo es, por ejemplo, pretender vencer la inflación mediante reducción de aranceles, ingenuo es pretender encarrilarla con la dinámica presente del gasto público, ingenuo es pretender reducirla recomendando a la población que cambie sus hábitos de consumo, ingenuo es pensar que la culpa la tiene el fantasma de la especulación. Ni en política, ni en economía, debemos ser ingenuos.


* Profesor de la Facultad de Economía y Finanzas. Universidad de Piura. Artículo publicado en el diario El Comercio, viernes 13 de junio de 2008.

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