lunes, 20 de octubre de 2008

El "efecto jazz" y la economía latinoamericana

Las referencias musicales para aludir al desbarajuste financiero en los EE.UU. merecen precisiones. La primera es que el jazz, como esta crisis, no es nacional sino global.

Por:  Jeff Dayton-Johnson  - http://www.clarin.com/diario/2008/10/06/opinion/o-01775294.htm

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, se unió, en la última Asamblea General de Naciones Unidas, al coro de líderes mundiales que lamentaban los efectos globales de la calamitosa gestión económica en Estados Unidos. Según Fernández de Kirchner, los males económicos originados en el gigante norteamericano, pero sentidos en el resto del planeta, incluidos los países latinoamericanos y otras economías emergentes, podrían bautizarse como "el efecto jazz".

La Presidenta distinguía de esta manera la crisis jazz de las otras crisis recientes "que siempre denotaban que la crisis venía de los países emergentes hacia el centro" -como por ejemplo la célebre "crisis tequila", motivada por la torpe gestión de la devaluación del peso mexicano en diciembre de 1994. Al pasar del tequila al jazz, sugiere Fernández de Kirchner, asistimos a una crisis que "va desde el centro de la primera economía y se expande hacia todo el mundo".

De hecho, el mundo ha cambiado y la nueva robustez de las economías latinoamericanas es un indicador de ello. La mayoría de gobiernos latinoamericanos ha puesto orden en su gestión fiscal. Según Perspectivas económicas de América Latina 2009, un nuevo informe de la OCDE de próxima aparición, los déficits fiscales en la región han caído del 11 % de los ingresos públicos en los años 70 y 80, a representar solamente el 8% de los mismos en la presente década. Por otra parte, las economías latinoamericanas se apoyan cada vez más en las demandas asiática y europea, diversificando su tradicional sobredependencia en el mercado norteamericano como motor de crecimiento.

Debido a éstos y a otras muchos fenómenos (el alto precio de las materias primas figura de manera prominente entre los mismos), los pronósticos de finales de agosto sobre el crecimiento económico latinoamericano en 2008 superaban el 4%, en claro contraste con las estimaciones de la OCDE sobre el crecimiento en Estados Unidos en este año, que apenas se sitúan en el 1.8%.

Es evidente, pues, que el patrón de crisis económicas observado durante décadas al sur del Río Bravo está cambiando: la "crisis jazz" no sólo tiene su origen en Estados Unidos, pero su efecto es también proporcionalmente más contundente allí que en América latina.

Mi primera reacción como ciudadano norteamericano ante las palabras de Fernández de Kirchner fue sobre todo de gratitud: gratitud porque la presidenta argentina considere el "jazz" como el apodo más apropiado para referirse a algo, ya sea bueno o malo, que tenga su origen en mi país. En este sentido, Fernández de Kirchner sigue los pasos de un ilustre compatriota suyo, el novelista Julio Cortázar.

En unos maravillosos párrafos de su obra maestra de 1963, Rayuela, Cortázar describe el primer efecto jazz -es decir, la extensión de la música de jazz por todo el planeta- como "la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la UNESCO o las aerolíneas".

No obstante, un análisis más profundo de la llamada "crisis jazz" revela que ésta se parece bien poco a su referente musical. ¿Por qué? Fundamentalmente porque el jazz une la búsqueda agresiva y bruscamente competitiva de la excelencia individual -los solos- con la búsqueda colectiva de un objetivo común -el performance del conjunto-. Quizás esta doble dimensión del jazz sea especialmente llamativa en los preciosos arreglos para conjuntos que alternan con solistas impulsados a inéditas alturas de innovación instantánea, modalidad jazzística de la que encontramos excelentes exponentes en las orquestas de los años 30 y 40, como los de Duke Ellington y Count Basie. Pero lo mismo puede decirse de ejemplos considerablemente más radicales, como el Free Jazz de Ornette Coleman o Ascension, de John Coltrane. ¿Tiene todo esto algo que ver con la crisis económica que vivimos, más allá de compartir el calificativo que la Presidenta argentina ha querido darle?

Las políticas económicas de la Administración Bush han ofrecido incentivos poderosos para que individuos muy innovadores que diseñan complejos instrumentos financieros previamente desconocidos, generen enormes beneficios económicos para unos pocos. Lo que ha faltado aquí es un marco abarcativo-como los cambios de acordes de "I Got Rhythm", de George Gershwin, que por ejemplo proporcionó el esqueleto conceptual para el magistral Blues and the Abstract Truth del saxofonista Oliver Nelson.

Ese marco es el encargado de asegurar que toda esta considerable energía innovadora se canalice hacia el bien de la colectividad, y no sólo del individuo. Las metas colectivas deben incluir el crecimiento económico y la creación sostenible de empresas y trabajos.

La desregulación irresponsable ha remplazado la armonía vigorosa por una disonancia insoportable. Ojalá que este "efecto jazz" deje en su estela una nueva y más constructiva actitud hacia la eficacia de la acción pública en mercados financieros y, de manera más general, en el conjunto de la economía, si bien el plan de emergencia del Tesoro estadounidense de $ 700 mil millones no será la medida que motivará este cambio de ritmo.

De producirse este cambio de actitud, estaríamos al menos devolviendo algo de la dulzura a la música. La próxima administración estadounidense haría bien en adoptar una actitud más jazzística hacia otros actores de la economía mundial.

Tal actitud no estará exenta de sobresaltos; en una conocida anécdota, un baterista falto de inspiración lanzó un platillo a un adolescente Charlie Parker, en un escenario de Kansas City. Sin embargo, esta predisposición al buen tono económico debe fundarse en una visión de intereses compartidos en las relaciones económicas globales. Eso sí que sería un verdadero "efecto jazz" digno de ese nombre.

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