jueves, 23 de abril de 2009

Perú: La fuga de Manuel Rosales y la de Alan García

La fuga de Manuel Rosales y la de Alan García*

 

 

Conceder asilo político a Manuel Rosales, alcalde de Maracaibo y principal opositor de Hugo Chávez, podría tener serias consecuencias comerciales. Si Rosales llegara a acogerse a dicha institución, el mandatario venezolano, dada la vehemencia que lo caracteriza, podría impedir el ingreso de productos peruanos a territorio llanero. No es descabellado pensar que nuestro comercio bilateral resulte afectado porque Chávez consideraría inamistosa la tutela que se brindaría a su rival. En juego están exportaciones por más de 1000 millones de dólares, que no es poca cosa. Actualmente nuestra balanza comercial con Venezuela refleja un superávit para el Perú superior a los 700 millones de la divisa norteamericana. La eventual perdida del mercado norteño generaría la quiebra o cierre temporal de algunas empresas textiles, lo que aumentaría dramáticamente el desempleo en el sector de las confecciones.

 

Los envíos de prendas de vestir están dentro de la canasta de productos no tradicionales, es decir, dentro de aquellos bienes que generan mayor valor agregado y uso intensivo de mano de obra. Después del mercado estadounidense, el venezolano ocupa el segundo puesto en ese rubro. Dada la gravedad de la crisis en Norteamérica (las exportaciones han caído en más de 30%), la plaza venezolana ha venido compensando las menores ventas registradas en nuestro decaído socio del norte.

 

El boom que ha experimentado la industrial textil peruana en los últimos años (pasado de una balanza comercial deficitaria a una superavitaria desde el 2007) se lo debe en gran medida a las equivocadas políticas de Chávez. Gracias a que Caracas destruyó su industria restringiendo el libre flujo de capitales (libre cambio de dólares), estableciendo controles de precios, etc., los textileros peruanos han venido cubriendo la insatisfecha demanda venezolana por prendas de vestir a base de esfuerzo, calidad y oportunidad.

 

Además de los aspectos comerciales que podría acarrear el otorgamiento del asilo; los aspectos políticos son tan importantes como las posibles represalias de Venezuela ya que la protección a Rosales podría conducir a la ruptura de relaciones diplomáticas y añadiría más tensión en la región. Si el régimen chavista considerara que Lima ampara a un prófugo de su justicia le estaríamos dando suficientes elementos a Caracas para suspender las preferencias arancelarias que todavía gozan los productos peruanos pese al retiro de Venezuela de la Comunidad Andina (CAN). Si se clausura ese importante mercado nuestras confecciones sufrirían en el clima de brutal contracción económica. Desde esa perspectiva, la debacle de la industria textil beneficiaría a Ollanta Humala, el candidato que Chávez patrocina con sus petrodólares, ya que incrementaría el descontento de la población con las políticas de neoliberales que privilegia el aprismo. A mayor tasa de paro o desempleo, mayores serían las posibilidades de que el candidato nacionalista consiga ganar las próximas elecciones presidenciales.  

 

Ahora bien, sin duda Manuel Rosales sufre persecución política por parte del régimen de su país porque Chávez amenazó con enviarlo a la cárcel. "Manuela Rosales, vas preso", dijo en octubre pasado, según el diario El País de España. Tras su declaración se le iniciaron investigaciones en su contra y se le acusó de enriquecimiento ilícito. Al huir, Rosales ha tratado de capitalizar el asedio chavista para impulsar su candidatura y reorganizar a la oposición. Desde Lima ha emitido declaraciones netamente políticas contra Chávez llamándolo "dictadorzuelo cobarde" y anunció que seguirá combatiendo la gobierno venezolano desde el extranjero, algo que está terminantemente prohibido para los asilados pues se les exige que no intervengan en asuntos políticos ni comprometan las relaciones internacionales.

 

La estrategia del alcalde de Maracaibo –de solicitar asilo en una república hermana– es similar a la que empleó Alan García cuando se refugió en Colombia. Aunque en el caso del actual presidente conviene aclarar que su fuga fue orquestada por Vladimiro Montesinos y el propio García para limpiar la imagen del segundo. Lo que ambos personajes tramaron, tras el autogolpe del 5 abril de 1992, fue convertir su huida en una suerte de épica pues García huyó hollywoodensemente por las azoteas de sus vecinos cuando un comando militar irrumpió en su lujoso domicilio. Luego es conocido que García se presentó ante la opinión pública mundial como un perseguido político, lo que a la postre le sirvió para ganar algunas simpatías. La autocracia fujimontesinista no pretendió asesinarlo, como aseguraron varios voceros del aprismo en su momento. Jorge del Castillo, su ex primer ministro, declaró ante el tribunal que condenó hace pocas semanas a Fujimori que "el plan era matar a Alan García (porque era peligroso para el régimen de ese entonces)". ¿Quién en su sano juicio podía creer semejante patraña? Y más cuando el gobierno de emergencia y reconstrucción nacional que se constituyó tras la ruptura democrática buscaba reconocimiento internacional, es decir, el respaldo de la Organización de Estados Americanos. Si mataban al entonces ex presidente ningún gobierno del mundo hubiera mantenido relaciones diplomáticas con el Perú. El país hubiera sido condenado drásticamente en materia de derechos humanos y no hubiera podido reinsertarse fácilmente en el seno de la comunidad internacional. ¿Quién invertiría o visitaría un país donde se acribilla impunemente al ex jefe de estado? La respuesta es más que obvia. Por eso Montesinos y García urdieron y prepararon la fuga. A ambos les convenía políticamente la salida del líder del APRA ya que desde el exterior Alan pudo retirarse a sus cuarteles de invierno y preparar su retorno, y de paso predisponer el olvido de su desastroso gobierno en la población porque con él en el país hubiera sido imposible. Para la dupla de sinvergüenzas que dirigió al país (sacar a García del escenario político local) significó un gran alivio pues su presencia resultaba muy incomoda, y no porque fuera a encabezar decididamente a la oposición (recordar que el fujimontesinismo limpió a García de acusaciones parlamentarias sobre derechos humanos [recordar la matanza del Frontón] y del comprobado delito de enriquecimiento ilícito [cargos que fueron desestimados y archivados cuando el mandatario se acogió a la prescripción], sino porque su estadía generaba muchos inconvenientes pues no podía ni debía asumir un rol contestatario.      

 

Tal vez Rosales apunte a lo mismo (sin que Chávez haya jugado un papel similar al del ex asesor del Servicio de Inteligencia Nacional). Seguramente su caso puede calificarse de persecución porque Hugo Chávez pretende mantenerse en el poder por muchos años. Y para ello necesita una oposición inorgánica, errática y sin representatividad como la que ha venido rivalizando con él desde el 2000.

 
*Por: César Reyna

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