viernes, 22 de mayo de 2009

China no será la primera potencia mundial (primera parte)


China no será la primera potencia mundial (primera parte)



China no es una economía de mercado como nos quieren hacer creer pues no existen libertades. Hacer empresa es fácil si se cuenta con el visto bueno de los dirigentes del partido. No hay libre circulación de ideas, ni libertad de prensa ni de expresión. Se oculta mucha información sensible porque las autoridades solo desean proyectar una visión amable de China. La falta de transparencia hace que los gobernantes exageren sus éxitos y minimicen sus problemas. En muchos aspectos es un gigante con pies de barro.
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Por César Reyna



A pesar de las estimaciones y pronósticos de varios centros de investigación y analistas independientes, creemos que China no superará a Estados Unidos este siglo. Una serie de variables condicionan y limitan su vigoroso crecimiento registrado durante las últimas décadas. China llegará a un techo y se estancará si es que no da otro salto que haga sostenible su desarrollo. Las reformas económicas emprendidas por Deng Xiaoping, que ayudaron a sacar a millones de chinos de la pobreza y a integrarlos a la economía de mercado, no serán suficientes a menos los gobernantes realicen cambios en varios campos en los que China es estructuralmente débil.

El primer condicionante que conspira contra las ambiciones de China es su falta de innovación tecnológica. El gigante asiático no ha inventado prácticamente nada desde la pólvora. En el pasado realizaron muchas innovaciones que cambiaron el mundo como el papel (también atribuido a los egipcios), la seda, la brújula, la tinta, etc. Pero desde hace siglos los chinos parecen haber perdido el hilo de la de la creatividad porque sólo copian productos extranjeros. Así nunca podrán alcanzar a las naciones más desarrolladas del globo ya que dependen de lo que éstas investiguen y patenten para exportarlo al resto del mundo. Si venden productos de alta tecnología es porque muchas empresas japonesas, surcoreanas, europeas y norteamericanas se han instalado en su territorio para producir a bajos costos y ganar una tajada de su mercado. China no tiene marcas posicionadas y reconocidas a nivel mundial como sus rivales japoneses, europeos o estadounidenses. Si bien es cierto que el “made in China” está estampado en una gran cantidad de productos; también es cierto que en su mayoría son fabricados bajo licencia de importantes trasnacionales foráneas.

Lo que China sí hace muy bien, en cambio, es piratear, pues fomenta esa ilícita actividad. Las autoridades de la potencia emergente no hacen nada para controlar la violación de derechos de autor y de propiedad industrial porque le resulta más fácil plagiar que inventar algo nuevo o mejorar lo existente. La permisividad no es accidental toda vez que la piratería y el robo de secretos industriales se han convertido en la forma en que China busca reducir la brecha de conocimiento con occidente. Esta estrategia puede ser contraproducente a mediano o largo plazo pues podría ser sancionada. Según Giles Merritt, editor de la revista de políticas públicas Europe’s World, “la piratería intelectual, asi como las denuncias acerca de la falta de seguridad de los productos, fácilmente podrían terminar en llamados a establecer nuevas y estrictas barreras comerciales”.

China depende tecnológicamente de sus vecinos Taiwán, Corea del Sur y Japón, y de Estados Unidos, porque desarrollan los chips que necesitan las cámaras de fotos, teléfonos móviles, televisores de plasma, computadoras, etc., que se ensamblan en sus insalubres fábricas. Básicamente las firmas chinas son subcontratistas, es decir, se dedican a la tercerización manufacturera pues se encargan de unir componentes de productos de diseño occidental. Esta dependencia hace que el crecimiento de sus exportaciones esté supeditado a los saltos tecnológicos que se originen en otras partes del planeta.

El segundo elemento que pone en ciernes su protagonismo es que su economía depende mucho de las exportaciones y no de su demanda interna. A pesar de que Beijing ha lanzado un gigantesco paquete de estímulo para contrarrestar los efectos de la crisis económica e incentivar el consumo interno (en las provincias más atrasadas), el esfuerzo no será suficiente para modificar la composición de su economía. Las exportaciones representan poco más del 40% de su Producto Bruto Interno. Ese nivel, por ejemplo, está muy por encima de la porción que corresponde al comercio en Estados Unidos pues no llega al 20% de su producción general. En Europa el porcentaje es mucho menor a su demanda interna como en el caso norteamericano. China tiene la tarea pendiente de crear un consumo fuerte para compensar la caída de sus exportaciones, ya que, en el presente año, se han reducido en 26%, lo que ocasiona mayor desempleo en sus ciudades.

Para revertir esta situación, China debería tener multinacionales que incursionen en el ámbito de los servicios financieros, contables, publicitarios, legales y el desarrollo de software. Mientras no dé ese paso será una economía rezagada y altamente dependiente de los vaivenes del comercio mundial. Sin trasnacionales de peso no podrá diversificarse ni expandirse. Por el momento sus empresas solo tratan de asegurar el suministro de materias primas como minerales, petróleo y soja a través convenios con empresas estatales y gobiernos extranjeros, pero no ha avanzado lo suficiente (aunque ya han comenzado a desarrollar de proyectos de infraestructura más allá de sus fronteras, sobre todo en África). La razón para dinamizar y cambiar la estructura de su economía radica en que los empleados de firmas de servicios ganan más que los que trabajan en el sector manufacturero. Sus autoridades deben comenzar dicha transformación si desean mejorar el ingreso per cápita y aumentar el tamaño de su clase media.

Su auge, que no podría ser replicado en otras partes del mundo, salvo en la India por el tamaño de su población, se sustenta en la explotación del trabajador chino y en la devaluación del yuan. Los obreros chinos no ganan más de 8 dólares por una extenuante jornada de 16 horas. Muchos obreros vienen de las provincias más pobres y terminan reclutados en las factorías urbanas. La diferencia de sus ingresos con los de la clase más pudiente incrementa la desigualdad y podría poner de cabeza al modelo. China está sentada sobre un barril de pobreza de 800 millones de chinos que podría estallar si no se les brinda servicios básicos (salud, educación e infraestructura) mientras son incorporados a la economía de mercado.
En China no existen derechos laborales, sindicales (los sindicatos pertenecen al Partido Comunista) ni condiciones mínimas de trabajo. La tercera economía del mundo se basa en el "dumping social" para ser más competitiva, es decir, en el abaratamiento del factor trabajo (humano) para producir a bajo costo. El descuido de las condiciones sociales y laborales (como la salud y seguridad del trabajador) es intencional en la medida que genera ahorros a las empresas. Por eso China es considerada un "paradigma" para la inversión.

La dimensión del Estado Chino representa otro problema pues, a medida que crece desmedidamente, resta participación al sector privado. Beijing no solo concede subsidios a sus exportadores e industrias locales, sino que controla muchas empresas dedicadas a la explotación de recursos naturales, construcción de infraestructura y de energía. A través de la Banca de Nacional de Fomento financia las actividades de sus compañías, las que son, en la práctica, verdaderos brazos o anexos de la política estatal. Por ese motivo no se puede reconocer que China sea una “economía de mercado” pues incumple requisitos esenciales para obtener dicha calificación (el Perú le reconoció dicha condición porque quería cerrar a como de lugar su TLC).
En cuanto al yuan, Estados Unidos alega que está subvalorado. Beijing fijó hace mucho tiempo el tipo de cambio de su moneda (con respecto al dólar) para promover sus exportaciones. Así logró captar mucha inversión extranjera de la que también es dependiente. Para deshacerse de los dólares que ingresaban, Paul Krugman, último Premio Nobel de Economía, dijo que China comenzó a comprar Bonos del Tesoro (Bonos T). De esa forma acumuló una gran cantidad de dólares que le dan poco rendimiento ya que las tasas de la Reserva Federal se encuentran cercanas al cero. Pero más allá de esta gran acumulación de la divisa norteamericana que no generan dividendos (más de 2 billones); la devaluación del yuan debilita tremendamente al consumidor chino pues afecta su poder de compra (su poder adquisitivo). China se encuentra en una gran encrucijada pues nunca podrá crear una clase media fuerte si sigue debilitando artificialmente su moneda.


Este trabajo continuará y será actualizado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y que nos comentas de lo que es el Perù? Que futuro le espera?