Por César Reyna
La última encuesta de Apoyo sobre líderes de opinión es un engañamuchachos, sobre todo para los que se consideran personajes muy influyentes. Mal harían en creer que tienen gran ascendencia sobre el público porque el espacio que ocupan en los medios no les pertenece.
Los periodistas en general no alquilan un segmento radial ni televisivo ni compran una o varias páginas en los diarios para difundir sus reportajes, historias, destapes y opiniones “personales”. Ellos sólo tienen poder en la medida que los dueños de los medios se lo permiten, es decir, los emplean. Son piezas descartables, canjeables, manipulables y sobornables como se ha visto en cientos de casos, sobre todo durante la autocracia de Fujimori, cuando Vladimiro Montesinos compró la línea editorial de la mayoría de estaciones de señal abierta, diarios “serios”, prensa chicha y radios. A algunos no los compró directamente, pero fueron obligados a guardar silencio para no tener problemas con la Sunat. Otros recibieron harta publicidad estatal para que no investiguen las tropelías del fujimorato, caso del diario ‘El Comercio’, el decano de la prensa nacional, que calló ominosamente durante los noventa y sólo al final se animó a criticar a un régimen que se estaba jugando los descuentos.
Descubrir a Augusto Álvarez Rodrich, de pasado fujimorista, entre los hombres de prensa más destacados sólo nos dice que representa a una determinada corriente de opinión, que puede o no coincidir con la suya, pero sí, y necesariamente, con la de su empleador. Este periodista y ahora columnista ‘estrella’ de ‘La República’, fue despedido por presiones políticas (de Jorge del Castillo) por insistir en Perú 21, diario del que era director hace medio año, con el tema de los `petroaudios’. Si La República o RPP no le hubieran dado cabida su “influencia” hubiera desaparecido.
Entonces es equivocado suponer que los `frontman’ de la radio, la prensa escrita o la televisión son poderosas figuras ya que pueden ser cesados en cualquier momento y sobre todo si se salen de la línea editorial.
El caso más reciente de ostracismo forzado es el de César Hildebrandt, quien luego de acusar a Hugo Chávez de violar la libertad de expresión en Venezuela y entrevistar al ex diputado izquierdista Ricardo Letts Colmenares, quien cuestionó a la directiva de ‘La Primera’ por no imprimir su artículo, dejó de publicar intempestivamente en el periódico opositor. Su caso también es emblemático porque todos sus programas fueron cancelados en varias oportunidades por pelearse con los patrones –una de ellas en vivo y en directo con el ‘broadcaster’ Genaro Delgado Parker-.
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