Por César Reyna
Nuevamente el mandatario boliviano arremete contra su homólogo peruano Alan García, aunque esta vez el líder incaico le dio bastante “munición” para que “dispare” a mansalva. Evo Morales no podía contenerse ante las declaraciones de García, quien deslizó la existencia de un acuerdo marítimo bajo la mesa entre Santiago y La Paz que explicaría la actitud hostil del gobernante del Altiplano hacia nuestro país.
Morales descartó de plano la existencia de un pacto secreto con Chile para conseguir salida al mar. “No somos liberales para hacer acuerdos reservados”, respondió a García. El presidente boliviano considera que los gobernantes que aplican políticas de libre mercado son traidores a los intereses de los pueblos autóctonos.
El que García revelara un supuesto entendimiento entre chilenos y bolivianos ha puesto en jaque al régimen de La Paz ya que debe rendir explicaciones sobre los alcances del acuerdo. Aunque se niegue quedará la sospecha de que se viene tratando el asunto de la mediterraneidad boliviana de manera oculta. Esto podría debilitar a Morales, quien necesita encaminar la recuperación del litoral para vencer sin susto en las próximas elecciones (actualmente su popularidad ronda el 45%).
La salida que debe anunciar a su pueblo debe ser digna; de lo contrario sería acusado de sacrificar los intereses nacionales. La fuerte oposición que enfrenta en las provincias de Beni, Pando, Tarija y San Cruz demandará mayor transparencia ya que el tema no ha sido explicado a los bolivianos.
Es seguro que Chile no le ofrecerá una salida soberana ni le devolverá Antofagasta, arrebatada hace más de un siglo, sino un enclave portuario sin dominio del espacio aéreo ni marítimo. De los 13 puntos de la agenda chileno-boliviana sólo se ha hecho público un preacuerdo por el uso de las aguas del río Silala, por el que Chile está conforme y Bolivia todavía lo mantiene en discusión.
De existir un pacto entre ambos Estados, el tema la cesión territorial sería secundario porque lo más importante es que Chile forme una sólida alianza con Bolivia. En términos geopolíticos sería un duro revés pues nos distanciaría de un país que -en teoría- debería ser un aliado natural del Perú ya que compartimos una misma cultura, sobre todo en la zona sur. Perder a Bolivia, a pesar de mantener diferencias ideológicas, nos aislaría aún más en el contexto regional. Tal vez por esa razón el presidente García busca fortalecer el Eje Lima-Bogotá para compensar la inminente ruptura con los bolivianos.
Es casi un hecho que si Bolivia exporta y vende su gas a Chile crearían un vínculo y una dependencia muy fuerte durante los próximos 40 o 50 años. Perú saboteó esa relación durante el Gobierno del presidente Toledo ofreciendo una salida por su territorio, aunque geográfica y económicamente resultaba inviable. La unión estratégica que formarían en términos energéticos dotaría a Chile de gas y a Bolivia un mercado en crecimiento.
El canciller chileno Mariano Fernández declaró que “los que hacen pactos bajo la mesa forman parte de la cultura de otros países y no de la chilena”, en alusión al Pacto Secreto o Tratado de Alianza Defensiva de 1873 que firmaron Perú y Bolivia, y que Chile señala como detonante de la Guerra del Pacífico (1879-1884).
Evo Morales, por su parte, defendió las negociaciones de su gobierno con Chile, asegurando que son transparentes. Sin embargo, aunque su propósito no era desmentirlo, el jefe de la diplomacia chilena dijo mantenían conversaciones reservadas con Bolivia, ergo, sólo se tratan al más alto nivel y no de manera abierta como afirma Morales.
El presidente boliviano no desaprovechó la oportunidad, como sabemos, para despacharse a su antojo contra Alan García. Además de llamarlo “chabacano” por enésima vez le dijo que era “sumiso a Estados Unidos”. Poniendo en perspectiva sus declaraciones, su crítica va por el lado del rompimiento del Apra con la doctrina del antiimperialismo, ideada por Haya de la Torre, cuya fue materialización o ‘estocada mortal’ fue la subscripción de un TLC con la superpotencia. El cuestionamiento de Morales sería válido si Haya no hubiera escrito “Treinta años de aprismo”, donde el propio Haya reescribe su pensamiento y plantea que los partidos políticos deben adaptarse a las circunstancias, es decir, regirse bajo leyes darwinianas para mantener su cuota de poder y renovar su discurso. En otras palabras, pactar con cualquiera y con cualquier ideología para sobrevivir.
Generar cortocircuitos con los chilenos y los bolivianos le es de mucha utilidad a García para desviar la atención sobre la ineficiencia de su Administración en el manejo del gasto público.
Si la demanda en la Corte Internacional de Justicia de La Haya ha irritado tanto a los chilenos es porque los tomó por sorpresa. La Concertación que encabeza Michelle Bachelet no esperaba que el mandatario que la invitó a presenciar el desfile patrio en 2006 iniciara una acción legal para resolver el diferendo marítimo.
Finalmente, no es cierto que Perú no haya exigido redefinir los límites marítimos, o mejor dicho, ceñirlos al Tratado de 1929 pues durante el Gobierno de Toledo Chile rechazó la posibilidad de llegar a un arreglo bilateral. Como prueba constan las notas diplomáticas intercambiadas entre los ministerios de exteriores, y la suspensión de las reuniones “dos más dos” entre las cancillerías y los ministerios de defensa de ambos países (se realizaban para aliviar tensiones, abordar asuntos de integración y transparentar el gasto militar).
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