Al ver que su estrategia de copar el centro del espectro político no dio resultado (cayó varios puntos en las encuestas), el candidato nacionalista retornó a su línea dura para recuperar terreno en provincias, donde la insatisfacción con el modelo económico y el Gobierno es mucho mayor
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Por César Reyna
Aunque muchos critiquen los insultos de Humala contra el actual presidente y un ex presidente, dicha postura no perjudica sus intereses ya que el descontento con la clase política en el interior es más acentuado. Prueba de ello son los numerosos conflictos sociales, entre activos y potenciales, que han venido afectando la imagen y la estabilidad del país.
Humala está tratando de capitalizar o recapitalizar la frustración con el sistema para pasar a segunda vuelta como hace 3 años. Por eso vuelve a apelar a un lenguaje duro y sin concesiones contra sus rivales para dejar claro que representa la opción frente al modelo que ha causado mayor desigualdad y exclusión.
No estamos a favor de Humala, sino analizando su estrategia de campaña de cara a las elecciones de 2010. En ese sentido creemos que su reposicionamiento como radical le brindará mejores posibilidades de tentar por segunda vez la presidencia.
Sin embargo, a pesar de que todavía tiene chances de llegar a la segunda vuelta, no vemos factible su triunfo pues muchos de sus planteamientos son resistidos por la mayoría de la población. Como la crisis económica mundial (que produjo la caída de las exportaciones peruanas, de la recaudación tributaria y del empleo) no ha tenido un gran impacto en nuestro mercado, las posibilidades de Humala se han ido diluyendo conforme se han alejado los temores de una recesión prolongada.
Sin una gran crisis económica en el horizonte Humala no tiene opciones de ganar pues su discurso está dirigido a los que menos se han beneficiado de la economía de mercado (desempleados, informales, agricultores, pobladores marginales, etc.). Estos grupos, que en su mayoría conforman los estratos “D” y “E” de la población, no desean un cambio traumático en las reglas de juego (no quieren que un gobernante ahuyente la inversión, como lo revela un reciente estudio de Apoyo publicado por El Comercio), sino que las empresas privadas cumplan con los compromisos asumidos (que no es el caso de la metalúrgica Doe Run, por ejemplo) y que no abusen del consumidor (como muchas veces ocurre con la Telefónica y otras que empresas ofrecen servicios públicos).
El ex militar se encuentra actualmente en el tercer lugar de las preferencias electorales con un 13%; muy por debajo del alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio (21%) y de la congresista de Alianza por el Futuro Keiko Fujimori (20%).
En el mitin proselitista que tuvo lugar en la localidad cusqueña de Espinar habló de la guerra contra Sendero Luminoso, enfatizando que había combatido a la subversión con honor y que no violó derechos humanos, en clara alusión al presidente Alan García, implicado en la matanza de El Frontón, y del reo Alberto Fujimori, condenado a 25 años por las masacres de Barrios Altos y la de la Cantuta. Explotar el tema de la lucha contra el terrorismo puede darle algunos réditos ya que participó en zonas de emergencia y le brinda cierta ventaja frente a sus competidores.
Recordarle al electorado que no huyó cuando se sublevó en el sur -en las postrimerías del régimen de Fujimori- puede ser rentable en términos políticos ya que los peruanos desean ser gobernados por un líder de carácter fuerte y autoritario, según Apoyo.
En lo que falla Humala, y casi la mayoría de aspirantes presidenciales, es en su capacidad de gestión (en la que por cierto sale bien calificado Castañeda Lossio, a pesar de las demoras de algunas obras que dificultan el tránsito en la capital). Ser un buen gestor es lo que necesita para despejar las dudas de muchos. Pero a estas alturas de la carrera parece imposible porque está muy identificado o asociado con el disparatado modelo chavista.
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