jueves, 6 de septiembre de 2007

El Irán avanza en su programa nuclear: ¿Delenda est Israel?

A Catón, llamado el Antiguo o el Censor (234—149 a.C) se le atribuye la frase “Delenda est Carthago” (Cartago debe ser destruida) con la cual propugnó la destrucción de la república africana, nación que disputaba comercial y militarmente con Roma la hegemonía sobre el Mediterráneo.

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La Eneida, obra del gran poeta latino Virgilio parece repetirse, y esta vez no son Dido (reina de Cartago) ni Eneas (héroe troyano) sus protagonistas; sino Irán e Israel, dos naciones que al interpretar dichos roles podrían llevar al mundo a una conflagración regional.

La comparación entre los personajes literarios con los reales (el primer ministro israelí y el presidente iraní) tiene lugar ya que tanto el pueblo cartaginés como el romano (a través de Eneas) estuvieron muy vinculados en sus orígenes. Al extremo que sin la asistencia recíproca entre ambos, ninguno de los dos hubiera perdurado (1). Dido acoge a Eneas tras su huida de Troya y Eneas ayuda a la reina a preservar sus dominios. Naciendo entre ellos una infructuosa pasión que llevará a sus descendientes al odio y la destrucción.

La similitud entre los pueblos anteriormente citados pasa por el Antiguo Testamento, cuando a partir del patriarca Abraham germinan las naciones musulmana y judía (2). A pesar del origen común (científico según algunas publicaciones de renombre como National Geographic), el posterior distanciamiento provocó que las diferencias fueran acentuándose y que su actual coincidencia en un mismo espacio geográfico sea conflictiva.

La historia se repite pues ambas naciones están hermanadas según sus respectivos textos sagrados: el Corán y la Biblia. La mitología y la religión parecen confirmar desde Caín y Abel que cuanto más profundos son los lazos entre los hombres, más próximos están a enemistarse. Es como si estuvieran predestinados a aborrecerse y agotarse el uno al otro en luchas interminables y sangrientas.

El reciente episodio que revive este odio se suma a una larga lista de animadversiones, malentendidos y altercados. Es como el “eterno retorno de lo idéntico” como dijo Nietzsche en “Así hablaba Zaratustra”. En clara alusión a que todo tiende a reeditarse en el universo y el ser humano no es la excepción.

Mahmoud Ahmadinejad y Ehud Olmert tampoco son ajenos a este principio filosófico, en virtud del cual los odios vuelven a erigirse por encima de la razón y la cordura.

Freud, padre del psicoanálisis, señaló que el sentimiento tanático alude a la pulsión destructiva y aniquiladora en el hombre. En la actualidad no imaginamos que podría pasar si Tanatos llega a liberarse de sus constricciones y condicionamientos culturales. Seguramente acudiríamos al fin de la civilización y la cultura como la conocemos. En un escenario nuclear en el que las cadenas de este sentimiento se rompan, la capacidad de destrucción mutua está más que asegurada.

Esperemos que las expresiones del mandatario iraní, bajo las cuales amenazó "a todo país que respalde al estado judío" y advirtió que "esa nación (Israel) pronto desaparecerá", no sean en un futuro proféticas. Dichas manifestaciones coincidieron en el marco de las celebraciones del "Día de Al-Quds”, el nombre árabe para Jerusalén. En esa fecha los iraníes conmemoran la ilegítima toma de la ciudad por parte de los judíos europeos. Caber recordar que Jerusalén es sagrada para las tres religiones del libro: la judía, cristiana e islámica, en cuyo último caso la santidad de ésta se debe a que el profeta Mahoma ascendió al cielo desde el lugar donde se erige ahora la Mezquita de la Cúpula de la Roca, bajo los cimientos del Templo de Salomón, destruido por los romanos.

Tal festividad fue instituida en vida por el Ayatolá Jomeini en la que se recuerda este hecho como una ofensa a la fe islámica y sirve para que los líderes de la revolución chiíta pronuncien inflamados discursos contra Israel y su aliado norteamericano.En aquella oportunidad, durante la pasada celebración se renovaron las amenazas hacia occidente y conminó a Europa a romper relaciones con Israel. Estas declaraciones pasarían desapercibidas si no fuera porque Irán está desarrollando un programa nuclear que resulta peligroso para la estabilidad de la región; aunque tal vez a partir de éste pueda establecerse un verdadero equilibrio geopolítico dado que Israel posee dicha tecnología.

El problema central aquí es la posición asumida por régimen iraní, ya que dadas sus aspiraciones nucleares, su programa abre una enorme interrogante en torno a las acciones que tomaría de dotarse con tales armas, es decir, no sabemos cuál será su nueva actitud una vez que consiga hacerse con dicha capacidad disuasiva (Ahmadinejad dijo que operan en la actualidad 3.000 centrifugadoras capaces de procesar uranio).

Para Irán, el fin último del armamento nuclear no es “borrar del mapa a Israel”, como lo anunció en reiteradas ocasiones su presidente y el propio Ayatolá Jomeini en vida ya que con ello sólo garantiza una cosa: su total aniquilación. Entonces, la causa fundamental para tal empresa sólo puede ser una: evitar una futura invasión estadounidense. Con los antecedentes de sus vecinos Iraq y Afganistán, Irán tiene motivos de sobra para justificar internacionalmente sus programas nucleares, así lo señalan algunos reformadores iraníes a la prestigiosa revista The Economist. Además, con la adquisición de estas armas se cristaliza un viejo anhelo de Jomeini: fortalecer el desarrollo de su revolución, cuya meta principal consistía en irradiarla hacia países donde la presencia chiíta fuera significativa.

Otro punto destacable es que el poderío nuclear otorga mayor capacidad de negociación y participación en la discusión de asuntos regionales. Es una carta que se pone sobre la mesa y no necesariamente sobre la sien de los demás interlocutores. Así, el régimen iraní aspira a ser reconocido como potencia aun cuando enfrenta enormes problemas internos, pues tiene una desocupación preocupante y sus ciudadanas carecen de algunos derechos elementales. Sin dejar de lado el hecho de que su economía es susceptible a los vaivenes del precio del petróleo.

Dichas armas, además de proporcionar un mayor peso regional, convertirían a Irán en una nación con serias posibilidades de acceder—o al menos reclamar—un lugar el Consejo de Seguridad de la ONU de manera permanente. A pesar de las diatribas gubernamentales iraníes lanzadas contra dicho Consejo, tildándolo de “ilegítimo”-al establecerse sanciones para ese país por llevar adelante su programa nuclear al margen del Tratado de No Proliferación Nuclear, moderadas por la oposición de Rusia y China- para Ahmadinejad representaría un hito importante posicionar un emisario suyo a la par de los representantes de las grandes potencias. Tal vez esa sea una de sus mayores aspiraciones de cara al futuro, algo inédito para una nación árabe. Con el tiempo creemos que sea factible un escenario donde los países islámicos se encuentren representados de manera indefinida al igual que la India, Brasil y algunos países más. Pero ese sitial que eventualmente correspondería a un miembro del mundo musulmán sería disputado por Pakistán e Irán, toda vez que el primero cuenta con armas de destrucción masiva y el segundo está realizando denodados esfuerzos por conseguirlas.

Por otro lado, Bush no parece dispuesto a aceptar, tal y como ha dicho en innumerables ocasiones, la recomendación inglesa que propone abrir un diálogo directo con países de la región, como Irán y Siria, para involucrarlos en una salida a la actual ola de violencia en territorio iraquí. "Si Siria e Irán no están comprometidos con el éxito en Iraq, no deben molestarse ni en presentarse (a un eventual proceso de negociaciones)", ha dicho el presidente norteamericano. Y ha agregado que "los países que participen en esas conversaciones no deben financiar el terrorismo, deben ayudar a una joven democracia a sobrevivir". El gobernante británico, que siempre ha defendido la implicación de otros países en la búsqueda de soluciones para Iraq, ha subrayado que el apoyo que Irán está prestando a los chiíes en el sur de ese país plantea un claro problema.

Sobre la agenda pende todavía una solución del conflicto árabe-israelí. Si Irán entra a tallar favorablemente en Iraq—claro que luego de un cambio de gobierno en ese país—exigiría una solución aceptable al problema antes mencionado. La presencia de un nuevo actor internacional podría atrasar como acelerar cualquier esfuerzo por la paz en la región. Así las cosas, el mundo islámico podría encontrar en Irán un poder detrás del cual alinearse. El desafinado y variopinto coro de voces en Oriente Próximo tal vez halle en la altiva voz de la república teocrática iraní la oportunidad para manifestar una posición común sobre este y otros temas en los que estén involucrados los particulares asuntos de la región.

Notas:

(1) Claro que luego Roma destruyó Cartago al vencer a Aníbal en Zama.

(2) Los iraníes fueron los antiguos persas pero dada su conversión al islamismo, nada pacífica por cierto, se les puede considerar emparentados con los hebreos desde el punto de vista cultural y religioso.




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