jueves, 6 de septiembre de 2007

Latinoamerica paga su deuda y complica al FMI

De la serie "La crisis del FMI y Banco Mundial"

V.-LA CANCELACION ANTICIPADA DE LA DEUDA CON LOS ORGANISMOS FINANCIEROS INTERNACIONALES (BM Y FMI)

El pago total de la deuda por parte de algunos países emergentes se está convirtiendo en una corriente muy extendida entre las naciones en vías de desarrollo y en un severo dolor de cabeza para el FMI y el Banco Mundial. Estos son los casos de Brasil, Argentina, Tailandia, Rusia, Venezuela y Uruguay, quienes al saldar o anunciar los pagos por adelantado de sus obligaciones con las citadas instituciones complican no sólo su situación financiera -ya que subsisten gracias al pago de intereses sobre los montos que asignan-, sino que se liberan de la fiscalización que hace el FMI de la aplicación de sus respectivas políticas económicas.

Así, la cancelación de Brasil en el 2005 por la cual saldó su deuda de 15.700 millones de dólares con el FMI, y la determinación argentina de seguir los pasos de su gran socio comercial al efectuar desembolsos por 9.810 millones de la divisa norteamericana fueron dos hitos de gran importancia en la historia de las relaciones económicas de los países emergentes con los organismos multilaterales. Ya que además de liberarse del constante monitoreo de sus economías, en particular de sus indicadores macroeconómicos y sus políticas fiscales y monetarias, ahorraran cientos de millones de dólares en intereses (por el pago adelantado de sus obligaciones crediticias). Brasil, por ejemplo, ahorrará unos 900 millones de dólares por dicho concepto.

Uruguay, siendo un país pequeño dentro de la órbita sudamericana, también imitó a sus pares del Mercosur al anunciar en el 2006 el pago de su deuda con el Fondo por un total de 1.080 millones de dólares.

Mucha razón tenía Henry Kissinger, ex secretario de Estado de Nixon y consejero de varios presidentes norteamericanos al indicar que “los países de América Latina se orientarán conforme a lo que haga Brasil”. Al menos en el terreno del pago de la deuda y de algunas políticas de sociales (como el Plan Hambre Zero y los programas de vivienda), las naciones de la región vienen imitando la buena gestión del presidente brasilero, Lula da Silva.

Otros países como la conflictiva Serbia y la turbulenta Indonesia emprendieron la misma estrategia de las tres naciones latinoamericanas mencionadas.

Aquí cabe destacar que el pago anticipado mejora el perfil crediticio de los países que decidieron cancelar sus deudas con los organismos financieros antes de sus vencimientos. Esto es positivo porque reduce el monto a pagar por intereses en el largo plazo y libera recursos para asignarlos a programas vinculados con el desarrollo y la disminución de la pobreza. Además facilita la obtención de nuevos créditos a mejores tasas y condiciones porque el país se presenta como buen pagador en los mercados financieros.

Standard & Poors, agencia clasificadora de riesgos de Wall Street, señala que el pago adelantado otorga un mejor acceso al mercado de capitales y mejora la calificación del país acercándola al grado de inversión, cuyo indicador sirve de referencia para los inversionistas extranjeros al momento de resolver si invierten o no en una determinada plaza emergente.

Algunos países a la vez que cancelan sus compromisos con el BM y el FMI, han optado también por saldar sus préstamos con el Club de París, que agrupa a los acreedores públicos (Estados desarrollados) de los países emergentes con el objetivo de reducir aún más su carga financiera.

En cierto modo se puede apreciar que los países menos industrializados están ganando más autonomía e independencia respecto de las instituciones de crédito internacional. Pero esta independencia es todavía relativa, y más aún en un entorno globalizado donde los lazos y procesos de intercambio se estrechan. La dependencia de los países emergentes, en especial de América Latina, se debe a su estructura económica que enfatiza la explotación de materias primas y productos de poco valor agregado.

La existencia de nuevos mercados y cierta apertura vía Tratados de Libre Comercio (TLC) o acuerdos de preferencias arancelarias para algunos bienes refuerzan esta tendencia de la economía latinoamericana, es decir, de ser esencialmente exportadora de productos primarios. Pero a la vez la torna menos vulnerable al tener otros destinos donde colocar su producción (como China, India, etc.), de ahí que las crisis internacionales, barreras proteccionistas o distorsiones en el comercio mundial (generadas por parte de compradores tradicionales como EE UU y la UE) ya no sean tan catastróficas como antes.

Retomando la cancelación anticipada de la deuda de países emergentes, Venezuela acaba de sumarse a la lista de naciones que ya concretaron sus operaciones de pago anticipado con el FMI y el BM. Ese país desde hace algún tiempo atrás, gracias a su riqueza petrolera, viene reemplazando en el plano regional al FMI como prestamista institucional por excelencia al adquirir bonos de deuda argentinos por montos cercanos a los 3.000 millones de dólares. Lo que ha aliviado las finanzas argentinas y permitido que el país gaucho encuentre otras fuentes alternativas de financiamiento en la región sin acudir a Washington D.C., donde se ubica la sede del FMI.

En concreto, las acreencias venezolanas con el FMI y el BM totalizaban unos 3.300 millones de dólares, que fueron saldadas luego de que Caracas recurriera a sus Reservas Internacionales Netas (RIN) y se abstuviera de solicitar nuevas líneas de crédito a los organismos multilaterales. El asunto quedaría en lo anecdótico si no fuera porque el presidente populista, Hugo Chávez, pretende ir más allá de la cancelación pues resolvió la separación de su país del FMI y del BM. En la práctica, la estrategia de los países emergentes de cancelar anticipadamente sus acreencias y no hacer uso de préstamos aprobados significa un rechazo a la injerencia de las instituciones financieras. Por ello, salirse abruptamente del Fondo y del BM no disminuye en ningún grado la influencia de estas entidades sobre las economías latinoamericanas. De ahí que la decisión de Chávez sea más efectista que concreta, porque desde que asumió el mando en 1999 congeló las relaciones de Caracas con el FMI. El propio ministro de Economía de Chávez, Rodrigo Cabezas, afirmó “que con el adelanto en las cancelaciones, Venezuela sólo ahorrará unos 8 millones de dólares, por lo que la medida tiene más significado político que económico”.

La pésima imagen del Fondo en Venezuela data de 1989, cuando el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, contra el que Chávez dio un fallido golpe en 1992, firmó un acuerdo con el FMI por el que se adhirió por completo a sus “recomendaciones”, que entre otras disposiciones comprendía un duro programa de ajuste fiscal. Aquello desató una ola de protestas sociales y disturbios que debilitaron la presidencia del “socialdemócrata” Pérez. Por ese entonces el contexto internacional era negativo para la mayoría de economías de América pues muchos de los commodities que comercializaban como el petróleo se cotizaban a precios irrisorios y no tenían recursos para afrontar los pagos de sus cuantiosas deudas, además había que agregar una inflación galopante y la constante devaluación de la moneda. La falta de inversiones extranjeras que dinamicen la economía, producto de la volatilidad política, la ausencia de reglas claras para la inversión y demasiado proteccionismo, obligaron a los países a recurrir a los organismos financieros internacionales para cubrir sus necesidades presupuestales y sus déficit en cuenta corriente. Venezuela inició por esas fechas un programa de liberalización económica, que acabó con los controles de precios, privatizó las deficitarias y elefantiásicas empresas públicas (que ahora Chávez nacionaliza rimbombantemente) y desmanteló las barreras a las importaciones, entre otras medidas muy conocidas.

La apertura frenética de la economía trajo algunas cosas positivas (como hacer más conscientes a los gobiernos de la necesidad de tener políticas fiscales responsables), pero generó un malestar y descontento generalizado en los estratos sociales más bajos, es decir, en la población más vulnerable a los cambios que se introdujeron con la nueva orientación económica.

Las noticias para los organismos multilaterales no son malas, al menos en los casos del BID y la CAF, Banco Interamericano de Desarrollo y Corporación Andina de Fomento, respectivamente, con los que Venezuela desea seguir colaborando, así como muchos otros países latinos ya que dichas instituciones siempre mantuvieron el perfil para el que fueron diseñadas, a diferencia de sus pares del FMI y BM, quienes por largo tiempo han sido dependientes de los Estados que designan a sus principales directivos y representantes, es decir, herramientas de control político y presión sobre economías menos desarrolladas.

Argentina, por su parte, al imitar a Brasil, privó de ingresos futuros al Fondo toda vez que los préstamos que acumulaba conjuntamente con Brasil ascendían al 49% del total de créditos otorgados por dicho organismo. Si bien la cancelación alivia en algo las cuentas rioplatenses, más del 90% de la deuda pública argentina se mantiene con Estados y acreedores privados. Desde cierto punto de vista es malo que Argentina se desentienda del FMI toda vez que las políticas populistas que impulsa Néstor Kirchner tendrán menos freno y oposición internacionalmente hablando. En su caso, la independencia lograda puede ser perjudicial porque algunas de las críticas que desliza el Fondo sobre las políticas de control de precios, distorsiones (mediante impuestos antitécnicos) y fijación de tarifas a los servicios públicos son justas y deben ser revisadas. Además, se pierde un adecuado monitoreo sobre los recursos (provenientes de préstamos) para programas sociales, esto es, deja de fiscalizarse un importante gasto como el social (en el que se precisa una escrupulosa asignación de los mismos para que generen el impacto deseado).

Entre las razones que algunos analistas difunden acerca de las verdaderas motivaciones de la abrupta cancelación de la deuda argentina está la falta de un acuerdo con el FMI sobre la revalorización del peso, liberar el control estatal sobre las tarifas y realizar algunas reformas fiscales adicionales. La negativa de Argentina a deshacerse de algunas políticas populistas la llevó a “romper” su relación con el FMI. El pago adelantado redujo las reservas gauchas en un tercio pues se encontraban antes de la cancelación en 27.000 millones de dólares. Algunos financistas consideran que para recuperar el anterior nivel de reservas será necesario emitir nueva deuda (en bonos a tasas del 9%), con lo cual se habrá perdido el supuesto ahorro de intereses.

En la lista de los principales deudores del FMI se encontraba Brasil con un 34% de los préstamos concedidos por el Fondo. Le seguía Turquía, que también ha honrado sus compromisos por adelantado. En el tercer puesto se ubicaba Argentina con 15%. Indonesia con 10% en el cuarto lugar. El quinto era de Rusia con el 5% de los desembolsos del FMI. Y el resto se repartía el 13% de los montos asignados por el Fondo.

En Brasil, los críticos del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) consideraron que “los recursos se obtuvieron de una restricción del gasto público y el sostenimiento de elevadas tasas de interés, en el estilo de política económica ortodoxa, lo cual terminó generando el ahorro en las reservas internacionales”, según la BBC. Mientras que para Rodrigo Rato, director gerente del Fondo, “refleja la creciente fortaleza de la posición externa del país”. Esta nación saldó su deuda de 15.500 millones de dólares con parte del dinero que el FMI recaudó para conformar el paquete de “rescate” tras la crisis cambiaria que devaluó al real y que el Tesoro brasilero contabilizó como parte de sus reservas.

De otro lado, Ecuador parece ser el siguiente país latinoamericano en desvincularse financieramente del FMI. Al menos así lo reveló Rafael Correa, presidente ecuatoriano, quien manifestó que desea “reducir en un 60% la deuda y liberar recursos para los programas sociales”. En la actualidad, según cifras del FMI, la deuda de Ecuador asciende a 10. 216 millones de dólares, cerca de un tercio de su Producto Bruto Interno (PBI).

Las relaciones entre Ecuador y el FMI y el BM no pasan por un buen momento. Al extremo que el ministro de Economía, Ricardo Patiño, ha puesto en la congeladora los tratos con dichos organismos. Por contra, Quito prefiere acentuar sus lazos, al igual que Venezuela, con el BID y la CAF. Ecuador se dispone a cortar progresivamente sus vinculaciones con el Fondo mientras la cotización de su principal producto de exportación -el petróleo- le favorezca. Pero antes tendría que consolidar su industria petrolera como Venezuela o Rusia para asegurar una mejor participación del Estado en las regalías, contratos de explotación y en empresas conjuntas entre Ecuador y las multinacionales que operan en la selva ecuatoriana. Hace pocos meses el gobierno anuló la concesión a la norteamericana Occidental Petroleum por incumplir algunas obligaciones contractuales, lo que ha sido visto como una arremetida de Ecuador contra los capitales privados (extranjeros). Con ello corre el riesgo de que no se renueve -es lo más probable- las preferencias arancelarias que gozan sus productos agrícolas y manufactureros en el mercado estadounidense.

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