Por César Reyna
Si revisamos atentamente el legado histórico de Roma se podrá apreciar que las prácticas de Estados Unidos no son muy distintas respecto a las del antiguo imperio. Pero claro, una diferencia que salta a la vista entre EE UU y Roma es que el primero no se expandió más allá de determinados límites, es decir, no trató de anexar otros territorios (con culturas y pueblos distintos al suyo difícilmente asimilables a su sistema de creencias), salvo por las islas que conforman a Hawai. Roma, en cambio, buscó ser un imperio multicultural y plurireligioso pues respetó, hasta cierto punto, las costumbres y prácticas religiosas locales bajo la famosa “pax romana” (la paz que garantizaba el imperio a los pueblos conquistados siempre que reconociesen la autoridad política de Roma y pagasen sus tributos). Este respeto por las costumbres y creencias locales en los dominios romanos fue posible a gracias a la precoz separación entre Estado y religión, hecho que se verifica en su derecho. La escisión entre las cuestiones políticas y religiosas instauró un espacio para la tolerancia, lo que a su vez facilitó un mejor clima para la prosperidad económica y comercial que sostenía al imperio. Roma de alguna forma abrazó el ideal de Alejandro Magno de constituir un gran imperio gobernado por las mismas leyes pero “respetuoso” de las particularidades de cada pueblo.
EE UU, por su parte, domina el mundo de otra manera y le fue más fácil conquistarlo -pues la debacle de Europa durante la Segunda Guerra Mundial le permitió establecer un nuevo orden mundial por medio de instituciones económicas como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), el patrón dólar, las tasas de la Reserva Federal (FED), los bonos del tesoro, etc. Pero su supremacía no fue exclusivamente económica y militar, aunque compartía su hegemonía con la Unión Soviética, sino principalmente cultural gracias a la influencia de sus marcas, costumbres y medios masivos de comunicación.
Si en la antigüedad era válida la frase: “si vas a Roma compórtate como los romanos” según San Agustín. En la actualidad no es necesario pisar territorio estadounidense para compartir varios elementos de su cultura de masas ya que en casi todo el mundo hay restaurantes de comida rápida (Mc Donald´s), centros comerciales que emulan los mall’s norteamericanos, productos financieros originados en EE UU (como tarjetas de crédito), moda (la mayoría de nuestros pantalones son jeans), centros de idiomas donde se enseña inglés, etc. La homogenización cultural ha sido más decisiva que su poderío bélico o económico para consolidar su dominio.
Aunque tal vez algunas muestras de su “poder blando”, definido por el historiador de la Universidad de Yale Joseph S. Nye como “la capacidad de atraer y convencer más que de coaccionar”, bajo la que EE UU ha logrado que otros Estados quieran lo que EE UU quiere también ha sido fundamental para afianzar su liderazgo. Este concepto ha sido implementado a lo largo del tiempo en la política exterior estadounidense y dio mejores resultados que apelar a la fuerza militar o las sanciones económicas contra un país. “El poder blando surge del atractivo de su cultura, sus ideales y su política” dice Nye.
El “poder blando” en sí se sustenta en que muchos países han creído en la autoridad de EE UU sobre algunos temas como el crecimiento económico, el desarrollo tecnológico y las libertades democráticas para aceptar de buena manera sus influencias y recomendaciones. Este "poder suave" es ahora un capital político deteriorado por la actual administración republicana al imponer vehementemente su agenda geopolítica -como la guerra de Iraq-, sin importarle la legitimidad de sus acciones, lo que le ha restado valioso apoyo internacional.
Otra similitud entre Roma y EE UU es que ambos han sido receptivos a los aportes culturales de los pueblos que conquistó el primero e influyó el segundo, puesto que Roma adoptó la religión de los griegos, así como muchas de las tradiciones y tecnologías egipcias, persas, fenicias, cartaginensas, etc. En ese aspecto EE UU también se valió del aporte de los inmigrantes para enriquecerse y reinventar los bienes que éstos traían para convertirlos en productos de consumo masivo.
La industria cultural es tan importante que a partir de ésta EE UU puede reproducir sus valores y su sistema de creencias en otras sociedades. Así pudo globalizar una “cultura del consumo” e instituir el “modelo americano” como único referente o sinónimo de progreso. Por algo China, la gran potencia emergente, protege a sus ciudadanos de la sobre exposición a la cultura norteamericana ya que a través de ésta Norteamérica ha logrado sus mayores y más determinantes conquistas.
Sin disparar una sola bala EE UU nos convenció por largo tiempo de que había una sola forma de hacer las cosas: la suya, a la manera americana. De ahí que hayamos asumido, ante la celeridad de su asombroso desarrollo, que ese era el camino para intentar el despegue. Esto explica la aplicación casi compulsiva de políticas de liberalización económica durante los 90 en países del Tercer Mundo. Ante el descomunal crecimiento norteamericano y su triunfo final en la Guerra Fría, los países en vías de desarrollo decidieron replicar su éxito económico mendiante la aplicación de las recetas del Fondo (FMI), previamente elaboradas en lo que se llamó el "Consenso de Washington".
Paradójicamente cuando EE UU recurrió a las armas no fue tan exitoso pues en su haber se encuentran varias guerras pérdidas como la de Vietnam (1958-1975) y algunos empates como la de Corea (1950-1953). Sin dejar de lado que sus intervenciones militares crearon mayores problemas a los que inicialmente existían.
Una similitud muy palpable entre Roma y EE UU pasa por la forma en que entienden la ciudadanía o, mejor dicho, por el modo que conciben y reconocen derechos a quienes no son sus ciudadanos. Roma distinguió muy bien no sólo dentro de sus propias clases sociales, a saber, entre patricios y plebeyos; sino entre romanos y extranjeros. Éstos últimos, comerciantes por lo general, tenían ciertos derechos que no es igual a tener “todos” los derechos. Ser ciudadano tenía como principal característica la intangibilidad o integridad del cuerpo, esto es, el respeto de la vida. Por ello Saulo de Tarso (San Pablo) pudo ser juzgado ante una corte romana dado su estatus ciudadano.
Lo de la ciudadanía es importante ya que por medio de ella EE UU establece un doble estándar, en otras palabras, concede, reconoce u otorga determinados derechos y privilegios. Así, cualquiera que no sea norteamericano en la actualidad corre el riesgo de ser detenido arbitrariamente y conducido a un interrogatorio ilegal. Esto lo hemos descubierto hace unos meses por algunas revelaciones de la prensa europea que dan cuenta de las operaciones clandestinas de la CIA sobre el Viejo Continente. También es conocido el caso de los tratos humillantes en la cárcel iraquí de Abu Ghraib o de la infame base naval de Guantánamo. Lo que permite este accionar son ciertas “leyes” elaboradas bajo el pretexto de resguardar la seguridad nacional y conjurar la amenaza terrorista. Pero hechas con el único propósito de controlar cada vez más a la sociedad.
Por si fuera poco, el Congreso norteamericano ha dado muestras indiferencia respecto al trato que merecen los inmigrantes ilegales al mantener las condiciones que facilitan su explotación en EE UU. Esta apatía también caracteriza a algunos aspirantes a la Casa Blanca ya que ven que da réditos políticos perseguir a los inmigrantes como si con ello se pusiese fin a todos sus problemas, en especial los salariales. Un dato que desmiente que los latinos afecten el desempeño de la economía norteamericana o supongan cargas excesivas para los estados de la Unión es que la OIT determinó que EE UU es el país con mayor productividad laboral por persona.
Se podría decir que dentro del territorio estadounidense y para sus ciudadanos y aliados existen todos los derechos; y que fuera de sus límites o nacionalidad reside la barbarie. Así parecen concebir los funcionarios norteamericanos la condición humana, pese a que existen instrumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las Convenciones de Ginebra, entre otros. La distinta naturaleza o valor de determinadas vidas sobre otras radica en la nacionalidad.
Haciendo un poco de futurología, David Walker, interventor general de Estados Unidos y responsable de la Oficina de Cuentas del Gobierno federal, advirtió notables parecidos entre las causas que llevaron a la debacle del gran Imperio Romano. Para el funcionario estadounidense “la República romana cayó por muchas razones, pero merece la pena recordar tres: el declive de los valores morales y del civismo político dentro de su territorio; el exceso de confianza y de utilización del Ejército en tierras extranjeras, y la irresponsabilidad fiscal del Gobierno central”.
En primer lugar destacó el enorme déficit fiscal que podría conducir a la superpotencia a una “explosión de la deuda”. El riesgo es fruto de una combinación de factores como el envejecimiento de la generación nacida durante la Segunda Guerra (baby boomers), la tasa negativa de ahorro y el sobre endeudamiento. “Si seguimos como hasta ahora”, advierte Walker, “los responsables políticos tendrán que acabar por subir drásticamente los impuestos y/o recortar servicios del Gobierno que los estadounidenses necesitan y dan por sentados”.
“¿Pero significa eso que la superpotencia norteamericana va a precipitarse cuesta abajo a toda velocidad?”, se pregunta Paul Kennedy, director del Instituto de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale, tras analizar que “los flujos y reflujos de la historia” no convierten a ninguna potencia en inmortal, al comentar una frase de Rousseau sobre dicho problema. Su preocupación no está enfocada únicamente en las leyes históricas, sino en el ascenso tangible de nuevos ejes de poder en Asia, particularmente China e India, incluso Rusia, como una renovada potencia militar, espacial y energética luego de consolidar sus industrias de gas y petróleo.
“La pregunta, pues, no es si Estados Unidos está en declive relativo como consecuencia de las alteraciones del poder productivo en el mundo. Por supuesto que sí. La pregunta es si puede llevar a cabo políticas que mitiguen el impacto de esas tendencias generales, aprovechar sus inmensos e indudables puntos fuertes y renunciar a hacer cosas que, en definitiva, le debilitan. Quizá podamos hablar de un 'declive relativo inteligente', aunque parezca una idea contradictoria” dice Kennedy.
Kennedy señala al igual que Walker que el creciente déficit fiscal (también puede incluirse el de la balanza comercial negativa) hace que EE UU dependa cada vez más de financiamiento extranjero, de China, en concreto, pues hace poco el gigante asiático especuló con deshacerse de papeles de deuda estadounidense (bonos del Tesoro y otros instrumentos). Para corregir el problema hace falta sincerar las cuentas o equilibrarlas. Lo que implica menores gastos o más impuestos como mencionó Walker. La guerra de Iraq, a decir de Kennedy, consume muchos recursos del presupuesto norteamericano y merma la disponibilidad de efectivos para afrontar nuevas amenazas (como también lo advirtió, Peter Pace, jefe de estado mayor estadounidense, según el diario Los Angeles Times). Los efectos de la ocupación militar en Medio Oriente ha dañado el “poder blando” de EE UU, algo que lamenta Kennedy porque de esa forma perdió su persuasión.
A Walker y Kennedy se han sumado economistas de la talla de Paul Krugman, Jeffrey Sachs y Joseph Stiglitz pues miran con especial atención los desequilibrios que las cuentas fiscales pueden producir sobre el futuro y la economía mundial.
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1 comentario:
Are The United States becoming Rome?
August 14th, 2007
David Walker thinks the U.S. is facing a fiscal and moral crisis similar to that which brought down the Roman Empire in the 5th century.
The US government is on a ‘burning platform’ of unsustainable policies and practices with fiscal deficits, chronic healthcare underfunding, immigration and overseas military commitments threatening a crisis if action is not taken soon, the country’s top government inspector has warned.
David Walker, comptroller general of the US, issued the unusually downbeat assessment of his country’s future in a report that lays out what he called “chilling long-term simulations”.
These include “dramatic” tax rises, slashed government services and the large-scale dumping by foreign governments of holdings of US debt.
Drawing parallels with the end of the Roman empire, Mr Walker warned there were “striking similarities” between America’s current situation and the factors that brought down Rome, including “declining moral values and political civility at home, an over-confident and over-extended military in foreign lands and fiscal irresponsibility by the central government”.
“Sound familiar?” Mr Walker said. “In my view, it’s time to learn from history and take steps to ensure the American Republic is the first to stand the test of time.”
Posted by Brendan Steinhauser
FreedomWorks Staff
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