viernes, 3 de abril de 2009

Mitos de la guerra contra Sendero Luminoso

Por César Reyna*

Reservamoral.org

Durante el juicio seguido a Alberto Fujimori se han presentado varios argumentos a favor de la "exitosa estrategia contra subversiva" del ex presidente. Su abogado César Nakasaki se ha encargado de exponer a lo largo del proceso que "no hubo necesidad de una guerra sucia porque la política de pacificación fue exitosa". De esa manera intenta desmentir la existencia de dos políticas o líneas maestras: a) una oficial, que según Fujimori derrotó a Sendero Luminoso y al MRTA al capturar a Abimael Guzmán y Víctor Polay Campos sin disparar un solo balazo, y b) una oculta o guerra sucia, bajo la que se llevaron a cabo las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta.

El argumento es fácil de rebatir ya que la estrategia antiterrorista –de la que Fujimori dice ser su conductor y diseñador, sin ser experto en lucha contra subversiva–, no fue responsable de la derrota de los movimientos armados aludidos. Los grupos en cuestión ya habían sido derrotados mucho antes, y no por obra y gracia de los gobiernos anteriores, sino porque nunca consiguieron respaldo popular. Para que quede claro, en el mundo no conoce que una facción haya tomado el poder –el principal objetivo de Sendero– sin ayuda de amplios sectores populares (basta recordar el entrampamiento en el que se encuentran las diezmadas FARC en Colombia). Sin el compromiso del pueblo o parte de él, deviene en imposible reorganizar la sociedad en función a principios de cualquier índole. Con toda seguridad se puede decir que Sendero se aniquiló asi mismo desde que asesinó, torturó y secuestró campesinos, es decir, a miembros de las comunidades alto andinas a los que, en teoría, debía proteger de los abusos estatales.

Sendero Luminoso jamás sedujo ideológicamente a la población, en lugar de ello sólo la ahuyentó y atemorizó al quitarle sus escasas pertenencias y obligándolos a colaborar con una causa demencial. Actuó igual o peor que los agentes del Estado en muchas ocasiones. De ahí que su presencia sólo le genera repudio. Es preciso mencionar que tampoco ofrecía algo mejor a lo que había: múltiples injusticias y desamparo gubernamental porque buscaba instalar un régimen autoritario que rindiera culto a la personalidad de su líder, cercenando, de paso, nuestras "libertades". Si generó cierta sensación de caos durante el primer gobierno de aprista y parte del fujimorista, fue porque por la ineficiencia del primero, y la permisividad del segundo, pues dejó operar a Sendero en la capital para que sus habitantes sintieran los fragores de la guerra. Los planes para atentar en la calle Tarata en Miraflores, el atentado contra Canal 2 (Frecuencia Latina) y la explosión frente a la sede del Banco de Crédito, entre otros, fueron conocidos de antemano por los servicios de inteligencia. Estos deseaban que cundiera el pánico en la sociedad, aunque parezca maquiavélico, para que ésta le diera carta blanca al Gobierno para enfrentar al terrorismo como mejor le plazca, matanzas incluidas, es decir, con terror. De esa forma Fujimori consiguió una constitución a la medida (la del 93), controló el Congreso durante 10 años y el Poder Judicial.

Otro fin del Gobierno de entonces fue magnificar[1] la dimensión de Sendero Luminoso para que cuando se le "derrotara" (ya había sido derrotado mucho antes al no conseguir respaldo social) se dijera que se acabó con un enemigo peligroso que puso en riesgo el sistema democrático y viabilidad del país. De ese modo Fujimori se presentó ante la opinión pública como el "salvador de la patria" y había que reconocerle el mérito de combatir a la subversión, lo que a la postre le valió su segunda y tercera reelecciones.

En Perú, contra lo que opina Nakasaki y otros defensores de la política de pacificación de Fujimori, sí hubo guerra sucia ya que con ella se quería dar el mensaje a los senderistas de que se les aplastaría, que la guerra contra ellos sería sin cuartel a menos que depongan las armas y entreguen información sobre sus planes y sus mandos. Las horrendas matanzas de Barrios Altos y La Cantuta tenían ese claro prepósito. No fue pues una intervención aislada como pretenden demostrar los partidarios de la dictadura, ya que el Grupo de Extermino Colina recibió el respaldo institucional del Ejército Peruano y de las altas esferas políticas, de ahí que se les felicitara, se ascendiera a sus integrantes y los amnistiara un Parlamento dominado por congresistas fujimoristas, quienes, a la sazón, eran dirigidos por Vladimiro Montesinos, el socio político de Alberto Fujimori.



[1] Materialmente era imposible que Sendero ganara pues no llegó a tener más de 5 000 militantes; mientras que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional bordeaban los 300.000 efectivos.

* César Reyna es un escritor peruano, con intensa actividad en el campo de comentario político y de actualidad internacional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

“¿Por qué creen que (los senderistas) tomaron ese local de Barrios Altos?. Les voy a decir la verdad, para que sepa todo el mundo, es sorpresa quizá para ustedes: Cuando en ese tiempo estaba el ingeniero (Máximo) San Román de vicepresidente, por ese lado pasaba todos los días con su carro negro, por el jirón Huanta; entonces ¿Cuál era el objetivo? Era accionar, a través de un control remoto (una bomba), para volarlo con su carro. No se llevó a cabo eso porque peleó, hubo problemas, pero ese era el objetivo…”, narró Arteaga Pascual.

También reveló que el grupo terrorista del solar del jirón Huanta utilizaba triciclos y carros de heladeros para transportar dinamita, anfo y armas.

“En esos triciclos, que vendían aparentemente macetas y abono para plantas, en Miraflores y San Isidro, llevábamos el anfo, en los maceteros vacíos llevábamos los medios…, también en las carretillas de Donofrio, de heladero…”, declaró.

Guarida terrorista

En la audiencia del 22 de marzo, preguntado por la presidente del tribunal para que haga algunas precisiones a su anterior declaración, Douglas Arteaga reveló que en el departamento que ocupaba junto con Filomeno León, había una base y una “escuela popular” que tenían como cubierta un supuesto taller de reparación de cocinas:

“En ese ambiente había una escalera de madera sobre el piso, pegada a la pared, (por la que) nosotros, de rato en rato, cada hora o media hora, subíamos al segundo piso (altillo), donde había siete u ocho camarotes, ahí dormíamos. Y no solo yo, venía gente de provincia y se alojaba allí… hacían un trabajo (atentado) en Lima y se regresaban”.
fuente:
Blog: http://victorrobles.wordpress.com