martes, 19 de mayo de 2009

Después de la crisis


Después de la crisis


Por César Reyna



Muchos economistas, empresarios, y sobre todo políticos, piensan que por fin estamos saliendo del hoyo al que nos condujo la desregulación financiera, es decir, el neoliberalismo de Bush, Lehman Brothers y compañía. Las señales son positivas en la medida de que algunos indicadores han recuperado terreno como la cotización de las acciones en el mercado bursátil (local y mundial), el menor costo de financiamiento para las empresas, el aumento del precio de los commodities (como el petróleo y algunos minerales), entre otros.

Pero el optimismo de las autoridades contrasta con la realidad y lo que se vendrá, esto es, con el desempeño económico post crisis porque, evidentemente, las cosas no volverán a ser como antes. Los países emergentes y del tercer mundo no crecerán a las tasas que venían haciéndolo en el pasado pues el consumidor estadounidense, el verdadero motor de la economía mundial, ha recibido el mayor impacto de la crisis. Este impacto ha ocasionado que cambie fuertemente sus patrones de gasto. Sin la estabilidad de su demanda, la producción mundial tiene que verse afectada, lo que reduce la inversión en países productores de materias primas y en aquellos que se dedican a exportar manufacturas. Esta vinculación echó por tierra la estúpida “teoría del desacoplamiento”, en virtud de la cual algunos gobernantes y funcionarios se apoyaban para dejar en claro que las economías de sus países no serían alcanzadas por la debacle norteamericana.
[1]

Cuatro son los factores que han reducido el patrimonio y los ingresos de los estadounidenses desde el comienzo de la crisis. El primero de ellos es el desempleo, que alcanza a 5.7 millones y roza el 9%. Los cálculos de Nouriel Roubini apuntan a que la tasa de paro llegue al 10% el próximo año, lo que agravaría la demanda interna de la primera economía mundial. El desempleo es producto de la recesión
[2] que obliga a las empresas a reducir personal (costos). El factor humano siempre sufre ante el deterioro de la demanda. Los empleadores recurren al despido masivo para equilibrar sus balances y poder pagar sus deudas al atribulado sector financiero y también al Estado, pues es implacable al momento de cobrar impuestos. Una vez que un norteamericano pierde su trabajo solicita asistencia social[3] para recibir un cheque. En los países desarrollados existe un seguro de desempleo real[4] porque el Estado asigna una cantidad a los cesados.

El segundo elemento que contribuirá a la ralentización de la economía global es la pérdida de valor de las viviendas de los estadounidenses. No hace mucho los ciudadanos norteamericanos recibían préstamos cuando las entregaban en garantía a los bancos para financiar su consumo. De lejos representan su mayor activo, pero ahora que la economía en general se ha deteriorado, el flujo de crédito se ha cortado drásticamente, lo que ha disminuido el poder de compra de las familias. El consumo se ha estancado y muy probablemente seguirá así hasta que el sector inmobiliario se recupere. Para las entidades financieras ha sido caótico acumular millones de propiedades que han perdido valor de mercado, fruto de los impagos de los créditos hipotecarios. Al disminuir el valor de sus casas, los deudores no encuentran mayor incentivo para seguir pagando un préstamo que supera con creces el valor de la vivienda. Así los bancos han pasado a poseer activos ilíquidos porque no existen suficientes compradores para sacarlos de sus balances. A la banca no le conviene quedarse con un inmueble, y menos en tiempos difíciles, pues reduce su liquidez. Cuando las quiebras personales son masivas, es decir, cuando las personas no pueden cancelar sus deudas, de nada sirve hacerse con la titularidad de millones de casas. Los bienes raices no son garantías contra el incumplimiento de un crédito hipotecario (como piensan equivocadamente muchos abogados) ya que tienen otra función económica: sirven para obligar a los deudores a pagar sus hipotecas pues de no hacerlo perderían su inmueble. A los bancos no les interesa realmente estos bienes sino que sus clientes paguen oportunamente los montos de sus préstamos. Por eso la posible ejecución de la garantía hipotecaria (el remate del inmueble) intimida mucho al deudor, de ahí que trate de pagar puntualmente su crédito pues podría quedarse sin hogar.

La caída de los precios de la vivienda devastó la riqueza estadounidense, según Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía. Sin el apalancamiento que les proveía (la posibilidad de endeudarse), la contracción de su consumo se hizo sentir en el resto del mundo. Esta contracción continuará o se atenuará levemente pues los bancos no están en condiciones de conceder nuevos créditos mientras traten de levantar capital y limpiar sus balances de activos tóxicos (hipotecas basura).

El tercer factor es el estancamiento o reducción de los sueldos de los trabajadores norteamericanos. En un ambiente recesivo, quienes no han perdido su empleo deben someterse a los planes de ajuste de sus empresas, es decir, debe aceptar la congelación forzada de sus salarios o la disminución consensuada de los mismos. Los ascensos, promociones y bonificaciones se reducirán –de hecho ya lo han hecho- para compensar la caída de los ingresos de las empresas. Con menores ingresos es lógico que el consumo se mantenga en niveles inferiores a los alcanzados durante la época de bonanza que se esparció por casi todo el orbe.

El cuarto factor es consecuencia natural de los otros tres pues en un clima negativo para el empleo, el gasto y la inversión, la tendencia al ahorro familiar aumentará, lo que a la larga ahondará la crisis actual pues se necesita que los ciudadanos consuman para reactivar la economía.
[5] Un mayor ahorro conlleva a que demanden menos materias primas y manifacturas importadas, de los que dependen economías en desarrollo como la peruana.[6]

Si bien hay motivos para creer que se ha tocado fondo, estamos convencidos de que la recuperación económica no será fulgurante porque no existen condiciones que la hagan crecer sostenidamente. La demanda china
[7] es insuficiente para compensar la recesión de las economías estadounidense, japonesa y europea. En el caso de la eurozona y Japón, Nouriel Roubini, profesor de economía de la Universidad de Nueva York (NYU), señala que “las perspectivas para 2009 y 2010 son incluso peores, con un crecimiento cercano a cero el año próximo”. Sobre la “locomotora” china dijo que “(…) tendrá una recuperación más rápida este año, pero su crecimiento alcanzará apenas un 5% este año y un 7% el próximo, muy por debajo del promedio de 10% de la última década”.

Casi con toda seguridad América Latina crecerá 4% o 5% como máximo durante los próximos años, cuando lo que necesita es alcanzar tasas superiores al 7% u 8% para generar empleo y sacar de la pobreza a millones de latinoamericanos. Abrir mercados es positivo, pero eso no bastara para lograr niveles anteriores.

Aunque la bolsa neoyorkina suba y sobrepase los 8.000 puntos, aún está lejos de los más de 14.000 enteros que tenía antes de la crisis (Roubini lo interpreta como el repunte de un mercado a la baja). La abrupta caída el mercado bursátil podría convertirse tranquilamente en un quinto factor ya que muchos estadounidenses, sobre todo los más ricos, invierten directamente en Wall Street o poseen planes de retiro o pensiones ligados al precio de los bonos y acciones. La merma de sus inversiones seguramente ha reducido sus rentas de capital, lo que los ha obligado a restringir su gasto.



Los síntomas de una probable recuperación todavía son débiles pues “si se excava un poco más allá de una buena noticia, se descubre que la noticia no es buena”, revela Martin Feldstein, economista de la Universidad de Harvard. Lo único que se ha evitado por el momento, según parece, es una depresión mundial; pero los efectos de la recesión tardarán en desparecer del todo del sistema ya que “las contrataciones de las empresas se producirán cuando estén seguras de que el presente ciclo se esté revirtiendo”, indica Justin Lahart, de The Wall Street Journal.

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[1] Al día de hoy no existe economía en el mundo que no haya sido tocada por la crisis originada en el centro del mundo financiero.
[2] El PBI norteamericano se contrajo en -6% los dos últimos trimestres. Según Nouriel Roubini, el economista que anticipó la crisis, el crecimiento estadounidense seguirá siendo negativo (alrededor de -1.5% a -2%) en el segundo semestre de este año. Además pronostica que la tasa del próximo año será débil (0.5% a 1%).
[3] En la actualidad el número de solicitudes se mantiene por en encima de las 600.000 al mes.
[4] En el caso de países subdesarrollados el seguro de desempleo (llamada compensación por tiempo de servicio en Perú) sale del bolsillo del trabajador pues su empleador se encarga de descontar un porcentaje de su sueldo y lo deposita en una cuenta que puede retirar cuando pierde su puesto.
[5] La demanda interna (consumo de las empresas y familias) representa más de dos tercios de la producción de Estados Unidos.
[6] Estados Unidos es el primer destino de las exportaciones nacionales. Los envíos rozan el 30%.
[7] Su PBI representa el 6% de la economía mundial.

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