jueves, 30 de julio de 2009

La renovación parcial del Congreso



El presidente Alan García propuso la renovación de la mitad del Legislativo durante el discurso por Fiestas Patrias. La iniciativa no es nueva ya que su bancada presentó un proyecto similar en 2008
--------------------------------------------------------------
Por César Reyna



El anuncio del primer mandatario de alterar la composición del Parlamento cada dos años y medio cuenta con el respaldo casi unánime de la ciudadanía porque ésta desaprueba la gestión de sus representantes en ese poder del Estado. La medida del presidente García es de corte netamente popular ya que le sirve para generar simpatías en una población descontenta con su clase política.

Cambiar a 60 congresistas a la mitad del período constitucional no resolverá la crisis del sistema de partidos ni mejorará la política actual porque sus reemplazantes no harán una mejor labor que los que fueron removidos. La ausencia de cuadros capaces en los partidos (de políticos profesionales) hace en vano cualquier intento por renovar el Congreso.

La propuesta del jefe de Estado permitiría sacar a los parlamentarios menos eficientes y diligentes, pero dejaría a un buen número de incapaces como los señalados. A García no le interesa quienes vayan a ocupar las curules de los legisladores vacados porque la reforma no se aplicaría en lo que resta de su mandato. Si ha manifestado su repentino interés por reformar el Parlamento es para que la prensa, el electorado y la clase política discutan ese asunto mientras hace de las suyas con la caja fiscal, esto es, mientras promueve desenfrenadamente el gasto para apuntalar su imagen.

En el Perú, y es una triste realidad constatarlo, no hay 120 hombres capaces de hacer política aturada, responsable y decente. Si no hay esa cantidad, mucho menos la va haber para sustituir a los de peor desempeño porque los 60 que ingresen serán igual o peor de malos que los que se fueron.

Ahora bien, escoger a los que se irían no sería nada fácil pues más de la mitad de los parlamentarios acumularían suficientes deméritos y faltas antes de acortar su mandato. Serían, casi con toda seguridad, mucho más de 60 los legisladores que no merecerían que el pueblo les renueve la confianza. En ese caso tendríamos que mantener a los menos malos, que es lo que viene sucediendo cada cinco años cuando elegimos un nuevo presidente.

Algunos personajes retirados de la política han propuesto restablecer el Senado para que se discutan las leyes con mayor profundidad. El retorno del Senado, que duda cabe, no sólo entorpecería la dinámica y la “productividad” del Congreso, sino que no garantizaría que vaya ser una cámara más “reflexiva” que la actual. Sabiendo que no hay material humano para completar el hemiciclo, no vemos como podría mejorar la situación con 50 ó 60 congresistas más. Sin dejar de lado que incremento en el número de parlamentarios elevaría el presupuesto que se asigna al Congreso porque se requerirían asesores y personal administrativo para que los senadores puedan cumplir con sus funciones.

En las últimas décadas los gobiernos de turno han venido manejando al Legislativo a su antojo. Este fue el caso del fujimorismo, del aprismo y en menor medida del peruposibilismo de Alejandro Toledo. Al controlar ese poder del Estado quedó perfectamente demostrado que nuestra democracia es puramente formal y simbólica, es decir, no existe en la práctica como tal. Si tenemos elecciones parlamentarias es para dar la apariencia al mundo de que cumplimos con algunos cánones democráticos pero nada más.

Durante el siglo XXI el Parlamento ha perdido toda independencia, autonomía y credibilidad ya que no fiscaliza las acciones de gobierno y genera escándalos que lamentablemente trascienden en la sociedad. Contar con un cuerpo de esas características no ha contribuido en nada a crear una cultura democrática, que, demás está decirlo, siempre ha estado ausente en el país.


No hay comentarios: