jueves, 6 de agosto de 2009

Bases norteamericanas: La presencia de militares norteamericanos en Colombia



Los supuestos vínculos de las FARC con Ecuador, la negociación entre Bogotá y Washington para ceder territorio colombiano a tropas estadounidenses y el descubrimiento de lanzacohetes del Ejército de Venezuela en manos de la guerrilla colombiana han ido abriendo brechas entre Ecuador, Colombia y Venezuela
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Por César Reyna (reservamoral@yahoo.com)



El presidente venezolano Hugo Chávez ha puesto el grito en el cielo con el ingreso tropas estadounidenses a siete bases colombianas. Tanto el Gobierno colombiano como el norteamericano descartaron que el convenio, cuyos alcances no se conocen en su integridad, represente una amenaza para la estabilidad de la región, como asegura Chávez.

Chávez Frías advirtió de que la instalación de esas bases puede suponer “el inicio de una guerra en Suramérica”. Sus declaraciones coinciden con la gira iniciada por el presidente colombiano por seis países de Sudamérica para explicar el contenido del acuerdo con EE UU. La mayoría de mandatarios han expresado su malestar porque no ayudaría a mejorar las relaciones con sus vecinos Venezuela y Ecuador. Sólo el presidente peruano Alan García se mostró entusiasta y respaldó a Uribe durante su corta visita a Lima. La coincidencia entre ambos mandatarios se debe a que profesan una misma ideología económica y consideran que ‘el socialismo del siglo XXI’ es la mayor amenaza para las democracias liberales de la región.

Al líder venezolano le sirve hasta cierto punto la colaboración colombo-estadounidense para distender las tensiones internas, sobre todo después de cancelar licencias a varias emisoras opositoras y del atentado contra Globovisión, y justificar la compra de armas a Rusia y la conformación de milicias bolivarianas dedicadas a luchar por su ‘revolución’. Chávez acusa a Obama de querer invadirlo pero ese escenario no es plausible porque Estados Unidos no busca una confrontación directa en Venezuela, aunque el envío de 800 soldados y 600 contratistas estadounidenses, cuando menos, representa una provocación.

El argumento de Álvaro Uribe (de que los militares norteamericanos ayudarán a combatir a la guerrilla y al narcotráfico) no parece condecirse con la realidad pues las FARC se encuentran bastante debilitadas después de la muerte de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano, y el cerco contra Jorge Briceño Suárez alias ‘Mono Jojoy’, sucesor del primero. Además, el control del negocio de la droga se ha trasladado a México fruto de las medidas tomadas en el marco del Plan Colombia. Hoy en día las amenazas del terrorismo y del narcotráfico son ostensiblemente menores para los colombianos.

De modo que la presencia Norteamérica estaría más bien orientada a prevenir una posible agresión venezolana o un probable rebrote de del narcotráfico pues los carteles de la droga colombianos volverían a operar a gran escala si el Gobierno de Felipe Calderón logra reducir la capacidad de las mafias que actúan en México. El negocio del tráfico ilícito no desaparecería si Calderón tiene éxito pues sólo cambiarían los nombres de los barones, intermediaros y regiones donde se comercializa la droga.

Ante la “amenaza” norteamericana Chávez anunció la firma de un convenio con Rusia para reforzar a sus fuerzas armadas. Hace unos días Venezuela congeló las relaciones diplomáticas con Colombia cuando se supo que Caracas había desviado a las FARC armas compradas a Suecia. En ese momento Chávez reveló su intención de sustituir las importaciones colombianas por otras procedentes de Brasil y Argentina. Las exportaciones colombianas ascienden a 6000 millones de dólares en la actualidad. A ninguno de los dos países les conviene suspender sus relaciones económicas pues las empresas colombianas necesitan ese mercado para generar divisas. Pero también los venezolanos ya que no producen suficientes alimentos ni otros productos industriales. Por el momento no hay peligro porque las medidas restrictivas de Chávez no podrían concretarse de la noche a la mañana.

La permanencia de los norteamericanos en Colombia obedece también al cierre de la base que éstos utilizaban en Manta, Ecuador, para identificar vuelos que realizan las aeronaves del narcotráfico. Resulta evidente que las operaciones de los norteamericanos no se circunscribirían únicamente al territorio colombiano pues el equipo electrónico y las modernas aeronaves que operarán pueden cubrir casi la mitad del subcontinente, según el ex ministro de Defensa colombiano, Rafael Pardo.

Uribe emprendió la gira por seis capitales sudamericanas para explicarle a sus homólogos las implicancias de la asistencia militar estadounidense ya que no puede asistir a la reunión de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) en Quito, pues Ecuador rompió relaciones con Colombia desde marzo del 2008 en respuesta a un ataque colombiano a un campamento de las FARC.

El periodista del diario El País de España, Miguel A. Bastenier, podría tener la respuesta a la predisposición de Uribe de permitir el ingreso de tropas estadounidenses, con la consiguiente provocación a Caracas, pues trataría “de ganar puntos” con Obama. El presidente demócrata no ha destacado la importancia de Colombia -como su antecesor republicano, George W. Bush- como freno al socialismo de Hugo Chávez. “Bogotá cree que hay que hacer casi lo que sea para mantener lo íntimo de la alianza, abandonando cualquier pretensión de neutralidad en el careo por la hegemonía latinoamericana”, afirma Bastenier. Su interpretación resulta acertada ya que Colombia no tiene muchos aliados en Sudamérica y recién está forjando una alianza con Perú.

Con el estrechamiento de la cooperación militar Bogota buscaría “ganar puntos” con Washington para poner en agenda la discusión de su TLC. La victoria de Obama, el dominio del Partido Demócrata en el Capitolio, partidario del proteccionismo, y la grave crisis económica en Estados Unidos han aplazado la aprobación de su acuerdo comercial. Colombia, como principal aliado de la superpotencia en la región, considera vital la ratificación del tratado para beneficiarse de sus preferencias arancelarias de manera permanente.




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