miércoles, 19 de agosto de 2009

Presidente peruano Alan García recibe a Manuel Zelaya



La visita del depuesto mandatario hondureño obligó al gobernante peruano a mostrar su faceta más hipócrita ya que apoya el golpe de Estado en el país centroamericano

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Por César Reyna



Barack Obama puede no respaldar a los golpistas hondureños; pero su homólogo peruano sí. Esa es la sensación que deja el tibio recibimiento de las autoridades incaicas al derrocado Manuel Zelaya, quien ha emprendido una gira por la región en busca de respaldo.


El Perú difícilmente podría presionar o convencer a los usurpadores para que abandonen el poder por dos razones: es un ‘peso pluma’ a nivel internacional y su Gobierno no tiene ningún interés en reponer a un gobernante vinculado a Hugo Chávez.


La presencia de Zelaya en Lima disgusta al eje que Alan García y Álvaro Uribe pretenden construir para resistir a los embates del régimen venezolano. Zelaya no es bienvenido a pesar de que el presidente peruano apoyó el ‘Plan Arias’, ideado por el presidente y mediador costarricense Óscar Arias –que contempla el retorno a la presidencia de Zelaya, la formación de un Gobierno de unidad, el adelanto de elecciones, entre otras medidas-.


El funcionario que más incomodo se sintió con su visita fue el canciller José Antonio García Belaunde pues evitó referirse al golpe de Estado del 28 de junio pasado. La condena peruana en su momento tan tibia como la recepción ofrecida a Zelaya, quien no recibió los honores que le corresponde a su investidura de jefe de Estado; sino un breve saludo protocolar por parte de los Húsares de Junín, la guardia de Palacio.


“Es evidente que hay una crisis institucional en la medida que la Corte Suprema y el Tribunal Electoral no aceptaron la llamada cuarta urna, aquella que pretendía servir al señor Zelaya como una suerte de encuesta para reformar la constitución y prolongar mandatos y eso se resolvió de la manera que se ha resuelto (Golpe de Estado), que no es la manera democrática”, precisó en RPP.


Esta declaración revela que el jefe de la diplomacia peruana asume la posición del Gobierno de facto hondureño porque menciona que Zelaya buscaba reelegirse, cuando eso era materialmente imposible ya que si llegaba a aprobarse la reforma constitucional, un proceso generalmente complejo y prologando, no se hubiera producido con Zelaya en el poder porque su mandato expiraba dos meses después de haberse iniciado la convocatoria para conformar la Asamblea Constituyente.




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