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Por César Reyna (reservamoral@yahoo.com)
Desde hace varias semanas tenemos conocimiento de que niños vienen siendo entrenados por las columnas de Sendero Luminoso en el área del VRAE (Valle de los ríos Apurímac y Ene). El descubrimiento fue posible porque la organización terrorista concedió un reportaje al programa ‘Punto Final’. La noticia generó muchas condenas contra Sendero y sus líderes, los hermanos “Víctor” y “José” Quispe Palomino.
En el reportaje, “José”, el mando principal de Sendero, asegura que los menores empiezan a portar armas a partir de los catorce años. Pero eso quedaría desbaratado con las declaraciones del polémico secretario general del APRA.
Pese a que la denuncia es muy seria -el reclutamiento de niños y su formación para el combate es un delito grave-, a Sendero le resbala cualquier crítica porque opera al margen de la ley. Ninguna condena en ese sentido amilana a los sanguinarios que integran sus filas ya que consideran que las normas que los sancionan provienen de “un sistema de explotación”. Aun cuando ellos mismos envenenan las mentes de los actores más vulnerables del conflicto.
Unos veinte menores han sido contados en las huestes de Sendero. De ellos, según Mulder, doce tuvieron algún tipo de participación en la ofensiva contra la base policial de la Dinoes en San José de Secce. Las edades de los involucrados fluctuarían entre los 8 y 9 años. Creemos que la versión Mulder debería ser confirmada para esclarecer los hechos que enlutaron nuevamente al país.
A este paso, dada la ausencia del Estado, es decir, de una política integral que recupere a los menores y promueva el desarrollo en la zona, no estaríamos muy lejos de ver ‘niños bomba’ como los que atacan objetivos militares en Israel. El adoctrinamiento de Sendero podría conducirlos a la autodestrucción si las autoridades no hacen algo. No sería raro que de aquí a un tiempo comiencen a inmolarse bajo el influjo de una ideología radical, por amenazas contra sus familiares más cercanos o para que sus padres reciban una determinada cantidad que alivie, momentáneamente, sus penurias económicas.
Su sacrificio causaría mucho estupor al igual que si resultan muertos o heridos tras enfrentar a las fuerzas del orden. Lo último que desearíamos enterarnos es que un policía o militar haya disparado contra un menor para salvar su vida.