lunes, 15 de junio de 2009

Crisis política en Perú: Yehude Simon se pasó al lado oscuro



Por César Reyna


El cambio del presidente del Consejo de Ministros es tan radical como el de Anakin Skywalker cuando se convierte en Darth Vader. La comparación entre un personaje real y otro de ficción es porque Simon ha sucumbido al poder del lado oscuro de la política. Cuando Simon era un exitoso presidente regional, lograba fácilmente consensos entre inversionistas y campesinos azucareros descontentos y amotinados. Durante varios años su gestión en Lambayeque fue un modelo a seguir ya que no había sido salpicado por acusaciones de corrupción como sus homólogos. Su tono conciliador y su pragmatismo lo llevaron al premierato donde, tras la estrepitosa salida de Jorge del Castillo, debía infundir tranquilidad y recuperar la confianza.

Poco tiempo le bastó al presidente García para transformar a un hombre bien intencionado en un afanoso defensor de las peores formas de hacer Gobierno. Si renuncia a la PCM ya no puede volver a dirigir la región que lo devolvió a la arena política porque fue vacado
[1] por el Consejo Regional. Tras un accidentado paso Izquierda Unida y pasar nueve años de su vida en prisión –fue acusado de terrorismo durante el Gobierno de Alberto Fujimori; pero luego fue indultado por Alejandro Toledo por insistencia del Padre Hubert Lanssiers-, abandonó su militancia para asumir posiciones de centroizquierda como la de los presidentes Lula da Silva en Brasil y Tabaré Vázquez en Uruguay. Desde el centro del espectro político relanzó su imagen y consiguió la adhesión de independientes, derrotando al Partido Aprista en el “sólido norte”.

Ahora Simon es una persona muy distinta a la que vino de Lambayeque porque emplea el mismo discurso de un presidente que perdió la brújula. Las reuniones con el primer mandatario en Palacio de Gobierno debieron ser tan persuasivas como las del Senador Palpatine antes de darse a conocer como el Lord de los Sith. García seguramente usó todos sus recursos retóricos para quebrar la posición centrista de Simon pues este se deja usar por el primer mandatario. El premier parece no darse cuenta de que es utilizado como colador para que las críticas más ácidas contra el Gobierno no dañen la imagen del primer mandatario. Más que un bombero que apaga incendios o previene conflictos como Jorge del Castillo; Yehude Simon dirige la PCM en medio de la zozobra que genera la personalidad de un presidente que no admite la discrepancia, rasgo esencial de la democracia y de un Estado de Derecho.

Alan García lo está acostumbrando a disfrutar del poder casi ilimitado que ofrece la función pública. Simon todavía puede volver a ser el de antes y lavar su imagen si renuncia a los ofrecimientos del corrompido García. Gobernar al lado de él es lo peor que le ha podido pasar, peor que ir a prisión o apasionarse por trasnochadas ideas revolucionarias porque está vendiendo su alma al diablo. El manipulado es él, y no los indígenas que se defienden desde hace siglos de la injerencia y prepotencia del cruel mundo occidental. El que los pueblos amazónicos no se dejen avasallar no los convierte en “genocidas de policías”, como piensa perversamente García. El que tengan voz propia y capacidad de organización –que envidian muchas “instituciones” del Estado- no los convierte en “agentes desestabilizadores” pues lo único que demandan es que los dejen vivir en paz y que les consulten antes de cualquier decisión que los afecte.

Simon es ingenuo -así se considera en la entrevista que concedió al diario El Comercio-, si cree en la buena fe de García. El líder aprista no ha cambiado ni un ápice desde que asumió la presidencia aunque al principio de su segundo mandato haya disimulado los abismos y exabruptos de su personalidad. En la cara de Alan está reflejada la locura y el deseo de poder omnímodo, y también el afán de doblegar voluntades con su labia. García es la cabeza de una maquinaria destinada exclusivamente a ganar elecciones pero no a gobernar. De ahí los innumerables problemas que origina porque no sabe cómo administrar la cosa pública (que comprende entender a los demás desde una perspectiva multicultural). Lo paradójico es que el Partido Aprista está condenado a pesar de que García lo ha llevado dos veces a la victoria. Simon pudo ser el delfín que buscaba el aprismo en vista de que no posee un dirigente de proyección nacional. Pudo serlo con toda tranquilidad porque había dejado una buena gestión en su provincia, la que podía repetir en Lima sin muchos altibajos pese al complicado panorama internacional.

La fuerte caída de la economía mundial no afectó su silenciosa administración, sino el empecinamiento de proseguir en la aplicación de decretos inconsultos por parte del jefe de Estado. El paquete normativo que lo obligó a dialogar con representantes de las comunidades nativas había sido aprobado por el Gabinete anterior. Simon no los había firmado, pero aún así debía defender su validez para no resquebrajar la “seguridad jurídica” en el país, es decir, las garantías que otorga el poder político a los inversionistas.

En la entrevista que concedió al diario El Comercio este fin de semana habló de muchas cosas, sobre todo de la crisis interna. Entre las cosas que respondió destaca la descalificación a la ministra del Interior pues dijo que la decisión de intervenir en Bagua partió del Ejecutivo. La ministra había dicho hace unos días atrás en La República que “no tuvo participación en el operativo” y que el comando policial actuó con total autonomía. Simon la involucra directamente en el manejo de la crisis, pero ella se ha lavado las manos culpando a Ollanta Humala, el candidato nacionalista, de la muerte de 24 efectivos por enviar a sus congresistas a la selva “para azuzar a la población”.

En otra parte de la entrevista Simon respalda y limpia inexplicablemente a Cabanillas diciendo que “ella no es responsable de las cosas (en referencia a la masacre del 5 de junio)”. Si ella no es responsable, ¿quién lo es? Más adelante señala que “con el tiempo se reconocerá que el Gobierno actuó con mucha paciencia y prudencia y que no tiene por qué sentirse responsable de lo sucedido”. Esto francamente rebasa el cinismo y cualquier resquicio de sentido común. No creo que merezca mayor comentario pues resulta evidente que el premier ha perdido, como el presidente, todo contacto con la realidad.

Cuando dice que representaba a la facción del Gabinete que buscaba poner paños fríos menciona que había sectores que apuraban la intervención armada.”(…) puedo jurar que si hubiéramos actuado con fuerza desde el primer día, hoy no tendríamos Gobierno y estaríamos lamentando la muerte de 500 nativos; había gente que quería eso”, revela. Si había gente que deseaba ese trágico desenlace pertenecía a la derecha peruana que desde algunos medios y pasquines pedía orden y represión. El director del diario Correo, Aldo Mariátegui, proponía, por ejemplo, que imitáramos a Chile, país que masacró a muchos indios mapuches cuando se rebelaron por la incursión empresas madereras en sus territorios. El pedido de sangre venía del extremismo conformado por el Fujimorismo, tan apegado al orden como a la falta libertades ciudadanas; los congresistas apristas Mauricio Mulder y Aurelio Pastor; el fascista diario La Razón y algunos empresarios de la Confiep, la organización patronal.

Simon no piensa en dimitir porque considera que sería “desleal con el país” y que sólo lo haría hasta que “el mundo nativo entienda que somos sus aliados, que tenemos una política para la Amazonía que nunca tuvo ningún Gobierno”. Traducción: seguirá en el cargo porque no quiere desaparecer del mapa político. Si se va se quedaría aislado porque ninguna agrupación le daría cabida. Sólo García lo necesita para que siga poniendo el pecho por él, esto es, para aguantar los cuestionamientos. Lo necesita como escudo humano hasta que ya no soporte más y deba reemplazarlo por otro. En tiempos tan convulsionados ningún dirigente aprista quisiera asumir la PCM porque se “quemaría” al instante, es decir, se desacreditaría rápidamente. Por eso el presidente prefiere mantenerlo a sacrificar a uno de sus compañeros. Cuando las cosas se calmen y estemos más cerca de las elecciones, García realizará varios cambios y ajustes en uno de los Gabinetes más cuestionados de los últimos tiempos, empezando, naturalmente, por Yehude Simon.

El poder de Simon realmente es decorativo pues la Iglesia y la Defensoría del Pueblo están cumpliendo sus funciones ante los líderes nativos en la renovada Mesa de Diálogo Multisectorial. Mientras se instala ese órgano o comisión ad hoc, planea dialogar con los apus (líderes tribales) para “crear confianza y conocer directamente la zona del conflicto”.

El Fujimorismo ha pedido su renuncia porque lo vincula al MRTA (fue miembro del Movimiento Patria Libre, ala legal del grupo sedicioso). Pero él ha manifestado que cuenta con el respaldo del presidente.

El primer ministro no descarta que la Policía o el Ejército intervengan pues varias carreteras del interior continúan bloqueadas y el aeropuerto de Andahuaylas ha sido tomado. A la pregunta de por qué no autorizó el operativo antes, dijo que no dio la orden porque “Pensaba que todos amaban la democracia y no calculaba que mucha gente pretende ser presidente, no le interesaba solucionar el problema sino crear el desborde (…)”.

Señor Simon, la democracia en el Perú es un concepto gaseoso pues muchos la confunden con desorden e ingobernabilidad; otros no piensan en ella sino en su bolsillo, si hay trabajo y en oportunidades para salir de la pobreza. La democracia en sí no importa porque durante la autocracia de Fujimori, mientras las cosas marchaban bien, pocos se atrevieron a denunciar los abusos, la corrupción, los asesinatos selectivos y el pisoteo de la legalidad en el país.

En cuanto a las leyes que los indígenas repudian, Simon dice que no pueden derogarse porque “El Perú no puede quedarse sin leyes (…)”. Sin leyes para los grandes intereses será, porque cuando las comunidades solicitan la atención de sus pedidos de ampliación territorial deben esperar años de años. Eso no ocurre, en cambio, cuando empresas privadas piden la concesión de tierras para explorar y explotar hidrocarburos (33 millones de hectáreas, de un total de 67, ya han sido entregadas). La titulación de territorios amazónicos
[2], que marcha a paso de tortuga, genera inseguridad jurídica entre los pueblos amazónicos y más cuando el Gobierno pretende otorgar derechos (concesiones) sobre zonas no delimitadas.

La respuesta más llamativa de todas es la que contestó sobre quién dio la orden de intervenir en Bagua porque reveló el verdadero detonante de la operación policial. El primer ministro dijo que “Cuando se supo de daños al gasoducto se gestó la decisión y esta se tomó en el Consejo de Ministros dos días antes”. Entonces la intervención no fue para que volviera a fluir el tránsito por la carretera que conecta a las ciudades de Bagua y Tarapoto, ni para aliviar las condiciones en las ciudades afectadas por el desabastecimiento que ocasionó el paro indígena. Ahora todo queda mucho más claro pues el bienestar de la población no fue determinante para nuestras autoridades, sino el peligro que corrían las instalaciones de una importante empresa privada.

En el último Consejo de Ministros que participó la renunciante ministra de la Mujer y Desarrollo Humano, Carmen Vildoso, mencionó
[3] que el Gabinete pensaba no recurrir a la represión para despejar la ‘Curva del Diablo’, pero las cosas cambiaron días después porque hubo otras reuniones a las que no acudió. Las verdaderas coordinaciones no podían realizarse en presencia de ministros independientes como Vildoso pues los líderes apristas no confían en personas ajenas a la disciplina partidaria. Es probable que ni el mismo Yehude Simon supiera lo que se tramaba en las oficinas de Palacio.

El operativo policial en cuestión fue muy similar al que planificó Vladimiro Montesinos para deslegitimar la Marcha de los Cuatro Suyos que convocó el ex presidente Toledo. Para criminalizar a las fuerzas de la oposición, el ex asesor del SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) perpetró un atentado contra la sede principal del Banco de la Nación, donde murieron asfixiados cuatro humildes vigilantes. El fuego consumió varios pisos del viejo edificio mientras estudiantes universitarios, sindicalistas, obreros de construcción civil y diversos dirigentes políticos luchaban con escuadrones rompemanifestaciones. Al día siguiente la prensa alineada con el régimen de Fujimori acusó a los organizadores y manifestantes de la muerte de cuatro inocentes, pero la verdad finalmente salió a la luz. Lo mismo parece haber replicado el maquiavélico Dr. García, con algunos matices y diferencias, desde luego, pues no tuvo ensuciarse directamente las manos como Montesinos, sino provocar a los selváticos que retenían a 38 agentes en la Estación N° 6 de Petroperú. García además aprovechó los temores de los uniformados que participaron en el operativo (de ser procesados por excederse en el uso de la fuerza) para que no causaran muertes en el bando nativo. Ambos elementos produjeron el horrendo número de bajas (de efectivos) que el presidente necesitaba para calificar de “salvajes”, “terroristas” y “genocidas” a quienes reclamaban por justamente sus derechos.



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[1] Las leyes no le permiten regresar pues fue elegido para un puesto de dirección, el cual es incompatible con las funciones administrativas y ejecutivas de un primer ministro.

[2] Según la antropóloga Margarita Benavides, “faltan 7 millones de hectáreas por sanear y el Decreto Legislativo 1089 otorga esa facultad a Cofopri, cuando esa dependencia no cuenta con especialistas en esos temas”.

[3] Fue en el programa de César Hildebrandt (emitido el 14 de junio).

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