El esperado retorno del derrocado presidente Manuel Zelaya no se concretó ya que ingresó unos cuantos metros en territorio hondureño. El mandatario defenestrado no se animó a seguir avanzando para no provocar a los militares que custodiaban el paso fronterizo. Las fuerzas del orden tampoco mostraron interés en detenerlo a pesar de que existía una orden de arresto en su contra
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Por César Reyna
Por César Reyna
El Gobierno golpista y Zelaya midieron fuerzas este viernes, pero ninguno se atrevió a ir más allá por la presencia de medios de comunicación. Estaba claro que Zelaya no iba a ser puesto a disposición de la “Justicia” porque el régimen, que carece de reconocimiento internacional, no se iba a arriesgar a recibir mayores condenas ni desatar una ola de violencia con su detención. Minutos antes del ingreso del depuesto presidente, la vicecanciller de facto de Honduras aseguró a la CNN que Zelaya sería apresado en cuanto cruzara la frontera pero ningún uniformado procedió a arrestarlo.
Mientras Zelaya se disponía a pisar suelo hondureño, miles de partidarios de Roberto Micheletti organizaron una manifestación en San Pedro de Sula para opacar su promocionado regreso. Zelaya había llegado en una comitiva desde Managua con el canciller venezolano Nicolás Maduro. Lo rodeaban cientos de simpatizantes y un nutrido grupo de periodistas que registraban las incidencias del acontecimiento.
La OEA y Estados Unidos criticaron su regreso porque podía incrementar la tensión. La secretaria de Estado Hillary Clinton fue muy clara al calificar de “imprudente” el breve retorno Zelaya. El secretario de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, dijo que las partes deberían volver a la mesa de negociaciones para discutir la nueva hoja de ruta elaborada por el presidente costarricense Óscar Arias. La segunda propuesta recoge puntos que no fueron incluidos en la primera iniciativa del Premio Novel de la Paz como la conformación de una Comisión de la Verdad que investigue los sucesos que propiciaron el golpe; el reconocimiento de las infracciones constitucionales cometidas por Manuel Zelaya durante su mandato; y considera al Congreso hondureño como interlocutor válido. Este último punto podría legitimar de alguna manera a la institución que ordenó el golpe contra Zelaya. El reconocimiento de los poderes de hecho (por parte de Arias) le ha servido a los golpistas para que la comunidad internacional comience a entender su posición.
Los usurpadores no están solos, como se sabe, ya que algunos congresistas norteamericanos los respaldan, en especial varios miembros del Partido Republicano. Este apoyo dificulta que Estados Unidos imponga nuevas sanciones contra Honduras. Sin la presión estadounidense Micheletti podría gobernar sin demasiados contratiempos hasta que entregue el mando en enero próximo.
Estados Unidos ha dicho que desea la restitución de Manuel Zelaya, condición fundamental de la propuesta de Óscar Arias, siempre que sea pacífica, es decir, negociada. Pero si esa alternativa no prospera mediante el diálogo vetará su retorno por medios violentos. La superpotencia puede tolerar la ilegal separación de Zelaya pero no un derramamiento de sangre. Su eventual regreso no será avalado a cualquier precio, y menos cuando le faltaban pocos meses para abandonar el poder.
Si bien los golpistas se encuentran aislados internacionalmente; Zelaya se encuentra profundamente desconectado de su país ya que no ha recibido el respaldo de ninguna institución interna (ni si quiera de su propio partido). Al encontrarse en esa situación depende únicamente de los sindicatos y organizaciones campesinas para que demanden su retorno. Si regresó por unas horas, desafiando a Micheletti, fue para motivar a sus seguidores y decirles que no dejen de protestar. En la medida en que pueda mantenerlos en las calles la presión de los países de la región y la Unión Europea se mantendrá.
Micheletti no permitirá la conformación de un gobierno de unidad presidido por Zelaya. Desde que encabezó el golpe -junto con los demás poderes constitucionales y los empresarios- se encuentra en un punto de no retorno y solo le queda resistir. El mandatario de facto adoptaría dos propuestas hechas por Arias como el adelanto de elecciones para el último domingo de octubre y el otorgamiento de una amnistía generalizada para todos los involucrados en la crisis institucional hondureña.
Esta es la segunda vez que Zelaya intenta volver a su país. En la anterior quiso aterrizar en el aeropuerto de Tegucigalpa pero el Ejército se lo impidió ocupando las pistas. Micheletti adelantó el toque de queda para evitar que los zelayistas realicen actos de violencia. La medida sólo rigió para éstos ya que los partidarios de Micheletti siguieron manifestándose en contra del regreso de Zelaya. Las fuerzas del orden no acataron la disposición para que el Gobierno demuestre que cuenta con respaldo popular ante la prensa extranjera.
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