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viernes, 24 de julio de 2009

El frustrado regreso de Zelaya


El esperado retorno del derrocado presidente Manuel Zelaya no se concretó ya que ingresó unos cuantos metros en territorio hondureño. El mandatario defenestrado no se animó a seguir avanzando para no provocar a los militares que custodiaban el paso fronterizo. Las fuerzas del orden tampoco mostraron interés en detenerlo a pesar de que existía una orden de arresto en su contra
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Por César Reyna


El Gobierno golpista y Zelaya midieron fuerzas este viernes, pero ninguno se atrevió a ir más allá por la presencia de medios de comunicación. Estaba claro que Zelaya no iba a ser puesto a disposición de la “Justicia” porque el régimen, que carece de reconocimiento internacional, no se iba a arriesgar a recibir mayores condenas ni desatar una ola de violencia con su detención. Minutos antes del ingreso del depuesto presidente, la vicecanciller de facto de Honduras aseguró a la CNN que Zelaya sería apresado en cuanto cruzara la frontera pero ningún uniformado procedió a arrestarlo.

Mientras Zelaya se disponía a pisar suelo hondureño, miles de partidarios de Roberto Micheletti organizaron una manifestación en San Pedro de Sula para opacar su promocionado regreso. Zelaya había llegado en una comitiva desde Managua con el canciller venezolano Nicolás Maduro. Lo rodeaban cientos de simpatizantes y un nutrido grupo de periodistas que registraban las incidencias del acontecimiento.

La OEA y Estados Unidos criticaron su regreso porque podía incrementar la tensión. La secretaria de Estado Hillary Clinton fue muy clara al calificar de “imprudente” el breve retorno Zelaya. El secretario de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, dijo que las partes deberían volver a la mesa de negociaciones para discutir la nueva hoja de ruta elaborada por el presidente costarricense Óscar Arias. La segunda propuesta recoge puntos que no fueron incluidos en la primera iniciativa del Premio Novel de la Paz como la conformación de una Comisión de la Verdad que investigue los sucesos que propiciaron el golpe; el reconocimiento de las infracciones constitucionales cometidas por Manuel Zelaya durante su mandato; y considera al Congreso hondureño como interlocutor válido. Este último punto podría legitimar de alguna manera a la institución que ordenó el golpe contra Zelaya. El reconocimiento de los poderes de hecho (por parte de Arias) le ha servido a los golpistas para que la comunidad internacional comience a entender su posición.

Los usurpadores no están solos, como se sabe, ya que algunos congresistas norteamericanos los respaldan, en especial varios miembros del Partido Republicano. Este apoyo dificulta que Estados Unidos imponga nuevas sanciones contra Honduras. Sin la presión estadounidense Micheletti podría gobernar sin demasiados contratiempos hasta que entregue el mando en enero próximo.

Estados Unidos ha dicho que desea la restitución de Manuel Zelaya, condición fundamental de la propuesta de Óscar Arias, siempre que sea pacífica, es decir, negociada. Pero si esa alternativa no prospera mediante el diálogo vetará su retorno por medios violentos. La superpotencia puede tolerar la ilegal separación de Zelaya pero no un derramamiento de sangre. Su eventual regreso no será avalado a cualquier precio, y menos cuando le faltaban pocos meses para abandonar el poder.

Si bien los golpistas se encuentran aislados internacionalmente; Zelaya se encuentra profundamente desconectado de su país ya que no ha recibido el respaldo de ninguna institución interna (ni si quiera de su propio partido). Al encontrarse en esa situación depende únicamente de los sindicatos y organizaciones campesinas para que demanden su retorno. Si regresó por unas horas, desafiando a Micheletti, fue para motivar a sus seguidores y decirles que no dejen de protestar. En la medida en que pueda mantenerlos en las calles la presión de los países de la región y la Unión Europea se mantendrá.

Micheletti no permitirá la conformación de un gobierno de unidad presidido por Zelaya. Desde que encabezó el golpe -junto con los demás poderes constitucionales y los empresarios- se encuentra en un punto de no retorno y solo le queda resistir. El mandatario de facto adoptaría dos propuestas hechas por Arias como el adelanto de elecciones para el último domingo de octubre y el otorgamiento de una amnistía generalizada para todos los involucrados en la crisis institucional hondureña.

Esta es la segunda vez que Zelaya intenta volver a su país. En la anterior quiso aterrizar en el aeropuerto de Tegucigalpa pero el Ejército se lo impidió ocupando las pistas. Micheletti adelantó el toque de queda para evitar que los zelayistas realicen actos de violencia. La medida sólo rigió para éstos ya que los partidarios de Micheletti siguieron manifestándose en contra del regreso de Zelaya. Las fuerzas del orden no acataron la disposición para que el Gobierno demuestre que cuenta con respaldo popular ante la prensa extranjera.




lunes, 20 de julio de 2009

Crisis política en Honduras: se rompió el diálogo





Los golpistas consideran inaceptable el primer punto de la propuesta de Arias: el retorno inmediato de Manuel Zelaya a la presidencia
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Por César Reyna


Del primer punto se desprendían todas las demás condiciones ya que no se puede hablar de reestablecimiento democrático si Zelaya no ocupa nuevamente la presidencia. Pero los delegados de Zelaya aceptaron a medias las propuestas del mandatario costarricense pues insistieron en reformar la Constitución, hecho que desencadenó la crisis institucional el pasado 28 de junio.

Tras el fracaso de la segunda ronda de negociaciones en San José de Costa Rica, bajo la mediación del presidente Óscar Arias, el golpista hondureño Roberto Micheletti recibió el respaldo de los empresarios de su país para continuar en el poder. Micheletti se mantendrá como presidente de facto hasta entregar el mando al nuevo mandatario que elijan los hondureños el 29 de noviembre. Esto quiere decir que el proceso democrático será conducido por un líder no reconocido por la comunidad internacional. En esas condiciones es posible que la OEA y otras organizaciones no supervisen las próximas elecciones para no avalar a los usurpadores. Eso en cuanto a los meses que vendrán ya que el futuro inmediato parece mucho más complicado.

El apoyo explícito de la clase empresarial resulta vital para mostrar unidad frente al concierto de países que rechazan al Gobierno de Micheletti. Su respaldo, además de “moral”, deberá ser económico ya que deben compensar la falta de crédito que otorgan organismos internacionales como el BID o el Banco Mundial. La inyección de capitales nacionales podría mitigar en algo la paralización de la economía hondureña en medio de la grave crisis financiera.

De esta manera el nuevo plazo de 72 horas que fijó Óscar Arias para tratar de resolver la crisis ha quedado desvirtuado asi como su papel de mediador. Ayer, el emisario de Micheletti, el canciller de facto, Carlos López, desautorizó públicamente a Arias diciendo que “propone cosas al margen de la ley” y que “sus iniciativas constituyen una intromisión directa en asuntos internos de Honduras”. Arias mostró su descontento y advirtió que la alternativa al diálogo es la indeseada "guerra civil". Esta preocupación fue compartida por el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, quien declaró que la falta de cooperación de Micheletti “podría costarle muy caro a los hondureños”.

Ambos personajes no pudieron hacer nada para restablecer el orden constitucional porque los norteamericanos no aplicarán sanciones faltando 6 meses para las elecciones (suspender todo tipo de ayuda humanitaria y cerrar su mercado a productos hondureños –dos tercios de las exportaciones tienen como destino Estados Unidos- sólo agravaría la situación para los más pobre).

Las sanciones comerciales no se plasmarán porque los promotores del golpe en Honduras son sectores vinculados a la superpotencia, es decir, los políticos de derecha, empresarios, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas; en cambio, si grupos de izquierda hubieran quebrado el régimen democrático probablemente ya hubieran sido ejecutadas varias de esas medidas por parte del Departamento de Estado.

La presión internacional no ha fue suficientemente fuerte para obligar a los golpistas a aceptar los razonables términos de Arias. Sin ese elemento los partidarios de Zelaya intentarán desestabilizar el país y propiciar el retorno de su líder para aumentar la agitación. Con ese propósito sus simpatizantes han creado el Frente Nacional de Resistencia contra el Golpe de Estado en Honduras, que agrupa a sindicatos y organizaciones campesinas. Tegucigalpa será el epicentro de la acción durante los próximos días. Si se desata la represión indiscriminada los integrantes del Gobierno de facto podrían ser juzgados por la Corte Penal Internacional por ordenar la masacre de civiles.



domingo, 19 de julio de 2009

Crisis política en Honduras: Gobierno de facto rechaza propuestas de Arias


Como era de esperarse, los golpistas hondureños rechazaron de plano el acuerdo propuesto por el presidente de Costa Rica Óscar Arias. La solución presentada por el Premio Nobel a consta de siete puntos entre los que destaca la restitución de Manuel Zelaya
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Por César Reyna



El presidente costarricense Óscar Arias presentó el sábado una propuesta de siete puntos al abrir la segunda jornada de diálogo entre las partes del conflicto hondureño, donde destacó el retorno del depuesto Manuel Zelaya y el eventual adelantamiento de las elecciones del 29 de noviembre al último domingo de octubre. Un par de días atrás Arias se mostró reticente al adelantamiento pues de cualquier manera resulta inamovible la fecha de inicio del nuevo mandato, previsto para el 27 de enero. De ser repuesto Zelaya, sin importar quien resulte elegido, continuaría en funciones hasta el termino de su mandato a no ser que se recorte previa enmienda de la Constitución.


El adelanto de elecciones puede ser una buena salida porque desviaría la atención de los hondureños. Es decir, haría que éstos se concentren en la dinámica de la campaña. Pero el proceso electoral podría incrementar la tensión social si un candidato afín al pensamiento de Zelaya insiste con la reforma de la Constitución. Al respecto, Zelaya afirmó al diario Folha de São Paulo que insistirá en el proyecto para convocar una Asamblea Constituyente, que fue lo que desencadenó el golpe de Estado de hace tres semanas en el país centroamericano.


Precisamente uno de los puntos propuestos por Arias consiste en que Zelaya debe comprometerse a no buscar la modificación de la Constitución y reiterar -ya lo ha hecho de manera pública varias veces durante los últimos días- que no buscará la reelección. La eventual reforma, cabe destacar, no iba a tener efectos sobre él ya que se hubiera producido cuando ya no ejerza el poder. Esto porque la aprobación de una nueva Constitución tomaría mucho más tiempo del que le quedaba para cumplir su período. Por ende, era fácticamente imposible que Zelaya pretendiera reelegirse. Lo que la derecha hondureña quería evitar, con el pretexto de la consulta ilegal, era la reforma constitucional porque con ella iba a perder su cuota de poder.


Otro punto presentado por Arias es la sujeción de las Fuerzas Armadas al Tribunal Supremo Electoral un mes antes de las elecciones. Esta medida no sería legalmente posible sin la reforma de la Constitución porque el jefe supremo de las FF. AA. es el presidente de la República. Sin embargo, la modificatoria en cuestión sería viable pues los partidos que se oponen a Zelaya controlan el Congreso, único órgano que puede cambiar la Constitución ya que no está permitida la conformación de una Asamblea Constituyente mediante referéndum, una barbaridad.


El punto más controversial, fuera de la reinstalación condicionada de Zelaya, es la conformación de un gobierno unidad nacional que se reparta funciones en sectores clave como finanzas, seguridad, interior y relaciones exteriores. No creemos que sea posible, por obvias razones, que ambos bandos participen en la composición de un nuevo Gabinete. Las cosas podrían funcionar si la presión de la comunidad internacional se mantiene firme y los obliga a renunciar a cualquier tipo de revancha. Zelaya no tendría como tomar represalias ya que los altos mandos militares respaldan a la cúpula político-empresarial que lo derrocó. Además no controla la Fiscalía y el Poder Judicial le es enteramente hostil (de ese órgano partió la orden de detención en su contra). El mandato de Zelaya, en esas condiciones, sería demasiado precario como para ensañarse con sus rivales. En la práctica no administraría nada porque muchos de sus subordinados han conspirado contra él. Sería un presidente de adorno cuya presencia crisparía los ánimos. Para dejar de ser una figura decorativa no tendría otro camino que enfrentar a sus seguidores con las fuerzas del orden en las calles.


Ese escenario parecería estarlo buscando con el objetivo de arrinconar a sus adversarios. De ahí que haya anunciado que retornaría clandestinamente tras el fracaso de las negociaciones. Así les devolvería la “gentileza” de expulsarlo en pijamas del país. Zelaya estaría tramando un ‘golpe popular’ con el apoyo del presidente venezolano Hugo Chávez para realizar las transformaciones que prometió durante su accidentado mandato. No abandonará así nomás el poder sin antes medir fuerzas con sus contrincantes. De imponerse mediante paralizaciones, tomas de carreteras y revueltas internas –como ya lo vienen haciendo sus partidarios encabezados por su mujer- trataría de reformar la Constitución para aumentar sus prerrogativas y cambiar el modelo económico.


La declaración de una amnistía general para los delitos políticos cometidos antes y después del 28 de junio propuesta por Arias calmaría un poco las cosas durante los primeros días de retorno a la “normalidad”. Sería como una tregua en la que las partes renuncian a la persecución política para darle estabilidad al país; pero el perdón inicial podría desvanecerse si las partes comienzan acusarse mutuamente. Para evitar esa posibilidad Arias sugiere la instalación de una comisión, con apoyo internacional, que garantice el cumplimiento de los acuerdos alcanzados por ambos bandos.


La intención de autócrata Roberto Micheletti de renunciar a la presidencia siempre que Zelaya permanezca en el exilio no fue aceptada por Arias ni por la OEA pues esa “solución” implicaba la convalidación del golpe cívico-militar al sustituir un golpista por otro, lo que hubiera sentado un peligroso precedente en la región.


De momento Micheletti ha decretado un nuevo toque de queda para prevenir desmanes ante el posible retorno de Zelaya. La comunidad internacional, por intermedio de Arias, le ha advertido que no lo respaldará si decide resolver la situación por medios violentos aun cuando la Constitución de su país autorice a cualquier hondureño a deponer a los usurpadores.


Las partes reanudaron este domingo las conversaciones sobre la crisis institucional. El Gobierno interino aseguró que está dispuesto a admitir el regreso de Zelaya siempre y cuando se someta a los tribunales para responder sobre varios delitos políticos. De este modo bloquean su regreso, petardean la conformación de un eventual Gobierno de unidad nacional y descartan la amnistía que debe concederle el Congreso, tres de las siete condiciones planteadas por Arias ayer sábado.


Mientras los golpistas preparan sus siguientes movimientos. En el ínterin seguramente expedirán una resolución para adelantar la fecha de las elecciones, la que no tendría validez al ser emitida por un Gobierno de facto.





jueves, 16 de julio de 2009

Estados Unidos apoya el golpe en Honduras



Por César Reyna


Cuando la superpotencia condenó el golpe en el país centroamericano hace tres semanas algunos, entre los que me cuento, asumimos que no tuvo nada que ver con su preparación. Con el correr de los días me reafirmo en mi posición pero las cosas han cambiado sustancialmente. Al principio creí que Estados Unidos amenazaría con sanciones drásticas tras la ruptura democrática. Asimismo, creí positivo que el depuesto mandatario hondureño se sentara a dialogar con emisarios del autócrata Roberto Micheletti bajo la mediación del bienintencionado presidente costarricense Óscar Arias. Si se restituía a Manuel Zelaya de manera pacífica y bajo determinadas condiciones (como renunciar a la controvertida consulta popular) valía la pena intentarlo. Esa alternativa pudo haber funcionado siempre que Estados Unidos hubiera estado dispuesto a presionar a los golpistas. Sin embargo, la realidad es otra porque Washington ha decido respaldarlos al proponer la salida de Micheletti a cambio de que Zelaya renuncie a sus aspiraciones.

La medida parece salomónica pero no lo es ya que si Zelaya no retorna al poder el quiebre constitucional en Honduras se habrá consagrado, sentando un peligroso precedente en el resto de la región. Lo que ocurre en Honduras parece un modelo o ensayo ideado por la derecha latinoamericana -en complicidad con el Departamento de Estado- para derrocar a gobernantes que se oponen a las políticas de mercado (neoliberales).

El argumento de los golpistas y de Estados Unidos para proponer ese trato inaceptable sería evitar un innecesario derramamiento de sangre. Así la derecha hondureña salvaría a su país o más bien al sistema de la injerencia chavista, y el defenestrado Zelaya recibiría el indulto en el exilio. La propuesta no debería ser aceptada aunque la situación se polarice aún más. Un importante sector de la sociedad hondureña sería traicionado si Zelaya llegara a consentir ese acuerdo.

Las negociaciones en Costa Rica sólo han servido para que los golpistas enfríen los ánimos de los partidarios de Zelaya. El Gobierno de facto jamás iba a permitir el retorno de éste porque no ha recibido presiones de los norteamericanos, quienes en última instancia podían corregir el trágico curso de los acontecimientos. La dilación sólo favorece a la derecha hondureña pues en poco tiempo convocará a nuevas elecciones para borrar cualquier impacto negativo del golpe.

Las cosas parecen consumadas pero se incubará un sentimiento antisistémico que tarde o temprano termine por derrotar a la minoría enquistada en el poder. La mayoría de hondureños son pobres y dependen mucho de la asistencia extranjera y gubernamental. Esa base social actualmente ha sido descabezada ya que Zelaya no puede regresar a su país. Se le mantiene alejado para que los usurpadores no tengan que confrontar a las masas. El régimen sabe que es peligroso porque su discurso estaba dirigido a los sectores marginados.

En ese sentido, el llamado de Zelaya a la insurgencia debería ser acatado pues es lo que corresponden cuando se ejecuta un golpe de Estado. La Constitución hondureña autoriza a la población a sublevarse contra los golpistas aunque éstos ridículamente sostengan que lo que hubo fue una “transición democrática”.

Washington maneja el asunto como si se tratara de un arbitraje en el que colisionan los derechos de las partes. Pero aquí sólo hay un derecho: el que tiene Zelaya a ser repuesto porque su designación proviene de la voluntad popular y las leyes hondureñas.

Micheletti ha afirmado este jueves, según cuenta El diario El País de España, que la propuesta de abandonar la presidencia la recibieron delegados suyos en una ciudad de Estados Unidos, seguramente Washington, donde sus lobistas, de acuerdo con el periodista César Hildebrandt, vienen realizando arduas diligencias para ganarse las simpatías de congresistas y diplomáticos de estadounidenses. Al parecer las cosas les vienen saliendo bien pues en días recientes algunos miembros del Capitolio dijeron en la CNN que “el golpe era comprensible” porque el depuesto presidente hondureño “pretendía modificar la Constitución para perpetuarse en el poder”, asunto por demás imposible porque la consulta era “no vinculante” y en el supuesto de que hubiera sido reformada el mandato de Zelaya ya habría terminado.



jueves, 9 de julio de 2009

Estados Unidos y el golpe en Honduras


Hoy jueves comienza la ronda de negociaciones entre el derrocado Manuel Zelaya y los líderes golpistas de su nación. El presidente de costarricense Óscar Arias oficiará de mediador a petición de Estados Unidos. Esta es la primera vez que un mandatario defenestrado de la región se sienta a dialogar con funcionarios del Gobierno que lo depuso.
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Por César Reyna




Para que las conversaciones resulten provechosas ambas partes deberán renunciar a varias pretensiones aún cuando eso implique restituir a Zelaya o amnistiar a las autoridades golpistas. Durante el diálogo auspiciado por Estados Unidos se estaría buscando la mejor forma de devolverlo al poder sin resentir demasiado a sus opositores, es decir, sin hacerle creer a un amplio sector de la sociedad que han sido derrotados. La presión de la superpotencia ha sido fundamental para explorar una salida pacífica a la crisis. Esto comprueba que organizaciones internacionales como la OEA, a pesar de que Estados Unidos se encuentra debilitado, no son capaces de influir en la resolución de un conflicto interno.

La comunidad internacional sólo aceptaría la reposición de Zelaya, y hacia eso apuntan los esfuerzos de la secretaria de Estado Hillary Clinton. Para que ese desenlace se produzca Zelaya deberá aceptar algunas condiciones como adelantar la fecha de las elecciones (posiblemente a setiembre) y renunciar a la convocatoria de una Asamblea Constituyente cuyo propósito era reformar la pétrea Constitución de su país. Dada la grave polarización que atraviesa Honduras, al depuesto Zelaya no le quedaría más remedio que acortar su mandato. Si vuelve a gobernar se limitaría a organizar los comicios y garantizar una ordenada transferencia de mando. Sus poderes como su período serían recortados en aras de reducir la tensión social.

Antes de reponer a Zelaya los golpistas anularían la orden de detención que pesa en su contra (se le acusa de 18 delitos) y sería amnistiado por los poderes públicos para que pueda terminar su período. Los cargos que se le levantaron -antes de su exilio involuntario – ya han sido desestimados por la Interpol porque el Gobierno de facto se negó a arrestarlo en dos oportunidades (una al expulsarlo a Costa Rica la madrugada del 28 de junio y otra al impedirle su regreso el domingo pasado, mientras sobrevolaba el aeropuerto Toncontín). Para la Interpol su detención es arbitraria pues se trata de “un caso de persecución política”, tal como lo afirma en un comunicado.

Si las negociaciones prosperan, Roberto Micheletti, el presidente en funciones, entregaría el poder a Manuel Zelaya a la brevedad y dejaría su puesto en el Congreso hondureño, donde ejercía la presidencia del órgano legislativo. No sería razonable que continúe al mando del poder que ocasionó la ruptura del orden democrático. Los principales involucrados en el golpe también abandonarían sus cargos ya que deben asumir el costo político de sus acciones. Esto se haría para aminorar la sensación de impunidad entre los partidarios de Zelaya y no enervar a los que respaldan el quiebre constitucional. La solución debe ser lo más salomónica posible para evitar la indeseada fractura social. Ni uno ni otro bando deben considerarse vencedores o perdedores cuando finalicen las conversaciones para no crispar los ánimos.

Si dejan sus funciones recibirían el indulto o la amnistía presidencial correspondiente para garantizar la gobernabilidad. Los crímenes del pasado se olvidarían mediante la expedición de una ley que certifique el borrón y cuenta nueva. La situación en Honduras, naturalmente, no partirá de cero porque la población jamás olvidará lo sucedido en estas últimas semanas. Los golpistas deberían automarginarse de la actividad política, es decir, no volverían a postularse en las elecciones. Algo parecido ocurriría con la cúpula militar que violentó la residencia de Zelaya y lo envió al extranjero en pijamas. El general Romeo Vázquez pasaría a retiro asi como los jefes de los institutos armados y la policía. El aparato político se renovaría solo en apariencia para dar tranquilidad.

Todos los que han participado de alguna u otra forma darían un paso al costado a cambio de inmunidad. Esto comprende a los jueces, fiscales y miembros de los órganos electorales que dispusieron la irregular captura de Zelaya. El precio (para estos) será muy alto pero deberá ser pagado si se quiere aplacar los disturbios y las sanciones internacionales. Sólo en un escenario como el descrito la comunidad internacional volvería a normalizar sus relaciones diplomáticos con Honduras. Como el país centroamericano depende mucho de la cooperación extranjera y préstamos de entidades multilaterales, los golpistas no tendrían otra alternativa que considerar una salida ordenada.

Estados Unidos no ha suspendido la ayuda humanitaria para emplearla como mecanismo de presión en caso de que Micheletti se niegue a realizar concesiones. La nueva Administración estadounidense no es partidaria del bloqueo ni del aislamiento como sus antecesoras, de ahí que haya levantado algunas restricciones que pesaban sobre Cuba como el envío de remesas y los viajes de norteamericanos con raíces cubanas a la Isla. Arturo Valenzuela, responsable de la política de EE. UU. para el continente, definió la situación en Honduras como “un clásico golpe de Estado”. Esta declaración deslindaría cualquier participación de su país en los trágicos sucesos del 28 de junio. Muchos analistas especulan que la Casa Blanca o el Pentágono tuvieron alguna participación porque el embajador estadounidense fue notificado de las intenciones de los conspiradores. El que el diplomático se haya reunido en privado con los golpistas no quiere decir que haya respaldado su decisión. Además los rumores (de golpe) eran vox populi en Honduras y solo Zelaya confiaba en que no se produciría tras separar al general Romeo Vázquez, quien fue cesado por negarse a distribuir material electoral relacionado con la consulta a la polémica Asamblea Constituyente -por la que luego fue depuesto el presidente.

Para los que creen en la conspiración norteamericana, sobre todo por su historial plagado de intervenciones, debemos decir que la doctrina del presidente Obama no avala golpes militares. El único golpe que Washington podría respaldar sería uno netamente popular como el que se produce para derribar a una tiranía. El caso más notorio es el de Irán, donde el régimen teocrático ha reprimido violentamente las protestas de miles de estudiantes que consideran que hubo fraude en las elecciones presidenciales. Desde que comenzó la violencia en Teherán, Estados Unidos ha apoyado a los manifestantes –la generación nacida tras la revolución islámica de los Ayatolás- porque reclaman mayores libertades.



martes, 7 de julio de 2009

Golpe de Estado en Honduras: el no intervencionismo norteamericano



Golpe de Estado en Honduras: el no intervencionismo norteamericano



Por César Reyna


En el siglo pasado, sobre todo durante el período de la Guerra Fría, los golpes de Estado en Latinoamérica no podían ejecutarse sin el consentimiento de Washington. Muchos se fraguaron directamente en el departamento de Estado, el Pentágono o la CIA para remover a gobiernos pro comunistas o impedir el ascenso de sectores vinculados con la izquierda radical. En aquellos tiempos se necesitaba la luz verde del todopoderoso norte para que los militares y las oligarquías de la región se sintieran respaldados.

Esas tristes épocas parecen ser parte de la historia ahora que Estados Unidos ha asumido un papel no intervencionista. Desde que Barack Obama asumió sus funciones, la Casa Blanca ha revitalizado el concepto de ‘poder blando’ o soft power (1) ideado por Joseph S. Nye. Este poder implica, en el campo de las relaciones internacionales, reemplazar la confrontación y la amenaza de administraciones anteriores –como la de George W. Bush- por la persuasión y el diálogo directo. Para legitimar el cambio de orientación, Obama tuvo que tomar medidas drásticas como cerrar la truculenta prisión de Guantanamo con el propósito de recuperar liderazgo en materia de derechos humanos. Si la superpotencia no predicaba con el ejemplo no tendría autoridad moral ni capacidad de sugestión para luchar contra regímenes antidemocráticos y el terrorismo global.

El restablecimiento de ese poder, aplicado por última vez desde la Administración de Bill Clinton, restituye dos principios básicos como el respeto a la soberanía de los Estados y el reconococimiento de las diferencias ideológicas que separan a Estados Unidos de otros miembros de la comunidad internacional. Esto último puede apreciarse en la manera que Obama y su secretaria de Estado, la senadora Hillary Clinton, se han aproximado a gobiernos como los de Cuba e Irán, por citar dos ejemplos, ya que hasta hace poco parecía imposible mantener negociaciones directas con países totalitarios. Para algunos analistas, sin embargo, la apertura ha significado debilidad en momentos que Estados Unidos debe estabilizar Medio Oriente y evitar la proliferación nuclear.

Ayer en Moscú, mientras Obama declaraba de manera conjunta con su homólogo ruso, Dimitri Medvedev, dijo que su Administración “no buscará imponer ningún sistema de Gobierno a ningún país y no intentará elegir qué partido o individuo debe gobernar en un Estado”. Esto es positivo porque su antecesor hizo todo lo contrario cuando invadió Iraq sin autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero también abre la puerta para que determinados grupos de poder rompan el orden constitucional ante el perfil bajo que asume Estados Unidos. Como Washington ha relegado a la región desde la caída de la Unión Soviética y ha decido no intervenir en asuntos internos, estos actores sienten que ya no necesitan consultar (2) sus conspiraciones antidemocráticas.

Tras la crisis política desatada en Honduras el rol de Estados Unidos no debería ser pasivo porque dejaría de ser garante de las libertades fundamentales y la democracia en la región. Si Obama quiere recuperar el protagonismo de su país debería presionar a los usurpadores para que entreguen el poder. Haber reconocido a Manuel Zelaya como legítimo gobernante de Honduras no es suficiente a menos que se tomen medidas que restituyan al régimen anterior. En ese sentido la aplicación de sanciones debería ser considerada por la Casa Blanca para no permitir que fuerzas políticas, económicas y sociales resuelvan sus diferencias de manera violenta.

La secretaria Clinton recibirá esta tarde al presidente hondureño Manuel Zelaya para buscar soluciones a la crisis. A la par de sus esfuerzos diplomáticos, una delegación del Gobierno de facto acudirá a la sede de la OEA para explicar las razones que motivaron el golpe. Los emisarios de Roberto Micheletti, el mandatario en funciones, señalan que no han sido debidamente escuchados y que sólo ha sido atendida la versión del mandatario depuesto.

El compromiso de Washington con los sistemas democráticos debe definirse de una vez. Ahora le corresponde a Obama actuar de manera más enérgica luego de las fallidas gestiones que realizó el secretario general de la OEA durante su visita a Tegucigalpa. Pese a sus graves problemas internos y su complicada agenda internacional, sólo Estados Unidos podría obligar a los golpistas a volver sobre sus pasos.

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(1) Nye, catedrático en la Universidad de Harvard, también lo define como “lograr que otras naciones ambicionen lo que nosotros (Estados Unidos) ambicionamos”. Aquello podría ser la paz, la consagración de la democracia, el desarrollo sostenible, la ratificación del Protocolo de Kioto, el cumplimiento de las Metas del Milenio, etc.

(2) La última vez que consultaron con Washington fue cuando el controvertido presidente venezolano Hugo Chávez fue arrestado por tropas golpistas en 2002. Ese año Estados Unidos le bajó el pulgar a los conspiradores a pesar de discrepar con el modelo que Chávez estaba implementando.



domingo, 5 de julio de 2009

Zelaya no pudo aterrizar en Honduras




Zelaya no pudo aterrizar en Honduras… una mirada económica a la crisis del país centroamericano


Por César Reyna


Cientos de efectivos militares se apostaron en la única pista de aterrizaje del aeropuerto internacional de Toncontín de Tegucigalpa para impedir que toque tierra el avión que trasladaba al derrocado presidente hondureño Manuel Zelaya. Mientras los uniformados tomaban posiciones dentro del terminal y repelían a miles de manifestantes que respaldaban a Zelaya, los controladores aéreos se dirigieron al piloto de la aeronave de matrícula venezolana para decirle que no contaba con autorización para sobrevolar cielos hondureños. La nave tuvo que desistir luego de intentar infructuosamente el descenso.

Unas horas antes, Roberto Micheletti, el líder golpista, había anunciado que “por el bien de su país” Zelaya no debía volver. Por la tarde, el autócrata inició una conferencia de prensa en paralelo a la entrevista que ofreció Zelaya en pleno vuelo desde Washington. En la cita con los medios dijo que estaba dispuesto a “negociar con la OEA y otras instituciones y naciones amigas” con el fin de tener la oportunidad de explicar las razones que condujeron al golpe y encontrarle una solución a la crisis. A nuestro juicio no hay nada que explicar o justificar porque la carta de la OEA es muy clara: cuando se produce un quiebre democrático sólo cabe la reposición del orden anterior. Escuchar a emisarios de un Gobierno de facto sentaría un precedente inadmisible a menos que estén dispuestos a restituir al defenestrado Zelaya. Por eso cualquier negociación que explore el adelanto de elecciones sería rechazada.

El cambio de opinión de Micheletti, tras desairar los esfuerzos del secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, se debe a que teme mayores sanciones tras la suspensión que le impuso el club de países americanos. Las medidas que más atemorizan al presidente de facto son de tipo diplomático (la ruptura de relaciones con naciones latinoamericanas y occidentales) y comercial (el cierre de mercados para sus exportaciones).

El aislamiento podría ser devastador para la tercera economía más pobre de la región en momentos que el mundo atraviesa una severa una recesión. Desde el comienzo de la contracción global no sólo ha caído el flujo de remesas en Honduras (responsable del 25% del producto), sino también las exportaciones y el turismo foráneo. A esto se sumaría el corte de asistencia gubernamental que brinda USAID de Estados Unidos, los créditos para el desarrollo concedidos por el Banco Mundial, el FMI y el BID, y el suministro de combustible subsidiado proveniente de Venezuela. En ese contexto, el declive del PBI podría ser mayor a estimaciones previas.

En una nación donde la pobreza alcanza a más del 60% de la población, el Gobierno de facto tendrá muy poco margen de maniobra mientras se debilita su economía. Sin comercio exterior ni remesas, las únicas alternativas que le quedan será ‘quemar’ sus reservas internacionales, generando con ello mayor inflación y la devaluación de su moneda, lo que golpeará a los más desposeídos.

Muchos programas sociales no podrán financiarse por falta de recursos, hecho que incrementará el descontento popular llevando al país al borde de la fragmentación o ruptura civil. La ola de protestas se sucederá sin parar si es que las autoridades no encuentran alternativas no traumáticas de financiamiento, es decir, sin crear de nuevos impuestos ni aumentar las tasas de los ya existentes.

El clima de agitación política, económica y social favorecería la opción de los candidatos ‘antisistema’ o socialistas como Manuel Zelaya ante la inoperancia del ‘sistema’ para atender las demandas nacionales. El retorno de éste no parece viable en el mediano plazo a menos que la crisis obligue a los golpistas a buscar una salida democrática.

En estos momentos la CNN reporta que Zelaya se encuentra en Nicaragua donde ha sido recibido por el presidente Daniel Ortega. Mañana, según trascendió, el mandatario depuesto intentará regresar para presionar a los usurpadores con su incómoda presencia. La reticencia a dejarlo ingresar se debe a que la cúpula no se siente capaz de procesarlo en las actuales condiciones (a pesar de haberlo acusado de delitos tan alucinantes y disparatados como tráfico de drogas y sedición).

Para la comunidad internacional cualquier juicio a Zelaya carecería de las garantías procesales mínimas porque se realizaría en un país donde se ha subvertido el orden constitucional. De ahí la negativa del régimen a permitirle su regreso hasta que la situación se normalice.



Golpe de Estado en Honduras: impiden regreso de Manuel Zelaya




Golpe de Estado en Honduras: Gobierno de facto impide ingreso de Manuel Zelaya



Por César Reyna


Mientras Manuel Zelaya, el derrocado presidente hondureño se dirige a Tegucigalpa desde Washington, el gobierno de facto de su país advirtió que no dejará aterrizar el avión que lo trae de regreso. Esto supone un nuevo impasse tras el golpe de Estado de hace una semana ya que sobre Zelaya pesa una orden de captura. Al defenestrado mandatario se le acusa de violar la Constitución por tratar de “imponer” una consulta para instalar una Asamblea Constituyente. En total son 18 cargos graves, entre los que destaca el delito de traición a la patria. El golpista Roberto Micheletti, quien fue nombrado por el Congreso en sustitución de Zelaya, le recordó a éste que será arrestado en cuanto ingrese a territorio nacional. “El señor Zelaya es un delincuente, con 18 cargos en su contra y una orden de búsqueda cursada por la fiscalía y enviada a la Interpol. En el momento en que ponga el pie en tierra hondureña, será detenido. Él lo sabe. Y por eso no creemos que se atreva a venir”.


En un primer momento el Gobierno se mostraba decido a detener a Zelaya con el fin de amedrentarlo, pero ante la inminencia de su retorno le prohibió el ingreso de manera indefinida. Así, las autoridades de turno se ponen nuevamente al margen de las leyes de su país ya que la Constitución hondureña, como lo recuerda José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, no permite la expatriación de ningún hondureño. Pero eso no es todo pues también han entrado en rebeldía por negarse a arrestar a Zelaya. Recordemos que al mandatario lo habían expulsado a pesar de que debía ser puesto a disposición de la “justicia”. Con el impedimento de regreso de Zelaya los golpistas van sumando infracciones constitucionales a su abominable dossier.


La Iglesia, que había permanecido en silencio desde el comienzo de la crisis, ha respaldado la posición de Micheletti con el propósito de evitar derramamientos de sangre. El cardenal Óscar Rodríguez, voceado para vestirse de blanco y sustituir a Juan Pablo II, se dirigió por televisión al presidente Manuel Zelaya para pedirle que no regresara a Honduras. “Yo sé que usted ama la vida”, dijo el prelado, “sé que usted respeta la vida, y hasta el día de hoy no ha muerto ningún hondureño. Pero su regreso al país en este momento podría desatar un baño de sangre. Por favor, medite. Porque después sería demasiado tarde”. No sorprende la postura del cardenal Rodríguez porque la Iglesia siempre ha estado del lado del ‘establishment’. Recordemos que hace cinco siglos participó en la conquista de las culturas americanas. La Iglesia ayudó a legitimar el sistema colonial español y la opresión elitista republicana tras la independencia de España.


La OEA ha suspendido a Honduras en aplicación del artículo 21 de la carta democrática de 2001 al haber constatado que se ha roto el orden democrático y no hay voluntad para restaurarlo. El régimen ilegal teme que el arribo de Zelaya genere un clima que obligue a los golpistas a entregar el poder.


En el momento que Manuel Zelaya se comunicaba con la televisora Telesur mientras sobrevolaba algún punto del Caribe; el gobierno de facto convocó una conferencia de prensa para interrumpir su mensaje y ponerle paños fríos a la situación anunciando que dialogará con la OEA. Lo que buscarían sería adelantar las elecciones de noviembre para encontrar una solución a su negativa de reponer a Zelaya. La OEA no habría aceptado esa posibilidad porque su carta no lo permite. Para incrementar la tensión y presentarse como víctima de un complot internacional, Micheletti mencionó que detectaron la movilización de tropas de la vecina Nicaragua en la frontera. El autócrata hondureño interpretó el hecho como una amenaza a su país. Nicaragua, por su parte, ha negado rotundamente la acusación de Micheletti y ha descartado que sus tropas estén planificando entrada alguna en territorio hondureño. Estados Unidos ha confirmado la versión del Gobierno del socialista Daniel Ortega.

Zelaya se embarcó en la mañana con el presidente de la Asamblea de la ONU, Miguel D’ Escoto, y otros diplomáticos de menor rango; pero no con los presidentes sudamericanos que lo respaldaron ayer en la Asamblea Extraordinaria de la OEA. Nos referimos a la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, el paraguayo Fernando Lugo, el ecuatoriano Rafael Correa, quienes viajan rumbo a El Salvador para seguir de cerca los acontecimientos. El secretario general de la OEA, por su parte, también acompaña a los dignatarios mencionados.


El avión que traslada a Zelaya aún no ha aterrizado en el aeropuerto Toncontín ni en otros terminales internacionales. Las autoridades aeronáuticas comunicaron hace algunas horas –por orden expresa de Roberto Micheletti- que las aeronaves que no tengan autorización deberán descender en aeropuertos de países vecinos.


Para el gobierno de facto la tensión que desataría el regreso de Zelaya ocasionaría muertes inevitables en su afán de mantener el orden. Si se produce una elevada cifra de bajas civiles Micheletti podría dimitir ante la presión de las calles y las críticas de la comunidad internacional. Cualquier muerte que se produzca será atribuida a los golpistas porque controlan las Fuerzas Armadas y porque eligieron el camino de la violencia para gobernar.



miércoles, 1 de julio de 2009

Analizando el golpe de Estado en Honduras



Analizando el golpe de Estado en Honduras



Las razones que esgrimen las autoridades hondureñas para justificar la ruptura democrática son muy débiles. Ningún argumento nos parece jurídicamente sustentable porque riñe contra normas y principios fundamentales del derecho.
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Por César Reyna


En el presente artículo desvirtuaremos los “razonamientos” ofrecidos por los golpistas en aras de esclarecer la verdad.


I) El primer punto que quisiera tocar es la supuesta reelección del derrocado presidente Manuel Zelaya, a quien se acusó de promover una ilegal consulta popular para modificar la Constitución de 1982. Este asunto no reviste mayor complejidad porque era fáctica y jurídicamente imposible la búsqueda de un segundo mandato.

II) Uno de los factores que impedía su reelección inmediata era el tiempo. El tiempo constituye un elemento crucial ya que de haber sido realizada la consulta tomaría por lo menos un año definir la nueva Constitución, es decir, varios meses después de que Zelaya haya abandonado la presidencia. Es preciso recordar que el mandato de Zelaya expiraba en enero próximo (en siete meses) y que la conformación de la Asamblea Constituyente sería en noviembre. Todo esto dependía de los hondureños, naturalmente, pues si la mayoría se inclinaba por reformar la Constitución Política, el proceso constitucional hubiera culminado con otro presidente.


III) Otro factor a tener en cuenta, en caso de que a Zelaya le hubiera alcanzado el tiempo para rubricar la nueva Constitución, es que sus candidatos debían dominar la Asamblea para introducir la figura de la reelección presidencial. Sin mayoría calificada el gobernante defenestrado no hubiera podido postular nuevamente al cargo.

IV) Además de ganar los comicios por amplia mayoría para instaurar la Asamblea Constituyente, Zelaya y sus partidarios debían superar un último escollo: el referéndum. Mediante una nueva convocatoria el pueblo debía decidir si aprobaba -o no- el hipotético texto consensuado por las fuerzas políticas.

V) Como vemos, no hubiera sido tan sencillo cambiar la Carta Magna para incluir un artículo que autorizara la reelección. Zelaya no representaba una amenaza para la democracia hondureña pues a la Asamblea le hubiera tomado más de dos meses en redactar la nueva Ley Fundamental, que era lo que le faltaba a Zelaya para concluir su período contando desde noviembre, mes en que debía instalarse la Asamblea. En tan poco tiempo no hubiera sido posible que los delegados concluyeran los debates en torno a asuntos tan sensibles como la reelección presidencial, mecanismos de participación ciudadana, la reforma del Estado, etc.

VI) Honduras debe ser una nación sui generis en la región pues en la mayoría de Estados latinoamericanos el presidente puede convocar un plebiscito. La consulta popular es el mecanismo más democrático que existe pues permite que los gobernados puedan enmendarle la plana a los gobernantes. Esto es, oponerse a sus iniciativas si las consideran injustas o desproporcionadas. En el caso hondureño el referéndum no ha sido debidamente institucionalizado porque la clase social dominante se opone a cualquier cambio fundamental. Sin esa prerrogativa, legislativamente hablando, un gran sector de la sociedad hondureña es rehén de una minoría que rechaza la modernidad (la modernidad entendida como mayor empoderamiento de la población).

VII) Los legisladores, jueces, fiscales y militares que usurpan el poder han dicho que el golpe fue pacífico. Esto es falso pues un contingente militar secuestró al presidente Zelaya en la madrugada y lo embarcó en un avión a Costa Rica. Además se han desatado protestas en varios puntos del país caribeño y se ha decretado un toque de queda 48 horas. Sin dejar de lado los cortes de suministro eléctrico, la injerencia en medios de comunicación y la persecución de funcionarios del extinto régimen democrático.

VIII) El Congreso que nombró presidente interino a Roberto Micheletti presentó un documento apócrifo en el que constaba la “renuncia” expresa de Zelaya. En base a la falsificación del testimonio y firma del líder hondureño se ha pretendido legitimar la sucesión de Micheletti. A Honduras no la rige un gobierno democrático sino una mafia que se ha enquistado en el poder.

IX) A pesar de que Zelaya debía ser puesto a disposición de la “justicia”, los captores del primer mandatario lo desterraron contraviniendo un requerimiento judicial. La orden de arresto contra Zelaya había sido emitida antes de su ilegal expatriación. Quienes resulten responsables han cometido un delito al margen de si lo hicieron "para evitar la polarización del país".

X) En “ausencia” del “renunciante” Manuel Zelaya, Roberto Micheletti asumió la presidencia de manera provisional. Para juramentarlo como nuevo presidente constitucional, el Parlamento “dio por sentado” que Zelaya había presentado su “renuncia” antes de ser enviado al exterior. La ausencia de Zelaya se debió, como todos sabemos, a causas ajenas a su voluntad pues se le detuvo sin respetar su alta investidura y el debido proceso.